Escribe Antonio Piñero
Foto: Un libro de Joel Carmichael. Este defensor de la hipótesis del Jesús sedicioso es poco conocido. Solo este libro ha conseguido ver varias ediciones.
Antes de pasar a las conclusiones, F. Bermejo hace unas reflexiones finales sobre la ausencia real de objeciones que puedan considerarse definitivas contra la hipótesis de un Jesús sedicioso. En realidad –opina– no se ha propinado un golpe definitivo y fatal contra esta hipótesis.
Hay que afirmar claramente: la suma total de objeciones puede parecer impresionante, pero una vez examinada una a una con tranquilidad tales dificultades puede decirse que han sido desmontadas, igualmente una a una, en cuanto a su peligrosidad. No es que la hipótesis sea débil, sino que muchos estudiosos que parten de una posición a priori (“Está bien asentada la imagen tradicional de un Jesús pacifista”) se esfuerzan por convencerse a sí mismos de que la hipótesis contraria –el Jesús sedicioso–es muy frágil.
Ahora bien, la estrategia utilizada para defender esta idea no es correcta porque no se consideran todos los textos que proporcionan los Evangelios, sino que se escogen los que conviene omitiendo todos los demás. Lo que se achaca a los partidarios de defender la hipótesis del Jesús sedicioso (no citar los textos que no convienen) es lo que suele hacerse para defender la idea contraria.
Después de esta larga serie de postales puede concluirse que no hay ni un solo texto decisivo contrario radicalmente a la hipótesis del Jesús sedicioso. Y aceptamos totalmente la propuesta de que no se debe fragmentar la tradición evangélica, a menos que haya razones poderosísimas para hacerlo.
Si esta tradición presenta a) a un Jesús pacifista, pero b) también ofrece la imagen de un Jesús sedicioso a los ojos del Imperio y que está implicado en algunas acciones que suponen violencia, hay que explicar a) y b). No es un bien sistema científico aceptar solo a) y rechazar b) sin sólidas razones. Y la defensa de la hipótesis del Jesús sedicioso ha intentado aceptar tanto el Jesús pacifista (a) como el Jesús violento (b).
Recordemos que hemos propuesto que el Jesús violento se muestra preferentemente al final de su existencia, cuando se precipitan los acontecimientos en los que Jesús empieza a sospechar que su vida está en grave peligro. Tenemos que recordar que en postales anteriores sostuvimos que
1. Hubo una evolución espiritual en Jesús. Y esto los sabemos por dos razones
a) Los matices sediciosos aparecen con mayor claridad en las etapas finales de su vida. Son ante todo los últimos días en Jerusalén
b) El pasaje de Lc 22,36 (“El que no tenga espada que venda su manto y compre una espada”) es el testigo de un cambio en la actitud de Jesús. Hay varios pasajes del Evangelio que indican que, como el momento decisivo en Jerusalén se acercaba, Jesús se tomó algunas situaciones críticas y adoptó algunas graves decisiones. Así, consúltense los pasajes ya citados: Mc 14,33-35; Mt 26,37-39; Lc 22,43-44. Jesús estaba en realidad angustiado y hubo de tomar decisiones que antes, en su vida pública, no había adoptado porque no se había presentado una situación de angustia y acoso como el de sus últimos días en Jerusalén.
2. Y refiriéndonos sobre todo a la cuestión clave del amor a los enemigos proclamado en Mt 5,38-48 hemos afirmado que entre el texto de Mt 5,38 – 48 y una postura sediciosa de Jesús no hay en el fondo contradicción alguna si se examina todo el texto del Evangelio de Mateo.
“De hecho” –escribe Bermejo– “las dos antítesis finales del Sermón de la Montaña solo tienen sentido pleno no en el ámbito político (o al menos no primaria y específicamente en este terreno, ya que Mt 5,44 no se refiere a oponentes políticos), sino más bien en un contexto de interacción social y local, y más probablemente en conflictos que estarían relacionados con las dificultades económicas de ciertos grupos que se estaban deteriorando debido precisamente a la imposición rigurosa de tributos por parte de los gobernantes clientes del poder romano (Herodes Antipas en Galilea)”.
“Si esta lectura es correcta, el dicho ‘Amad a vuestros enemigos’ no estaba dirigido a los enemigos políticos, sino que, paradójicamente, expresaba una forma de resistencia a la dominación extranjera opresora a través de las relaciones sociales constructivas que se caracterizaban por la asistencia mutua y un espíritu de solidaridad dentro del grupo oprimido” (pp. 91-92).
Con otras palabras: no hay que romper en pedazos, no se puede compartimentar lo que la tradición mantiene unido (las dos imágenes: un Jesús pacifista y un Jesús sedicioso, a no ser que tengamos muy buenas razones para hacerlo. A menos que podamos estar absolutamente seguros de que hay una contradicción insuperable entre declaraciones solo contradictorias a primera vista, el procedimiento habitual que consiste en rechazar la hipótesis de un Jesús sedicioso es simplista y arbitraria porque no tiene en cuenta toda la información que proporcionan los Evangelios.
Estos razonamientos conclusivos me parecen muy interesantes. El próximo día concluiremos con esta reflexión que anima a intentar explicar todos los textos y nos solo una parte. Nos zambulliremos luego en el ámbito de las concusiones finales.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com
Foto: Un libro de Joel Carmichael. Este defensor de la hipótesis del Jesús sedicioso es poco conocido. Solo este libro ha conseguido ver varias ediciones.
Antes de pasar a las conclusiones, F. Bermejo hace unas reflexiones finales sobre la ausencia real de objeciones que puedan considerarse definitivas contra la hipótesis de un Jesús sedicioso. En realidad –opina– no se ha propinado un golpe definitivo y fatal contra esta hipótesis.
Hay que afirmar claramente: la suma total de objeciones puede parecer impresionante, pero una vez examinada una a una con tranquilidad tales dificultades puede decirse que han sido desmontadas, igualmente una a una, en cuanto a su peligrosidad. No es que la hipótesis sea débil, sino que muchos estudiosos que parten de una posición a priori (“Está bien asentada la imagen tradicional de un Jesús pacifista”) se esfuerzan por convencerse a sí mismos de que la hipótesis contraria –el Jesús sedicioso–es muy frágil.
Ahora bien, la estrategia utilizada para defender esta idea no es correcta porque no se consideran todos los textos que proporcionan los Evangelios, sino que se escogen los que conviene omitiendo todos los demás. Lo que se achaca a los partidarios de defender la hipótesis del Jesús sedicioso (no citar los textos que no convienen) es lo que suele hacerse para defender la idea contraria.
Después de esta larga serie de postales puede concluirse que no hay ni un solo texto decisivo contrario radicalmente a la hipótesis del Jesús sedicioso. Y aceptamos totalmente la propuesta de que no se debe fragmentar la tradición evangélica, a menos que haya razones poderosísimas para hacerlo.
Si esta tradición presenta a) a un Jesús pacifista, pero b) también ofrece la imagen de un Jesús sedicioso a los ojos del Imperio y que está implicado en algunas acciones que suponen violencia, hay que explicar a) y b). No es un bien sistema científico aceptar solo a) y rechazar b) sin sólidas razones. Y la defensa de la hipótesis del Jesús sedicioso ha intentado aceptar tanto el Jesús pacifista (a) como el Jesús violento (b).
Recordemos que hemos propuesto que el Jesús violento se muestra preferentemente al final de su existencia, cuando se precipitan los acontecimientos en los que Jesús empieza a sospechar que su vida está en grave peligro. Tenemos que recordar que en postales anteriores sostuvimos que
1. Hubo una evolución espiritual en Jesús. Y esto los sabemos por dos razones
a) Los matices sediciosos aparecen con mayor claridad en las etapas finales de su vida. Son ante todo los últimos días en Jerusalén
b) El pasaje de Lc 22,36 (“El que no tenga espada que venda su manto y compre una espada”) es el testigo de un cambio en la actitud de Jesús. Hay varios pasajes del Evangelio que indican que, como el momento decisivo en Jerusalén se acercaba, Jesús se tomó algunas situaciones críticas y adoptó algunas graves decisiones. Así, consúltense los pasajes ya citados: Mc 14,33-35; Mt 26,37-39; Lc 22,43-44. Jesús estaba en realidad angustiado y hubo de tomar decisiones que antes, en su vida pública, no había adoptado porque no se había presentado una situación de angustia y acoso como el de sus últimos días en Jerusalén.
2. Y refiriéndonos sobre todo a la cuestión clave del amor a los enemigos proclamado en Mt 5,38-48 hemos afirmado que entre el texto de Mt 5,38 – 48 y una postura sediciosa de Jesús no hay en el fondo contradicción alguna si se examina todo el texto del Evangelio de Mateo.
“De hecho” –escribe Bermejo– “las dos antítesis finales del Sermón de la Montaña solo tienen sentido pleno no en el ámbito político (o al menos no primaria y específicamente en este terreno, ya que Mt 5,44 no se refiere a oponentes políticos), sino más bien en un contexto de interacción social y local, y más probablemente en conflictos que estarían relacionados con las dificultades económicas de ciertos grupos que se estaban deteriorando debido precisamente a la imposición rigurosa de tributos por parte de los gobernantes clientes del poder romano (Herodes Antipas en Galilea)”.
“Si esta lectura es correcta, el dicho ‘Amad a vuestros enemigos’ no estaba dirigido a los enemigos políticos, sino que, paradójicamente, expresaba una forma de resistencia a la dominación extranjera opresora a través de las relaciones sociales constructivas que se caracterizaban por la asistencia mutua y un espíritu de solidaridad dentro del grupo oprimido” (pp. 91-92).
Con otras palabras: no hay que romper en pedazos, no se puede compartimentar lo que la tradición mantiene unido (las dos imágenes: un Jesús pacifista y un Jesús sedicioso, a no ser que tengamos muy buenas razones para hacerlo. A menos que podamos estar absolutamente seguros de que hay una contradicción insuperable entre declaraciones solo contradictorias a primera vista, el procedimiento habitual que consiste en rechazar la hipótesis de un Jesús sedicioso es simplista y arbitraria porque no tiene en cuenta toda la información que proporcionan los Evangelios.
Estos razonamientos conclusivos me parecen muy interesantes. El próximo día concluiremos con esta reflexión que anima a intentar explicar todos los textos y nos solo una parte. Nos zambulliremos luego en el ámbito de las concusiones finales.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.ciudadanojesus.com