Hoy escribe Antonio Piñero
Transcribimos y comentamos el capítulo sobre los cristianos primitivos del libro “Los cristianos”, Alianza, Madrid, 2010.
“Algunos jesusitas emigraron a Antioquía y Damasco, donde constituyeron comunidades cristianas, en las que tuvo lugar un proceso de glorificación de la figura de Jesús. Allí se forjó la creencia de que Jesús habría sido nombrado por Dios el mesías que habría de venir a juzgar a todos los humanos, lo cual iba mucho más lejos de lo que él mismo había predicado. Jesús nunca dijo que fuera el mesías; mucho menos Dios, desde luego.
“Jesús Nazareno resultó ser un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. Lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron, cuando nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel” (Lc 24, 19-21).
“En Antioquía los jesusitas fueron llamados por primera vez cristianos, khristianoí, artificioso vocablo greco-latino procedente de khristós, traducción griega del hebreo mashíaj, mesías, ungido. Los cristianos serían los partidarios del mesías Jesús, del Cristo Jesús, de Cristo.
“La esperanza mesiánica impregnaba los movimientos nacionalistas, fanáticos y apocalípticos de la Palestina romana, y fue luego incorporada a la liturgia rabínica. Los jesusitas proclamaron a Jesús a posteriori como el mesías.
Apostilla:
Hay muchos “biógrafos” de Jesús, exegetas del Nuevo Testamento, que sostienen estas ideas. Ciertamente en los Evangelios la idea de la mesianidad de Jesús, de uno que se proclame a sí mismo “mesías de Israel” no aparece expressis verbis. Incluso Mc 13, 35-37 parece contradecirlo:
Jesús decía, enseñando en el Templo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies. Luego llamándole el mismo David, Señor, ¿de dónde, pues, es su hijo?
Pero sí aparece la idea de la mesianidad de Jesús de un modo indirecto y bastante claro en sus acciones como la entrada en Jerusalén (en su núcleo que parece histórico y en la llamada “purificación del Templo”.
Por lo menos puede concederse a Jesús el título de “pretendiente mesiánico”. El Evangelio de Marcos está transido totalmente de la idea del mesianismo de Jesús. Comenta Joel Marcus en su novísimo Commentary 2009, The Anchor Yale Library, New Haven-London:
“Si pues, como acentúan a menudo los comentaristas correctamente, el tema marcano del mesianismo de Jesús está calificado por el de su pasión, lo opuesto es también verdadero: la pasión de Jesús está situada en el contexto apocalíptico de su vindicación por Dios en el éschaton inminente, cuando su mesianismo quede demostrado públicamente (cf. 14, 61-62)” (II p. 623).
Sigue J. Mosterín:
“Bar Kojbá sería también saludado como mesías por el famoso Rabí Akiba cuando en 133 se alzó en armas contra los romanos. Todavía en el siglo XVII, Shabetai Zevi fue reconocido como el mesías por Nathán de Gaza y tuvo numerosísimos seguidores en todo el mundo judío, entre los que su anuncio provocó un entusiasmo inmenso, que incluso sobrevivió a la posterior conversión al islam del presunto mesías judío. En cierto modo puede considerarse que el sionismo político moderno y el actual Estado de Israel constituyen la consumación secularizada y colectiva del sueño mesiánico judío.
“También el islam shií espera la llegada del Mahdí (el guiado), un descendiente de Muhammad que establecerá en el mundo la perfecta comunidad islámica. En la rama Imamiyya (es decir, del imamato duodecimano) de la Shía, se piensa que el duodécimo imam no murió en realidad, sino que está oculto, y volverá como Mahdí a establecer la sociedad ideal.
“La muerte de Jesús en la cruz, como un rebelde o facineroso cualquiera, resultaba infamante e inaceptable para sus discípulos. Había que inventar alguna explicación escatológica para salvar la reputación del grupo de sus seguidores. La muerte oprobiosa en la cruz formaría parte del guión divino para el mesías, y, además, sería un mero trámite en el camino a la glorificación definitiva de Jesús como mesías.
“En Antioquía y Damasco se fraguó también la creencia en la resurrección de Jesús. No se trataba ya solo de visiones, sino de la resurrección milagrosa del mesías. Los cristianos antioqueños empezaron a especular que Jesús no había muerto de verdad, que su muerte solo habría durado horas y que en seguida habría resucitado. Su tumba estaba vacía, su fracaso era provisional y de un momento a otro volvería como mesías glorioso a establecer el anunciado reino de Dios sobre la tierra, en el que sus seguidores serían los nuevos privilegiados y ocuparían los lugares de honor.
Apostilla:
He argumentado con cierta extensión en la Guía para entender el Nuevo Testamento contra esta noción del retraso en el origen de la creencia en la resurrección de Jesús, retraso que me parece bastante inverosímil históricamente, y que no hace más que complicar innecesariamente la reconstrucción del avance ideológico del cristianismo primitivo. El autor, Mosterín, sigue aquí, creo a José Montserrat.
Sigue J. Mosterín:
“En la comunidad jesusita de Jerusalén nadie creía en la historia de la tumba vacía, ni conocía tal tumba (hasta que tres siglos más tarde, en 326, Helena, la madre del emperador Constantino, la ‘descubriese’ milagrosamente mediante una inspiración divina y mandase construir sobre ella la primera iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén).
Apostilla:
Me parece exagerada e infundada la afirmación de que en la comunidad de Jerusalén ‘nadie creyera en la historia de la tumba vacía’. Sí me parece probable que la localización de la posible tumba (¿común?) se perdiera pronto por la esperanza de la parusía y `porque Jesús mismo no pareció nunca honrar, no inspiró tal costumbre, las tumbas de los profetas de antaño, que se veneraban en Jerusalén o en sus cercanías.
Es muy posible que la iglesia del Santo Sepulcro estuviera ya siendo construida –en sus inicios- antes del viaje de Helena, la madre de Constantino hacia el 326. Al igual que se atribuyó a esta mujer el hallazgo de la Vera Cruz, igualmente se la hizo la patrona fundante de la basílica del Santo Sepulcro. Lo más probable es que diera generosos dineros para concluirla (Véase, Pepa Castillo, Año 312, Constantino, emperador, no cristiano, Edit. Laberinto, Madrid, 2010, pp. 225ss).
Sigue J. Mosterín:
“En el mundo helenístico y judaico, la creencia en todo tipo de prodigios, incluidas las curaciones y resurrecciones milagrosas, estaba bastante extendida. Los jesusitas, como los fariseos, ya creían en la resurrección de los muertos antes de creer en la del fundador de su secta. Y la nueva creencia en la mesianidad de Jesús se encuadraba en el contexto de la apocalíptica judía de la época y no escandalizaba gran cosa en la sinagoga.
“El escándalo vendría más bien de la decisión paulina de predicar la buena nueva del mesías Jesús a los paganos temerosos de Dios no circuncidados, y de admitirlos sin circuncidar en la comunidad cristiana, como si los cristianos no fueran judíos. La tesis paulina de que la Ley y la circuncisión eran superfluas, y que bastaba con aceptar al mesías Jesús, era profundamente escandalosa y la fuente de casi todos los conflictos doctrinales durante el primer siglo de la secta cristiana.
“Pablo se convirtió al cristianismo en Damasco, y enseguida se dedicó a promover la creencia antioqueña en la resurrección, a la vez que relajaba la exigencia de la circuncisión y de la Ley para los conversos.
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com