Escribe Antonio Piñero
Pregunta:
¿Qué motivos llevaron a Pablo a ser perseguidor? y la tercera pregunta. Después de la destrucción del templo, 70 d.C. y la revuelta del 135 d.C., cuales judaísmos sobrevivieron?
Respuesta:
Prometí que iba a dejar para otro momento la segunda pregunta, que es muy compleja, que reformulo así: ¿qué pudo llevar a Pablo, fariseo al menos de creencias, a perseguir a los seguidores de Jesús? A la verdad que no lo sabemos porque él no lo dice. Y es un tema que trato en mi inminente libro sobre Pablo. La respuesta no es fácil, pero algo puede deducirse, por un lado, de leves indicaciones de sus cartas, y por otro de la mentalidad general del fariseísmo de la época que conocemos por otras vías. Tal respuesta podría ser múltiple y siempre hipotética:
1. Se ha sostenido que si Pablo conoció a Jesús en vida (2 Cor 5,16), hubo de pensar de él lo que muchos judíos de su época, a saber, que era un mesías falso porque había acabado su vida como un fracasado, no apoyado por Dios, “colgado de un madero”, por tanto como maldito de Dios: Gál 3,13 + Dt 21,22-23. Esto podría ser un auténtico escándalo (1 Cor 1,23) para alguien de mentalidad farisea.
Ahora bien, pienso que el rechazo de estas ideas mesianistas no tendría por qué haber conducido a Pablo a una oposición tan sangrienta como para condenar a muerte a los que lo seguían. Era normal que los fariseos permanecieran tranquilos ante el fenómeno de la aparición de una nueva corriente teológica (en este caso la fe en Jesús Mesías) dentro del judaísmo. Ello se refleja en la reacción del gran rabino Gamaliel, quien se manifestó no partidario de tomar medidas disciplinares contra los apóstoles, dejando a la mano de Dios el juicio sobre su verdad (Hch 5,38-49).
2. Se ha supuesto también que eran motivos doctrinales deducibles de lo que cuentan los capítulos 6-7 de Hechos. Aunque la investigación reciente ha argumentado con seriedad que este relato podría ser ficticio (de “historia” teológica como muchos incidentes de los Evangelios de la infancia de Mateo y Lucas) y que no hay tal martirio de Esteban, a pesar de ello puede suponerse que algunos judeocristianos helenistas de la capital criticaban, siguiendo a Jesús, algunos aspectos de la Ley, a la vez que no se mostraban especialmente ardorosos en su piedad respecto al Templo, a lo que habría que añadir que al ser judíos de la diáspora no tenían inconveniente en hablar de Jesús con los gentiles que visitaban Jerusalén. Si se cree a Hechos, tal teología, que afectaba a la Ley y a la religiosidad del Templo, era molesta o peligrosa para otro tipo de judíos, porque cuando se expulsó a esos judeocristianos helenistas de Jerusalén (Hch 8), las autoridades no tocaron a los apóstoles; sólo persiguieron a unos cuantos. Por tanto, la teología de los apóstoles sobre Jesús debió de parecerles inocua, pero no la de los expulsados. Así que los motivos teológicos contra los judeocristianos helenistas podrían constituir una razón plausible de la persecución.
Pero este caso es también dudoso. ¿Es creíble esta pintura lucana de unos jefes religiosos que persiguen a la masa de los creyentes, pero dejan libres a los cabecillas? ¿Se puede perseguir a muerte por discutir sobre la Ley y no tener una religiosidad notoria respecto al Templo? O ¿por hablar de Jesús a los gentiles? Todo esto se pone de relieve incluso en la más moderna investigación paulina –ya no diré confesional-- pero sí creyente, es decir, que aceptan públicamente que la fe le impone un marco de pensamiento que no puede ser quebrantado.
3. Plausible podría ser también el que Pablo temiera las nuevas consecuencias políticas de la aparición de una secta nueva que seguía proclamando que Jesús era el Señor, el Mesías, que iba a establecer un reino a pesar de haber muerto en una cruz. ¡El mesías anunciado era un sedicioso contra el Imperio, como implicaba su clase de muerte! Y tal proclamación era a la vez religiosa y política: los romanos podrían endurecer su represión contra el pueblo judío ante la exaltación de un rey mesiánico, aunque ya hubiera fallecido.
Con ciertas dudas podría decirse que Pablo, quien en sus cartas da a entender que operaba solo, intentara evitar que se echara más leña al fuego antirromano de la población, lo cual era peligrosísimo para el pueblo, como de hecho ocurrió: tal incendio llevó a la Gran Rebelión del 66-70 d.C. Con esta postura de prudencia, Pablo hacía en realidad el juego a los intereses del Imperio romano.
4. Finalmente otros opinan que hay que atribuir explícitamente su persecución a la Iglesia a su “celo por las tradiciones patrias”, tal como Pablo mismo afirma (vv. 13-14):
Sería un celo por Yahvé que intentaba mantener las líneas divisorias entre Israel y los gentiles…, un celo que podría implicar violencia y derramamiento de sangre… y que los judíos que vivían su judaísmo en ese mesías falso eran “quintacolumnistas” dentro de Israel. Así el celo persecutorio de Pablo no provendría simplemente del afán de que guardasen las disposiciones de la Torá (celo por la Ley), sino de una radical determinación de defender la santidad de Israel, tratando de destruir (vv. 13-23) a aquellos judíos que desde su punto de vista y por lo que fuera empezaban a derribar las barreras que mantenían a Israel como pueblo aparte” (J. D. G. Dunn, Comenzando desde Jerusalén. Vols. I y II, Verbo Divino, Estella, 2012. 410).
Abandonar las “tradiciones patrias” supondría para Pablo que el pueblo elegido perdía sus marcas de identidad. En especial criticaría la comensalidad de judíos con gentiles, que era notoriamente ofensiva para un “fariseo”, pues significaba impureza y dejación en la práctica de la segregación necesaria entre los “elegidos”, los judíos piadosos (bastantes entre ellos defendían en la época que los gentiles eran intrínsecamente impuros ritual y moralmente, debido a su idolatría y falta de ética: Hch 10,28: Vosotros sabéis que a un judío no le está permitido unirse o acercarse a un extranjero; pero Dios me ha manifestado que no debo llamar profano o impuro a ningún hombre) y la “massa damnata”, los gentiles pecadores (Gál 2,15), o quizás también la admisión de gentiles a sus reuniones de seguidores de Jesús sin obligarles a circuncidarse... Lo malo de esta hipótesis es la imposibilidad de concretar cuáles eran las tradiciones patrias, abandonadas por los nazarenos de Damasco que podrían provocar una persecución sangrienta.
Sea como fuere, porque ninguna de estas razones parece suficiente para una persecución a muerte, muchos estudiosos sostienen que Pablo mismo exagera sus afanes persecutorios, en su deseo de mostrar a los gálatas (1,13) y a los filipenses (3,6) la potencia de la intervención divina en su persona, en el cambio de perseguidor a proclamador de la fe en Jesús Mesías. Lo más probable, de acuerdo con el espíritu fariseo, es que el Apóstol se opusiera a los judeocristianos mediante la palabra, esto es, que hablara contra ellos y los desautorizara públicamente o que incluso los denunciara, en ciertos casos, ante las autoridades judías, pero no mucho más. Sin embargo, el vocabulario paulino es muy duro, permite o incluso incita a pensar en una persecución sangrienta.
Se ha defendido también que Lucas, al igual que el Apóstol, podría exagerar la persecución (Hch 8,3; 9,1-2; 22,4-5; 26,4.9-11.19) por motivos de retórica --conducir la narración de las persecuciones anticristianas a un clímax total, la muerte-- al incluir la pena capital entre los propósitos del perseguidor. Lucas estaría quizás retroproyectando a tiempos del primer Pablo unas circunstancias que solo fueron históricas más tarde. Así, en tiempos de Herodes Agripa I (años 41-44), cuando este rey –amigo de los emperadores Calígula y Claudio--, para contentar a los judíos anticristianos hizo asesinar a uno de los hijos del Zebedeo, Santiago el mayor (Hch 12,2), y cuando en el año 62, el entonces sumo sacerdote Anás (Ánano), abusando de sus poderes, hizo asesinar al otro Santiago, el hermano del Señor. De creer a Josefo, la ejecución de Santiago (y otros) se produjo en el período de vacío de control romano tras la muerte de Festo. El procurador siguiente, Albino, depuso a Ánano.
Finalmente si lo más probable históricamente hablando es que Pablo no se formara en Jerusalén rabínicamente ni persiguiera allí a los seguidores de Jesús, sino en Damasco, las posibles razones por las que Pablo persiguió al nuevo grupo mesianista de seguidores de Jesús parecen quedar oscuras y no justifican –al parecer-- una persecución sangrienta. El porqué y la cuestión misma quedan dentro de una luz muy dudosa.
A la tercera pregunta: Le respondo muy brevemente: sólo uno, de cuño farisaico (quedaron eliminados saduceos y esenios). Los dirigentes eran ante todo maestros de la Ley.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
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