Notas

¿Por qué poner en cuestión la fiabilidad histórica de los Evangelios?

Redactado por Antonio Piñero el Jueves, 15 de Septiembre 2011 a las 08:45

Hoy escribe Fernando Bermejo

¿Cuáles son las razones específicas que llevan a cuestionar la fiabilidad de los Evangelios como relatos? Cabe señalar, al menos, tres tipos diferentes de problemas. A continuación ejemplificaré este hecho con ejemplos extraídos del Evangelio de Mateo.

a) Inconsistencias internas.

En Mt 16, 5-12 Jesús advierte contra la doctrina de los fariseos, mientras que en 23, 2-3 aconseja observar y guardar lo que los fariseos dicen. En Mt 3, 14 el Bautista sabe ya quién es Jesús, mientras que en 11, 2-3 no parece estar seguro de su identidad. En Mt 9, 10-13 Jesús es presentado comiendo con publicanos y pecadores, y diciendo que ha venido para llamarlos, mientras que en 18, 17 dice que el hermano que no hace caso a las amonestaciones ha de ser considerado “como el gentil y el publicano” (es decir, presuntamente ignorado). A veces la inconsistencia se da en un mismo pasaje: en Mt 14, 5 Antipas quiere matar a Juan, mientras que en 14, 9 se entristece al tener que matarlo. Estas y otras discrepancias no pueden explicarse como debidas a la distancia entre el ideal y la realidad (adviértanse las contradicciones entre el uso del término “necios” en Mt 23, 17 y la prohibición de usar el término en 5, 22; entre la regla de oro de 7, 12 y el tratamiento deparado por Jesús a la cananea en 15, 23-26; o entre la no-violencia de 5, 38-41 y la declaración de mansedumbre de Jesús en 11, 29 y el trato a quienes comercian en el Templo en 21, 12-13) o a la distinción de dos momentos en una presunta “historia de la salvación” (v. gr. para explicar que en Mt 10, 5-6 y 15, 24 Jesús dirija la misión no a gentiles sino solo a las ovejas perdidas de la casa de Israel –y en 6, 7 hable despectivamente de los paganos– mientras que en 24, 14 y 28, 16-20 contemple el anuncio a toda la ecumene). Aun si algunas de las tensiones presentes en el texto pueden ser explicadas y canceladas, otras se resisten: al igual que el resto de los evangelios, Mt preserva imágenes contradictorias de Jesús (un hecho que ya en el s. II escandalizó a Marción). Ahora bien, es claro que –también textualmente– no se puede servir a dos señores.

b) Discrepancias significativas con otras fuentes –cristianas o paganas– que contienen versiones distintas.

Un ejemplo claro es el de las divergencias entre los relatos de la infancia de Mt y Lc, cuyas diferentes genealogías y descripciones de desplazamientos entre Nazaret y Belén (aparte de sus verosimilitudes intrínsecas) resisten a todo intento de armonización. Según Mateo, Jesús entra en Jerusalén montado sobre dos animales, mientras que todos los demás evangelios hablan de una sola montura. Según Mt 5, 32 y 19, 9 Jesús permite el repudio en caso de "porneía", mientras que según Mc 10, 11-12 y Lc 16, 18 lo condena de modo absoluto. Según Mt 26, 47 (y los otros Sinópticos), Jesús es detenido por una guardia judía, mientras que Jn 18, 3.12 se refiere también a tropas romanas. Mt 27, 51b-53 habla de ciertos fenómenos acaecidos tras la muerte de Jesús, que los otros evangelios no recogen. Según Mt 27, 5 Judas se suicida ahorcándose, mientras que según Hch 1, 18 sufre otro tipo de muerte. Hay un elevado número de tales divergencias, y el carácter mutuamente inconciliable de muchas de ellas implica que, en el mejor de los casos, sólo una versión podría responder a la realidad histórica.

c) Agendas ideológicas o “tendencias redaccionales” que parecen estar guiando los datos.

La identificación de ciertos énfasis característicos y consistentes invita a sospechar que un texto puede estar promoviendo –sin que ello implique necesariamente mala fe– ciertas ideas preconcebidas de su autor, más que reflejando hechos objetivos. La presencia de tendencias redaccionales no significa necesariamente que todo el material utilizado se vea afectado por ellas, al igual que tampoco tiene por qué alterar de manera decisiva un dato tradicional fiable hasta el punto de anular su fiabilidad histórica; sin embargo, cabe presumir que a veces es esto lo que ocurre: una agenda ideológica en juego no es inocua, y puede llevar a omitir ciertos datos que obraban a disposición del redactor, a añadir otros, o a alterar y sesgar la información que se proporciona, con el objeto de adecuar el relato a los objetivos e intereses a los que responde. Dado que en el evangelio de Mateo se detectan –además de creencias religiosas simplemente presupuestas– tendencias redaccionales de índole teológica, cabe estar en guardia ante las modificaciones que el redactor puede haber efectuado en función de ellas.

Si bien no faltan exegetas que intentan minimizar estos problemas, cuando no pura y simplemente eliminarlos, su número e importancia (así como la cantidad de acrobacias interpretativas que realizan quienes efectúan el intento) invitan a concluir que el problema es real, y que uno no puede evitar plantear seriamente la historicidad de los relatos evangélicos sin grave dejación de sus facultades críticas.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Jueves, 15 de Septiembre 2011
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