Escribe Antonio Piñero
Según los Hechos de Apóstoles, y Pablo mismo (Flp 3,6: “En cuanto al celo, perseguidor de la iglesia) no cabe duda alguna de que el Apóstol fue un furioso perseguidor de la iglesia naciente. Su educación en la Torá lo hizo un fanático "celador de la Ley", conforme él mismo dice en Gálata 1,14.
Según Hch 6-8, cuando surgieron ciertos problemas teológicos en el seno de las sinagogas de lengua griega en Jerusalén, provocados por los judíos helenistas seguidores de Jesús, Pablo intervino en las disputas contra estos últimos, aunque de modo secundario. Poco tiempo después, tuvo lugar el primer pogromo contra esos judeocristianos y fue lapidado su jefe, Esteban. Pablo estaba de acuerdo con esta acción (Hch 8,1) y por su parte comenzó una persecución de la comunidad de creyentes de Jerusalén:
Llevaron a enterrar a Esteban unos hombres piadosos e hicieron un duelo grande por él. 3 Pero Saulo devastaba la iglesia entrando casa por casa y, arrastrando a hombres y mujeres, los hacía encarcelar (Hch 8, 2-3).
En primera lugar: esta persecución tal como a describe Hechos es absolutamente inverosímil, en su derecha, en opinión de prácticamente todos los intérpretes. Es una clara exageración tendiente a dibujar a Pablo como un malvado extremo y cómo la potencia del Espíritu actuó en él para provocar su conversión en creyente.
Esto hizo que Pablo fuera muy conocido entre los judeocristianos perseguidos (Todos los judíos conocen mi forma de vida, que discurrió desde el principio de mi juventud en medio de mi pueblo en Jerusalén: Hch 26,4). Se produce entonces, siempre según los Hechos, una rápida dispersión de estos "judíos helenistas nazarenos" hacia Samaria y Damasco, donde continuaron su actividad proselitista. Esto irritó a Pablo, y su celo por la Ley lo convirtió directamente en perseguidor violento de las comunidades "nazarenas" de Jerusalén. No contento con ello, pidió y obtuvo del Sumo Sacerdote permiso para trasladarse a las sinagogas de Damasco y continuar allí con su represión violenta contra ese grupo de disidentes teológicos que proclamaban como Mesías a un crucificado:
Yo, por mi parte, estuve íntimamente convencido de que tenía que realizar muchas cosas contra el nombre de Jesús el Nazareno. 10 Así lo hice en Jerusalén, y encerré en la cárcel a muchos de los santos después de recibir la licencia de los príncipes de los sacerdotes. Y cuando se acordaba su muerte, yo aportaba mi voto (Hch 26,9-10).
Hasta aquí la versión de Hechos: por tanto, Pablo fue perseguidor ante todo de la comunidad judeocristiana de Jerusalén. Sin embargo, no todo está tan claro. El texto de Gálatas 1,22-23 (“Pero todavía no era conocido en persona en las iglesias de Judea que eran en Cristo. Ellos solo oían decir: «El que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en un tiempo quería destruir») nada afirma ni en favor ni en contra de una persecución paulina en la capital de Judea, ni precisa la orientación ideológica de Pablo como enemigo precisamente de la iglesia primitiva de Jerusalén, es decir, no aclara sus razones como perseguidor; sólo constata el hecho. En la sección anterior (2.), además, hemos puesto en duda la estadía de Pablo en Jerusalén, por lo que consecuentemente dudamos también de que fuera allí donde ejerció ante todo su actividad de perseguidor: ¿persiguió Pablo a otra iglesia? El análisis de Gálatas 1,13-15,
Pues supisteis ya de oídas mi conducta anterior en el judaísmo, a saber cuán encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios y la devastaba, 14 y cómo sobrepasaba en el judaísmo a muchos de mis contemporáneos, siendo extremadamente celoso de las tradiciones de los padres,
no proporciona argumento alguno sobre el lugar de su actividad persecutoria. Tampoco nos resulta absolutamente claro que Romanos 15,19b sea un argumento definitivo en pro de la primera estancia en la capital: Desde Jerusalén y en círculo hasta el Ilírico he cumplimentado el evangelio de Cristo.
La exégesis tradicional refiere estas palabras a Hechos 9,28, Y trataba con ellos en Jerusalén predicando con libertad en el nombre del Señor, pero las discusiones con los "helenistas" descritas en ese texto lucano no encuentran hueco alguno (es decir, son dudosas históricamente)entre los acontecimientos descritos en Gálatas 1,17-21:
No subí a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, sino que fui a Arabia, y de nuevo volví a Damasco. Luego, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí con él quince días. 19 A ningún otro apóstol vi salvo a Santiago, el hermano del Señor. 20 Y en lo que os escribo…,¡mirad! Delante de Dios afirmo que no miento. 21 Luego fui a las regiones de Siria y Cilicia; 22 pero personalmente no me conocían las iglesias de Judea que están en Cristo. 23 Solamente habían oído: «El que antes nos perseguía ahora evangeliza la fe que entonces quería destruir». 24 Y glorificaban en mí a Dios.
Por todo ello propongo que el texto de Hch 8,3 (…Saulo devastaba la iglesia…), que habla de una persecución de Pablo "a la iglesia", permite una aclaración diversa a la propuesta por la exégesis tradicional. El pasaje es situado por Lucas en el contexto de una persecución “anticristiana” que comienza ciertamente contra la iglesia de Jerusalén, la que mejor conocía Pablo; pero tras la dispersión de los creyentes por "Judea y Samaria", la frase adquiere un tono general: no tiene por qué referirse precisa y exclusivamente a la iglesia de la capital, Jerusalén.
Ciertamente esta persecución es histórica en el sentido de que Pablo la admite en sus cartas y se denomina a sí mismo "perseguidor" (Gálatas 1,13; Flp 3,6), como he indicado ya. Pero lo que está en juego, en la discusión académica en torno a la fiabilidad histórica de los Hechos de los Apóstoles, es precisamente esa estancia previa de Pablo en Jerusalén. La "tendencia" de Lucas a presentar una imagen ideal de la iglesia primitiva y el papel teológico que la capital de Israel tiene en su doble obra pueden haberle llevado a reconstruir a su manera, en contradicción con los datos de Gálatas 1, la formación de Pablo, en la que tendría que desempeñar a priori un papel preponderante Jerusalén desde el punto de vista religioso. La información de Lucas sería no histórica de hecho. El libro de los Hechos tiene en casi todas sus secciones algunos problemas históricos.
Ante la casi certeza de que esa estancia en la capital no tuvo lugar, queda por tanto una última pregunta: ¿A qué comunidad se refiere Pablo cuando habla de persecución? La respuesta es que no podemos llegar a saberlo con seguridad, pero que tenemos un indicio en el desarrollo de los acontecimientos presentado por Pablo en Gálatas 1: en el v. 13 menciona su cometido de perseguidor. En el v. 14 señala el motivo genérico de la persecución, la ruptura de ciertas tradiciones patrias por parte de los nuevos mesianistas. En los vv. 15-16 relata su llamada al apostolado. Y finalmente, en el v. 17 escribe que tras la “llamada”, No subí a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, sino que fui a Arabia, y de nuevo volví a Damasco.
Por tanto, si la estancia en Jerusalén del joven Pablo es más que dudosa, y él mismo afirma que “volvió a Damasco”, puede deducirse verosímilmente que Pablo, tras abandonar Tarso, residió en Damasco, que allí fue miembro de una comunidad judía pujante, que se distinguió por su celo de la Ley y las tradiciones patrias, sin necesidad de formar parte estrictamente del partido fariseo, sino que estaba de acuerdo con las ideas fundamentales del fariseísmo (como he dicho ya en mi anterior colaboración sobre el “fariseísmo de Pablo”), y que fue a algunos miembros judíos de esa comunidad damascena, convertidos en seguidores del mesías Jesús, a los que persiguió porque se apartaban de las tradiciones patrias. Ello no descarta que persiguiera también a algunas comunidades nazarenas cercanas; pero indica que su centro de operaciones era Damasco.
Se trata de una mera hipótesis, pero que explica:
a) que no existió ninguna estancia previa en Jerusalén, en donde aprobó el asesinato de Esteban y se formó farisaicamente a los pies de Gamaliel;
b) su falta de práctica en la metodología estrictamente rabínica y su uso sui generis de la argumentación escriturística, y
c) que no lo conocieran personalmente las comunidades de Judea, puesto que él no estaba allí, sino en Damasco, capital de Siria.
Más en concreto, ¿qué pudo llevar a Pablo, fariseo al menos de creencias, a perseguir a los seguidores de Jesús? La respuesta no es fácil, pero algo puede deducirse, por un lado, de leves indicaciones de sus cartas, y por otro de la mentalidad general del fariseísmo de la época que conocemos por otras vías. Tal respuesta podría ser múltiple y la consideraremos en el apróxima publicación sobre este tema.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
UNA NOTICIA
A finales de enero de este año 2024 salió la cuarta edición de "Los Libros del Nuevo Testamento". La primera fue en noviembre de 2021: tres mil ejemplares. Luego siguieron rápidamente dos más de mil quinientos ejemplares en marzo y noviembre de 2022. Suponemos que tirada de la cuarta será del mismo número.
Esto quiere decir que la cuarta edición ha visto la luz en más o menos dos años y medio. Naturalmente os autores estamos muy contentos. A la vez estamos seguros que esta edición del Nuevo Testamento significa la respuesta a un buen monto de preguntas que se hacen los creyentes o simplemente interesados en torno al mundo del Nuevo Testamento y sus obras.
Los autores agradecemos sinceramente a Trotta que hay tenido la confianza y valentía de publicar una obra, con casi 1.700 páginas de un texto con letra no muy grande y bien aprovechado el papel. Era una verdadera aventura de resultado incierto.
Según los Hechos de Apóstoles, y Pablo mismo (Flp 3,6: “En cuanto al celo, perseguidor de la iglesia) no cabe duda alguna de que el Apóstol fue un furioso perseguidor de la iglesia naciente. Su educación en la Torá lo hizo un fanático "celador de la Ley", conforme él mismo dice en Gálata 1,14.
Según Hch 6-8, cuando surgieron ciertos problemas teológicos en el seno de las sinagogas de lengua griega en Jerusalén, provocados por los judíos helenistas seguidores de Jesús, Pablo intervino en las disputas contra estos últimos, aunque de modo secundario. Poco tiempo después, tuvo lugar el primer pogromo contra esos judeocristianos y fue lapidado su jefe, Esteban. Pablo estaba de acuerdo con esta acción (Hch 8,1) y por su parte comenzó una persecución de la comunidad de creyentes de Jerusalén:
Llevaron a enterrar a Esteban unos hombres piadosos e hicieron un duelo grande por él. 3 Pero Saulo devastaba la iglesia entrando casa por casa y, arrastrando a hombres y mujeres, los hacía encarcelar (Hch 8, 2-3).
En primera lugar: esta persecución tal como a describe Hechos es absolutamente inverosímil, en su derecha, en opinión de prácticamente todos los intérpretes. Es una clara exageración tendiente a dibujar a Pablo como un malvado extremo y cómo la potencia del Espíritu actuó en él para provocar su conversión en creyente.
Esto hizo que Pablo fuera muy conocido entre los judeocristianos perseguidos (Todos los judíos conocen mi forma de vida, que discurrió desde el principio de mi juventud en medio de mi pueblo en Jerusalén: Hch 26,4). Se produce entonces, siempre según los Hechos, una rápida dispersión de estos "judíos helenistas nazarenos" hacia Samaria y Damasco, donde continuaron su actividad proselitista. Esto irritó a Pablo, y su celo por la Ley lo convirtió directamente en perseguidor violento de las comunidades "nazarenas" de Jerusalén. No contento con ello, pidió y obtuvo del Sumo Sacerdote permiso para trasladarse a las sinagogas de Damasco y continuar allí con su represión violenta contra ese grupo de disidentes teológicos que proclamaban como Mesías a un crucificado:
Yo, por mi parte, estuve íntimamente convencido de que tenía que realizar muchas cosas contra el nombre de Jesús el Nazareno. 10 Así lo hice en Jerusalén, y encerré en la cárcel a muchos de los santos después de recibir la licencia de los príncipes de los sacerdotes. Y cuando se acordaba su muerte, yo aportaba mi voto (Hch 26,9-10).
Hasta aquí la versión de Hechos: por tanto, Pablo fue perseguidor ante todo de la comunidad judeocristiana de Jerusalén. Sin embargo, no todo está tan claro. El texto de Gálatas 1,22-23 (“Pero todavía no era conocido en persona en las iglesias de Judea que eran en Cristo. Ellos solo oían decir: «El que en otro tiempo nos perseguía, ahora predica la fe que en un tiempo quería destruir») nada afirma ni en favor ni en contra de una persecución paulina en la capital de Judea, ni precisa la orientación ideológica de Pablo como enemigo precisamente de la iglesia primitiva de Jerusalén, es decir, no aclara sus razones como perseguidor; sólo constata el hecho. En la sección anterior (2.), además, hemos puesto en duda la estadía de Pablo en Jerusalén, por lo que consecuentemente dudamos también de que fuera allí donde ejerció ante todo su actividad de perseguidor: ¿persiguió Pablo a otra iglesia? El análisis de Gálatas 1,13-15,
Pues supisteis ya de oídas mi conducta anterior en el judaísmo, a saber cuán encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios y la devastaba, 14 y cómo sobrepasaba en el judaísmo a muchos de mis contemporáneos, siendo extremadamente celoso de las tradiciones de los padres,
no proporciona argumento alguno sobre el lugar de su actividad persecutoria. Tampoco nos resulta absolutamente claro que Romanos 15,19b sea un argumento definitivo en pro de la primera estancia en la capital: Desde Jerusalén y en círculo hasta el Ilírico he cumplimentado el evangelio de Cristo.
La exégesis tradicional refiere estas palabras a Hechos 9,28, Y trataba con ellos en Jerusalén predicando con libertad en el nombre del Señor, pero las discusiones con los "helenistas" descritas en ese texto lucano no encuentran hueco alguno (es decir, son dudosas históricamente)entre los acontecimientos descritos en Gálatas 1,17-21:
No subí a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, sino que fui a Arabia, y de nuevo volví a Damasco. Luego, tres años después, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí con él quince días. 19 A ningún otro apóstol vi salvo a Santiago, el hermano del Señor. 20 Y en lo que os escribo…,¡mirad! Delante de Dios afirmo que no miento. 21 Luego fui a las regiones de Siria y Cilicia; 22 pero personalmente no me conocían las iglesias de Judea que están en Cristo. 23 Solamente habían oído: «El que antes nos perseguía ahora evangeliza la fe que entonces quería destruir». 24 Y glorificaban en mí a Dios.
Por todo ello propongo que el texto de Hch 8,3 (…Saulo devastaba la iglesia…), que habla de una persecución de Pablo "a la iglesia", permite una aclaración diversa a la propuesta por la exégesis tradicional. El pasaje es situado por Lucas en el contexto de una persecución “anticristiana” que comienza ciertamente contra la iglesia de Jerusalén, la que mejor conocía Pablo; pero tras la dispersión de los creyentes por "Judea y Samaria", la frase adquiere un tono general: no tiene por qué referirse precisa y exclusivamente a la iglesia de la capital, Jerusalén.
Ciertamente esta persecución es histórica en el sentido de que Pablo la admite en sus cartas y se denomina a sí mismo "perseguidor" (Gálatas 1,13; Flp 3,6), como he indicado ya. Pero lo que está en juego, en la discusión académica en torno a la fiabilidad histórica de los Hechos de los Apóstoles, es precisamente esa estancia previa de Pablo en Jerusalén. La "tendencia" de Lucas a presentar una imagen ideal de la iglesia primitiva y el papel teológico que la capital de Israel tiene en su doble obra pueden haberle llevado a reconstruir a su manera, en contradicción con los datos de Gálatas 1, la formación de Pablo, en la que tendría que desempeñar a priori un papel preponderante Jerusalén desde el punto de vista religioso. La información de Lucas sería no histórica de hecho. El libro de los Hechos tiene en casi todas sus secciones algunos problemas históricos.
Ante la casi certeza de que esa estancia en la capital no tuvo lugar, queda por tanto una última pregunta: ¿A qué comunidad se refiere Pablo cuando habla de persecución? La respuesta es que no podemos llegar a saberlo con seguridad, pero que tenemos un indicio en el desarrollo de los acontecimientos presentado por Pablo en Gálatas 1: en el v. 13 menciona su cometido de perseguidor. En el v. 14 señala el motivo genérico de la persecución, la ruptura de ciertas tradiciones patrias por parte de los nuevos mesianistas. En los vv. 15-16 relata su llamada al apostolado. Y finalmente, en el v. 17 escribe que tras la “llamada”, No subí a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, sino que fui a Arabia, y de nuevo volví a Damasco.
Por tanto, si la estancia en Jerusalén del joven Pablo es más que dudosa, y él mismo afirma que “volvió a Damasco”, puede deducirse verosímilmente que Pablo, tras abandonar Tarso, residió en Damasco, que allí fue miembro de una comunidad judía pujante, que se distinguió por su celo de la Ley y las tradiciones patrias, sin necesidad de formar parte estrictamente del partido fariseo, sino que estaba de acuerdo con las ideas fundamentales del fariseísmo (como he dicho ya en mi anterior colaboración sobre el “fariseísmo de Pablo”), y que fue a algunos miembros judíos de esa comunidad damascena, convertidos en seguidores del mesías Jesús, a los que persiguió porque se apartaban de las tradiciones patrias. Ello no descarta que persiguiera también a algunas comunidades nazarenas cercanas; pero indica que su centro de operaciones era Damasco.
Se trata de una mera hipótesis, pero que explica:
a) que no existió ninguna estancia previa en Jerusalén, en donde aprobó el asesinato de Esteban y se formó farisaicamente a los pies de Gamaliel;
b) su falta de práctica en la metodología estrictamente rabínica y su uso sui generis de la argumentación escriturística, y
c) que no lo conocieran personalmente las comunidades de Judea, puesto que él no estaba allí, sino en Damasco, capital de Siria.
Más en concreto, ¿qué pudo llevar a Pablo, fariseo al menos de creencias, a perseguir a los seguidores de Jesús? La respuesta no es fácil, pero algo puede deducirse, por un lado, de leves indicaciones de sus cartas, y por otro de la mentalidad general del fariseísmo de la época que conocemos por otras vías. Tal respuesta podría ser múltiple y la consideraremos en el apróxima publicación sobre este tema.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
UNA NOTICIA
A finales de enero de este año 2024 salió la cuarta edición de "Los Libros del Nuevo Testamento". La primera fue en noviembre de 2021: tres mil ejemplares. Luego siguieron rápidamente dos más de mil quinientos ejemplares en marzo y noviembre de 2022. Suponemos que tirada de la cuarta será del mismo número.
Esto quiere decir que la cuarta edición ha visto la luz en más o menos dos años y medio. Naturalmente os autores estamos muy contentos. A la vez estamos seguros que esta edición del Nuevo Testamento significa la respuesta a un buen monto de preguntas que se hacen los creyentes o simplemente interesados en torno al mundo del Nuevo Testamento y sus obras.
Los autores agradecemos sinceramente a Trotta que hay tenido la confianza y valentía de publicar una obra, con casi 1.700 páginas de un texto con letra no muy grande y bien aprovechado el papel. Era una verdadera aventura de resultado incierto.