Hoy escribe Antonio Piñero
Terminamos el comentario a 1,6-10
Pablo replica con fuerza a los nuevos predicadores en Galacia: no hay ningún otro "evangelio" distinto al suyo. Los que exigían que -para ser verdaderos cristianos- además de creer en Jesús mesías, como había proclamado Pablo— tenían la obligación de cumplir la ley entera de Moisés estaban profundamente equivocados. No entendían el nuevo plan de salvación divino.
Acepta Pablo que entender a Cristo es una nueva interpretación de su misión y figura. Pero el único Cristo verdadero es el que él predicó, como siervo de él… y de nadie más. Como tal proclamó la "buena nueva", el evangelio verdadero sobre Jesús.
Pablo sostiene que depende sólo de Jesús, y no de hombre alguno al que tuviera que complacer con sus doctrinas (1,10). Y luego lanza una maldición: el anatema (maldición) caerá sobre quien predique una interpretación de Cristo distinta a la suya e introduzca nuevas obligaciones necesarias para ser cristiano, obligaciones que él nunca anunció.
Así pues, en este momento Pablo no da razones, sino que amenaza. En el v. 9 afirma: “Ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!”. Esto significa, ni más ni menos, “¡Que Dios lo mate!”.
1,11—2,21 (el pasaje lo citaremos enseguida, dividido en secciones)
En esta sección el Apóstol comienza una defensa más pormenorizada del contenido de su “evangelio”. Pablo concibe su epístola como si estuviera sometido a un juicio sumario en el que los nuevos misioneros serán los acusadores y él, el acusado, su propio abogado defensor. La carta, por tanto, escrita con esta perspectiva, es un ejemplo de retórica judicial o “forense”.
A partir de este momento Pablo amplía con datos biográficos el argumento ya comenzado en 1,1:
· El es un verdadero apóstol,
· Elegido directamente por Dios,
· Que predica sin ninguna intención de agradar humanamente a las personas, sino de expandir la verdad y cumplir una misión divina.
Este primer desarrollo consiste en argumentos de tipo personal, y son cuatro:
Primero: 1,11-16:
« Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, 12 pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. 13 Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el Judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba, 14 y cómo sobrepasaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres. 15 Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien 16 revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, »
Esto significa que él, Pablo, era quizás el tipo menos apropiado para ser un apóstol, pues era un perseguidor de la Iglesia. Pero Dios Padre escoge a quien menos se piensa: lo eligió precisamente a él y lo llamó para ser su mensajero. Por tanto, su evangelio, su mensaje, procede de una revelación divina, no de hombre alguno. Al ser divino, tiene fuerza absoluta: es obra del Espíritu santo.
Segundo: 1,17-20:
« Sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde nuevamente volví a Damasco. 18 Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía. 19 Y no vi a ningún otro apóstol, y sí a Santiago, el hermano del Señor. 20 Y en lo que os escribo, Dios me es testigo de que no miento. »
La revelación recibida es tan claramente divina que Pablo no confrontó con personajes importantes de la Iglesia de Jerusalén, la comunidad madre, el contenido de esa revelación. No fue en seguida a la capital de Judea a ver a los apóstoles más destacados, Pedro y Santiago, el hermano del Señor… para recibir su aprobación…, ¡sino después de más de dos años!
Tercero: 1,21-24:
« Luego me fui a las regiones de Siria y Cilicia; 22 pero personalmente no me conocían las Iglesias de Judea que están en Cristo. 23 Solamente habían oído decir: «El que antes nos perseguía ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería destruir». 24 Y glorificaban a Dios a causa de mí. »
Este argumento es confirmación del anterior. Posteriormente pasó Pablo bastante tiempo sin contacto con la “superioridad” cristiana, misionando por su cuenta en las regiones de Siria y Cilicia. En Judea se conocían sus éxitos misioneros, pero él no aparecía por allí.
Cuarto: 2,1-10:
« Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito. 2 Subí movido por una revelación y les expuse el Evangelio que proclamo entre los gentiles - tomando aparte a los notables - para saber si corría o había corrido en vano. 3 Pues bien, ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse.
4 Pero, a causa de los intrusos, los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud, 5 a quienes ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio... 6 Y de parte de los que eran tenidos por notables - ¡qué me importa lo que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas - en todo caso, los notables nada nuevo me impusieron.
7 Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, 8 - pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles - 9 y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos; 10 sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero. »
Esta independencia de los jefes de la Iglesia residentes en Jerusalén -argumenta Pablo- no significa que el “evangelio” de Pablo esté contra ellos. Todo lo contrario: al cabo de casi catorce años de apostolado independiente sube a la ciudad santa, movido por una revelación (2,2), para intentar que su modo de predicar y entender el evangelio sea aprobado por la iglesia madre, la de los primeros apóstoles.
Fue a proponer un pacto: las diferencias de interpretación del Evangelio podían hablarse y llegar a aun acuerdo. De este modo, quita Pablo indirectamente la razón a sus adversarios: no tienen derecho éstos a apoyarse en una interpretación del cristianismo propia de Jerusalén, ya que los jefes de esta Iglesia han aprobado la suya justo en los puntos clave de fricción.
Éstos son:
1. La circuncisión no es ya necesaria para los convertidos desde el paganismo.
2. Los nuevos conversos que procedan del paganismo no necesitan cumplir la ley de Moisés al completo. Dicho de otro modo: Pablo afirma que la ley mosaica ha de dejado de ser el camino universal, único y obligatorio, para salvarse (2,1-10).
Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
…………….…………………
Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata el siguiente tema:
“Los apóstoles, coprotagonistas del Nuevo Testamento”
Manera de entrar, si a alguien le interesare: pinchar en el enlace que se halla en la página presente, abajo en la derecha.
Saludos de nuevo
Terminamos el comentario a 1,6-10
Pablo replica con fuerza a los nuevos predicadores en Galacia: no hay ningún otro "evangelio" distinto al suyo. Los que exigían que -para ser verdaderos cristianos- además de creer en Jesús mesías, como había proclamado Pablo— tenían la obligación de cumplir la ley entera de Moisés estaban profundamente equivocados. No entendían el nuevo plan de salvación divino.
Acepta Pablo que entender a Cristo es una nueva interpretación de su misión y figura. Pero el único Cristo verdadero es el que él predicó, como siervo de él… y de nadie más. Como tal proclamó la "buena nueva", el evangelio verdadero sobre Jesús.
Pablo sostiene que depende sólo de Jesús, y no de hombre alguno al que tuviera que complacer con sus doctrinas (1,10). Y luego lanza una maldición: el anatema (maldición) caerá sobre quien predique una interpretación de Cristo distinta a la suya e introduzca nuevas obligaciones necesarias para ser cristiano, obligaciones que él nunca anunció.
Así pues, en este momento Pablo no da razones, sino que amenaza. En el v. 9 afirma: “Ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!”. Esto significa, ni más ni menos, “¡Que Dios lo mate!”.
1,11—2,21 (el pasaje lo citaremos enseguida, dividido en secciones)
En esta sección el Apóstol comienza una defensa más pormenorizada del contenido de su “evangelio”. Pablo concibe su epístola como si estuviera sometido a un juicio sumario en el que los nuevos misioneros serán los acusadores y él, el acusado, su propio abogado defensor. La carta, por tanto, escrita con esta perspectiva, es un ejemplo de retórica judicial o “forense”.
A partir de este momento Pablo amplía con datos biográficos el argumento ya comenzado en 1,1:
· El es un verdadero apóstol,
· Elegido directamente por Dios,
· Que predica sin ninguna intención de agradar humanamente a las personas, sino de expandir la verdad y cumplir una misión divina.
Este primer desarrollo consiste en argumentos de tipo personal, y son cuatro:
Primero: 1,11-16:
« Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, 12 pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo. 13 Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el Judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba, 14 y cómo sobrepasaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres. 15 Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien 16 revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre, »
Esto significa que él, Pablo, era quizás el tipo menos apropiado para ser un apóstol, pues era un perseguidor de la Iglesia. Pero Dios Padre escoge a quien menos se piensa: lo eligió precisamente a él y lo llamó para ser su mensajero. Por tanto, su evangelio, su mensaje, procede de una revelación divina, no de hombre alguno. Al ser divino, tiene fuerza absoluta: es obra del Espíritu santo.
Segundo: 1,17-20:
« Sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde nuevamente volví a Damasco. 18 Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía. 19 Y no vi a ningún otro apóstol, y sí a Santiago, el hermano del Señor. 20 Y en lo que os escribo, Dios me es testigo de que no miento. »
La revelación recibida es tan claramente divina que Pablo no confrontó con personajes importantes de la Iglesia de Jerusalén, la comunidad madre, el contenido de esa revelación. No fue en seguida a la capital de Judea a ver a los apóstoles más destacados, Pedro y Santiago, el hermano del Señor… para recibir su aprobación…, ¡sino después de más de dos años!
Tercero: 1,21-24:
« Luego me fui a las regiones de Siria y Cilicia; 22 pero personalmente no me conocían las Iglesias de Judea que están en Cristo. 23 Solamente habían oído decir: «El que antes nos perseguía ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería destruir». 24 Y glorificaban a Dios a causa de mí. »
Este argumento es confirmación del anterior. Posteriormente pasó Pablo bastante tiempo sin contacto con la “superioridad” cristiana, misionando por su cuenta en las regiones de Siria y Cilicia. En Judea se conocían sus éxitos misioneros, pero él no aparecía por allí.
Cuarto: 2,1-10:
« Luego, al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando conmigo también a Tito. 2 Subí movido por una revelación y les expuse el Evangelio que proclamo entre los gentiles - tomando aparte a los notables - para saber si corría o había corrido en vano. 3 Pues bien, ni siquiera Tito que estaba conmigo, con ser griego, fue obligado a circuncidarse.
4 Pero, a causa de los intrusos, los falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud, 5 a quienes ni por un instante cedimos, sometiéndonos, a fin de salvaguardar para vosotros la verdad del Evangelio... 6 Y de parte de los que eran tenidos por notables - ¡qué me importa lo que fuesen!: en Dios no hay acepción de personas - en todo caso, los notables nada nuevo me impusieron.
7 Antes al contrario, viendo que me había sido confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual que a Pedro la de los circuncisos, 8 - pues el que actuó en Pedro para hacer de él un apóstol de los circuncisos, actuó también en mí para hacerme apóstol de los gentiles - 9 y reconociendo la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos tendieron la mano en señal de comunión a mí y a Bernabé: nosotros nos iríamos a los gentiles y ellos a los circuncisos; 10 sólo que nosotros debíamos tener presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con todo esmero. »
Esta independencia de los jefes de la Iglesia residentes en Jerusalén -argumenta Pablo- no significa que el “evangelio” de Pablo esté contra ellos. Todo lo contrario: al cabo de casi catorce años de apostolado independiente sube a la ciudad santa, movido por una revelación (2,2), para intentar que su modo de predicar y entender el evangelio sea aprobado por la iglesia madre, la de los primeros apóstoles.
Fue a proponer un pacto: las diferencias de interpretación del Evangelio podían hablarse y llegar a aun acuerdo. De este modo, quita Pablo indirectamente la razón a sus adversarios: no tienen derecho éstos a apoyarse en una interpretación del cristianismo propia de Jerusalén, ya que los jefes de esta Iglesia han aprobado la suya justo en los puntos clave de fricción.
Éstos son:
1. La circuncisión no es ya necesaria para los convertidos desde el paganismo.
2. Los nuevos conversos que procedan del paganismo no necesitan cumplir la ley de Moisés al completo. Dicho de otro modo: Pablo afirma que la ley mosaica ha de dejado de ser el camino universal, único y obligatorio, para salvarse (2,1-10).
Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata el siguiente tema:
“Los apóstoles, coprotagonistas del Nuevo Testamento”
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Saludos de nuevo