Escribe Antonio Piñero
Recordarán quizás los lectores que en los meses de mayo y junio de este año 2015 comenté con cierto detenimiento un libro anterior del Prof. G. Fontana Elboj, de la Universidad de Zaragoza, cuyo título era, “El Evangelio de Juan. La construcción de un texto complejo: orígenes históricos y proceso compositivo”, publicado por la Universidad de Zaragoza en 2014. Ahora deseo comentar otro libro del mismo autor que acaba de aparecer, cuyo título es el de esta postal, publicado en 2015, editado por Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona en 2015 (colección “Instrumenta”, nº 49). ISBN: 978-84-475-3929-1; 518 pp. Con bibliografía amplia dividida por secciones e índices exhaustivos de “Fuentes, Onomástico (autores antiguos) y Geográfico”.
Me parece una obra sencillamente monumental, bien editada, sobresaliente en cuanto a la calidad del papel, y de gran tamaño (30x21 cms.). En una edición de caja tipográfica normal, no tan gigantesca, más bien propia de ciertos catálogos de renombradas exposiciones, la obra alcanzaría por lo menos las 650 pp. Y me parece monumental este trabajo porque está construido sobre la monografía anterior –centrada en el enigmático Evangelio de Juan y en sus orígenes– para presentar, como complemento estupendo un panorama, creo que absolutamente completo en cuanto a las fuentes disponibles, de los orígenes y desarrollo del cristianismo en torno a Éfeso.
Esta ciudad era la capital de Asia Menor, en el período crucial en el que se escriben todas las obras del Nuevo Testamento menos las siete cartas auténticas de Pablo. Y al estudiar el autor la gran cantidad de literatura cristiana primitiva que se compone en Asia Menor (aparte del Evangelio de Juan, las tres cartas johánicas –1 2 3 Juan–, el Apocalipsis, el Evangelio de Lucas y su segunda parte los Hechos de los apóstoles, Colosenses, Efesios, 2 Tesalonicenses, Epístolas Comunitarias, o Pastorales, y 1 Pedro), se ve obligado, por suerte para nosotros, a desarrollar un esbozo de historia de la creación y desarrollo del movimiento de seguidores de Jesús, que con el paso del tiempo –por lo menos un par de siglos– dará lugar al cristianismo.
El libro está organizado del modo siguiente:
En primer lugar un planteamiento metodológico del tema que incluye una necesaria precisión sociológica sobre el concepto de “comunidad”, precisión absolutamente necesaria, pues desde Rudolf Bultmann se ha impuesto la comunidad como una suerte de figura todopoderosa, responsable de cómo nos ha llegado a nosotros la traición sobre Jesús y sus seguidores. Luego viene la reconstrucción tradicional de la historia del cristianismo en Éfeso, la conveniente crítica a esta imagen transmitida en sus rasgos principales desde hace muchísimos años, y el hincapié en la necesidad de una nueva reconstrucción de los cristianismos efesios, que tienen tras sí una historia compleja. Naturalmente, est propuesta lleva consigo una breve descripción del método a seguir, estrictamente filológico e histórico, no teológico.
Viene luego un capítulo dedicado al contexto histórico de los “primeros cristianismos”, en el marco del judaísmo del siglo I (importantísimo, a mi parecer, pues el autor pone en claro, y de relieve, que el cristianismo no es desde el principio un movimiento autónomo dentro del escenario de un judaísmo del siglo I, sino que justamente ese judaísmo es el actor y el escenario. Con ello el Prof. Fontana está de acuerdo con Montserrat Torrents (La Sinagoga cristiana, de 1995) en que el cristianismo no es más que un judaísmo del siglo I que acepta a Jesús como el mesías que ya ha venido. Y si se insiste en hablar de escenario, no hay más remedio que mencionar la historia del Imperio Romano y su actuación en el Mediterráneo Oriental que es donde el cristianismo nace.
Hay en este apartado una idea interesante y novedosa: el análisis de cómo –tras los primeros pasos de los seguidores de Jesús, con el análisis de la resurrección de este a la luz del judaísmo y de su expresión literaria– el deseo manifestado por el emperador Calígula de instaurar su estatua en el templo de Jerusalén provoca un movimiento dentro de los seguidores de Jesús que radicaliza tras su muerte la imagen semidivina de éste. Esta imagen insiste en la necesidad de que un Jesús ya divinizado vuelva como mesías pleno, confirmado totalmente por Dios, y ponga fin a todos los desmanes de este mundo perverso.
En esta sección nuestro autor estudia también la iglesia cristiana naciente, a la que define como una “sinagoga informal”, y sus aspectos organizativos: obispos y diáconos, etc. No puede faltar tampoco la descripción crítica de los primeros conflictos abiertos de los seguidores de Jesús con el judaísmo (la cuestión de la “Bendición contra los herejes” o “Birkat ha-minim” y la negativa de los primeros cristianos a pagar el impuesto al Templo, el fiscus iudaicus) junto con los componentes mistéricos en el cristianismo primitivo.
Considero también un aspecto muy interesante, y poco tratado en los manuales antiguos sobre orígenes del cristianismo, el estudio sociológico –hoy, por cierto, ya usual– de las gentes que se incorporaban al grupo de seguidores de Jesús. Naturalmente en este libro el autor se concentra en la perspectiva de Asia Menor y en concreto, Éfeso: qué redes sociales previas había en la ciudad y cómo fueron utilizadas por los cristianos, cómo se expandió el grupo entre familiares y compatriotas; a qué grupos profesionales pertenecían los cristianos, y el posible contacto de estos con las altas esferas de la administración romana, la “familia del César”.
En los capítulos siguientes vienen los temas más importantes de este estudio, el análisis de las obras principales cristianas que se generan, con muy alta probabilidad, en la ciudad de Éfeso: El Evangelio de Lucas y su segunda parte, los Hechos, el corpus johánico (IV Evangelio y Cartas) y el Apocalipsis.
Respecto al primero aborda el Dr. Fontana las cuestiones siguientes: Lucas, como el primer evangelio efesio y la comunidad gentil que hay tras él; quién fue realmente el autor de esta obra, con una propuesta seminueva e interesante deducida del famoso texto de Papías de Hierápolis, hacia el 140, sobre la autoría de los evangelio; dónde fue escrito este obra compuesta, Lc/Hch; el componente baptista en el texto lucano; las características generales de la comunidad gentil efesia en el siglo I, y la composición y organización del grupo.
Respecto al segundo grupo de escritos, el corpus johánico, la obra presente se detiene un poco menos porque el tema ha quedado muy estudiado en la obra precedente, del 2014, que mencioné arriba. De todos modos, el autor vuelve a exponer sintéticamente la trayectoria del grupo johánico en el siglo I y propone una hipótesis histórica sobre su generación y devenir en Éfeso.
Se aborda también la cuestión de la autoría variada y compleja de este Cuarto Evangelio; se investigan los materiales lucanos que se incorporaron a él; se estudia el estrato de los discursos teológicos puestos en boca de Jesús y quién fue su autor o autores concretos de tales discurso, y finalmente se exponen los resultados sobre la génesis de la comunidad johánica: su procedencia de una “iglesia” de Samaria; su traslado a Éfeso en ignotas circunstancias; los datos que pueden obtenerse de las inscripciones griegas sobre la existencia de un grupo de exiliados samaritanos en Éfeso en la época de composición del Evangelio; y finalmente se trata la memoria de la comunidad johánica en Éfeso acerca de sus presuntos fundadores de la comunidad: el apóstol Juan o Discípulo amado, y las doble figura de un misterioso personaje, Felipe, que presenta características de los dos personajes que llevan ese nombre, el apóstol y el diácono, que aparecen en el Nuevo Testamento. Concluye este tratamiento con el tema de la expulsión de la sinagoga del grupo johánico.
El capítulo siguiente plantea una cuestión muy discutida, la de los cristianos judeo-helenistas en Asia Menor y la génesis del Apocalipsis de Juan. Nuestro autor presenta un esbozo de una hipótesis estratigráfica: son varios los autores, no uno solo como en apariencia da a entender el inicio de la obra, quizás fundamentalmente dos más un redactor final que une materiales que se compusieron en diversos momentos y por diversas manos. Ello se deduce del estudio del doble ciclo de las visiones presenta la obra, de la sección de las siete cartas y del cierre de la composición: prólogo y epílogo. Naturalmente, se discute quién es el llamado “Juan” que firma el escrito y cómo su obra es el reflejo de una comunidad perseguida. Se apunta también a la cuestión de sus conflictos internos junto con las controversias con los grupos de cristianos gentiles que vivían en el entorno.
El penúltimo capítulo se propone ofrecer una visión general de la evolución de los cristianismos efesios en los siglos I y II: a) Los grupos johánicos; b) los grupos lucano-paulinos c) el binomio Colosenses-Efesios; d) las cartas comunitarias o pastorales; e) la propuesta irenista, es decir, pacifista, de los Hechos de los apóstoles y, finalmente, f) la existencia de otro grupo de judeocristianos en Asia Menor, que se revela en textos de los Oráculos Sibilinos, que se conservan en los libros IV al VI.
El último capítulo es más que interesante también porque aborda el discutidísimo tema de las persecuciones del Imperio romano en el siglo II (¿las hubo o no?), en concreto, cómo les fue a los cristianismos efesios ante el poder romano. El autor trata de los inicios de las persecuciones, y precisa su nacimiento en un bosquejo histórico. Estudia luego la famosa carta de Plinio el joven, la Décima, que no afecta propiamente a Asia Menor, pero sí a una región muy cercana al norte que es Bitinia y puede arrojar luz acerca de lo que ocurrió en Asia (por cierto: si no me equivoco creo que en el apartado del índice de “Fuentes” se menciona a Plinio el Viejo, pero no al Joven y su Carta X).
Viene luego un estudio muy interesante sobre el documento, casi único, que tenemos sobre el cristianismo perseguido en esta época, la Primera carta de Pedro. Esta solo ofrece informaciones muy generales, pero debe tenerse muy en cuenta. Estudia el Dr. Fontana otros presuntos documentos, como el rescripto de Adriano a Minucio Fundano , que estima como falso, con toda la razón. Finalmente se toca el candente tema de por qué desaparece el cristianismo en Éfeso desde más o menos el 130 hasta finales del siglo II: y se presenta en una sección “Las persecuciones y el eclipse del cristianismo en Éfeso”, al ambiente hostil del Imperio contra los cristianos de esta zona que dejan de repente de aparecen en los textos hasta el 190 con la Carta de Polícrates de Éfeso.
Hay al final un capítulo de conclusiones de más de diez densas páginas, que me parece súper interesante y magistral. Pocos libros condensan tan bien y tan claro los resultados a los que se ha llegado tras una minuciosa investigación de centenares de páginas. Pero debo detenerme aquí para no abrumar y aburrir a los lectores, y seguiremos con las conclusiones otro día.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Recordarán quizás los lectores que en los meses de mayo y junio de este año 2015 comenté con cierto detenimiento un libro anterior del Prof. G. Fontana Elboj, de la Universidad de Zaragoza, cuyo título era, “El Evangelio de Juan. La construcción de un texto complejo: orígenes históricos y proceso compositivo”, publicado por la Universidad de Zaragoza en 2014. Ahora deseo comentar otro libro del mismo autor que acaba de aparecer, cuyo título es el de esta postal, publicado en 2015, editado por Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona en 2015 (colección “Instrumenta”, nº 49). ISBN: 978-84-475-3929-1; 518 pp. Con bibliografía amplia dividida por secciones e índices exhaustivos de “Fuentes, Onomástico (autores antiguos) y Geográfico”.
Me parece una obra sencillamente monumental, bien editada, sobresaliente en cuanto a la calidad del papel, y de gran tamaño (30x21 cms.). En una edición de caja tipográfica normal, no tan gigantesca, más bien propia de ciertos catálogos de renombradas exposiciones, la obra alcanzaría por lo menos las 650 pp. Y me parece monumental este trabajo porque está construido sobre la monografía anterior –centrada en el enigmático Evangelio de Juan y en sus orígenes– para presentar, como complemento estupendo un panorama, creo que absolutamente completo en cuanto a las fuentes disponibles, de los orígenes y desarrollo del cristianismo en torno a Éfeso.
Esta ciudad era la capital de Asia Menor, en el período crucial en el que se escriben todas las obras del Nuevo Testamento menos las siete cartas auténticas de Pablo. Y al estudiar el autor la gran cantidad de literatura cristiana primitiva que se compone en Asia Menor (aparte del Evangelio de Juan, las tres cartas johánicas –1 2 3 Juan–, el Apocalipsis, el Evangelio de Lucas y su segunda parte los Hechos de los apóstoles, Colosenses, Efesios, 2 Tesalonicenses, Epístolas Comunitarias, o Pastorales, y 1 Pedro), se ve obligado, por suerte para nosotros, a desarrollar un esbozo de historia de la creación y desarrollo del movimiento de seguidores de Jesús, que con el paso del tiempo –por lo menos un par de siglos– dará lugar al cristianismo.
El libro está organizado del modo siguiente:
En primer lugar un planteamiento metodológico del tema que incluye una necesaria precisión sociológica sobre el concepto de “comunidad”, precisión absolutamente necesaria, pues desde Rudolf Bultmann se ha impuesto la comunidad como una suerte de figura todopoderosa, responsable de cómo nos ha llegado a nosotros la traición sobre Jesús y sus seguidores. Luego viene la reconstrucción tradicional de la historia del cristianismo en Éfeso, la conveniente crítica a esta imagen transmitida en sus rasgos principales desde hace muchísimos años, y el hincapié en la necesidad de una nueva reconstrucción de los cristianismos efesios, que tienen tras sí una historia compleja. Naturalmente, est propuesta lleva consigo una breve descripción del método a seguir, estrictamente filológico e histórico, no teológico.
Viene luego un capítulo dedicado al contexto histórico de los “primeros cristianismos”, en el marco del judaísmo del siglo I (importantísimo, a mi parecer, pues el autor pone en claro, y de relieve, que el cristianismo no es desde el principio un movimiento autónomo dentro del escenario de un judaísmo del siglo I, sino que justamente ese judaísmo es el actor y el escenario. Con ello el Prof. Fontana está de acuerdo con Montserrat Torrents (La Sinagoga cristiana, de 1995) en que el cristianismo no es más que un judaísmo del siglo I que acepta a Jesús como el mesías que ya ha venido. Y si se insiste en hablar de escenario, no hay más remedio que mencionar la historia del Imperio Romano y su actuación en el Mediterráneo Oriental que es donde el cristianismo nace.
Hay en este apartado una idea interesante y novedosa: el análisis de cómo –tras los primeros pasos de los seguidores de Jesús, con el análisis de la resurrección de este a la luz del judaísmo y de su expresión literaria– el deseo manifestado por el emperador Calígula de instaurar su estatua en el templo de Jerusalén provoca un movimiento dentro de los seguidores de Jesús que radicaliza tras su muerte la imagen semidivina de éste. Esta imagen insiste en la necesidad de que un Jesús ya divinizado vuelva como mesías pleno, confirmado totalmente por Dios, y ponga fin a todos los desmanes de este mundo perverso.
En esta sección nuestro autor estudia también la iglesia cristiana naciente, a la que define como una “sinagoga informal”, y sus aspectos organizativos: obispos y diáconos, etc. No puede faltar tampoco la descripción crítica de los primeros conflictos abiertos de los seguidores de Jesús con el judaísmo (la cuestión de la “Bendición contra los herejes” o “Birkat ha-minim” y la negativa de los primeros cristianos a pagar el impuesto al Templo, el fiscus iudaicus) junto con los componentes mistéricos en el cristianismo primitivo.
Considero también un aspecto muy interesante, y poco tratado en los manuales antiguos sobre orígenes del cristianismo, el estudio sociológico –hoy, por cierto, ya usual– de las gentes que se incorporaban al grupo de seguidores de Jesús. Naturalmente en este libro el autor se concentra en la perspectiva de Asia Menor y en concreto, Éfeso: qué redes sociales previas había en la ciudad y cómo fueron utilizadas por los cristianos, cómo se expandió el grupo entre familiares y compatriotas; a qué grupos profesionales pertenecían los cristianos, y el posible contacto de estos con las altas esferas de la administración romana, la “familia del César”.
En los capítulos siguientes vienen los temas más importantes de este estudio, el análisis de las obras principales cristianas que se generan, con muy alta probabilidad, en la ciudad de Éfeso: El Evangelio de Lucas y su segunda parte, los Hechos, el corpus johánico (IV Evangelio y Cartas) y el Apocalipsis.
Respecto al primero aborda el Dr. Fontana las cuestiones siguientes: Lucas, como el primer evangelio efesio y la comunidad gentil que hay tras él; quién fue realmente el autor de esta obra, con una propuesta seminueva e interesante deducida del famoso texto de Papías de Hierápolis, hacia el 140, sobre la autoría de los evangelio; dónde fue escrito este obra compuesta, Lc/Hch; el componente baptista en el texto lucano; las características generales de la comunidad gentil efesia en el siglo I, y la composición y organización del grupo.
Respecto al segundo grupo de escritos, el corpus johánico, la obra presente se detiene un poco menos porque el tema ha quedado muy estudiado en la obra precedente, del 2014, que mencioné arriba. De todos modos, el autor vuelve a exponer sintéticamente la trayectoria del grupo johánico en el siglo I y propone una hipótesis histórica sobre su generación y devenir en Éfeso.
Se aborda también la cuestión de la autoría variada y compleja de este Cuarto Evangelio; se investigan los materiales lucanos que se incorporaron a él; se estudia el estrato de los discursos teológicos puestos en boca de Jesús y quién fue su autor o autores concretos de tales discurso, y finalmente se exponen los resultados sobre la génesis de la comunidad johánica: su procedencia de una “iglesia” de Samaria; su traslado a Éfeso en ignotas circunstancias; los datos que pueden obtenerse de las inscripciones griegas sobre la existencia de un grupo de exiliados samaritanos en Éfeso en la época de composición del Evangelio; y finalmente se trata la memoria de la comunidad johánica en Éfeso acerca de sus presuntos fundadores de la comunidad: el apóstol Juan o Discípulo amado, y las doble figura de un misterioso personaje, Felipe, que presenta características de los dos personajes que llevan ese nombre, el apóstol y el diácono, que aparecen en el Nuevo Testamento. Concluye este tratamiento con el tema de la expulsión de la sinagoga del grupo johánico.
El capítulo siguiente plantea una cuestión muy discutida, la de los cristianos judeo-helenistas en Asia Menor y la génesis del Apocalipsis de Juan. Nuestro autor presenta un esbozo de una hipótesis estratigráfica: son varios los autores, no uno solo como en apariencia da a entender el inicio de la obra, quizás fundamentalmente dos más un redactor final que une materiales que se compusieron en diversos momentos y por diversas manos. Ello se deduce del estudio del doble ciclo de las visiones presenta la obra, de la sección de las siete cartas y del cierre de la composición: prólogo y epílogo. Naturalmente, se discute quién es el llamado “Juan” que firma el escrito y cómo su obra es el reflejo de una comunidad perseguida. Se apunta también a la cuestión de sus conflictos internos junto con las controversias con los grupos de cristianos gentiles que vivían en el entorno.
El penúltimo capítulo se propone ofrecer una visión general de la evolución de los cristianismos efesios en los siglos I y II: a) Los grupos johánicos; b) los grupos lucano-paulinos c) el binomio Colosenses-Efesios; d) las cartas comunitarias o pastorales; e) la propuesta irenista, es decir, pacifista, de los Hechos de los apóstoles y, finalmente, f) la existencia de otro grupo de judeocristianos en Asia Menor, que se revela en textos de los Oráculos Sibilinos, que se conservan en los libros IV al VI.
El último capítulo es más que interesante también porque aborda el discutidísimo tema de las persecuciones del Imperio romano en el siglo II (¿las hubo o no?), en concreto, cómo les fue a los cristianismos efesios ante el poder romano. El autor trata de los inicios de las persecuciones, y precisa su nacimiento en un bosquejo histórico. Estudia luego la famosa carta de Plinio el joven, la Décima, que no afecta propiamente a Asia Menor, pero sí a una región muy cercana al norte que es Bitinia y puede arrojar luz acerca de lo que ocurrió en Asia (por cierto: si no me equivoco creo que en el apartado del índice de “Fuentes” se menciona a Plinio el Viejo, pero no al Joven y su Carta X).
Viene luego un estudio muy interesante sobre el documento, casi único, que tenemos sobre el cristianismo perseguido en esta época, la Primera carta de Pedro. Esta solo ofrece informaciones muy generales, pero debe tenerse muy en cuenta. Estudia el Dr. Fontana otros presuntos documentos, como el rescripto de Adriano a Minucio Fundano , que estima como falso, con toda la razón. Finalmente se toca el candente tema de por qué desaparece el cristianismo en Éfeso desde más o menos el 130 hasta finales del siglo II: y se presenta en una sección “Las persecuciones y el eclipse del cristianismo en Éfeso”, al ambiente hostil del Imperio contra los cristianos de esta zona que dejan de repente de aparecen en los textos hasta el 190 con la Carta de Polícrates de Éfeso.
Hay al final un capítulo de conclusiones de más de diez densas páginas, que me parece súper interesante y magistral. Pocos libros condensan tan bien y tan claro los resultados a los que se ha llegado tras una minuciosa investigación de centenares de páginas. Pero debo detenerme aquí para no abrumar y aburrir a los lectores, y seguiremos con las conclusiones otro día.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com