Notas

Pablo de Tarso y la situación de la mujer (IV) (164-11)

Redactado por Antonio Piñero el Jueves, 30 de Septiembre 2010 a las 06:54



Hoy escribe Antonio Piñero


Decíamos en la nota anterior que ahondaríamos en la idea de que para Pablo la soltería o el matrimonio no tienen en sí y por sí mismos ninguna importancia salvífica

Entre los primeros cristianos se daban –entre otras dos posturas extremas y contradictorias respecto al sexo, bien representadas entre los pertenecientes a esa comunidad griega de Corinto, fundada por Pablo: unos, totalmente contrarios al sexo; otros, los llamados “gnósticos libertinos”, para quienes el sexo era materia sólo corpórea y por tanto indiferente: podía practicarse, incluso con prostitutas, sin consecuencias para el espíritu (1 Corintios 6,13-16).

Estos cristianos, que se consideraban superiores gracias a haber resucitado ya espiritualmente y al don de su especial sabiduría (conocimiento o “gnosis”) recibida de Dios, pensaban que se había trastocado la esencia de su persona, que ésta se hallaba por encima de la “carne”, por lo que cualquier acto de sexo era en sí inocuo, indiferente, no afectaba al “espíritu”, su parte superior, ya unida con la divinidad.

Y como afirmamos, Pablo no defiende ni lo uno ni lo otro. Pero, para su aprecio por la virginidad había otra razón: el Apóstol estaba verdaderamente obsesionado por el inmediato fin del mundo: el tiempo final está a las puertas. Desde ese punto de vista, el de la proximidad del fin, sí llega Pablo a una relativización absoluta del eros y del matrimonio. Éste es un mero “remedio de la concupiscencia” (v. 2: “por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido”), y las relaciones sexuales sólo deben practicarse, naturalmente dentro del matrimonio, en principio para la procreación de los hijos y por razón de la imposibilidad de la continencia (v. 5: “No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia”).

Dentro de la misma perspectiva del fin del mundo y de la “atmósfera gnóstica”, tan anticarnal, Pablo efectúa una valoración positiva del celibato sobre el matrimonio, como hemos dicho:

a) el trasfondo gnóstico le lleva a mirar mal, en el fondo, al cuerpo; y

b) por otra parte, el próximo final del mundo conduce a Pablo, a pensar que en realidad debe acabarse todo casamiento ya que los cristianos deberían dedicarse en cuerpo y alma al Señor, a esperar su pronta venida.

El celibato no requiere una gracia, un carisma especial, sino que es una cuestión de razón cristiana debido a la “angustia del presente” (v. 26), y porque tiene menos problemas: “Yo os quisiera libre de preocupaciones”, escribe Pablo. “El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se ocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está, por tanto, dividido…, os digo esto para vuestro provecho… para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el Señor” (vv. 32-35). Pero el que no pueda ser consecuente con esta perspectiva, que se case: “Más vale casarse que abrasarse” (v. 9).

El matrimonio es, pues, una especie de mal menor para Pablo, o por lo menos no deseable por sí mismo. Y el que se halla en el estado matrimonial, por supuesto, no debe separase: v. 17, pero debe al menos relativi¬zarlo; “El tiempo es corto. Por tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen” (v. 29).

Pero Pablo no es un gnóstico consumado, ni mucho menos (eso ocurrirá unos 100 años más tarde); no se deja llevar al completo por la corriente cuyos juicios negativos sobre el cuerpo material y la mujer hemos expuesto antes. Desde el punto de vista feminista, el aspecto positivo de la doctrina paulina radica en una innegable valoración de la mujer al mismo nivel que el hombre en ciertos estratos del horizonte matrimonial-sexual. Pablo puede situarse también en la línea del primer texto del Génesis (1,27): la prohibi¬ción del divorcio afecta por igual al hombre y a la mujer (vv. 10-11), y en cuanto a las relaciones conyugales, el Apóstol presupone una igualdad absoluta de condiciones (vv.2-4); el celibato no parece fundamentarse a pesar de todo en una estimación negativa del ser femenino, en cuanto femenino, al estilo del Testamento de Rubén, como objeto sexual perverso.

Como comparación con la mentalidad de Pablo, judío al fin y al cabo, merece la pena citarse este texto del judaísmo apocalíptico, texto que está englobado en la obra Testamentos de los XII Patriarcas, que se compuso en una época va del siglo I a.C. al I d.C. (eliminadas las excrecencias de escribas cristianos posteriores):


« "No prestéis atención a la hermosura de las mujeres ni os detengáis a pensar en sus cosas... Ruina del alma es la lujuria; aparta de Dios y acerca a los ídolos, engaña continuamente la mente y el juicio y precipita a los jóvenes en el Hades antes de tiempo.. .Pues, perversas son las mujeres hijos míos: como no tienen poder o fuerza sobre el hombre lo engañan con el artifi¬cio de su belleza para arrastrarlo hacia ellas. Al que no pueden seducir con la apariencia lo subyugan por el engaño.

Sobre ellas me habló también el ángel del Señor y me enseñó que las mujeres son vencidas por el espíritu de la lujuria más que el hombre. Contra él urden maquinaciones en su corazón y con los adornos lo extravían, comenzando por las mentes. Con la mirada siembran el veneno y luego lo esclavizan con la acción. Una mujer no puede vencer por la fuerza a un hombre, sino que lo engaña con artes de meretriz. Huid, pues, de la fornicación, hijos míos, y ordenad a vuestras mujeres e hijas que no adornen sus cabezas y rostros, porque a toda mujer que usa engaños de esta índole le está reservado un castigo eterno...

Guardaos de la fornicación y si deseáis mantener limpia vuestra mente, guardad vuestros sentido apartándolos de las mujeres. La lujuria no posee ni sabiduría ni piedad, y la envidia habita en su deseo" (caps. 4, 5 y 6; cf. A. Piñero, Apócrifos del Antiguo y Nuevo Testamento. Selección de textos, Cátedra, Madrid, 2010).  »

Como vemos, hay una atmósfera distinta en Pablo a la de este texto que es –quizás, la fecha de composición es dudosa- un poco anterior, del siglo I a.C.


Seguiremos comentando la postura de Pablo en lo que afecta al estatus de las mujeres reflejado en 1 Corintios 7

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Jueves, 30 de Septiembre 2010
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