Escribe Antonio Piñero
Pregunta:
Tengo un respeto por todo lo que dice, estoy aprendiendo muchas cosas que no sabía sobre Jesús de Nazaret, tengo una pregunta un poco personal, quizás sean dos, la primera es por qué le fascina tanto el personaje de ? permítame lo de fascinar, la segunda pregunta es delirante, si usted tuviese a Jesus delante que le diría? que le preguntaría? jaja, es pura curiosidad, un fuerte abrazo.
Respuesta:
Las preguntas pueden hacerse a través de mi página web: www.antoniopinero.com.
Respondo:
1. Yo creo que lo que me ha fascinado es su inmenso alcance cultural y la necesidad de iluminar desde el estudio universitario la cantidad de distorsiones históricas. No me fascina su persona, porque no creo que sea un modelo de vida para nadie del siglo XXI
2. A la verdad, lo observaría atentamente e intentaría seguirlo para comprender, por medio de sus discursos qué pensaba exactamente (todo lo transmitido está teñido por la fe en él como Cristo celestial, y por tanto distorsionado).
No le diría nada, porque es difícil de convencer a un personaje tan religiosamente fanático y con una consideración tan elevada de sí mismo, como al parecer tenía. Si le dijera algo, probablemente me respondería exclusivamente repitiendo sus ideas.
Pregunta:
1. ¿En qué medida pudo influir la corriente gnóstica derivada, ante todo, del evangelio de Juan u otros apócrifos, en la concepción de la literatura mística de los tres grandes de España en ese ámbito (Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa)? Lo pregunto porque estudiándolos encuentro muchos elementos relacionados con los fundamentos gnóstico neoplatónicos.
2. ¿Qué autores griegos y latinos fueron fundamentales en el pensamiento de Pablo de Tarso para desarrollar luego la interpretación crística de Jesús? Además de Platón y otros griegos, ¿pudieron tener que ver de algún modo Virgilio, Ovidio u Horacio?
RESPUESTA:
1: Diría que muchísimo o totalmente y no solo de evangelio de Juan, sino de Pablo mismo. Y todos beben del platonismo vulgarizado que es el padre de la mística occidental judía, cristiana e islámica. Lo afirmo en la “Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino”. Editorial Trota, Madrid, 2015.
2. Respuesta absolutamente negativa. Escribo en la “Guía de Pablo” lo siguiente:
“Se ha discutido si el Apóstol siguió la enseñanza superior griega y si recibió una formación en los autores clásicos. Esto no parece a priori verosímil en el seno de una familia de posible y estricta observancia judía, y de no muchos recursos económicos, pues suponía cultivar en exceso una literatura que proclamaba la existencia y alabanza de dioses falsos, amorales, contrarios al Dios único, como los representados en Homero, en la lírica en general y en los mitos de la tragedia. Además, a decir verdad, no se encuentran en las cartas del Apóstol especiales alusiones a poetas u otros literatos, como ocurre con cristianos posteriores. En sus escritos sólo se hallan máximas o lugares comunes de la sabiduría popular, y en todo caso alusiones a dichos ya popularizados de filósofos y dramaturgos. Incluso cuando parece citar expresamente a Menandro (Tais, 218 = 1 Cor 15,33: No os engañéis: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres»), no hace otra cosa probablemente que repetir un tópico literario convertido en refrán (se puede citar el dicho “La religión es el opio del pueblo” sin haber leído jamás a Karl Marx).
De cualquier modo, Pablo da la impresión en sus cartas de ser poco receptivo a los modelos generales de la cultura griega. Si lo comparamos con Filón de Alejandría se notará la diferencia. Pablo es el polo opuesto, porque no trata de acentuar las semejanzas entre el helenismo y Cristo, sino la superación por parte de este de toda la sabiduría griega. Según esta consideración, es poco probable que Pablo, en Rom 7,7-23 estuviera citando la Medea de Eurípides o la de Ovidio (Stowers, 1994, 269ss). Y si lo hizo, fue a modo de sabiduría gnómica, o proverbial, popularizada.
El corpus literario que Pablo conoce y utiliza con pasión y técnica es la Biblia judía. No es una exageración afirmar que el trasfondo cultural más importante en Pablo son las Escrituras sagradas de Israel, aunque el análisis de sus citas bíblicas no nos permite sostener que tuviera ante sus ojos una versión de la traducción judía de la Biblia al griego (llamada de los LXX) tal como se edita hoy día. Desde luego parece aún menos que fuera la Biblia hebrea tal como la conocemos hoy. De todos modos, la mayor parte de las citas bíblicas paulinas se parecen más a los LXX que al texto hebreo, como lo indica el propio vocabulario paulino. El Apóstol supone en general que sus lectores paganos o judíos están familiarizados con algún tipo de esta traducción de la Biblia al griego. Y no es de extrañar, ya que la mayoría de sus conversos desde la gentilidad eran “temerosos de Dios” de lengua griega, amigos y simpatizantes del judaísmo que conocían suficientemente bien las Escrituras.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Pregunta:
Tengo un respeto por todo lo que dice, estoy aprendiendo muchas cosas que no sabía sobre Jesús de Nazaret, tengo una pregunta un poco personal, quizás sean dos, la primera es por qué le fascina tanto el personaje de ? permítame lo de fascinar, la segunda pregunta es delirante, si usted tuviese a Jesus delante que le diría? que le preguntaría? jaja, es pura curiosidad, un fuerte abrazo.
Respuesta:
Las preguntas pueden hacerse a través de mi página web: www.antoniopinero.com.
Respondo:
1. Yo creo que lo que me ha fascinado es su inmenso alcance cultural y la necesidad de iluminar desde el estudio universitario la cantidad de distorsiones históricas. No me fascina su persona, porque no creo que sea un modelo de vida para nadie del siglo XXI
2. A la verdad, lo observaría atentamente e intentaría seguirlo para comprender, por medio de sus discursos qué pensaba exactamente (todo lo transmitido está teñido por la fe en él como Cristo celestial, y por tanto distorsionado).
No le diría nada, porque es difícil de convencer a un personaje tan religiosamente fanático y con una consideración tan elevada de sí mismo, como al parecer tenía. Si le dijera algo, probablemente me respondería exclusivamente repitiendo sus ideas.
Pregunta:
1. ¿En qué medida pudo influir la corriente gnóstica derivada, ante todo, del evangelio de Juan u otros apócrifos, en la concepción de la literatura mística de los tres grandes de España en ese ámbito (Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Santa Teresa)? Lo pregunto porque estudiándolos encuentro muchos elementos relacionados con los fundamentos gnóstico neoplatónicos.
2. ¿Qué autores griegos y latinos fueron fundamentales en el pensamiento de Pablo de Tarso para desarrollar luego la interpretación crística de Jesús? Además de Platón y otros griegos, ¿pudieron tener que ver de algún modo Virgilio, Ovidio u Horacio?
RESPUESTA:
1: Diría que muchísimo o totalmente y no solo de evangelio de Juan, sino de Pablo mismo. Y todos beben del platonismo vulgarizado que es el padre de la mística occidental judía, cristiana e islámica. Lo afirmo en la “Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino”. Editorial Trota, Madrid, 2015.
2. Respuesta absolutamente negativa. Escribo en la “Guía de Pablo” lo siguiente:
“Se ha discutido si el Apóstol siguió la enseñanza superior griega y si recibió una formación en los autores clásicos. Esto no parece a priori verosímil en el seno de una familia de posible y estricta observancia judía, y de no muchos recursos económicos, pues suponía cultivar en exceso una literatura que proclamaba la existencia y alabanza de dioses falsos, amorales, contrarios al Dios único, como los representados en Homero, en la lírica en general y en los mitos de la tragedia. Además, a decir verdad, no se encuentran en las cartas del Apóstol especiales alusiones a poetas u otros literatos, como ocurre con cristianos posteriores. En sus escritos sólo se hallan máximas o lugares comunes de la sabiduría popular, y en todo caso alusiones a dichos ya popularizados de filósofos y dramaturgos. Incluso cuando parece citar expresamente a Menandro (Tais, 218 = 1 Cor 15,33: No os engañéis: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres»), no hace otra cosa probablemente que repetir un tópico literario convertido en refrán (se puede citar el dicho “La religión es el opio del pueblo” sin haber leído jamás a Karl Marx).
De cualquier modo, Pablo da la impresión en sus cartas de ser poco receptivo a los modelos generales de la cultura griega. Si lo comparamos con Filón de Alejandría se notará la diferencia. Pablo es el polo opuesto, porque no trata de acentuar las semejanzas entre el helenismo y Cristo, sino la superación por parte de este de toda la sabiduría griega. Según esta consideración, es poco probable que Pablo, en Rom 7,7-23 estuviera citando la Medea de Eurípides o la de Ovidio (Stowers, 1994, 269ss). Y si lo hizo, fue a modo de sabiduría gnómica, o proverbial, popularizada.
El corpus literario que Pablo conoce y utiliza con pasión y técnica es la Biblia judía. No es una exageración afirmar que el trasfondo cultural más importante en Pablo son las Escrituras sagradas de Israel, aunque el análisis de sus citas bíblicas no nos permite sostener que tuviera ante sus ojos una versión de la traducción judía de la Biblia al griego (llamada de los LXX) tal como se edita hoy día. Desde luego parece aún menos que fuera la Biblia hebrea tal como la conocemos hoy. De todos modos, la mayor parte de las citas bíblicas paulinas se parecen más a los LXX que al texto hebreo, como lo indica el propio vocabulario paulino. El Apóstol supone en general que sus lectores paganos o judíos están familiarizados con algún tipo de esta traducción de la Biblia al griego. Y no es de extrañar, ya que la mayoría de sus conversos desde la gentilidad eran “temerosos de Dios” de lengua griega, amigos y simpatizantes del judaísmo que conocían suficientemente bien las Escrituras.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com