Escribe Antonio Piñero
La hipótesis de un Jesús sedicioso para el Imperio romano explica algunas de las cuestiones sobre la vida y la personalidad de Jesús que se plantean normalmente los exegetas, y sobre las que escriben miles de páginas… pienso que algunas inútiles. Así, en primer lugar, la hipótesis de un Jesús sedicioso explica con mucha sencillez la razón por la que Jesús fue condenado a muerte en cruz… y por los romanos, no directamente por los judíos.
Según el pensamiento del evangelista Marcos (14,61-64) Jesús fue condenado por blasfemia. Según Lucas, su condena fue un trágico error: un Jesús inocente y pacífico fue tenido por lo que no era, un Jesús subversivo (Lucas da a entender que las tres acusaciones formuladas contra Jesús en 23,1: “«Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey”) son en realidad falsas y que los testimonios de la testigos no coincidían. Es cierto que Jesús se declara “rey de los judíos” en el Evangelio de Lucas, pero de inmediato Pilato, el guardián del orden imperial, dice que “no halla en el ningún delito”. Eso significa que la realeza de Jesús –según Lucas– no ofendía al Imperio. Por tanto, era una relaza simplemente espiritual. En esa misma idea abunda el Evangelio de Juan (“Mi Reino no es de este mundo: Jn 18,36).
Las tres razones dadas por los evangelistas para la muerte de Jesús (blasfemia; simple injusticia; espiritualidad/un reino de Dios inocuo) no convencen para quien conozca al siglo I y a los personajes que intervienen en la condena. En primer lugar, según los evangelios mismos, Jesús jamás pronunció blasfemia alguna (era preciso que se pronunciara expresamente el nombre de Dios en una frase injuriosa contra él). Tampoco fue una blasfemia la purificación del Templo, ni mucho menos el conjunto de su enseñanza, tanto en Galilea como en Jerusalén. Marcos concluye, pues, explícitamente que los jefes de los judíos mintieron en esa reunión del Sanedrín. Además cuando llevaron a Jesús ante Pilato para que lo condenara a muerte (él era el único que poseía ese derecho, el denominado ius gladii = literalmente “derecho de espada”), los judíos omiten el cargo de blasfemia y le acusan de “muchas cosas” (Mc 15,3), pero no precisamente de aquello por lo que lo habían condenado según la ley judía. Y ¿de qué lo acusan? De lo más verosímil según la vida pública de Jesús. E igualmente, según los mismos evangelistas, el crudelísimo y duro Poncio Pilato, se encarga de defenderlo!!! Marcos, pues, prepara el terreno para que Lucas insista en el tremendo error de haber condenado a muerte a un justo inocente. E igualmente el Evangelio de Juan. Que se equivocaran tanto Herodes Antipas (que persiguió a muerte a Jesús: Lc 13,31) y Poncio Pilato es altísimamente inverosímil.
¿Cuál es, pues, la solución al “enigma” (según escriben algunos) de la muerte de Jesús?: pues que tanto Pilato como Antipas sabían por sus informadores que la predicación de Jesús sobre el reino de Dios era políticamente subversiva, y que al final de su vida Jesús se había declarado rey mesiánico de Israel. Y eso suponía un gravísimo delito de lesa (“herida”) majestad del emperador, Tiberio, y del Imperio mismo. Luego la condena a muerte en cruz por sedicioso era inevitable. He ahí la razón simple y sencilla de la muerte de Jesús apuntada ya por el patrón de recurrencia con treinta y seis indicios nada menos… que si se busca en los comentaristas confesionales es muy difícil que se encuentre. No hay enigma alguno en la causa de la muerte de Jesús.
Tampoco hay enigma alguna en el hecho de que Jesús no fuera crucificado solo (Mc 15,27. 32; Lc 23,33; Jn 19,18; a este tema ha dedicado F. Bermejo un artículo completo que los lectores pueden leer en “Academia.edu”). La solución más sencilla a este “enigma” es que; a) había relación entre los tres crucificados; los tres estaban condenados por el delito de sedición, como supone el suplicio escogido para la muerte; b) que Jesús estuviera colocado en el centro tiene como explicación probable el que él, Jesús, fuera el más importante de los tres; c) y si , flanqueado por los otros dos es que eran reos del mismo delito. Incluso el Evangelio de Marcos indica que esos dos individuos que sufren la misma suerte de Jesús podían ser denominados lestaí (bandoleros; es decir, sediciosos en la jerga política de la época; vocablo rebajado a simples “malhechores” por Lucas 23,33), parece también probable que Jesús fuera considerado un lestés, es decir, un sedicioso según las leyes del Imperio. Lucas pone en boca de uno de esos dos “bandoleros/sediciosos” que Jesús había sido condenado a la misma pena… Con cierta oscuridad está indicando –aunque no lo diga expresamente– que la causa de la condena es la misma.
En una palabra: no hay enigma ninguno en la muerte de Jesús ni tampoco en que fuera condenado en compañía de otros dos. La causa era clara según Poncio Pilato: “Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos”. Jesús era un sedicioso contra el Imperio Romano.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
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