Escribe Antonio Piñero
Sobre la educación de Jesús los críticos han discutido todo, hasta si sabía leer y escribir, cosa que extraña normalmente a la gente, la cual considera que los estudiosos “sacan punta” a todo y ponen todo en cuestión. John P. Meier, en el primer volumen de su obra, “Un judío marginal”, discute el tema tanto en cuanto permiten las fuentes Señala tres pasajes de los Evangelios al respecto. Cita tres textos:
1. Lc 4,16-17: “Vino a Nazará, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. 17 Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:”
2. Jn 7,15: “Los judíos, asombrados, decían: «¿Cómo entiende de letras sin haber estudiado?»”.
3. Jn 8,6: “Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra”.
La opinión de J. P. Meier al respecto es:
“Los distintos textos de los evangelios prueban muy poco sobre la alfabetización de Jesús. Sin embargo, la argumentación indirecta basada en la convergencia de varias líneas de probabilidad nos lleva a pensar que Jesús de hecho sabía leer y escribir. Las consideraciones generales sobre el judaísmo palestino del siglo I (es decir, la idea general de la investigación (aunque recientemente con muchas dudas, es que los varones en Israel en el siglo I estaban alfabetizados al 90%,) más el testimonio coincidente de las distintas corrientes de la tradición evangélica, junto con la aportación indirecta de Jn 7,15, hacen plausible que Jesús supiera leer las Escrituras hebreas y mantener debates sobre su significado” (I 289).
Yo estoy de acuerdo Parece que el conjunto de sus discusiones con sus semi colegas (al menos) fariseos y sus intervenciones en las sinagogas, dato corriente en los evangelios, apuntan a que Jesús sabía leer y escribir. Respecto al texto 2 (Jn 7,15), lo que se preguntaban las gentes se refería solamente a si Jesús había sido alumno de algún maestro de la Ley de alguna fama en Galilea. Y la respuesta era que no. Formulado en términos modernos ¿tuvo estudios superiores a los que podía enseñar un “hazán”, un cuidador (“sacristán”) de la sinagoga de un pueblo pequeño?
Tales estudios se reducían a ser un talmid, “alumno” de un rabino. El aprendizaje era memorístico: sanáh en hebreo significa “repetir” y el libro, a partir del incio del siglo III d.C. el sustantivo derivado de sanáh es Misnáh, que no significa sino “aprendizaje por repetición”. No lo sabemos ni podemos saberlo; sencillamente porque no hay fuentes.
La mayoría de los estudiosos responden negativamente: casi seguro que no, que Jesús no frecuentó a ningún rabino. Y se basan en el texto de Mc 6,2 donde se dice:
“La multitud, al oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, Joseto, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se escandalizaban a causa de él”. Por eso Jesús no fue nunca un “maestro de Israel”. Igualmente Jn 7,15, más arriba.
No hay que extrañarse, sin embargo, de que Jesús pudiera discutir con los maestros de la Ley sin haber estudiado especialmente. La historia está llena de gente más o menos superdotada en algún aspecto del conocimiento que aprenden solos, únicamente oyendo lo que se dice en su casa y en la escuela. Jesús, que fue un pensador potente en lo religioso, y bien pudo ser uno de estos personajes que brillan con luz propia en una disciplina intelectual. Le bastó probablemente leer su Biblia y asistir regularmente y aclaraciones de los texto sacros de la Ley y los Profetas que se hacían entre todos los asistentes a los oficios sinagogales de los sábados para luego reflexionar por su cuenta. Adviértase que cuando Jesús discute con fariseos y otros maestros de la Ley tiene en torno a los 30 años. Suficientes como para haber aprendido solo.
Relacionado con el tema de los “estudios superiores”, otros estudiosos se han preguntado si en realidad conocía bien la Biblia Jesús, o por el contrario si fueron los evangelistas, y la tradición que recogen, los que han embellecido y engrandecido los conocimientos escriturísticos de Jesús en las discusiones de este con los fariseos y doctores de la Ley. Creo que aquí la crítica puede ser ya un tanto exagerada en su escepticismo respecto a las fuentes evangélicas. A tenor de los evangelistas, Jesús dominaba la Escritura como un fariseo. Aunque teóricamente es posible que hayan “mejorado” su conocimiento, ya que la cristología se formó sobre el estudio e interpretación de las Escrituras. Los evangelistas pudieron retroproyectar a Jesús el material que ellos empleaban en las discusiones con otros judíos sobre Jesús como mesías. Mi opinión no es sin embargo, escéptica. Creo que es más que posible que Jesús conociera bien el Génesis, los Profetas (Isaías; Zacarías, Oseas), y los Salmos. Esto pertenecía al fondo común de la espiritualidad de todo israelita que se preciara.
También es probable que Jesús conociera el desarrollo de la teología veterotestamentaria que conlleva la lectura de algunos de los que hoy conocemos como “Apócrifos del Antiguo Testamento”. Pero aquí no podemos precisar. Ni siquiera si conocía I Henoc y el libro de Daniel (que al final entró en el canon, gracias al feliz resultado del engaño de su autor que se hizo pasar por Daniel, un personaje de la corte del monarca babilonio Nabucodonosor). Creo también posible que así fuera, ya que afectaba a la espera mesiánica que era común en ese momento.
De lo contrario, no se explicaría cómo pudo hablar de “el Hijo del Hombre” como una figura distinta, sin duda, de sí mismo y que sería la mano derecha de Dios como ejecutora del Juicio Final y la instauración del Reino por ejemplo, en Mc 14,62:
“El sumo sacerdote poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?» Pero él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?». Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo»” (Dn 7,13).
No entramos aquí en una exégesis detallada, ni siquiera si este interrogatorio ocurrió así como lo pinta el evangelista, pero sí parece cierto que Jesús está citando el libro de Daniel en su respuesta –en ese momento o en otro de su vida– a si él se consideraba el mesías.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com