Hoy escribe Antonio Piñero
1 Cor 11,2-34. La Cena del Señor. La posición de la mujer respecto al varón en la creación y en la liturgia
A) “Os alabo porque en todas las cosas os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he transmitido. 3 Sin embargo, quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el hombre; y la cabeza de Cristo es Dios. 4 Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta a su cabeza. 5 Y toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta a su cabeza; es como si estuviera rapada. 6 Por tanto, si una mujer no se cubre la cabeza, que se corte el pelo. Y si es afrentoso para una mujer cortarse el pelo o raparse, ¡que se cubra! 7 El hombre no debe cubrirse la cabeza, pues es imagen y reflejo de Dios; pero la mujer es reflejo del hombre.
8 En efecto, no procede el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre. 9 Ni fue creado el hombre por razón de la mujer, sino la mujer por razón del hombre. 10 He ahí por qué debe llevar la mujer sobre la cabeza una señal de sujeción por razón de los ángeles. 11 Por lo demás, ni la mujer sin el hombre, ni el hombre sin la mujer, en el Señor. 12 Porque si la mujer procede del hombre, el hombre, a su vez, nace mediante la mujer. Y todo proviene de Dios. 13 Juzgad por vosotros mismos. ¿Está bien que la mujer ore a Dios con la cabeza descubierta? 14 ¿No os enseña la misma naturaleza que es una afrenta para el hombre la cabellera, 15 mientras es una gloria para la mujer la cabellera? En efecto, la cabellera le ha sido dada a modo de velo. 16 De todos modos, si alguien quiere discutir, no es ésa nuestra costumbre ni la de las Iglesias de Dios.
Seguimos, como prometimos, con el examen de más argumentos paulinos en torno al orden “natural” varón / mujer. Otra razón paulina, hasta hace poco misteriosa, de la precedencia del varón es la siguiente: “La mujer debe llevar sobre la cabeza una señal de sujeción por razón de los ángeles”.
¿Qué significa esto de “en razón de los ángeles”. Hasta que se descubrieron los Manuscritos del Muerto se habían dado diversas explicaciones, algunas peregrinas. Había prevalecido, sin embargo, una expuesta ya por san Juan Crisóstomo que apuntaba hacia lo correcto: la jerarquía natural (procedente de Dios) varón-mujer debe respetarse en las asambleas litúrgicas porque a ellas “asisten” o “están presentes” los ángeles, que son guardianes del orden natural (por ejemplo controlan todo el movimiento de los astros del cielo: cada estrella tiene su “guardián”).
Pues bien, las creencias de los esenios de Qumrán confirma esta noción: los “santos”, los miembros de la comunidad esenia, estaban absolutamente convencidos de que cuando celebraban su liturgia, estaban rodeados de ángeles que “andaban” entre ellos.
Lo mismo pensaban los cristianos, al menos según Pabllo. Así pues, lo que quiere decir el Apóstol es que tal presencia supone que debe seguirse el orden natural, ya que hay ángeles por medio, que son sus garantes.
Pablo después de haber dejado en claro la precedencia masculina, Pablo se echa atrás, porque siente que este argumento va en contra de lo que ha expresado ya claramente en otra carta (Gál 3,26-28): en los últimos tiempos, y en la comunidad mesiánica, destinada a salvarse, no hay distinción entre hombre y mujer ni entre esclavo y libre:
“Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. 27 En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: 28 ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.”
Es ésta –al menos en apariencia- una proclama igualitaria generada por la fe y el bautismo que hace a todos esencialmente iguales ante Dios. Por ello sigue al argumento anterior, la afirmación de Pablo en Cor A:
11 Por lo demás, ni la mujer sin el hombre, ni el hombre sin la mujer, en el Señor. 12 Porque si la mujer procede del hombre, el hombre, a su vez, nace mediante la mujer. Y todo proviene de Dios. 13
Ahora bien, Pablo debió de caer luego en la cuenta -después de haber dictado el argumejnto a su escriba- de que con tal proclama estaba rebatiéndose a sí mismo, anulando su argumento anterior. Entonces vuelve a la posición primera del “orden natural” (que supera, pues, aquí al espiritual):
14 “¿No os enseña la misma naturaleza que es una afrenta para el hombre la cabellera, 15 mientras es una gloria para la mujer la cabellera? En efecto, la cabellera le ha sido dada a modo de velo”.
Y, finalmente, parece ser que este tipo de argumentación le convence más y recurre a la última razón: la fuerza de la costumbre que hace ley:
“16 De todos modos, si alguien quiere discutir, no es ésa nuestra costumbre ni la de las Iglesias de Dios”.
Pablo termina, pues, con un débil argumento: la costumbre.
En honor de la verdad, sin embargo, da la impresión de que, a pesar de terminar con una argumentación a favor de la posición secundaria de la mujer, Pablo en el fondo siente que en el grupo mesiánico no hay en verdad distinciones. Y la prueba es el papel de dirigentes que tienen las mujeres en diversas comunidades paulinas (por ejemplo en Flp 4,2, indirectamente; Lidia en la misma ciudad de Filipos: Hch 16,14.40; Rom 16,1: Febe, diaconisa de Céncreas, ciudad-puerto de Corinto; Junia, que es una apóstol también, en Rom 16,6).
Aquí tenemos una de las razones claras, entre muchas otras de por qué las Epístolas Pastorales, en concreto 1 Timoteo en el caso presente, no proceden de Pablo –aunque lleven su nombre-, sino de un discípulo, que respecto al caso que nos ocupa mantiene una postura no conciliable ni
· Con el argumento semifinal paulino de la igualdad sustancial del hombre y de la mujer, ni
· Tampoco con la participación activa de las mujeres en las asambleas litúrgicas paulinas (las mujeres oran en alta voz y profetizas):
El texto de 1ª a Timoteo 2,9-15 reza así:
“Así mismo que las mujeres, vestidas decorosamente, se adornen con pudor y modestia, no con trenzas ni con oro o perlas o vestidos costosos, 10 sino con buenas obras, como conviene a mujeres que hacen profesión de piedad. 11 La mujer oiga la instrucción en silencio, con toda sumisión. 12 No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio. 13 Porque Adán fue formado primero y Eva en segundo lugar. 14 Y el engañado no fue Adán, sino la mujer que, seducida, incurrió en la transgresión. 15 Con todo, se salvará por su maternidad mientras persevere con modestia en la fe, en la caridad y en la santidad”.
Aquí se prescribe que la “mujer se mantenga en silencio”: es imposible, pues, que tal prescripción haya salido de la pluma del mismo Pablo que ha escrito “Cor A”, que ordena cómo deben orar y profetizar las mujeres, y en cuyas comunidades ocupan ésts posiciones dirigentes.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
………………….
En el otro blog, “El blog de Antonio Piñero”, el tema tratado es:
“Apóstoles y literatura apócrifa”