Hoy escribe Fernando Bermejo
Nan-in, un maestro japonés de la era Meiji, recibió la visita de una persona que se consideraba docta, y que había ido a verle para interrogarle sobre el Zen.
Nan-in sirvió el té. Llenó hasta el borde la taza de su huésped, y luego continuó vertiendo.
La persona que se tenía por docta vio cómo el té se salía de la taza, y tras unos instantes no pudo contenerse: "Está colmada. ¡Ya no entra más!".
"Al igual que esta taza -dijo Nan-in-, tú estás colmado de tus opiniones y conjeturas. ¿Cómo puedo explicarte el Zen, si antes no vacías tu taza?".
La sabiduría de este texto es aplicable igualmente al estudio de los orígenes del cristianismo.
Saludos cordiales de Fernando Bermejocg
Nan-in, un maestro japonés de la era Meiji, recibió la visita de una persona que se consideraba docta, y que había ido a verle para interrogarle sobre el Zen.
Nan-in sirvió el té. Llenó hasta el borde la taza de su huésped, y luego continuó vertiendo.
La persona que se tenía por docta vio cómo el té se salía de la taza, y tras unos instantes no pudo contenerse: "Está colmada. ¡Ya no entra más!".
"Al igual que esta taza -dijo Nan-in-, tú estás colmado de tus opiniones y conjeturas. ¿Cómo puedo explicarte el Zen, si antes no vacías tu taza?".
La sabiduría de este texto es aplicable igualmente al estudio de los orígenes del cristianismo.
Saludos cordiales de Fernando Bermejocg