Notas

“Para algunos cristianos primitivos Felipe era el portavoz de los discípulos, no Pedro”. Los discípulos de Jesús (III) (889)

Redactado por Antonio Piñero el Viernes, 4 de Agosto 2017 a las 12:14

Escribe Antonio Piñero
 
Seguimos con el tema “Los discípulos de Jesús”. Cuestiones en torno a su existencia histórica y su actuación como grupo. Y comentamos el texto del Evangelio de Juan 1,36-51
 
El caso de Felipe es curioso en el Cuarto Evangelio porque es un personaje mínimo en los evangelios sinópticos y sin embargo aparece como portavoz de los discípulos en el Cuarto Evangelio. Felipe tiene un nombre muy griego (“Amante de los caballos”) era de Betsaida y probablemente hablaba griego bien por lo que veremos a continuación.
 
En Jn 6,5-9:
 
“Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?». Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.  Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco». Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?»,
 
Felipe aparece como figura principal entre los discípulos y su portavoz. Pedro queda silenciado. Obsérvese también el papel de Andrés, que igualmente es una figura mínima en los evangelios sinópticos. Que Pedro es importante se destaca solo indirectamente, ya que Andrés es nombrado por referencia a su hermano, Pedro.
 
Jn 12,20-23:
 
“Había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les respondió: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre.
 
Dejando aparte la frase de Jesús, al final del texto, que es pura teología del Evangelista, es claro que los griegos que quieren ver al Maestro no se dirigen a Simón Pedro, sino a Felipe, y este tiene como colaborador a Andrés. Felipe es de nuevo el portavoz del grupo.
 
Jn 14,7-9:
 
“Dice Jesús: Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto.»  Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»  Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre?”.
 
Jesús como el Gran Revelador es la característica principal del héroe de la historia, el Mesías, en el Cuarto Evangelio. El que dirige la pregunta trascendental a Jesús tampoco es Simón Pedro, sino Felipe.
 
De aquí se ha deducido por parte de la investigación actual que las fuentes documentales de las que dispone el Evangelio de Juan para contar una historia básica de Jesús (parecida en principio a la de los evangelios sinópticos: aparición pública en Judea y Galilea; fracaso de Jesús y enemistad con los judíos; estancia final en Jerusalén, muerte, resurrección y apariciones–, historia que tiene algunos detalles particulares sobre la vida del Mesías que no aparecen en otros evangelios, como por ejemplo la afirmación de que la tarde del viernes en la murió Jesús no era la víspera inmediata de la Pascua, sino de la preparación de la Pascua), tiene como fuente no a Pedro, sino a otros discípulos en concreto Felipe.
 
Por tanto la fuente principal del Cuarto Evangelio, según esta tradición no es Pedro, sino que es doble: el misterioso Discípulo amado (que probablemente no es Juan hijo del Zebedeo, sino un discípulo ideal cuyo nombre no sabemos) y Felipe. Decididamente el Evangelio de Juan se aparta de la tradición de Pedro.
 
Por eso, el último y desconocido, redactor del Cuarto Evangelio añade un apéndice, que es el capítulo 21, al texto principal del evangelio, en el que busca conciliar su punto de vista con el de los otros evangelistas (Mateo, Marcos  y Lucas) que sostienen la primacía de Pedro, con el suyo (primacía de Felipe y Andrés). Y, finalmente, tanto los Sinópticos, como el Cuarto Evangelio (que tiene concepciones de fondo igualmente paulinas sobre el sentido de la muerte y resurrección de Jesús) buscan unir esas concepciones con el recuerdo histórico de Jesús.  ¿Por qué? Para que la reinterpretación de Jesús por parte de Pablo no quede en el aire de la mera especulación teológica, sino que empalme con los recuerdos históricos de los verdadero seguidores del Nazareno, tan judíos palestinos como él, y que formaban la Iglesia de Jerusalén.
 
Con otras palabras: había que unir a toda costa el profundo paulinismo dominante con el petrinismo (de al menos una buena parte de los judeocristianos; no todos eran seguidores de Santiago, el “hermano del Señor”…) de modo que lo que quedaba del judeocristianismo entorno a los años 75-100 d. C. no se apartara de la comunión de la “Gran Iglesia” –paulina naturalmente–, que pretendía unir lazos con la otra gran rama del cristianismo primitivo, el judeocristianismo. Y esta fue la labor sobre todo del autor de los Hechos de apóstoles, fuera Lucas u otro desconocido personaje, pero cercano al pensamiento del tercer evangelio. Los Hechos tratan de fusionar el paulinismo con los restos del judeocristianismo.
 
Seguiremos con el tema de los discípulos que da todavía para algunas postales más
Saludos cordiales de Antonio Piñero
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Viernes, 4 de Agosto 2017
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