Notas

“¿Quién mató a Jesús? La patraña del pueblo deicida” (571)

Redactado por Antonio Piñero el Jueves, 26 de Marzo 2015 a las 12:26

Escribe Antonio Piñero

Presento hoy un nuevo libro de José Montserrat, que despertará sin duda una acerada pero útil polémica. El título del libro es el de esta postal. Vio la luz a finales de 2014 en la editorial de DStoria Ediciones, de Sabadell; tiene 251 pp., y su ISBN es 978-84-941455-2-0. Precio, en torno a 19 euros. En las páginas centrales, con coloración diferente aparece una sinopsis en castellano de los cuatro evangelios en los capítulos que afectan al tema (Mc 14-15; Mt 26-27; Lc 23; Jn 18-19).

Me parece una decisión más que discutible que, por deseo de ofrecer un texto limpio y de fácil lectura, esta sinopsis carezca de la numeración interior de los versículos, y de que no aparezca en el encabezado de las correspondientes páginas la también útil mención del capítulo de cada evangelista y de los versículos que contiene cada columna. A efectos de la argumentación no afecta ciertamente esta carencia, ni tampoco a la posibilidad de que el lector vaya comprobando los textos evangélicos y contrastándolos entre sí. Pero luego no podrá controlar con comodidad en qué versículo se encuentra tal o cual dato de cada evangelista.

El propósito del libro es argumentar razonadamente que los textos evangélicos que hablan de la gran culpa moral de las autoridades judías y del pueblo de Jerusalén, que entregó a Jesús en manos de Poncio Pilato (¡no Pilatos!) y luego pidió su muerte y por crucifixión, se basa en textos evangélicos que no resisten la crítica racional histórica y que por tanto no son “atendibles”, en palabras del autor, es decir, no son fiables. Consecuentemente, la base de un antijudaísmo de siglos y siglos, que aún pesa entre el pueblo cristiano contra las judíos actuales, a saber el estigma atribuido a ese pueblo como deicida --que aún pende sobre su cabeza-- carece de cualquier fiabilidad histórica, y es probabilísimamente falso.

Añade el autor que las autoridades eclesiásticas de hoy deberían analizar serenamente los evangelios y poner coto a lo que él denomina “patraña” (apoyándose en el diccionario de la Real Academia, urdida por los evangelistas Marcos y Mateo sobre todo, y afirmar públicamente que la Iglesia de hoy se desdice de cualquier tipo de afirmación negativa al respecto. Por ejemplo, deberían declarar que es falso que los judíos hubieran gritado “(Caiga) Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt 27,25) y que su deseo ahora no es en absoluto mantener ese estigma sobre los judíos.

El libro tiene dos partes claras. La primera argumenta razonadamente qué es lo que NO ocurrió, a saber que las autoridades juzgaran a Jesús y lo condenaran ya muerte, previamente al juicio romano; y que los habitantes judíos de Jerusalén participaran activamente en la petición de pena de muerte para Jesús y por último que exigieran en concreto que fuera crucificado. El autor insiste que la tarea normal de un historiador es establecer los hechos y sus causas. Por ello –sostiene-- comenzar un libro por la prueba de “lo que no ocurrió” es tremendamente difícil. Opina que la única manera de poner en duda hechos, que comúnmente se afirman como históricos pero que probablemente no sucedieron jamás, es analizar las fuentes que presentan esos hechos y demostrar que tales fuentes no son fiables. Y esto se logra solo mostrando sus carencias, su ignorancia y sus contradicciones en puntos esenciales.

Las siete contradicciones o ignorancias esenciales de los evangelistas son:

1: Las noticias sobre la Última Cena y el regreso al Monte de los Olivos (de noche; normalmente con las puertas de la ciudad cerradas y vigiladas por los romanos) son inverosímiles.

2: Los evangelios ignoran algo tan elemental como el año de la muerte de Jesús .

3: Los evangelios ignoran el día en el que murió Jesús. Los cuatro afirman que murió un viernes. Pero los tres primeros sostienen que ese viernes, unas tres horas después de la muerte de Jesús (hacia las seis de la tarde) comenzaba la Pascua de ese año. El evangelio de Juan, por el contrario, afirma que en ese viernes, hacia las seis de la tarde, comenzaba la víspera de la Pascua, y que era el momento en el que se degollaban los corderos para la Pascua. La muerte del “Cordero de Dios” coincidió temporalmente con el momento de la degollación de los corderos pascuales. Ambas construcciones son puramente teológicas.

4: Los evangelistas no se ponen de acuerdo sobre quiénes prendieron a Jesús: si la policía del Templo y otros, una turbamulta (Sinópticos) o una cohorte romana (Juan). Las noticias de Lucas sobre la actuación de “sumos sacerdotes” en el prendimiento son inverosímiles.

5: Los Evangelios no se ponen de acuerdo si hubo o no “juicio judío”, nocturno, contra Jesús.

6: Es inverosímil desde el punto de vista histórico que las autoridades judías entregaran a Jesús, o a cualquier “nacionalista” judío, en manos de Poncio Pilato, gobernador romano. No se conoce ni un solo caso de tal tipo de entrega. Es inverosímil que Pilato aceptara presiones, por ejemplo, sus indicaciones sobre el tipo de muerte al que debía condenar a Jesús.

7: Es inverosímil que las autoridades y el pueblo judío pidieran como sistema de muerte la crucifixión porque era desde hacía más de un par de decenas absolutamente insólita en Palestina y, además, contravenía el derecho legal y consuetudinario sobre las penas de muerte de la tradición judía.

La conclusión que obtiene J. Montserrat es que este conjunto de ignorancias y contradicciones hacen a los evangelios documentos no fiables. Por tanto no se les puede prestar crédito en sus acusaciones contra las autoridades judías y el pueblo de Jerusalén en cuanto a la muerte de Jesús.

La segunda parte del libro consiste en probar lo que probablemente ocurrió (aquí resume Montserrat su tesis de “El galileo armado” que puede sintetizarse con sus propias palabras: Jesús y su partida de insurrectos se concentraron en el Monte de los Olivos y pretendían asaltar el Templo como simple ocasión de una intervención divina posterior. Los romanos los atacaron y los desbarataron en una acción diurna. Jesús y algunos más de sus seguidores fueron capturados, y quizás a esto contribuyó la casualidad de que fueran precisamente ellos. Fueron condenados a muerte por el Procurador en un proceso extra ordinem, e inmediatamente crucificados. Sus cuerpos fueron arrojados a una fosa común. El resto de los conjurados huyó a Galilea (p. 111).

La segunda parte está destinada a dar verosimilitud a lo que probablemente ocurrió por medio de un estudio de las fuentes disponibles. Se divide así: cómo interpretar el nacimiento y el estado del cristianismo durante los siglos I y II y cómo influye en la interpretación de la muerte de Jesús; la persecución y los perseguidores; los historiadores romanos y Jesús. Luego concluye con una breves páginas sobre “Jesús, el Nazoreo, como mártir de Israel”. En síntesis, afirma el Prof. Montserrat: “Jesús fue un ferviente judío que se levantó en armas contra la dominación romana que oprimía a su pueblo. Al ser capturado y ejecutado por el gobernador de Judea, fue un mártir del pueblo de Israel, y este fue el primer motivo de su exaltación. La muerte martirial de Juan Bautista y de Jesús fue entendida por sus adeptos como el inicio de la acción liberadora de Dios que culminaría con el envío del mesías” (p. 233).

Mi valoración de este libro es muy positiva, porque presenta textos, análisis y crítica más que razonable. Los resultados serán extremos para muchos, y algunos dirán que son precisas ulteriores matizaciones. De acuerdo. Pero necesitamos tesis sólidas y sencillas para poder reflexionar con mayor facilidad. Tenemos los textos evangélicos y los que el Dr. Montserrat ofrece en la segunda parte de su libro, que son iluminadores y mucha gente los desconoce. Otra cosa es si de la prueba crítica de que los evangelios no son “atendibles” / fiables en su intento de cargar sobre los hombros de los judíos la responsabilidad moral de la muerte de Jesús, se puede deducir, como se escribe en la solapa y alguna vez en el libro, “que los judíos (de Jerusalén en ese año concreto) no tuvieron responsabilidad alguna en su muerte”.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Jueves, 26 de Marzo 2015
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