Foto: Lucas el médico, el presunto autor de Hechos de apóstoles canónicos
Escribe Antonio Piñero
A propósito de la enorme influencia de Pedro en la iglesia primitiva deseo hacer algunas precisiones, de acuerdo con algunas preguntas que me han llegado y que no puedo responder de un modo personal por angustias de tiempo. Tengo que confesar que si respondiera a todo lo que se pregunta no tendría tiempo de trabajar en lo que estoy ocupado actualmente, la edición española, junto con Gonzalo del Cerro, de la literatura Pseudoclementina (vol. IV de los Hechos apócrifos de los Apóstoles); creo ya dije que la editora B.A.C. de Madrid permite la impresión de textos griegos y latinos, para que los lectores que tengan posibilidades puedan acceder a los “originales”. Esta edición es cara, pero la B.A.C. tiene ante todo propósitos culturales y religiosos, y en menor grado la subsistencia económica.
Sostengo que no se puede probar técnicamente por falta de fuentes (aunque sí sospechar o hipotetizar por medio de técnicas de análisis crítico de fuentes o de métodos de crítica literaria) que el apóstol Pablo dependa de una tradición especial judeocristiana, helenística de lengua griega, que como dicen los Hechos de los apóstoles canónicos, en carnada en una comunidad física que residiera desde los primeros años tras la muerte de Jesús en la capital de Judea, Jerusalén. Eso es lo que dicen los Hechos canónicos de apóstoles, pero es dudoso históricamente.
Y desde luego tampoco hubo nunca en Jerusalén en los primeros años tras la muerte de Jesús una comunidad “cristiana” formada por ex paganos. Esa iglesia es un constructum de cierta teología alemana anterior a la Segunda Guerra Mundial que quiso afirmar que ya desde los inicios del cristianismo no hubo solo “judíos” en lo que luego sería el cristianismo, sino también arios (es decir, paganos griegos y romanos: véase el libro de F. Bermejo, “La invención de Jesús de Nazaret, Madrid 2018, “El Jesús ario. Exégesis bíblica y nazismo”, pp. 677ss).
Es cierto que yo mismo, en publicaciones anteriores (sobre todo en la obra colectiva editada por mí “Fuentes del Cristianismo”, reeditada por Herder, Barcelona 2017) he intentado reconstruir esta posible teología… de esa posible comunidad helenística jerusalemita. Pero a la vez debo sostener que el carácter de esa reconstrucción es meramente hipotético. Más bien se debe sostener, a partir de lo que afirma el autor de Hechos en 11,19-21 que tal comunidad helenística con una cierta teología propia solo se produjo en la ciudad siria de Antioquía… y que la teología del discurso de Esteban en Hch 7 (que el autor sitúa en Jerusalén) es muy probable que sea la teología de los judíos de Antioquía, no del protomártir.
No tenemos más textos que las cartas auténticas de Pablo, al que podemos considerar en su etapa de Antioquía el portador de un judeocristianismo no jerusalemita, para reconstruir hipotéticamente, nunca con afirmaciones seguras, esa teología helenística. Antes de la intervención de Pablo en la historia nada sabemos de cierto de la formación de grupos judeocristianos en la capital de Judea, por mucho que si se lee la teología protestante alemana de casi todo el siglo XX se afirme con rotundidad la existencia de esa teología.
Efectivamente, por 1 Corintios, desde el inicio de la carta, sabemos que fue la predicación de Pablo la que ocasionó la existencia de “partidos” o fracciones dentro del judeocristianismo del momento. Y esto no es extraño, porque si tiene algo el judaísmo del siglo I fue la enorme variedad de pensamiento (que sigue hasta hoy; no había ni hay de verdad “ortodoxia”, sino “ortopraxia” = “Dos judíos, tres opiniones”).
Y, de nuevo, insisto en que estudiemos a fondo al Pablo auténtico y leamos siempre con atención crítica Hechos de apóstoles, pues su autor, un discípulo íntimo de Lucas que imita el estilo de su maestro, como he señalado, es un escritor de una teología muy propia, muy sesgada según muchos exegetas, que intenta igualar y limar las ideas teológicas contrapuestas del primer judeocristianismo y borrar en lo posible cualquier diferencia. “No hay más que una doctrina cristiana y esa la inspiró el Espíritu Santo desde siempre” podría ser la bandera teológica del autor de Hechos…. Y ese es el fundamento de la Gran Iglesia (petrino-paulina) que nunca cambió. Todo esto es pura especulación.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Escribe Antonio Piñero
A propósito de la enorme influencia de Pedro en la iglesia primitiva deseo hacer algunas precisiones, de acuerdo con algunas preguntas que me han llegado y que no puedo responder de un modo personal por angustias de tiempo. Tengo que confesar que si respondiera a todo lo que se pregunta no tendría tiempo de trabajar en lo que estoy ocupado actualmente, la edición española, junto con Gonzalo del Cerro, de la literatura Pseudoclementina (vol. IV de los Hechos apócrifos de los Apóstoles); creo ya dije que la editora B.A.C. de Madrid permite la impresión de textos griegos y latinos, para que los lectores que tengan posibilidades puedan acceder a los “originales”. Esta edición es cara, pero la B.A.C. tiene ante todo propósitos culturales y religiosos, y en menor grado la subsistencia económica.
Sostengo que no se puede probar técnicamente por falta de fuentes (aunque sí sospechar o hipotetizar por medio de técnicas de análisis crítico de fuentes o de métodos de crítica literaria) que el apóstol Pablo dependa de una tradición especial judeocristiana, helenística de lengua griega, que como dicen los Hechos de los apóstoles canónicos, en carnada en una comunidad física que residiera desde los primeros años tras la muerte de Jesús en la capital de Judea, Jerusalén. Eso es lo que dicen los Hechos canónicos de apóstoles, pero es dudoso históricamente.
Y desde luego tampoco hubo nunca en Jerusalén en los primeros años tras la muerte de Jesús una comunidad “cristiana” formada por ex paganos. Esa iglesia es un constructum de cierta teología alemana anterior a la Segunda Guerra Mundial que quiso afirmar que ya desde los inicios del cristianismo no hubo solo “judíos” en lo que luego sería el cristianismo, sino también arios (es decir, paganos griegos y romanos: véase el libro de F. Bermejo, “La invención de Jesús de Nazaret, Madrid 2018, “El Jesús ario. Exégesis bíblica y nazismo”, pp. 677ss).
Es cierto que yo mismo, en publicaciones anteriores (sobre todo en la obra colectiva editada por mí “Fuentes del Cristianismo”, reeditada por Herder, Barcelona 2017) he intentado reconstruir esta posible teología… de esa posible comunidad helenística jerusalemita. Pero a la vez debo sostener que el carácter de esa reconstrucción es meramente hipotético. Más bien se debe sostener, a partir de lo que afirma el autor de Hechos en 11,19-21 que tal comunidad helenística con una cierta teología propia solo se produjo en la ciudad siria de Antioquía… y que la teología del discurso de Esteban en Hch 7 (que el autor sitúa en Jerusalén) es muy probable que sea la teología de los judíos de Antioquía, no del protomártir.
No tenemos más textos que las cartas auténticas de Pablo, al que podemos considerar en su etapa de Antioquía el portador de un judeocristianismo no jerusalemita, para reconstruir hipotéticamente, nunca con afirmaciones seguras, esa teología helenística. Antes de la intervención de Pablo en la historia nada sabemos de cierto de la formación de grupos judeocristianos en la capital de Judea, por mucho que si se lee la teología protestante alemana de casi todo el siglo XX se afirme con rotundidad la existencia de esa teología.
Efectivamente, por 1 Corintios, desde el inicio de la carta, sabemos que fue la predicación de Pablo la que ocasionó la existencia de “partidos” o fracciones dentro del judeocristianismo del momento. Y esto no es extraño, porque si tiene algo el judaísmo del siglo I fue la enorme variedad de pensamiento (que sigue hasta hoy; no había ni hay de verdad “ortodoxia”, sino “ortopraxia” = “Dos judíos, tres opiniones”).
Y, de nuevo, insisto en que estudiemos a fondo al Pablo auténtico y leamos siempre con atención crítica Hechos de apóstoles, pues su autor, un discípulo íntimo de Lucas que imita el estilo de su maestro, como he señalado, es un escritor de una teología muy propia, muy sesgada según muchos exegetas, que intenta igualar y limar las ideas teológicas contrapuestas del primer judeocristianismo y borrar en lo posible cualquier diferencia. “No hay más que una doctrina cristiana y esa la inspiró el Espíritu Santo desde siempre” podría ser la bandera teológica del autor de Hechos…. Y ese es el fundamento de la Gran Iglesia (petrino-paulina) que nunca cambió. Todo esto es pura especulación.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html