Escribe Antonio Piñero
Finalizamos nuestra presentación de la segunda edición de este libro por la Editorial Herder.
Ayer hablábamos de las propiedades o, mejor, exigencias básicas y generales de estos textos sagrados que eran cuatro. Y señalamos cuatro: a) han de ser textos escritos; b) se considera que su origen es divino; c) se piensa siempre que por medio de ellos la divinidad se comunica con el ser humano; d) son fuente de reglas o normas de vida.
Otros atributos de los libros sagrados en general señalados por los tratadistas (para quien pueda leer alemán hay el siguiente artículo que es estupendo: S. Morentz, “Schriften, heilige” en la enciclopedia Reiligion in Geschichte und Gegenwart V (31968) 1537-1538) son los siguientes:
1. Poder divino inherente al texto
Como palabra de la divinidad, el contenido de los libros sagrados está dotado del mismo poder que la palabra divina pronunciada, p. ej., en el acto creador. Si toda palabra implica una acción, mucho más aquella que procede directamente de Dios, la cual opera o vehicula la creación del mundo y la salvación. Este poder de los libros sagrados explica el uso mágico y supersticioso de las Escrituras a lo largo de la historia, por ejemplo, en actos o prácticas curativas en los que la recitación de un texto sacro, la colocación de éste cerca de la cama del enfermo o la ingestión de agua en la que se ha desleído un papelito con frases de los libros sagrados tiene efectos mágicos curativos.
2. Autoridad y sacralidad
Hemos hecho alusión indirectamente a estos atributos de los libros sagrados al mencionar el poder de la palabra divina. El carácter sagrado y autoritativo del texto sagrado es más evidente cuando éste proporciona la base sobre la que se constituye y moldea una sociedad. Pensemos en la Torá de los judíos, que idealmente para los ultra-ortodoxos sería la fuente de todo derecho, en la shariah islámica basada sólo en el Corán y tradiciones anexas que rige la estructura y vida del estado musulmán, o en la sección disciplinar del Tripitaka o ley del monaquismo budista.
Esta autoridad es tan tremenda que se refleja en el modo y respeto como se tratan los libros que contienen el texto sacro. Es conocido el caso de las genizas judías. Cuando envejecen los libros de la Ley, no pueden destruirse. Se almacenan entre dos paredes y se deja que el paso impenitente del tiempo, ordenado y controlado por Dios, actúe solo como efecto destructivo. Esto no puede hacerlo la mano humana.
3. Unicidad del conjunto de las Escrituras sagradas
Independientemente de la diferencia de contenido y de la diversidad del origen de las partes o del diferente desarrollo y procedencia de cada una de ellas, un corpus de libros sagrados posee unitariamente una autoridad, verdad y sacralidad únicas cuya fuente es la divinidad. A lo largo del tiempo se pierde la memoria de cómo se ha gestado concretamente un corpus de Escrituras, de sus diferencias y hasta contradicciones internas, y se considera como un todo único, en el que una infracción o desprecio a una de sus partes afecta al conjunto.
4. Inspiración de seres humanos como mediadores
La noción misma de sacralidad de unos libros lleva consigo siempre la idea de un origen especial de esos textos. Normalmente la base de esa sacralidad es la creencia en una revelación directa de la divinidad o mediante mensajeros muy cualificados de ella; así, el Pentateuco considerado como escrito por Moisés; el Corán, revelado por Dios directamente a Mahoma; la especial iluminación de Buda que capta la realidad última del universo, etc.), o bien se piensa en el fenómeno de la “inspiración”, como es el caso de los profetas bíblicos. Este último fenómeno no es unitario en las religiones y reviste diferentes formas, aunque la más común es el trance extático, es decir, aquél en el que la mente (y el cuerpo) del canal humano utilizado por Dios, el autor real de los oráculos, pierden sus facultades naturales que son sustituidas por una iluminación o invasión de la divinidad, que utiliza a ese medio humano como mero instrumento.
La noción de venerable antigüedad, o de desarrollo en los tiempos primigenios, va también normalmente unida a la teoría de la inspiración / revelación que acabamos de mencionar. En el llamado Fragmento Muratoriano (un canon o lista de las Escrituras cristianas que quizá proceda de finales del siglo II d.C.) se rechaza la sacralidad del Pastor, obra edificante de un cierto Hermas, por “haber sido compuesto hace muy poco en nuestra época”. Ya en el siglo II a.C., el judaísmo, en general, piensa que no se pueden escribir ya libros sagrados porque el “espíritu de la profecía” pertenece por voluntad de Dios al pasado, a una época en la que la divinidad se comunicaba con los humanos más directamente. En el pensamiento védico se cree que la palabra divina, Vac, es una diosa primordial; el Veda es eterno según la misma concepción; muchos fieles judíos creen a pies juntillas que la Torá es eterna, pues ya existía antes de la creación del mundo. Dios en sus ratos libres, durante y después de la creación, se entretiene estudiando la Torá. Igualmente, la palabra de Dios en el Corán es también eterna e increada.
5. Tendencia a la formación de un canon o lista exclusiva de escritos sagrados
Normalmente es éste un fenómeno que ocurre en torno a los libros sagrados y que suele presentarse siempre en la historia de unas creencias determinadas, pero como último escalón en la evolución del texto sacro. La formación de un canon de Escrituras es casi siempre en todas las religiones un fenómeno tardío sobre el que casi nunca reina la unanimidad entre los creyentes. La lista de libros sagrados es casi siempre flexible y fluctuante. El caso del cristianismo es paradigmático, pues ni aun hoy están de acuerdo todas las confesiones cristianas importantes sobre cuáles son exactamente los libros canónicos, es decir, el contenido del NT varía de unas iglesias a otras. Por ejemplo, la Iglesia etíope o abisinia tiene un canon del NT de 32 escritos, no de 27 como el del común de las restantes confesiones.
6. Tendencia igualmente a la constitución de un corpus importante de interpretación normativa del texto sacro
Es éste un fenómeno que se da en torno a los libros sagrados de las religiones más significativas. Pensemos en la Misná y el Talmud, tan imponentes en número de páginas, que explican la Torá o ley judía. Es tan importante este cuerpo de exégesis que casi podría decirse que forma una como segunda Escritura sagrada para el judaísmo. Algo parecido puede afirmarse del conjunto de libros que comentan las enseñanzas de Buda en las ramas theravada o mahayana del budismo, y de las tradiciones que se han ido acumulando en el islam en torno a la interpretación del Corán, que da lugar a la constitución de un cuerpo de expertos coránicos que dedican su vida a la reflexión y ulterior transmisión de este corpus interpretativo del texto sagrado musulmán.
Hay que tener en cuenta que, a menudo, la interpretación –sobre todo la basada en la alegoría— lleva a una fijación del sentido del texto sagrado que es contrario al significado primitivo de éste.
7. Resistencia a la traducción del texto sagrado a otra lengua
La veneración por el texto antiguo y original lleva en diferentes religiones a este fenómeno. Esta última característica no es tan general como las anteriores, pues el caso es observable en unas tradiciones religiosas y en otras no. Así, en el mundo musulmán impera con total rotundidad, pues es cosa conocida que aun en el caso de traducciones del Corán (p. ej., al turco o al persa) se suele imprimir al lado el texto árabe, el único del que puede decirse que es “palabra de Dios”. Igualmente pasa con la tradición védica en la que es impensable que los escritos sagrados se viertan al hindi moderno. Por no hablar del texto hebreo de la Biblia, que durante siglos y siglos se ha recitado en esa lengua incluso por los judíos que la conocían bien poco en Europa central.
Hay notables excepciones a este hecho y, en la Antigüedad, es bien conocido el caso de los Setenta o Septuaginta, la versión al griego de la Biblia hebrea utilizada a partir de la diáspora alejandrina por los judíos helenizados. Puede decirse con toda propiedad que la versión griega, no el hebreo, fue desde siempre la Biblia de los cristianos. El cristianismo antiguo y moderno es otra excepción. Las versiones de la Biblia (del Nuevo Testamento en particular) a las lenguas vernáculas fueron un fenómeno normal y muy antiguo en las iglesias cristianas (traducciones al latín, copto, siríaco, etíope, gótico, antiguo eslavo, armenio, georgiano, etc.), y, en tiempos recientes, el uso de las lenguas nacionales en la lectura privada o utilización pública litúrgica del texto es casi exclusivo. Entre los clérigos cristianos casi nadie sabe hebreo o griego, las “lenguas de la creación y de la revelación”.
Dejamos de lado, aunque sean importantes, otras consideraciones sobre la trascendencia de los libros sagrados en la liturgia y el culto públicos, o en la piedad devocional y vida espiritual privadas, o de pequeñas comunidades, p. ej., la recitación privada del texto sacro, la meditación sobre él, la lectio divina o lectura reflexiva y exegética de los escritos sagrados aplicándolos a la vida de ciertos grupos monásticos, etc., de sobra conocidos, espero, sobre las que no es necesario extenderse, y que demuestran la trascendencia cultural y vital de estos conjuntos de escritos. A conocer mejor cuáles son éstos y cómo han llegado a ser tales van dedicadas las páginas que siguen.
Espero que encuentren interesante el libro que presentamos, cuyo índice va en la primera entrega. Para adquirir este libro (creo que el precio está en torno a 27 euros): hay que pedirlo a Herder a través del librero habitual de cada uno, porque la tirada no es masiva. También es posible comprarlo entrando en la Página Web de la Editorial Herder.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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Acabo de recibir esta comunicación por correo electrónico:
Le envío el enlace a You Tube con el vídeo del debate que transmitió ayer en directo Teleboadilla desde el restaurante La Barbacana, en Boadilla, y organizado por la asociación cultural Caballo Verde.
Enlace: https://youtu.be/gHOJYkyAj2w
Saludos
Finalizamos nuestra presentación de la segunda edición de este libro por la Editorial Herder.
Ayer hablábamos de las propiedades o, mejor, exigencias básicas y generales de estos textos sagrados que eran cuatro. Y señalamos cuatro: a) han de ser textos escritos; b) se considera que su origen es divino; c) se piensa siempre que por medio de ellos la divinidad se comunica con el ser humano; d) son fuente de reglas o normas de vida.
Otros atributos de los libros sagrados en general señalados por los tratadistas (para quien pueda leer alemán hay el siguiente artículo que es estupendo: S. Morentz, “Schriften, heilige” en la enciclopedia Reiligion in Geschichte und Gegenwart V (31968) 1537-1538) son los siguientes:
1. Poder divino inherente al texto
Como palabra de la divinidad, el contenido de los libros sagrados está dotado del mismo poder que la palabra divina pronunciada, p. ej., en el acto creador. Si toda palabra implica una acción, mucho más aquella que procede directamente de Dios, la cual opera o vehicula la creación del mundo y la salvación. Este poder de los libros sagrados explica el uso mágico y supersticioso de las Escrituras a lo largo de la historia, por ejemplo, en actos o prácticas curativas en los que la recitación de un texto sacro, la colocación de éste cerca de la cama del enfermo o la ingestión de agua en la que se ha desleído un papelito con frases de los libros sagrados tiene efectos mágicos curativos.
2. Autoridad y sacralidad
Hemos hecho alusión indirectamente a estos atributos de los libros sagrados al mencionar el poder de la palabra divina. El carácter sagrado y autoritativo del texto sagrado es más evidente cuando éste proporciona la base sobre la que se constituye y moldea una sociedad. Pensemos en la Torá de los judíos, que idealmente para los ultra-ortodoxos sería la fuente de todo derecho, en la shariah islámica basada sólo en el Corán y tradiciones anexas que rige la estructura y vida del estado musulmán, o en la sección disciplinar del Tripitaka o ley del monaquismo budista.
Esta autoridad es tan tremenda que se refleja en el modo y respeto como se tratan los libros que contienen el texto sacro. Es conocido el caso de las genizas judías. Cuando envejecen los libros de la Ley, no pueden destruirse. Se almacenan entre dos paredes y se deja que el paso impenitente del tiempo, ordenado y controlado por Dios, actúe solo como efecto destructivo. Esto no puede hacerlo la mano humana.
3. Unicidad del conjunto de las Escrituras sagradas
Independientemente de la diferencia de contenido y de la diversidad del origen de las partes o del diferente desarrollo y procedencia de cada una de ellas, un corpus de libros sagrados posee unitariamente una autoridad, verdad y sacralidad únicas cuya fuente es la divinidad. A lo largo del tiempo se pierde la memoria de cómo se ha gestado concretamente un corpus de Escrituras, de sus diferencias y hasta contradicciones internas, y se considera como un todo único, en el que una infracción o desprecio a una de sus partes afecta al conjunto.
4. Inspiración de seres humanos como mediadores
La noción misma de sacralidad de unos libros lleva consigo siempre la idea de un origen especial de esos textos. Normalmente la base de esa sacralidad es la creencia en una revelación directa de la divinidad o mediante mensajeros muy cualificados de ella; así, el Pentateuco considerado como escrito por Moisés; el Corán, revelado por Dios directamente a Mahoma; la especial iluminación de Buda que capta la realidad última del universo, etc.), o bien se piensa en el fenómeno de la “inspiración”, como es el caso de los profetas bíblicos. Este último fenómeno no es unitario en las religiones y reviste diferentes formas, aunque la más común es el trance extático, es decir, aquél en el que la mente (y el cuerpo) del canal humano utilizado por Dios, el autor real de los oráculos, pierden sus facultades naturales que son sustituidas por una iluminación o invasión de la divinidad, que utiliza a ese medio humano como mero instrumento.
La noción de venerable antigüedad, o de desarrollo en los tiempos primigenios, va también normalmente unida a la teoría de la inspiración / revelación que acabamos de mencionar. En el llamado Fragmento Muratoriano (un canon o lista de las Escrituras cristianas que quizá proceda de finales del siglo II d.C.) se rechaza la sacralidad del Pastor, obra edificante de un cierto Hermas, por “haber sido compuesto hace muy poco en nuestra época”. Ya en el siglo II a.C., el judaísmo, en general, piensa que no se pueden escribir ya libros sagrados porque el “espíritu de la profecía” pertenece por voluntad de Dios al pasado, a una época en la que la divinidad se comunicaba con los humanos más directamente. En el pensamiento védico se cree que la palabra divina, Vac, es una diosa primordial; el Veda es eterno según la misma concepción; muchos fieles judíos creen a pies juntillas que la Torá es eterna, pues ya existía antes de la creación del mundo. Dios en sus ratos libres, durante y después de la creación, se entretiene estudiando la Torá. Igualmente, la palabra de Dios en el Corán es también eterna e increada.
5. Tendencia a la formación de un canon o lista exclusiva de escritos sagrados
Normalmente es éste un fenómeno que ocurre en torno a los libros sagrados y que suele presentarse siempre en la historia de unas creencias determinadas, pero como último escalón en la evolución del texto sacro. La formación de un canon de Escrituras es casi siempre en todas las religiones un fenómeno tardío sobre el que casi nunca reina la unanimidad entre los creyentes. La lista de libros sagrados es casi siempre flexible y fluctuante. El caso del cristianismo es paradigmático, pues ni aun hoy están de acuerdo todas las confesiones cristianas importantes sobre cuáles son exactamente los libros canónicos, es decir, el contenido del NT varía de unas iglesias a otras. Por ejemplo, la Iglesia etíope o abisinia tiene un canon del NT de 32 escritos, no de 27 como el del común de las restantes confesiones.
6. Tendencia igualmente a la constitución de un corpus importante de interpretación normativa del texto sacro
Es éste un fenómeno que se da en torno a los libros sagrados de las religiones más significativas. Pensemos en la Misná y el Talmud, tan imponentes en número de páginas, que explican la Torá o ley judía. Es tan importante este cuerpo de exégesis que casi podría decirse que forma una como segunda Escritura sagrada para el judaísmo. Algo parecido puede afirmarse del conjunto de libros que comentan las enseñanzas de Buda en las ramas theravada o mahayana del budismo, y de las tradiciones que se han ido acumulando en el islam en torno a la interpretación del Corán, que da lugar a la constitución de un cuerpo de expertos coránicos que dedican su vida a la reflexión y ulterior transmisión de este corpus interpretativo del texto sagrado musulmán.
Hay que tener en cuenta que, a menudo, la interpretación –sobre todo la basada en la alegoría— lleva a una fijación del sentido del texto sagrado que es contrario al significado primitivo de éste.
7. Resistencia a la traducción del texto sagrado a otra lengua
La veneración por el texto antiguo y original lleva en diferentes religiones a este fenómeno. Esta última característica no es tan general como las anteriores, pues el caso es observable en unas tradiciones religiosas y en otras no. Así, en el mundo musulmán impera con total rotundidad, pues es cosa conocida que aun en el caso de traducciones del Corán (p. ej., al turco o al persa) se suele imprimir al lado el texto árabe, el único del que puede decirse que es “palabra de Dios”. Igualmente pasa con la tradición védica en la que es impensable que los escritos sagrados se viertan al hindi moderno. Por no hablar del texto hebreo de la Biblia, que durante siglos y siglos se ha recitado en esa lengua incluso por los judíos que la conocían bien poco en Europa central.
Hay notables excepciones a este hecho y, en la Antigüedad, es bien conocido el caso de los Setenta o Septuaginta, la versión al griego de la Biblia hebrea utilizada a partir de la diáspora alejandrina por los judíos helenizados. Puede decirse con toda propiedad que la versión griega, no el hebreo, fue desde siempre la Biblia de los cristianos. El cristianismo antiguo y moderno es otra excepción. Las versiones de la Biblia (del Nuevo Testamento en particular) a las lenguas vernáculas fueron un fenómeno normal y muy antiguo en las iglesias cristianas (traducciones al latín, copto, siríaco, etíope, gótico, antiguo eslavo, armenio, georgiano, etc.), y, en tiempos recientes, el uso de las lenguas nacionales en la lectura privada o utilización pública litúrgica del texto es casi exclusivo. Entre los clérigos cristianos casi nadie sabe hebreo o griego, las “lenguas de la creación y de la revelación”.
Dejamos de lado, aunque sean importantes, otras consideraciones sobre la trascendencia de los libros sagrados en la liturgia y el culto públicos, o en la piedad devocional y vida espiritual privadas, o de pequeñas comunidades, p. ej., la recitación privada del texto sacro, la meditación sobre él, la lectio divina o lectura reflexiva y exegética de los escritos sagrados aplicándolos a la vida de ciertos grupos monásticos, etc., de sobra conocidos, espero, sobre las que no es necesario extenderse, y que demuestran la trascendencia cultural y vital de estos conjuntos de escritos. A conocer mejor cuáles son éstos y cómo han llegado a ser tales van dedicadas las páginas que siguen.
Espero que encuentren interesante el libro que presentamos, cuyo índice va en la primera entrega. Para adquirir este libro (creo que el precio está en torno a 27 euros): hay que pedirlo a Herder a través del librero habitual de cada uno, porque la tirada no es masiva. También es posible comprarlo entrando en la Página Web de la Editorial Herder.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
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Acabo de recibir esta comunicación por correo electrónico:
Le envío el enlace a You Tube con el vídeo del debate que transmitió ayer en directo Teleboadilla desde el restaurante La Barbacana, en Boadilla, y organizado por la asociación cultural Caballo Verde.
Enlace: https://youtu.be/gHOJYkyAj2w
Saludos