Notas

Pablo de Tarso y la situación de la mujer (y VI) (164-13)

Redactado por Antonio Piñero el Sábado, 2 de Octubre 2010 a las 07:52


Hoy escribe Antonio Piñero


Como decíamos en la postal anterior hay probablemente un aspecto positivo en todo ellos en lo que respecta a la consideración de la mujer. Ocurriría con Pablo en este ámbito lo que pasa también cuando se considera la Epístola a Filemón. En ella el Apóstol no discute la situación y estado de la esclavitud, y la acepta sin más como existente en su propio sistema socio-económico implícito. Pero, en su comportamiento real con el esclavo Onésimo, es Pablo de una cordialidad y humanismo de tal calibre, que puso para el futuro las semillas en el suelo del cristianismo para que otros, con el tiempo, pudieran superar sus propias posturas, condicionadas por su época.

No puede afirmarse ni siquiera –de acuerdo con los textos conservados- que el hecho de que las comunidades paulinas estuvieran de facto regidas por mujeres garantizara que esas mismas féminas fueran conscientes de unas posibles exigencias sociales de emancipación, ni tampoco de la revolución que podría suponer en el mundo grecorromano su liderazgo.

Entonces ¿por qué esta “utilización” por parte de Pablo de las mujeres como coadyuvantes en sus tareas? ¿Por qué la “utilización” de los valores femeninos en el gobierno de sus comunidades?

En mi opinión por unas razones sociales y meramente prácticas que poca gente tiene en cuenta:

1. Las primeras comunidades eran muy pequeñas, domésticas. Por tanto las mujeres podían aplicar en su gobierno las mismas virtudes y cualidades que la sociedad patriarcalista aceptaba que tenía la mujer en el gobierno de las unidades familiares: prudencia, sentido práctico, etc. La “iglesia doméstica” era en realidad una entidad “familiar” un poco mayor.

2. Para las comunidades paulinas -totalmente gobernadas por la férvida creencia en un fin del mundo inmediato-, la religión no pertenecía al ámbito de lo externo, público y político (reino de los varones, como insistiremos luego), sino a lo interno, privado, doméstico (reino de las mujeres). Por tanto, si las mujeres ejercían en este ámbito un cierto liderazgo no se vulneraban las costumbres sociales, que diferenciaban claramente lo externo y público/político como ámbito varonil, de las virtudes masculinas, y superior, ni se producía “escándalo” alguno.

Pero en el momento en el que parecen trascenderse los límites de la naturaleza inferior, secundaria, sujeta a obediencia, ínsita al ser de las mujeres porque así se lo enseñaba su Biblia, por ejemplo orar o profetizar con la cabeza descubierta… ¡como los varones! (1 Cor 11), Pablo pone auténticamente el grito en el cielo y ordena obedecer a la naturaleza u ordenamiento de la creación.

El paso dentro del cristianismo a comunidades más grandes y numerosas, no gobernadas ya por el temor o el deseo del inmediato fin del mundo (debido al retraso de la parusía) hará que cambie la situación preferente de la mujer en los grupos paulinos. En efecto, una comunidad con un notable mayor número de miembros, ya en el siglo II, da un cierto paso –precisamente porque comienza a establecerse bien en este mundo y por su propio tamaño- hacia lo público y político.

El cristianismo, cuando crece en número de fieles a la vez que se separa ideológicamente del judaísmo, se ve enfrentado –aun sin querer- a la estructura política del Imperio. De acuerdo con el espíritu de la época, y de acuerdo también con el hecho de que -a pesar del retraso de la parusía- la Iglesia no tenía el menor impulso interno para hacer una revolución social pues se creía peregrina en el mundo (1 Pedro 1,1: el cristiano como extranjero, de paso en este mundo), los cristianos comenzaron a desbancar conscientemente a las mujeres de su rango superior en sus comunidades; se inició su eliminación de los cargos eclesiásticos –salvo excepciones-, y se propugnó la vuelta de las mujeres a su denominada “situación natural”, la sumisión, y la obediencia al varón en lo público, exterior y político…. Y como veremos, en el ámbito familiar la pretendida independencia es un sometimiento real al pater familias.

Este tránsito lo veremos de un modo claro coleccionando -y reflexionando simplemente sobre ellos- los textos que hablan de las situación de la mujer en la escuela de Pablo, que crean una iglesia que comienza a organizarse como las instituciones externas del Imperio y que inicia decididamente su acomodación a un estado largo, indefinido, de residencia en este mundo.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com


Sábado, 2 de Octubre 2010
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