Hoy escribe Antonio Piñero
Transcribimos y comentamos brevemente 1 Corintios 7, dejándonos, como es natural, otras perspectivas que ahora no nos ocupan.
« 29 Mas esto digo, hermanos: el tiempo ha sido acortado; de modo que de ahora en adelante los que tienen mujer sean como si no la tuvieran; 30 y los que lloran, como si no lloraran; y los que se regocijan, como si no se regocijaran; y los que compran, como si no tuvieran nada; 31 y los que aprovechan el mundo, como si no lo aprovecharan plenamente; porque la apariencia de este mundo es pasajera.
32 Mas quiero que estéis libres de preocupación. El soltero se preocupa por las cosas del Señor, cómo puede agradar al Señor; 33 pero el casado se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, 34 y sus intereses están divididos. Y la mujer que no está casada y la doncella se preocupan por las cosas del Señor, para ser santas tanto en cuerpo como en espíritu; pero la casada se preocupa por las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido. 35 Y esto digo para vuestro propio beneficio; no para poneros restricción, sino para promover lo que es honesto y para asegurar vuestra constante devoción al Señor.
36 Pero si alguno cree que no está obrando correctamente con respecto a su hija virgen, si ella es de edad madura, y si es necesario que así se haga, que haga lo que quiera, no peca; que se case. 37 Pero el que está firme en su corazón, y sin presión alguna, y tiene control sobre su propia voluntad, y ha decidido en su corazón conservar soltera a su hija, bien hará. 38 Así los dos, el que da en matrimonio a su hija virgen, hace bien; y el que no la da en matrimonio, hace mejor.
39 La mujer está ligada mientras el marido vive; pero si el marido muere, está en libertad de casarse con quien desee, sólo que en el Señor. 40 Pero en mi opinión, será más feliz si se queda como está; y creo que yo también tengo el Espíritu de Dios.
»
Obsérvese en este amplio texto (1 Cor 7,1-40, dividido en parágrafos por el sentido, cuyo comentario parcial está apareciendo a lo largo de esta miniserie aquí y allá), que para este mundo, antes del fin, esa diferencia de grado entre hombre y mujer es casi óntica, esencial. La mujer está como atrapada en la esfera de lo sensitivo, por no decir sensual. A partir de otro pasaje paulino
« “Por tanto, la mujer debe tener un símbolo de autoridad sobre la cabeza, por causa de los ángeles” (1 Cor 11,10), »
sabemos que la mujer debe velarse la cabeza por respeto a los ángeles:
a) bien porque esos espíritus están presentes realmente dentro de la comunidad (teología afín a la qumránica = los ángeles participan en la liturgia de los “santos”, los miembros de la comunidad, cuando éstos están alabando a Dios),
b) bien porque la belleza de las mujeres puede seducir incluso a los ángeles (alusión oscura quizás a Gn 6,1-4 = “Y aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, 2 viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, se tomaron mujeres, escogiendo entre todas. 3 Y dijo Yahvé: ‘No contenderá mi Espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años’. 4 Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que entraron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos: Éstos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.”).
Sin embargo, los varones no tienen por qué mostrar esa señal de respeto. En estas circunstancias de desigualdad esencial (ésta es una muestra sólo) es imposible imaginarse que Pablo pudiera pensar en una emancipación radical de la mujer. Al estilo de la moral judía y romana-helenística de su tiempo consideraría tal emancipación como un signo de la decadencia moral de la sociedad.
Pablo, por su prevención de corte gnóstico contra todo lo corpóreo-material, se aparta -en esta doctrina sobre el matrimonio- fundamental¬mente de la tradición judía en cuanto que no considera, ni mucho menos, a la sociedad matrimonial como una institución casi obligatoria, como el culmen de la realización del ser humano, ni ve en la procreación de los hijos un acto de piedad. El padre puede, o no, entregar a su hija doncella libremente en matrimonio, obligándola al parecer a permanecer virgen (vv. 37-38).
Llegados a este punto me parece conveniente aclarar un poco dos conceptos fundamentales del pensamiento paulino que se hallan en íntima relación con el tema de lo corpóreo-material, dentro del cual y siguiendo la mentalidad de su tiempo sitúa Pablo el ámbito de la mujer en su función en este mundo. Los dos temas son “carne” y “cuerpo”
A. “Carne” en Pablo tiene un sentido elemental que proviene del Antiguo Testamento: “toda carne” y “carne y sangre” hacen referencia al ser humano o la humanidad en general. En otros casos más concretos, “carne” –también como en el Antiguo Testamento- se refiere frecuentemente al ser humano en cuanto criatura diferenciada del Creador.
Afirma Günther Bornkamm en su obra Pablo de Tarso (versión española de Edit. Sígueme, de 1978 (la obra original, muy breve, es de 1969!!!, y todavía hoy merece la pena leerse; es de las mejores en mi opinión), p. 185 que “carne” es
• El ser humano en su existencia mundana, efímera, por su origen como tal ser y por su situación en una sociedad de seres humanos en la que vive (Gál 4,13: “ Vosotros sabéis que en flaqueza de la carne os prediqué el evangelio al principio” ”; 2 Cor 12,7: “Y para que no me enaltezca desmedidamente por la grandeza de las revelaciones, me es dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera”, etc.
• Son denominados carnales los bienes terrenos, pasajeros, como la comida y el dinero (Rom 15,27 y 1 Cor 9,11).
• También significa “carne” la naturaleza y conducta humana en cuanto oposición y contradicción al Espíritu de Dios o a Dios mismo. “Carne” es el fundamento a partir del cual el hombre natural se entiende a sí mismo y el ideal de vida que tiene en este mundo rodeado de cosas materiales (Rom 8,22-23: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y está en dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, esto es, la redención de nuestro cuerpo”; 2 Cor 10,2; 11, 18).
• Para Pablo el hombre adopta una conducta carnal pensando que es como el rey de sí mismo y del mundo, pero en realidad está esclavizado a poderes (carnales como el Pecado, en singular y con mayúscula, personificado). Como el pecado, la carne es también un poder esclavizante (Rom 7,14: “Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido bajo pecado”; Gál 5,16).
Como se ve, estos conceptos, o mejor este mundo conceptual, aclaran –como diremos- que Pablo tenga cierta prevención ante el ámbito del matrimonio, del sexo y de la procreación, en el que la mujer desempeña un papel singular.
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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