Escribe Antonio Piñero
Presento hoy un libro que me ha interesado mucho. Al componer mi pequeña obra “Cristianismo derrotados” caí en la cuenta de la importancia que había tenido este personaje en la iglesia cristiana occidental, ya que –después de la crisis donatista en el norte de África– no creo que hubiera un movimiento que conmocionara más las mentes de los cristianos cultivos de la época que la disputa entre los defensores (pocos) y los furiosos atacantes, muchos, de este obispo de Ávila que dejó detrás de sí un grupo de ciristianos fieles seguidores.
Y una cosa más: quizás sea sabido, al menos por los interesados en el camino de Santiago, que hay una hipótesis seria acerca de que, en verdad, el cuerpo que está enterrado en la catedral de Santiago de Compostela no es el del Apóstol (históricamente altamente implausible), sino el de Prisciliano. Se sostiene que el recuerdo de la “procesión” que organizaron los seguidores de Prisciliano desde Tréveris -donde había ido a pedir justicia contra sus calumniadores al emperador/usurpador Magno Máximo y donde fue condenado por hereje y ajusticiado– gasta las tierras del extremo occidental de la antigua Galicia (hoy provincia de León) –fue lo que siglos más tarde, en el IX, llevó a algunos a pensar en la tumba del apóstol Santiguo…. O bien fue algo deliberado: se recordaba que algún personaje célebre estaba enterrado en las cercanías y su inventó lo del Apóstol ya bien por el obispo Gelmírez, o bien por su antecesor con el fin de arrebatar a Braga la nominación de diócesis principal del noroeste de Hispania. Nunca se sabrá.
El libro que comento es obra de Manuel José Crespo, y es una introducción, traducción y comentario de los once tratados, obra muy probablemente de Prisciliano que fueron descubiertos en 1885 en la biblioteca de la Universidad de Würzburg (Editorial Trotta, Madrid 2017, ISBN: 78-84-9879-718-8; 15x24, 300 pp. Tiene índice de citas bíblicas; de libros extracanónicos, de fuentes y autores antiguos, y finalmente un índice onomástico y temático. Precio: 20 euros.
Este manuscrito descubierto y editado por Georg Schepss como obra de Prisciliano, Priscilliani quae supersunt (Bibliopola Academiae Litterarum Caesarae Vindoboniensis), Editado en Praga y Leipzig como el número 18 del “Corpus Scriptorum Latinorum Ecclesiasticorum).
La vida y obras de Prisciliano están envueltas en grandes sombras debido a que gran parte de lo que de él sabemos proviene de sus múltiples, potentes y feroces adversarios. Por suerte, estas lagunas se parcialmente con la publicación del citado códice (muy antiguo, de los siglos V o VI).Algunos estudiosos dudan que procedan realmente de Prisciliano mismo o bien de sus primeros y más íntimos seguidores. De cualquier modo parecen reflejar bastante bien el pensamiento de aquél. Fu de tal calibre, y lo sigue siendo, la disputa acerca de la personalidad y el pensamiento de Prisciliano, que no hay mejor manera de situarse que la lectura directa de la obra conservada. Opino, sin embargo, que no es fácil hacerlo uno mismo solo sin la debida preparación acerca del contexto y los orígenes del conflicto en torno a Prisciliano, ya en la vida misma de este, por lo que me parece estupendo que el traductor al castellano haya hecho tan bien un comentario, no muy abundante, cierto, pero sí de lo esencial para entender.
Informa Manuel J. Crespo que no es esta la primera versión realiza al castellano. Ha habido otra anterior, de 1975, de Bartolomé Segura Ramos…, pro resulta que a este traductor se le ocurrió omitir la inmensa mayoría de las citas bíblicas hechas por Prisciliano mismo. Eso fue nefasto porque gran parte del pensamiento de Prisciliano se educe de la conjunción de las citas, que a veces forman un centón largo. Pero esa unión de textos, de los que el autor antiguo pensaba que se iluminaban unos a otros en su significado profundo, fue hurtado al lector moderno en la versión de Segura Ramos. Pero no en esta.
Así que por mi parte recomiendo muy encarecidamente la lectura de esta obra a los interesados no solo de la teología de los tiempos posteriores al Concilio de Nicea, sino simplemente al que tenga interés por la historia cultural de la Hispania romana. Manuel José Crespo deshace los clichés que sobre la figura y pensamiento de Prisciliano se han ido formando desde poco después de su muerte, porque en la polémica en torno a él predominaron netamente las ideas de sus adversarios enconados. Quizás lo que más llame la atención del lector actual de Prisciliano sea, sin embargo, un aspecto menor: la defensa que este hizo de la lectura de obras apócrifas del Nuevo Testamento. Adelantándose totalmente a su tiempo, impulsó Prisciliano entre sus discípulos la investigación de los otros evangelios y hechos de los apóstoles, los considerados apócrifos por la Gran Iglesia, por si el Espíritu Santo pudiera haber ocultado en ellos algunas verdades no fácilmente perceptibles en los escritos canónicos.
En la Introducción de M. Crespo tiene el lector muy bien situados el contexto del conflicto en torno a Prisciliano y los inicios de los ataques contra él, así como su defensa. Igualmente es muy interesante la descripción del contenido de los textos incluidos en el manuscrito de Würzburg, testimonio casi único de la obra de este personaje para unos “el más infame de todos los herejes” (Sulpicio Severo (historiador cristiano, galo, que publicó hacia el 404 su Libro de las crónicas, en los que critica severamente a nuestro personajes; hay edición castellana de esta y otras obra, de Carmen Codoñer , editada en Madrid, Tecnos, 1987), y para otros un mártir cuyo vida era digna de toda imitación.
El próximo día concluiré, deo favente, este comentario con una perspectiva global de Prisciliano, que tomaré de mi obra Cristianismo Derrotados, que servirá bien, creo, al lector para caer en la cuenta de la importancia que supone tener a su disposición la traducción y comentario de estos tratados del hereje/mártir Prisciliano, uno de los hispanos más célebres del Imperio Romano tardío.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Presento hoy un libro que me ha interesado mucho. Al componer mi pequeña obra “Cristianismo derrotados” caí en la cuenta de la importancia que había tenido este personaje en la iglesia cristiana occidental, ya que –después de la crisis donatista en el norte de África– no creo que hubiera un movimiento que conmocionara más las mentes de los cristianos cultivos de la época que la disputa entre los defensores (pocos) y los furiosos atacantes, muchos, de este obispo de Ávila que dejó detrás de sí un grupo de ciristianos fieles seguidores.
Y una cosa más: quizás sea sabido, al menos por los interesados en el camino de Santiago, que hay una hipótesis seria acerca de que, en verdad, el cuerpo que está enterrado en la catedral de Santiago de Compostela no es el del Apóstol (históricamente altamente implausible), sino el de Prisciliano. Se sostiene que el recuerdo de la “procesión” que organizaron los seguidores de Prisciliano desde Tréveris -donde había ido a pedir justicia contra sus calumniadores al emperador/usurpador Magno Máximo y donde fue condenado por hereje y ajusticiado– gasta las tierras del extremo occidental de la antigua Galicia (hoy provincia de León) –fue lo que siglos más tarde, en el IX, llevó a algunos a pensar en la tumba del apóstol Santiguo…. O bien fue algo deliberado: se recordaba que algún personaje célebre estaba enterrado en las cercanías y su inventó lo del Apóstol ya bien por el obispo Gelmírez, o bien por su antecesor con el fin de arrebatar a Braga la nominación de diócesis principal del noroeste de Hispania. Nunca se sabrá.
El libro que comento es obra de Manuel José Crespo, y es una introducción, traducción y comentario de los once tratados, obra muy probablemente de Prisciliano que fueron descubiertos en 1885 en la biblioteca de la Universidad de Würzburg (Editorial Trotta, Madrid 2017, ISBN: 78-84-9879-718-8; 15x24, 300 pp. Tiene índice de citas bíblicas; de libros extracanónicos, de fuentes y autores antiguos, y finalmente un índice onomástico y temático. Precio: 20 euros.
Este manuscrito descubierto y editado por Georg Schepss como obra de Prisciliano, Priscilliani quae supersunt (Bibliopola Academiae Litterarum Caesarae Vindoboniensis), Editado en Praga y Leipzig como el número 18 del “Corpus Scriptorum Latinorum Ecclesiasticorum).
La vida y obras de Prisciliano están envueltas en grandes sombras debido a que gran parte de lo que de él sabemos proviene de sus múltiples, potentes y feroces adversarios. Por suerte, estas lagunas se parcialmente con la publicación del citado códice (muy antiguo, de los siglos V o VI).Algunos estudiosos dudan que procedan realmente de Prisciliano mismo o bien de sus primeros y más íntimos seguidores. De cualquier modo parecen reflejar bastante bien el pensamiento de aquél. Fu de tal calibre, y lo sigue siendo, la disputa acerca de la personalidad y el pensamiento de Prisciliano, que no hay mejor manera de situarse que la lectura directa de la obra conservada. Opino, sin embargo, que no es fácil hacerlo uno mismo solo sin la debida preparación acerca del contexto y los orígenes del conflicto en torno a Prisciliano, ya en la vida misma de este, por lo que me parece estupendo que el traductor al castellano haya hecho tan bien un comentario, no muy abundante, cierto, pero sí de lo esencial para entender.
Informa Manuel J. Crespo que no es esta la primera versión realiza al castellano. Ha habido otra anterior, de 1975, de Bartolomé Segura Ramos…, pro resulta que a este traductor se le ocurrió omitir la inmensa mayoría de las citas bíblicas hechas por Prisciliano mismo. Eso fue nefasto porque gran parte del pensamiento de Prisciliano se educe de la conjunción de las citas, que a veces forman un centón largo. Pero esa unión de textos, de los que el autor antiguo pensaba que se iluminaban unos a otros en su significado profundo, fue hurtado al lector moderno en la versión de Segura Ramos. Pero no en esta.
Así que por mi parte recomiendo muy encarecidamente la lectura de esta obra a los interesados no solo de la teología de los tiempos posteriores al Concilio de Nicea, sino simplemente al que tenga interés por la historia cultural de la Hispania romana. Manuel José Crespo deshace los clichés que sobre la figura y pensamiento de Prisciliano se han ido formando desde poco después de su muerte, porque en la polémica en torno a él predominaron netamente las ideas de sus adversarios enconados. Quizás lo que más llame la atención del lector actual de Prisciliano sea, sin embargo, un aspecto menor: la defensa que este hizo de la lectura de obras apócrifas del Nuevo Testamento. Adelantándose totalmente a su tiempo, impulsó Prisciliano entre sus discípulos la investigación de los otros evangelios y hechos de los apóstoles, los considerados apócrifos por la Gran Iglesia, por si el Espíritu Santo pudiera haber ocultado en ellos algunas verdades no fácilmente perceptibles en los escritos canónicos.
En la Introducción de M. Crespo tiene el lector muy bien situados el contexto del conflicto en torno a Prisciliano y los inicios de los ataques contra él, así como su defensa. Igualmente es muy interesante la descripción del contenido de los textos incluidos en el manuscrito de Würzburg, testimonio casi único de la obra de este personaje para unos “el más infame de todos los herejes” (Sulpicio Severo (historiador cristiano, galo, que publicó hacia el 404 su Libro de las crónicas, en los que critica severamente a nuestro personajes; hay edición castellana de esta y otras obra, de Carmen Codoñer , editada en Madrid, Tecnos, 1987), y para otros un mártir cuyo vida era digna de toda imitación.
El próximo día concluiré, deo favente, este comentario con una perspectiva global de Prisciliano, que tomaré de mi obra Cristianismo Derrotados, que servirá bien, creo, al lector para caer en la cuenta de la importancia que supone tener a su disposición la traducción y comentario de estos tratados del hereje/mártir Prisciliano, uno de los hispanos más célebres del Imperio Romano tardío.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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