Hoy escribe Antonio Piñero
Seguimos con los argumentos que Pablo opone a los “espirituales de Corinto. El último se refiere a los dones del Espíritu, de los cuales se jactaban esos que se creían superiores.
Aunque es verdad que los dones o “carismas” espirituales son excelentes –y Pablo mismo los tiene (14,18: “Doy gracias a mi Dios que hablo lenguas más que todos vosotros”)—, hay que buscar en ellos ante todo la edificación y la utilidad común del conjunto de la comunidad (14,26: “¿Qué hay pues, hermanos? Cuando os juntáis, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación; hágase todo para edificación”), no la autocomplacencia de modo que uno se crea “perfecto” por tener esos dones. “Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo” (12,4). Por tanto, nadie tiene por qué jactarse de poseer un carisma superior al de otros. No hay que rechazar los carismas o fenómenos espirituales, sino integrarlos en la comunidad.
Para reforzar este argumento Pablo emplea el símil del cuerpo, que tuvo enseguida mucho éxito (Colosenses y Efesios). Éste es uno, pero tiene muchos miembros. Cada uno cumple su función, sin que se pueda decir que un miembro sea superior o más importante que otro. Luego aplica el símil a los cristianos: éstos son miembros de un mismo cuerpo, el de Cristo. Por tanto, no hay por qué jactarse de ser un miembro superior al resto:
12 Porque de la manera que es un cuerpo, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros de este cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, así también el Cristo. 13 Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo, judíos o griegos, siervos o libres; y todos bebemos (de una bebida) de un mismo Espíritu. 14 Porque el cuerpo no es un miembro, sino muchos. 15 Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 16 Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? 18 Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos por sí en el cuerpo, como quiso. 19 Que si todos fueran un miembro, ¿dónde estuviera el cuerpo? 20 Mas ahora muchos miembros son a la verdad, empero un cuerpo.
21 Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito; ni asimismo la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. 22 Antes, los miembros del cuerpo que parecen más flacos, son mucho más necesarios; 23 y los miembros del cuerpo que estimamos ser más viles, a éstos vestimos más honrosamente; y los que en nosotros son indecentes, tienen más honestidad. 24 Porque los que en nosotros son más honestos, no tienen necesidad de nada; mas Dios ordenó el cuerpo (todo), dando más abundante honor al que le faltaba; 25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se interesen los unos por los otros. 26 De tal manera que si un miembro padece, todos los miembros a una se duelan; y si un miembro es honrado, todos los miembros a una se gozan. 27 Y vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. 28 Y a unos puso Dios en la Iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros; luego facultades; luego dones de sanidades; ayudas, gobernaciones, géneros de lenguas. 29 ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Todos facultades? 30 ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos? 31 Procurad pues, los mejores dones; mas aun yo os enseño el camino más excelente(12,12-30).
Por ello también, la profecía –que habla claro y es entendida por todo el mundo— es superior a “hablar en lenguas”, que produce un sonido ininteligible que sólo Dios comprende (14,5.24: “Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis lenguas, pero quisiera más que profeticéis, porque mayor es el que profetiza que el que habla lenguas, a no ser que interpretare, para que la Iglesia tome edificación”; “Mas si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, de todos es convencido, de todos es juzgado” ).
Pero incluso la profecía ha de tener un orden y un decoro en servicio de la comunidad:
“Podéis todos profetizar uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. 32 Y los espíritus de los que profetizaren, están sujetos a los profetas; 33 (porque Dios no es Dios de desorden, sino de paz) como en todas las iglesias de los santos” (14,32-33).
Esta frase de Pablo me parece revolucionaria: los espíritus de los profetas no mandan sobre los profetas, sino éstos sobre el espíritu que los mueve a profetizar. En lo que conozco, creo que es la primera vez en toda la historia de la profecía occidental que se afirma esto, pues hasta el momento siempre se había defendido la soberanía absoluta del espíritu inspirante.
En todo caso –sigue afirmando Pablo-, si hubiere que establecer una jerarquía entre los carismas en razón de la utilidad de la comunidad (“Aspirad a los carismas superiores”: 12,31), el mejor con mucho es el carisma del amor: éste nunca acaba y es superior por ser el más desegoísta, el que más entrega de sí mismo a los demás.
Ningún tipo de carisma muestra mejor la presencia de Dios en el grupo cristiano que el amor. En él se hace palpable Dios. Ésta es la síntesis del famoso “himno al amor” (13,1-13), que a modo de excursus retórico intercala Pablo en su argumentación en defensa de una a jerarquía de los carismas en razón de la utilidad para el grupo cristiano. Hay quien opina que se trata de una composición no propiamente paulina; pero es igual, pues es asumida por el Apóstol, y moldeada por su lenguaje y pensamiento; además su carácter impactante permanece:
1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, soy como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase los montes, y no tengo caridad, nada soy. 3 Y si repartiese toda mi hacienda para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve.
4 La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la caridad no hace sin razón, no se envanece; 5 no es injuriosa, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; 6 no se recrea de la injusticia, mas se recrea de la verdad; 7 todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad nunca se pierde; mas las profecías se han de acabar, y cesarán las lenguas, y la ciencia ha de acabar; 9 porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será quitado. 11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, sabía como niño, mas cuando ya soy hombre hecho, quité lo que era de niño. 12 Ahora vemos como por espejo, en obscuridad; mas entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido. 13 Mas ahora permanece la fe, la esperanza, y la caridad, estas tres cosas; pero la mayor de ellas es la caridad.
Todo este ditirambo va dirigido contra aquellos que se creían superiores, despreciaban a los miembros “débiles” de la comunidad, no caían en la cuenta de que todos formaban un “cuerpo”, el de Cristo, e iban contra la idea tan judía de que, aunque se salva el individuo, éste lo logra dentro del grupo, o “pueblo”, de los electos. La Iglesia luego la utiliza paa elogiar el amor entre los esposos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
Seguimos con los argumentos que Pablo opone a los “espirituales de Corinto. El último se refiere a los dones del Espíritu, de los cuales se jactaban esos que se creían superiores.
Aunque es verdad que los dones o “carismas” espirituales son excelentes –y Pablo mismo los tiene (14,18: “Doy gracias a mi Dios que hablo lenguas más que todos vosotros”)—, hay que buscar en ellos ante todo la edificación y la utilidad común del conjunto de la comunidad (14,26: “¿Qué hay pues, hermanos? Cuando os juntáis, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación; hágase todo para edificación”), no la autocomplacencia de modo que uno se crea “perfecto” por tener esos dones. “Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo” (12,4). Por tanto, nadie tiene por qué jactarse de poseer un carisma superior al de otros. No hay que rechazar los carismas o fenómenos espirituales, sino integrarlos en la comunidad.
Para reforzar este argumento Pablo emplea el símil del cuerpo, que tuvo enseguida mucho éxito (Colosenses y Efesios). Éste es uno, pero tiene muchos miembros. Cada uno cumple su función, sin que se pueda decir que un miembro sea superior o más importante que otro. Luego aplica el símil a los cristianos: éstos son miembros de un mismo cuerpo, el de Cristo. Por tanto, no hay por qué jactarse de ser un miembro superior al resto:
12 Porque de la manera que es un cuerpo, y tiene muchos miembros, empero todos los miembros de este cuerpo, siendo muchos, son un cuerpo, así también el Cristo. 13 Porque por un Espíritu somos todos bautizados en un cuerpo, judíos o griegos, siervos o libres; y todos bebemos (de una bebida) de un mismo Espíritu. 14 Porque el cuerpo no es un miembro, sino muchos. 15 Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 16 Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 17 Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? 18 Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos por sí en el cuerpo, como quiso. 19 Que si todos fueran un miembro, ¿dónde estuviera el cuerpo? 20 Mas ahora muchos miembros son a la verdad, empero un cuerpo.
21 Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito; ni asimismo la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. 22 Antes, los miembros del cuerpo que parecen más flacos, son mucho más necesarios; 23 y los miembros del cuerpo que estimamos ser más viles, a éstos vestimos más honrosamente; y los que en nosotros son indecentes, tienen más honestidad. 24 Porque los que en nosotros son más honestos, no tienen necesidad de nada; mas Dios ordenó el cuerpo (todo), dando más abundante honor al que le faltaba; 25 para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se interesen los unos por los otros. 26 De tal manera que si un miembro padece, todos los miembros a una se duelan; y si un miembro es honrado, todos los miembros a una se gozan. 27 Y vosotros sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. 28 Y a unos puso Dios en la Iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros; luego facultades; luego dones de sanidades; ayudas, gobernaciones, géneros de lenguas. 29 ¿Son todos apóstoles? ¿Son todos profetas? ¿Todos maestros? ¿Todos facultades? 30 ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿Hablan todos lenguas? ¿Interpretan todos? 31 Procurad pues, los mejores dones; mas aun yo os enseño el camino más excelente(12,12-30).
Por ello también, la profecía –que habla claro y es entendida por todo el mundo— es superior a “hablar en lenguas”, que produce un sonido ininteligible que sólo Dios comprende (14,5.24: “Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis lenguas, pero quisiera más que profeticéis, porque mayor es el que profetiza que el que habla lenguas, a no ser que interpretare, para que la Iglesia tome edificación”; “Mas si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, de todos es convencido, de todos es juzgado” ).
Pero incluso la profecía ha de tener un orden y un decoro en servicio de la comunidad:
“Podéis todos profetizar uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. 32 Y los espíritus de los que profetizaren, están sujetos a los profetas; 33 (porque Dios no es Dios de desorden, sino de paz) como en todas las iglesias de los santos” (14,32-33).
Esta frase de Pablo me parece revolucionaria: los espíritus de los profetas no mandan sobre los profetas, sino éstos sobre el espíritu que los mueve a profetizar. En lo que conozco, creo que es la primera vez en toda la historia de la profecía occidental que se afirma esto, pues hasta el momento siempre se había defendido la soberanía absoluta del espíritu inspirante.
En todo caso –sigue afirmando Pablo-, si hubiere que establecer una jerarquía entre los carismas en razón de la utilidad de la comunidad (“Aspirad a los carismas superiores”: 12,31), el mejor con mucho es el carisma del amor: éste nunca acaba y es superior por ser el más desegoísta, el que más entrega de sí mismo a los demás.
Ningún tipo de carisma muestra mejor la presencia de Dios en el grupo cristiano que el amor. En él se hace palpable Dios. Ésta es la síntesis del famoso “himno al amor” (13,1-13), que a modo de excursus retórico intercala Pablo en su argumentación en defensa de una a jerarquía de los carismas en razón de la utilidad para el grupo cristiano. Hay quien opina que se trata de una composición no propiamente paulina; pero es igual, pues es asumida por el Apóstol, y moldeada por su lenguaje y pensamiento; además su carácter impactante permanece:
1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo caridad, soy como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia; y si tuviese toda la fe, de tal manera que traspasase los montes, y no tengo caridad, nada soy. 3 Y si repartiese toda mi hacienda para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo caridad, de nada me sirve.
4 La caridad es sufrida, es benigna; la caridad no tiene envidia, la caridad no hace sin razón, no se envanece; 5 no es injuriosa, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; 6 no se recrea de la injusticia, mas se recrea de la verdad; 7 todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. 8 La caridad nunca se pierde; mas las profecías se han de acabar, y cesarán las lenguas, y la ciencia ha de acabar; 9 porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; 10 mas cuando venga lo que es perfecto, entonces lo que es en parte será quitado. 11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, sabía como niño, mas cuando ya soy hombre hecho, quité lo que era de niño. 12 Ahora vemos como por espejo, en obscuridad; mas entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido. 13 Mas ahora permanece la fe, la esperanza, y la caridad, estas tres cosas; pero la mayor de ellas es la caridad.
Todo este ditirambo va dirigido contra aquellos que se creían superiores, despreciaban a los miembros “débiles” de la comunidad, no caían en la cuenta de que todos formaban un “cuerpo”, el de Cristo, e iban contra la idea tan judía de que, aunque se salva el individuo, éste lo logra dentro del grupo, o “pueblo”, de los electos. La Iglesia luego la utiliza paa elogiar el amor entre los esposos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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