Hoy escriben Mercedes López Salvá y Miguel Herrero
Estamos ya concluyendo nuestra breve antología
Sobre el alma, 22-45
Conozco otro relato, que yo nunca aceptaré,
pues no puedo creer en un alma común, por todas partes repartida,
y que vaga por el aire. Sería semejante
para todos, inspirada y espirada. Entonces en todos
estarían todos cuantos viven, al intercambiarse la respiración.
Y es que la naturaleza del aire es la de fluir de uno a otro en diferentes momentos,
y si [el alma] permanece ¿qué tuvo, qué había en las entrañas de mi madre,
vivo ya, si ella me introdujo cuando estaba fuera?
Y si supusieras una madre de más hijos,
les darías como recompensa aún más almas en proceso de destrucción.
Así es el relato, vanos juegos de libros increíbles,
que también confieren muchos cuerpos semejantes a sus vidas anteriores,
buenas y malas al alma, que cambian constantemente,
ya como premio a su virtud ya como un castigo por sus faltas,
como si con ropas vistieran o desvistieran sin orden a un mortal,
afanándose en vano, llevando una rueda
propia del réprobo Ixión, los dispusieron
como fiera, planta, mortal, ave, sierpe, perro, pez.
A menudo dos veces cada uno cuando el ciclo lo requiere
¿hasta qué punto? De una fiera sabia nunca oí el discurso
ni a un matorral que hable. La corneja siempre grazna
y el pez siempre nada mudo por el piélago ondeante.
Y si hay un castigo final para el alma, como aquéllos cuentan,
es inútil este rodeo de las almas.
Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero
Estamos ya concluyendo nuestra breve antología
Sobre el alma, 22-45
Conozco otro relato, que yo nunca aceptaré,
pues no puedo creer en un alma común, por todas partes repartida,
y que vaga por el aire. Sería semejante
para todos, inspirada y espirada. Entonces en todos
estarían todos cuantos viven, al intercambiarse la respiración.
Y es que la naturaleza del aire es la de fluir de uno a otro en diferentes momentos,
y si [el alma] permanece ¿qué tuvo, qué había en las entrañas de mi madre,
vivo ya, si ella me introdujo cuando estaba fuera?
Y si supusieras una madre de más hijos,
les darías como recompensa aún más almas en proceso de destrucción.
Así es el relato, vanos juegos de libros increíbles,
que también confieren muchos cuerpos semejantes a sus vidas anteriores,
buenas y malas al alma, que cambian constantemente,
ya como premio a su virtud ya como un castigo por sus faltas,
como si con ropas vistieran o desvistieran sin orden a un mortal,
afanándose en vano, llevando una rueda
propia del réprobo Ixión, los dispusieron
como fiera, planta, mortal, ave, sierpe, perro, pez.
A menudo dos veces cada uno cuando el ciclo lo requiere
¿hasta qué punto? De una fiera sabia nunca oí el discurso
ni a un matorral que hable. La corneja siempre grazna
y el pez siempre nada mudo por el piélago ondeante.
Y si hay un castigo final para el alma, como aquéllos cuentan,
es inútil este rodeo de las almas.
Saludos cordiales de Mercedes López Salvá y Miguel Herrero,
y subsidiariamente de Antonio Piñero