Hoy escribe Antonio Piñero
Complementamos alguna idea expresada a toda prisa en la nota anterior, completando el pensamiento del autor del libro que comentamos. Escribe Torres Queiruga en las pp. 212-213 lo siguiente a propósito de “la verdadera respuesta (al problema de la existencia del mal) y su íntima coherencia”:
“Aclarada la verdadera situación del problema (a saber: ‘es imposible que una naturaleza finita, el universo y el ser humano, no conlleve el mal en su seno’), resulta ahora fácil enunciar el sentido de la respuesta auténtica que ofrece la teodicea:
“Negativamente: el hecho de que Dios no haya creado un mundo sin mal no implica que Él no sea bueno ni omnipotente, o que ello obedezca a una decisión totalmente irracional. Dado que el enunciado ‘mundo sin mal’ es un sinsentido, tampoco tiene sentido esa pregunta. Sólo tiene sentido preguntar: por qué entonces ha creado Dios un mundo que inevitablemente implica la presencia del mal?
“Positivamente, la respuesta es que, a pesar del mal, el mundo vale la pena; y lo vale porque, creando por amor, Dios nos sostiene, acompaña y apoya en la lucha contra el mal; y, siendo poderoso, no sólo funda ahora nuestra esperanza, sino que nos asegura la victoria definitiva.
“Resumiendo: Dios ha creado un mundo, a pesar de la presencia inevitable del mal, porque la existencia es un don positivo que Él otorga desde el amor, buscando única y exclusivamente nuestro bien. Un bien que se inicia ya en la historia, aunque dentro de ella su realización plena y definitiva todavía no resulte posible; pero que en definitiva y gracias a su bondad poderosa, Dios quiere y puede lograr una vez rotos los límites inherentes al espacio ya al tiempo.
“El tono último de esta respuesta es común con la ‘vía corta’ de la teodicea. En realidad es el que siempre han intuido las religiones y, es en todo caso, el que afirma la teodicea cristiana. Lo nuevo de la ‘vía larga’ de la teodicea es que, poniendo al descubierto el carácter inevitable del mal, logra asegurar su coherencia. Porque si e mal fuese evitable, es decir, si fuese posible crear un mundo sin mal, resultaría contradictorio admitir la existencia de un ‘dios’ que no ha querido o no ha podido evitarlo”
Cita larga, pero espero que haya sido interesante. Observe el lector, a propósito de las proposiciones transcritas, lo siguiente: un problema filosófico, racional, la existencia del mal planteado por el dilema de Epicuro, no recibe más que una respuesta teológica, muy insatisfactoria desde la razón porque no responde en absoluto al otro requisito de la posible solución del problema: afirmaba Torres Quiruga -recuérdelo el lector- que había que dar una solución al problema del mal aceptando que "el mundo es autónomo" (p. 10). Pienso, entonces, que la razón humana debe ser también autónoma y que no puede proporcionar una respuesta que sea sólo teológica, sino también racional. Partir del punto de vista de una "creación" (naturalmente finita; si no sería Dios) supopne ya un postulado de estricta fe, es una afirmación teológica,
Y segundo: como sostuvimos Dios podría (y debería probablemente) haber optado por no haber creado tal universo.
Torres Queiruga responde a esta objeción diciendo que tal creación “merece la pena”, ya que el don de la vida es positivo”.
Y la contrarréplica es: eso es precisamente lo que hay que probar. Lo que importa es el individuo y hay millones y millones de ellos para quienes la vida no tiene sentido alguno; es un “sufrimiento insufrible” que se sobrelleva por miedo o por el deseo de no dejar desamparados aún más a los hijos.
Tercero: aun dentro de las religiones, los presupuestos de esta teodicea cristiana distan mucho de poder ser admitidos sin más:
a) porque son enunciados positivos, voluntaristas, en muchos casos meras afirmaciones aunque repetidas durante siglos
b) porque están basados en una revelación discutida aun por individuos muy religiosos pero de otras religiones, y
c) porque en algunos casos son imposibles de probar totalmente a partir de los textos de la misma revelación, o Escrituras, donde hay pasajes canónicos, revelados, sagrados por tanto, en que abogan terriblemente en contra de tales proposiciones.
Así pues y en mi opinión (el lector que abogue por la suya), el dilema de Epicuro, planteado en términos puramente racionales, no se resuelve con las ideas teológicas y las soluciones de fe (insisto que parte de un concepto de "creación" y de ahí deduce que es finita y por tanto debe incluir el mal en su seno) del libro de Torres Queiruga que hemos copiado al inicio de esta nota.
Y cuarto, por último (y con esto concluiremos mañana nuestra reseña) por otra razón: porque los fundamentos neotestamentarios que se deducen de la concepción de la divinidad y de su creación defendida por Torres Queiruga, fundamentos que afectan al papel que en ello desempeña Jesús de Nazaret, distan mucho de estar corroborados por la investigación histórico crítica.
Concluiremos, pues, desarrollando esta cuarta objeción en la nota siguiente.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Complementamos alguna idea expresada a toda prisa en la nota anterior, completando el pensamiento del autor del libro que comentamos. Escribe Torres Queiruga en las pp. 212-213 lo siguiente a propósito de “la verdadera respuesta (al problema de la existencia del mal) y su íntima coherencia”:
“Aclarada la verdadera situación del problema (a saber: ‘es imposible que una naturaleza finita, el universo y el ser humano, no conlleve el mal en su seno’), resulta ahora fácil enunciar el sentido de la respuesta auténtica que ofrece la teodicea:
“Negativamente: el hecho de que Dios no haya creado un mundo sin mal no implica que Él no sea bueno ni omnipotente, o que ello obedezca a una decisión totalmente irracional. Dado que el enunciado ‘mundo sin mal’ es un sinsentido, tampoco tiene sentido esa pregunta. Sólo tiene sentido preguntar: por qué entonces ha creado Dios un mundo que inevitablemente implica la presencia del mal?
“Positivamente, la respuesta es que, a pesar del mal, el mundo vale la pena; y lo vale porque, creando por amor, Dios nos sostiene, acompaña y apoya en la lucha contra el mal; y, siendo poderoso, no sólo funda ahora nuestra esperanza, sino que nos asegura la victoria definitiva.
“Resumiendo: Dios ha creado un mundo, a pesar de la presencia inevitable del mal, porque la existencia es un don positivo que Él otorga desde el amor, buscando única y exclusivamente nuestro bien. Un bien que se inicia ya en la historia, aunque dentro de ella su realización plena y definitiva todavía no resulte posible; pero que en definitiva y gracias a su bondad poderosa, Dios quiere y puede lograr una vez rotos los límites inherentes al espacio ya al tiempo.
“El tono último de esta respuesta es común con la ‘vía corta’ de la teodicea. En realidad es el que siempre han intuido las religiones y, es en todo caso, el que afirma la teodicea cristiana. Lo nuevo de la ‘vía larga’ de la teodicea es que, poniendo al descubierto el carácter inevitable del mal, logra asegurar su coherencia. Porque si e mal fuese evitable, es decir, si fuese posible crear un mundo sin mal, resultaría contradictorio admitir la existencia de un ‘dios’ que no ha querido o no ha podido evitarlo”
Cita larga, pero espero que haya sido interesante. Observe el lector, a propósito de las proposiciones transcritas, lo siguiente: un problema filosófico, racional, la existencia del mal planteado por el dilema de Epicuro, no recibe más que una respuesta teológica, muy insatisfactoria desde la razón porque no responde en absoluto al otro requisito de la posible solución del problema: afirmaba Torres Quiruga -recuérdelo el lector- que había que dar una solución al problema del mal aceptando que "el mundo es autónomo" (p. 10). Pienso, entonces, que la razón humana debe ser también autónoma y que no puede proporcionar una respuesta que sea sólo teológica, sino también racional. Partir del punto de vista de una "creación" (naturalmente finita; si no sería Dios) supopne ya un postulado de estricta fe, es una afirmación teológica,
Y segundo: como sostuvimos Dios podría (y debería probablemente) haber optado por no haber creado tal universo.
Torres Queiruga responde a esta objeción diciendo que tal creación “merece la pena”, ya que el don de la vida es positivo”.
Y la contrarréplica es: eso es precisamente lo que hay que probar. Lo que importa es el individuo y hay millones y millones de ellos para quienes la vida no tiene sentido alguno; es un “sufrimiento insufrible” que se sobrelleva por miedo o por el deseo de no dejar desamparados aún más a los hijos.
Tercero: aun dentro de las religiones, los presupuestos de esta teodicea cristiana distan mucho de poder ser admitidos sin más:
a) porque son enunciados positivos, voluntaristas, en muchos casos meras afirmaciones aunque repetidas durante siglos
b) porque están basados en una revelación discutida aun por individuos muy religiosos pero de otras religiones, y
c) porque en algunos casos son imposibles de probar totalmente a partir de los textos de la misma revelación, o Escrituras, donde hay pasajes canónicos, revelados, sagrados por tanto, en que abogan terriblemente en contra de tales proposiciones.
Así pues y en mi opinión (el lector que abogue por la suya), el dilema de Epicuro, planteado en términos puramente racionales, no se resuelve con las ideas teológicas y las soluciones de fe (insisto que parte de un concepto de "creación" y de ahí deduce que es finita y por tanto debe incluir el mal en su seno) del libro de Torres Queiruga que hemos copiado al inicio de esta nota.
Y cuarto, por último (y con esto concluiremos mañana nuestra reseña) por otra razón: porque los fundamentos neotestamentarios que se deducen de la concepción de la divinidad y de su creación defendida por Torres Queiruga, fundamentos que afectan al papel que en ello desempeña Jesús de Nazaret, distan mucho de estar corroborados por la investigación histórico crítica.
Concluiremos, pues, desarrollando esta cuarta objeción en la nota siguiente.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com