Escribe Antonio Piñero
En el artículo que comentamos aclara el Prof. Bermejo que no solo múltiples aspectos de la pasión y muerte de Jesús se aclaran si tomamos como base la hipótesis de un Jesús sedicioso, sino también otros detalles en principio poco claros de la vida pública de Jesús y del comportamiento de sus discípulos. Desarrollaré este punto.
1. El primero es el sorprendente aviso del Maestro a sus discípulos respecto al grave peligro que corrían sus vidas si lo seguían:
“El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 10,38).
“Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 16,24-25)
¿Por qué escoge Jesús expresiones tan duras para manifestar las consecuencias del seguimiento a su persona y a sus propósitos? En la época de Jesús no era como es hoy, que pensamos que la cruz tiene un significado simbólico y significa los sacrificios diarios que impone la dureza de la vida a cada persona. Esta interpretación metafórica solo es posible cuando Lucas altera la frase de Jesús y la reinterpreta Lucas, unos cincuenta años después de la muerte de Jesús, cuando añade un “cada día” que cambia totalmente el sentido de la frase: “«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. No era así, sino que la cruz significaba solamente el suplicio al que condenaban los romanos a todo aquel que fuera un sedicioso para el Imperio.
¿Qué sentido tiene que los romanos crucificaran a unos predicadores itinerantes, liderados por un maestro totalmente pacífico, sin interés alguno por los aspectos políticos de la vida de su país, absolutamente inofensivo, que predicaba continuamente el amor? Un mensaje de paz y amor no es amenazante para nadie. Por el contrario, si un maestro itinerante mueve a las masas tras él y les predica que viene un reino de Dios que supone una total inversión de valores sociales ––Los primeros serán los últimos y los últimos los primeros (Mt 19,30) y que los pobres serán bienaventurados y no los ricos (Mt 5,3) que ya han recibido su recompensa en esta tierra (Lc 16,26)–– gracias a la venida de un Reino cuya primera condición es que los romanos se “vuelvan” (conviertan) todos hacia la ley de Moisés o de lo contrario que sean expulsados del país?
Me parece evidente, pues, que Jesús predicaba algo, un reino de Dios, que los romanos consideraban peligroso, tanto como para amenazar con la muerte en cruz a quien siguiera a un maestro que predicaba semejante cosa. Hay que insistir en que la cruz no tenía entonces significado simbólico-metafórico alguno. Jesús afirma que quien le sigue puede perder su vida. Y que si la pierde (¿a manos de quién? De los romanos naturalmente), resucitará para ganar una vida eterna en el mundo futuro, es decir, en el inminente reino de Dios.
2. La hipótesis de un Juan sedicioso y las represalias de los romanos contra ellos explican claramente la huida de los discípulos tras el episodio del prendimiento del Maestro en Getsemaní. Si eran todos gente totalmente pacífica, por qué Jesús y sus discípulos fueron atacados de noche por una tropa más o menos poderosa, y por qué, al verse perdidos, sus seguidores huyeron a toda prisa? Naturalmente porque temían por su vida. Pero los totalmente pacíficos y predicadores solo del amor no suelen temer por su vida.
¿Acaso no temía por su vida Pedro cuando negó repetidas veces a Jesús durante la noche de su detención? Que el hecho es histórico se demuestra con verosimilitud por el criterio de dificultad, ya que nadie inventa porque sí que el jefe de su grupo es un cobarde, un traidor y un desleal, sobre todo cuando hacía poco que había manifestado que estaba dispuesto a morir por él? = Mc 14,31: “Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Lo mismo decían también todos”. Por cierto, en esta frase aparece de nuevo el peligro de muerte que corrían aquellos que estaban dispuestos a seguir a Jesús.
3. Por último: según Lc 13,31 (“Se acercaron algunos fariseos a Jesús, y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes Antipas quiere matarte»”), parte de la vida itinerante y errática, incluido el paso a territorios fuera de Israel, se explica bien porque Jesús huía de Antipas; porque temía correr la misma suerte que su maestro Juan Bautista de manos del tetrarca de Galilea. ¿Por qué motivo? Por el mismo que indica Flavio Josefo (Antigüedades XVIII 116-117) respecto a Juan: porque él, Jesús, representaba un peligro social, ya que movía multitudes y a la larga, o a la corta, podía provocar un tumulto de gentes que derrocaran, o hicieran temblar seriamente, el trono de Antipas. La amenaza era tan grave que el tetrarca pensaba que solo se podía arreglar con la muerte. Estas circunstancias se explican muy bien –al igual que el caso de Juan Bautista– si se piensa en una predicación religiosa de la inminencia de un reino de Dios que trastocaba todo el orden social y político existente.
Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com
En el artículo que comentamos aclara el Prof. Bermejo que no solo múltiples aspectos de la pasión y muerte de Jesús se aclaran si tomamos como base la hipótesis de un Jesús sedicioso, sino también otros detalles en principio poco claros de la vida pública de Jesús y del comportamiento de sus discípulos. Desarrollaré este punto.
1. El primero es el sorprendente aviso del Maestro a sus discípulos respecto al grave peligro que corrían sus vidas si lo seguían:
“El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 10,38).
“Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 16,24-25)
¿Por qué escoge Jesús expresiones tan duras para manifestar las consecuencias del seguimiento a su persona y a sus propósitos? En la época de Jesús no era como es hoy, que pensamos que la cruz tiene un significado simbólico y significa los sacrificios diarios que impone la dureza de la vida a cada persona. Esta interpretación metafórica solo es posible cuando Lucas altera la frase de Jesús y la reinterpreta Lucas, unos cincuenta años después de la muerte de Jesús, cuando añade un “cada día” que cambia totalmente el sentido de la frase: “«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. No era así, sino que la cruz significaba solamente el suplicio al que condenaban los romanos a todo aquel que fuera un sedicioso para el Imperio.
¿Qué sentido tiene que los romanos crucificaran a unos predicadores itinerantes, liderados por un maestro totalmente pacífico, sin interés alguno por los aspectos políticos de la vida de su país, absolutamente inofensivo, que predicaba continuamente el amor? Un mensaje de paz y amor no es amenazante para nadie. Por el contrario, si un maestro itinerante mueve a las masas tras él y les predica que viene un reino de Dios que supone una total inversión de valores sociales ––Los primeros serán los últimos y los últimos los primeros (Mt 19,30) y que los pobres serán bienaventurados y no los ricos (Mt 5,3) que ya han recibido su recompensa en esta tierra (Lc 16,26)–– gracias a la venida de un Reino cuya primera condición es que los romanos se “vuelvan” (conviertan) todos hacia la ley de Moisés o de lo contrario que sean expulsados del país?
Me parece evidente, pues, que Jesús predicaba algo, un reino de Dios, que los romanos consideraban peligroso, tanto como para amenazar con la muerte en cruz a quien siguiera a un maestro que predicaba semejante cosa. Hay que insistir en que la cruz no tenía entonces significado simbólico-metafórico alguno. Jesús afirma que quien le sigue puede perder su vida. Y que si la pierde (¿a manos de quién? De los romanos naturalmente), resucitará para ganar una vida eterna en el mundo futuro, es decir, en el inminente reino de Dios.
2. La hipótesis de un Juan sedicioso y las represalias de los romanos contra ellos explican claramente la huida de los discípulos tras el episodio del prendimiento del Maestro en Getsemaní. Si eran todos gente totalmente pacífica, por qué Jesús y sus discípulos fueron atacados de noche por una tropa más o menos poderosa, y por qué, al verse perdidos, sus seguidores huyeron a toda prisa? Naturalmente porque temían por su vida. Pero los totalmente pacíficos y predicadores solo del amor no suelen temer por su vida.
¿Acaso no temía por su vida Pedro cuando negó repetidas veces a Jesús durante la noche de su detención? Que el hecho es histórico se demuestra con verosimilitud por el criterio de dificultad, ya que nadie inventa porque sí que el jefe de su grupo es un cobarde, un traidor y un desleal, sobre todo cuando hacía poco que había manifestado que estaba dispuesto a morir por él? = Mc 14,31: “Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré.» Lo mismo decían también todos”. Por cierto, en esta frase aparece de nuevo el peligro de muerte que corrían aquellos que estaban dispuestos a seguir a Jesús.
3. Por último: según Lc 13,31 (“Se acercaron algunos fariseos a Jesús, y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes Antipas quiere matarte»”), parte de la vida itinerante y errática, incluido el paso a territorios fuera de Israel, se explica bien porque Jesús huía de Antipas; porque temía correr la misma suerte que su maestro Juan Bautista de manos del tetrarca de Galilea. ¿Por qué motivo? Por el mismo que indica Flavio Josefo (Antigüedades XVIII 116-117) respecto a Juan: porque él, Jesús, representaba un peligro social, ya que movía multitudes y a la larga, o a la corta, podía provocar un tumulto de gentes que derrocaran, o hicieran temblar seriamente, el trono de Antipas. La amenaza era tan grave que el tetrarca pensaba que solo se podía arreglar con la muerte. Estas circunstancias se explican muy bien –al igual que el caso de Juan Bautista– si se piensa en una predicación religiosa de la inminencia de un reino de Dios que trastocaba todo el orden social y político existente.
Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com