Hoy escribe Antonio Piñero
Concluimos el tema de la fiabilidad de Lucas como historiador
Muchos investigadores se asombran de que Lucas dibuje una imagen de Pablo que se parece más al ideal misionero de los adversarios del Apóstol en 2 Corintios –que si seguimos con esta serie llegaremos un día a explicarla y aclararla desde el punto de vista de la historia y de la filología- que a lo descrito por Pablo mismo.
Además, opinan los investigadores, la teología “paulina” del Pablo de Hechos no es paulina. Otros destacan cómo Lucas distorsiona la presentación de los personajes y de la trama interna de la historia, aunque sea fiel en los detalles pequeños. Precisamente esta fidelidad pretendida en lo mínimo –dicen— le autoriza a manipular lo importante.
Parece razonable la duda al menos sobre la veracidad histórica de Lucas-Hechos. Se puede pensar que Lucas, como escritor de la tercera generación cristiana, no es sólo un historiador sino un apologeta y propagandista de su religión, el defensor de una fe ya consolidada que abraza con toda convicción.
La tendencia de Lucas a mostrar la historia de la Iglesia en la mejor de las luces posibles le lleva a dibujar en su obra un cuadro casi idílico, una “edad dorada de la Iglesia” en la que no hay fricciones notables dentro del cristianismo primitivo. Incluso las dos “facciones” de la Iglesia, herederas de hebraístas y helenistas (véase los capítulos 6 y siguientes de los Hechos), llegan sin problemas a un acuerdo en lo fundamental en el “Concilio de Jerusalén” y sus diferencias eran más bien sociales: problemas respecto al cuidado de las viudas (6,1).
Todos estos rasgos contienen mucho de valoración subjetiva, voluntariosa y cándida que tiñe la exposición objetiva de los hechos. Comenta críticamente Philip Vielhauer que Lucas al obrar así no cumple con los condicionantes exigidos por la historiografía antigua, ya que muestra claramente unas tendencias que son más propias del teólogo que del historiador:
« Lucas no puede compararse a Flavio Josefo, a Plutarco, Suetonio e incumple las normas de Luciano sobre cómo escribir historia (Historia de la literatura cristiana primitiva, Sígueme, Salamanca, 1991, 395). »
Otros investigadores, sin embargo, ensalzan en diversos estudios detalles de los Hechos que revelan gran exactitud histórica. Insisten en que no debe medirse a Lucas con el rasero de la historiografía moderna, y se indica que los presuntos errores se deben sobre todo a que Lucas es un historiador que sintetiza en su obra un gran lapso de tiempo, por lo que ha de ser muy selectivo cronológica y geográficamente, es decir ha de elegir qué hechos decide contar y los ámbitos o ciudades que, según él, desempeñaron un papel importante. Otros datos los omite. He aquí el juicio conclusivo sobre el valor histórico ambivalente de la obra de Lucas de un estudioso que intenta representar un sentir también difundido en la investigación de hoy:
« Dado que no era un testigo ocular de lo que narra y de que es muy selectivo, el autor de los Hechos alcanza cotas altas de exactitud histórica en las diferentes secciones de su libro. Aunque el autor escribió más en un estilo bíblico que en el clásico de los historiadores, no es absurdo pensar que podría haber sido un candidato apropiado a miembro de la fraternidad de los historiadores helenísticos, aunque nunca sería elegido presidente de la sociedad. De cualquier modo, al evaluar a Lucas como historiador es digno de recordarse que el autor nunca llamó evangelio a su Evangelio y nunca denominó a sus Hechos historia. Pensó que ambos eran una diégesis, “narra¬ción”. En los Hechos tal narración tiene el fin primario de proporcionar seguridad a los creyentes (Lc 1,4) y fortalecer su perspectiva teológica. Por ello, cualquier tipo de historia que se nos haya conservado en los Hechos está puesta al servicio de la teología y de la predicación pastoral (Raymond E. Brown, Introducción al Nuevo Testamento, Trotta, Madrid, 2002, 429). »
Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Concluimos el tema de la fiabilidad de Lucas como historiador
Muchos investigadores se asombran de que Lucas dibuje una imagen de Pablo que se parece más al ideal misionero de los adversarios del Apóstol en 2 Corintios –que si seguimos con esta serie llegaremos un día a explicarla y aclararla desde el punto de vista de la historia y de la filología- que a lo descrito por Pablo mismo.
Además, opinan los investigadores, la teología “paulina” del Pablo de Hechos no es paulina. Otros destacan cómo Lucas distorsiona la presentación de los personajes y de la trama interna de la historia, aunque sea fiel en los detalles pequeños. Precisamente esta fidelidad pretendida en lo mínimo –dicen— le autoriza a manipular lo importante.
Parece razonable la duda al menos sobre la veracidad histórica de Lucas-Hechos. Se puede pensar que Lucas, como escritor de la tercera generación cristiana, no es sólo un historiador sino un apologeta y propagandista de su religión, el defensor de una fe ya consolidada que abraza con toda convicción.
La tendencia de Lucas a mostrar la historia de la Iglesia en la mejor de las luces posibles le lleva a dibujar en su obra un cuadro casi idílico, una “edad dorada de la Iglesia” en la que no hay fricciones notables dentro del cristianismo primitivo. Incluso las dos “facciones” de la Iglesia, herederas de hebraístas y helenistas (véase los capítulos 6 y siguientes de los Hechos), llegan sin problemas a un acuerdo en lo fundamental en el “Concilio de Jerusalén” y sus diferencias eran más bien sociales: problemas respecto al cuidado de las viudas (6,1).
Todos estos rasgos contienen mucho de valoración subjetiva, voluntariosa y cándida que tiñe la exposición objetiva de los hechos. Comenta críticamente Philip Vielhauer que Lucas al obrar así no cumple con los condicionantes exigidos por la historiografía antigua, ya que muestra claramente unas tendencias que son más propias del teólogo que del historiador:
« Lucas no puede compararse a Flavio Josefo, a Plutarco, Suetonio e incumple las normas de Luciano sobre cómo escribir historia (Historia de la literatura cristiana primitiva, Sígueme, Salamanca, 1991, 395). »
Otros investigadores, sin embargo, ensalzan en diversos estudios detalles de los Hechos que revelan gran exactitud histórica. Insisten en que no debe medirse a Lucas con el rasero de la historiografía moderna, y se indica que los presuntos errores se deben sobre todo a que Lucas es un historiador que sintetiza en su obra un gran lapso de tiempo, por lo que ha de ser muy selectivo cronológica y geográficamente, es decir ha de elegir qué hechos decide contar y los ámbitos o ciudades que, según él, desempeñaron un papel importante. Otros datos los omite. He aquí el juicio conclusivo sobre el valor histórico ambivalente de la obra de Lucas de un estudioso que intenta representar un sentir también difundido en la investigación de hoy:
« Dado que no era un testigo ocular de lo que narra y de que es muy selectivo, el autor de los Hechos alcanza cotas altas de exactitud histórica en las diferentes secciones de su libro. Aunque el autor escribió más en un estilo bíblico que en el clásico de los historiadores, no es absurdo pensar que podría haber sido un candidato apropiado a miembro de la fraternidad de los historiadores helenísticos, aunque nunca sería elegido presidente de la sociedad. De cualquier modo, al evaluar a Lucas como historiador es digno de recordarse que el autor nunca llamó evangelio a su Evangelio y nunca denominó a sus Hechos historia. Pensó que ambos eran una diégesis, “narra¬ción”. En los Hechos tal narración tiene el fin primario de proporcionar seguridad a los creyentes (Lc 1,4) y fortalecer su perspectiva teológica. Por ello, cualquier tipo de historia que se nos haya conservado en los Hechos está puesta al servicio de la teología y de la predicación pastoral (Raymond E. Brown, Introducción al Nuevo Testamento, Trotta, Madrid, 2002, 429). »
Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero