Hoy escribe Antonio Piñero
6. Mt 13,16-17/Lc 10,23-24: la denominada «bienaventuranza de los testigos». La posible reconstrucción del texto primitivo de Q reza así:
23 «Dichosos los ojos que ven lo que veis…
24 Pues yo os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis y no vieron, y oír lo que vosotros oís y no oyeron».
A partir de esta reconstrucción, lo único que me resulta claro no es una prueba (así Meier II/1 518ss, con alguna duda) de que el reino de Dios ha llegado ya, sino que en él se expresa una idea que todo profeta apocalíptico, y Jesús lo era, albergaba: estar absolutamente convencido de que el tiempo que estaba él viviendo era el final y que la llegada de la «visita» de Dios –entendida como fuera- estaba próxima, pero que aún no había acontecido.
Que los apocalípticos albergaban esta idea es algo tan claro que apenas necesita demostración; aquel que haya leído un poco de la literatura apocalíptica judía del entorno de Jesús sabe que es así. El autor de 2 Baruc (siríaco), el del IV Esdras, el de gran parte de 1 Henoc, los profetas de signos de los que habla Flavio Josefo como el «Egipcio» y Teudas, el mismo Juan Bautista, el autor del Apocalipsis que cierra el Nuevo Testamento, incluso Pablo mismo sin ser especialmente un profeta etc. …, todos estaban convencidos de que el final estaba «a la puertas», que estaban viviendo el escasísimo tiempo que restaba, aunque el reino de Dios, o como quisieran denominarlo, aún no había llegado.
Pues bien, opino que justamente esto es lo que indica el pasaje que comentamos: Jesús felicitaba a los de su entorno por haber sido escogidos por Dios para ver y vivir los momentos inmediatamente anteriores al final: la llegada del Reino. Los del pasado, fueran reyes o profetas, no habían tenido tal dicha. Obtener de este texto que el Jesús histórico albergaba al idea de un Reino ya presente me parece un claro non liquet.
7. La pregunta sobre el ayuno Mc 2,18-20 par. El pasaje clave de esta perícopa es: «¿Pueden los invitados a la boda ayunar cuando el novio está con ellos? Mientras el novio está con ellos no pueden ayunar». Mi pregunta al respecto es: ¿dónde hay en estas frases y en su contexto un argumento contundente –de tanta fuerza como los que prueban que Jesús creía en un reino de Dios futuro- que obligue a aceptar que Jesús creía que el reino de Dios había venido ya? Es decir, ¿no pueden explicarse estas frases por el concepto de los «inicios» o «preludios» del Reino que comienzan, sin tener que recurrir al Reino «presente»? No acabo de ver que no pueda ser así. El «novio» está ciertamente aquí, pero la consumación de la boda pertenece aún al futuro. Es un caso más de sentencia propia de un profeta apocalíptico, el novio, que está viviendo los momentos decisivos antes de la venida del Reino.
Creo que sí puede verse en el pasaje un caso más de que la convivialidad de Jesús con sus discípulos, unida a una cierta despreocupación y alegría en medio de su vida austera, pobre en general e itinerante, era un símbolo voluntario por parte del Maestro de que puede celebrase ya prolépticamente que el reino de Dios -que va a venir enseguida- tendrá entre sus características la propiedad de vivir holgadamente –abundancia de bienes materiales-, porque Dios así dispondrá la naturaleza. Porque ello es así, el mejor símbolo del Reino futuro es el banquete.
8. El pasaje más importante, y quizá único, en defensa del reino de Dios ya presente en el ministerio de Jesús es Mt 12,28/Lc 11,20: «Si yo expulso los demonios con el dedo (Mt por el espíritu) de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado (éphthasen) a vosotros». Prácticamente toda la crítica acepta como auténtica la perícopa en su núcleo esencial.
Johannes Weiss minimiza el valor del pasaje argumentando que éphthasen y éggiken (Mc 1,15, etc.) tienen idéntico significado, y que en Dn 4,8 el probable verbo arameo subyacente, meta’, es traducido por Teodoción como éphthase, pero los LXX como éggise; los mismos LXX en Dn 7,13 lo traducen por paren (de pareimi, «venir») y en Dn 4,21 por héxei, de heko, «llegar», y Teodoción en los mismos pasajes siempre por éphthase. Luego los verbos pueden ser intercambiables en algunos casos. En el pasaje podría haber estado un éggiken o éggise. Es decir, la traducción no sería “ha llegado”, sino se “ha acercado” / “esta muy próximo, pero aún no venido”.
En contra, Meier II/1, 490, argumenta que «el verbo phtháno tenía una amplia gama de significados en el griego clásico, entre ellos el de «preceder» o «llegar primero», pero que en todo el Nuevo Testamento -a excepción de 1 Tes 4,15 en donde sobrevive el significado clásico de «preceder»-, en los otros seis pasajes incluido Lc 11,20 par., el verbo pftháno significa simplemente «venir», «llegar». Pero, a pesar de este serio argumento, no acabo de ver definitivamente que el conjunto del pasaje sea un argumento decisivo en pro de la «presencia» del Reino. Por varias razones:
a) Por lo que acabamos de analizar, el presente pasaje sería el único en el que podría aparecer la idea absolutamente clara de que Jesús consideraba que el Reino de Dios había llegado ya. Ahora bien este pasaje sería uno contra unos diez, cuyo significado nadie discute y que proclaman con toda claridad la futuridad de la venida del reino de Dios, por tanto su no presencia «ahora». Creo de nuevo que la regla elemental de hermenéutica sería: «Debemos interpretar lo obscuro por lo claro; y el pasaje único a la luz de los muchos». O bien, como ya escribí en otra ocasión «Partiendo de los clarísimos dichos del Reino como entidad futura, debemos interpretar las expresiones más obscuras de la presencia», pero no al revés.
Me resulta curiosa una analogía de situación con el significado del vocablo hebreo ’aj, arameo ’aja’. Para eludir el significado claro de anepsiós, «primo» y adelfós, «hermano uterino» se ha montado desde san Jerónimo toda una teoría dogmático-apologética sobre los hermanos de Jesús, denominados claramente adelphoí, afirmando que éstos son «primos», debido a que los Evangelios -¡escritos directamente en griego!- tienen una mentalidad subyacente semítica, donde ’aj, «hermano», significa alguna que otra vez, muy pocas, (Gn 14,14-16; Lv 10,4; 1 Cro 23,21) «primo», por lo que contra toda evidencia lingüística del Nuevo Testamento y de la historia de la Iglesia primitiva se considera «absolutamente seguro» entre muchos investigadores que los hermanos de Jesús eran sus primos. En este caso ocurre lo mismo: un pasaje contra diez, con el agravante de que podríamos apoyarnos en los testimonios veterotestamentarios de los LXX, arriba aducidos, de que éphthasen podría ser intercambiable con éggisen. ¡Opino que al menos habría que albergar ciertas dudas!
b) Porque la frase de Lc 11,20 se entiende perfectamente según uno de los significados también clásicos del verbo, no enumerado por Meier, a saber, como «el Reino de Dios se ha acercado a vosotros con toda prisa». No es, pues, en absoluto necesario traducirla por «el reino de Dios ha llegado».
c) Porque en Mateo, que transmite el dicho junto con Lucas, habría que interpretar el pasaje de acuerdo con la mentalidad del Jesús del conjunto del evangelio, a saber que la venida del Reino tendrá lugar dentro de poco tiempo (lo cual es una mala noticia para la pésima voluntad de los fariseos, no preparados para ella) . A partir de todo el contexto del evangelio mateano, el lector obtiene la impresión de conjunto de que las expresiones de futuridad del Reino son contundentes. Véase, por ejemplo Mt 10,7, que empalma directamente con la predicación del Bautista: «¡El Reino está cerca! ». Por tanto, el pasaje presente habría de significar que la derrota actual de los demonios «por el espíritu de Dios» (así Mateo) está íntimamente conectada con la inmediata, pero futura, victoria final.
En mi opinión, la posible clave de solución a esta clara aporía futuro/presente del Reino (en caso de que se aceptase rotundamente el significado de «ha llegado» para el pasaje que discutimos) se halla en que Jesús estaba tan convencido de que el final del mundo era tan inminente, que los preludios del Reino podían hacerse visibles en su acción exorcista, en cuanto que el enemigo principal de Dios, Satanás, estaba siendo ya derrotado, en el presente. Los exorcismos y curaciones de Jesús exigían de los contemporáneos una toma de postura en el presente, en cuanto que aceptar la proclamación del Reino era ya disponerse para su venida.
En este sentido, la inmediatez obsesiva que se deduce de la proclamación de Jesús podía confundir fácilmente los preludios del futuro inminente con una presencia. Pero el Reino como tal aún no había venido. El notable ejercicio de exégesis de Johannes Weiss en este punto ha conseguido demostrar que para Jesús y los discípulos era imposible pensar en un «sí, pero aún no»: el Reino de Dios o estaba ya en este mundo, o aún no había llegado; «o ha venido ya o no ha venido»; no hay en realidad un estado intermedio, salvo que se interpreten en sentido laxo los «preludios» por una verdadera «presencia».
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
6. Mt 13,16-17/Lc 10,23-24: la denominada «bienaventuranza de los testigos». La posible reconstrucción del texto primitivo de Q reza así:
23 «Dichosos los ojos que ven lo que veis…
24 Pues yo os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis y no vieron, y oír lo que vosotros oís y no oyeron».
A partir de esta reconstrucción, lo único que me resulta claro no es una prueba (así Meier II/1 518ss, con alguna duda) de que el reino de Dios ha llegado ya, sino que en él se expresa una idea que todo profeta apocalíptico, y Jesús lo era, albergaba: estar absolutamente convencido de que el tiempo que estaba él viviendo era el final y que la llegada de la «visita» de Dios –entendida como fuera- estaba próxima, pero que aún no había acontecido.
Que los apocalípticos albergaban esta idea es algo tan claro que apenas necesita demostración; aquel que haya leído un poco de la literatura apocalíptica judía del entorno de Jesús sabe que es así. El autor de 2 Baruc (siríaco), el del IV Esdras, el de gran parte de 1 Henoc, los profetas de signos de los que habla Flavio Josefo como el «Egipcio» y Teudas, el mismo Juan Bautista, el autor del Apocalipsis que cierra el Nuevo Testamento, incluso Pablo mismo sin ser especialmente un profeta etc. …, todos estaban convencidos de que el final estaba «a la puertas», que estaban viviendo el escasísimo tiempo que restaba, aunque el reino de Dios, o como quisieran denominarlo, aún no había llegado.
Pues bien, opino que justamente esto es lo que indica el pasaje que comentamos: Jesús felicitaba a los de su entorno por haber sido escogidos por Dios para ver y vivir los momentos inmediatamente anteriores al final: la llegada del Reino. Los del pasado, fueran reyes o profetas, no habían tenido tal dicha. Obtener de este texto que el Jesús histórico albergaba al idea de un Reino ya presente me parece un claro non liquet.
7. La pregunta sobre el ayuno Mc 2,18-20 par. El pasaje clave de esta perícopa es: «¿Pueden los invitados a la boda ayunar cuando el novio está con ellos? Mientras el novio está con ellos no pueden ayunar». Mi pregunta al respecto es: ¿dónde hay en estas frases y en su contexto un argumento contundente –de tanta fuerza como los que prueban que Jesús creía en un reino de Dios futuro- que obligue a aceptar que Jesús creía que el reino de Dios había venido ya? Es decir, ¿no pueden explicarse estas frases por el concepto de los «inicios» o «preludios» del Reino que comienzan, sin tener que recurrir al Reino «presente»? No acabo de ver que no pueda ser así. El «novio» está ciertamente aquí, pero la consumación de la boda pertenece aún al futuro. Es un caso más de sentencia propia de un profeta apocalíptico, el novio, que está viviendo los momentos decisivos antes de la venida del Reino.
Creo que sí puede verse en el pasaje un caso más de que la convivialidad de Jesús con sus discípulos, unida a una cierta despreocupación y alegría en medio de su vida austera, pobre en general e itinerante, era un símbolo voluntario por parte del Maestro de que puede celebrase ya prolépticamente que el reino de Dios -que va a venir enseguida- tendrá entre sus características la propiedad de vivir holgadamente –abundancia de bienes materiales-, porque Dios así dispondrá la naturaleza. Porque ello es así, el mejor símbolo del Reino futuro es el banquete.
8. El pasaje más importante, y quizá único, en defensa del reino de Dios ya presente en el ministerio de Jesús es Mt 12,28/Lc 11,20: «Si yo expulso los demonios con el dedo (Mt por el espíritu) de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado (éphthasen) a vosotros». Prácticamente toda la crítica acepta como auténtica la perícopa en su núcleo esencial.
Johannes Weiss minimiza el valor del pasaje argumentando que éphthasen y éggiken (Mc 1,15, etc.) tienen idéntico significado, y que en Dn 4,8 el probable verbo arameo subyacente, meta’, es traducido por Teodoción como éphthase, pero los LXX como éggise; los mismos LXX en Dn 7,13 lo traducen por paren (de pareimi, «venir») y en Dn 4,21 por héxei, de heko, «llegar», y Teodoción en los mismos pasajes siempre por éphthase. Luego los verbos pueden ser intercambiables en algunos casos. En el pasaje podría haber estado un éggiken o éggise. Es decir, la traducción no sería “ha llegado”, sino se “ha acercado” / “esta muy próximo, pero aún no venido”.
En contra, Meier II/1, 490, argumenta que «el verbo phtháno tenía una amplia gama de significados en el griego clásico, entre ellos el de «preceder» o «llegar primero», pero que en todo el Nuevo Testamento -a excepción de 1 Tes 4,15 en donde sobrevive el significado clásico de «preceder»-, en los otros seis pasajes incluido Lc 11,20 par., el verbo pftháno significa simplemente «venir», «llegar». Pero, a pesar de este serio argumento, no acabo de ver definitivamente que el conjunto del pasaje sea un argumento decisivo en pro de la «presencia» del Reino. Por varias razones:
a) Por lo que acabamos de analizar, el presente pasaje sería el único en el que podría aparecer la idea absolutamente clara de que Jesús consideraba que el Reino de Dios había llegado ya. Ahora bien este pasaje sería uno contra unos diez, cuyo significado nadie discute y que proclaman con toda claridad la futuridad de la venida del reino de Dios, por tanto su no presencia «ahora». Creo de nuevo que la regla elemental de hermenéutica sería: «Debemos interpretar lo obscuro por lo claro; y el pasaje único a la luz de los muchos». O bien, como ya escribí en otra ocasión «Partiendo de los clarísimos dichos del Reino como entidad futura, debemos interpretar las expresiones más obscuras de la presencia», pero no al revés.
Me resulta curiosa una analogía de situación con el significado del vocablo hebreo ’aj, arameo ’aja’. Para eludir el significado claro de anepsiós, «primo» y adelfós, «hermano uterino» se ha montado desde san Jerónimo toda una teoría dogmático-apologética sobre los hermanos de Jesús, denominados claramente adelphoí, afirmando que éstos son «primos», debido a que los Evangelios -¡escritos directamente en griego!- tienen una mentalidad subyacente semítica, donde ’aj, «hermano», significa alguna que otra vez, muy pocas, (Gn 14,14-16; Lv 10,4; 1 Cro 23,21) «primo», por lo que contra toda evidencia lingüística del Nuevo Testamento y de la historia de la Iglesia primitiva se considera «absolutamente seguro» entre muchos investigadores que los hermanos de Jesús eran sus primos. En este caso ocurre lo mismo: un pasaje contra diez, con el agravante de que podríamos apoyarnos en los testimonios veterotestamentarios de los LXX, arriba aducidos, de que éphthasen podría ser intercambiable con éggisen. ¡Opino que al menos habría que albergar ciertas dudas!
b) Porque la frase de Lc 11,20 se entiende perfectamente según uno de los significados también clásicos del verbo, no enumerado por Meier, a saber, como «el Reino de Dios se ha acercado a vosotros con toda prisa». No es, pues, en absoluto necesario traducirla por «el reino de Dios ha llegado».
c) Porque en Mateo, que transmite el dicho junto con Lucas, habría que interpretar el pasaje de acuerdo con la mentalidad del Jesús del conjunto del evangelio, a saber que la venida del Reino tendrá lugar dentro de poco tiempo (lo cual es una mala noticia para la pésima voluntad de los fariseos, no preparados para ella) . A partir de todo el contexto del evangelio mateano, el lector obtiene la impresión de conjunto de que las expresiones de futuridad del Reino son contundentes. Véase, por ejemplo Mt 10,7, que empalma directamente con la predicación del Bautista: «¡El Reino está cerca! ». Por tanto, el pasaje presente habría de significar que la derrota actual de los demonios «por el espíritu de Dios» (así Mateo) está íntimamente conectada con la inmediata, pero futura, victoria final.
En mi opinión, la posible clave de solución a esta clara aporía futuro/presente del Reino (en caso de que se aceptase rotundamente el significado de «ha llegado» para el pasaje que discutimos) se halla en que Jesús estaba tan convencido de que el final del mundo era tan inminente, que los preludios del Reino podían hacerse visibles en su acción exorcista, en cuanto que el enemigo principal de Dios, Satanás, estaba siendo ya derrotado, en el presente. Los exorcismos y curaciones de Jesús exigían de los contemporáneos una toma de postura en el presente, en cuanto que aceptar la proclamación del Reino era ya disponerse para su venida.
En este sentido, la inmediatez obsesiva que se deduce de la proclamación de Jesús podía confundir fácilmente los preludios del futuro inminente con una presencia. Pero el Reino como tal aún no había venido. El notable ejercicio de exégesis de Johannes Weiss en este punto ha conseguido demostrar que para Jesús y los discípulos era imposible pensar en un «sí, pero aún no»: el Reino de Dios o estaba ya en este mundo, o aún no había llegado; «o ha venido ya o no ha venido»; no hay en realidad un estado intermedio, salvo que se interpreten en sentido laxo los «preludios» por una verdadera «presencia».
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com