Hoy escribe Antonio Piñero
En una nota anterior hablábamos de “Zorobabel como mesías” y allí nos ocupábamos sobre todo de la historia del personaje recalcando la idea de cómo en el Antiguo Testamento se emplea la palabra mesías ciertamente, pero en ningún caso con ese significado mesiánico al que ahora estamos acostumbrados y –segundo- cómo siempre es una figura humana la denominada como mesías.
En la nota presente queremos fijarnos de nuevo en la época de Zorobabel (finales del siglo VI a.C. = la caravana de exiliados llega a Israel desde Babilonia en el 521 a.C.) sobre todo en el aspecto de la ideología teológica para precisar más la idea de que falta aún tiempo para que el vocablo "mesías" adquiera su plenitud de significado.
Lo que se observa como llamativo en esta vuelta de exiliados es que no hay un solo guía del pueblo, sino dos uno laico y otro sacerdotal: Zorobabel y Josué. Los judíos estaban tratando evidentemente de poner en práctica la constitución del país que había pensado el profeta Ezequiel en el exilio, la cual pretendía que el pueblo judío estuviera bajo la guía de dos jefes: un príncipe y un sacerdote.
Y no era necesario –según Ezequiel- que el príncipe fuera un davídida en sentido estricto…, bastaba que fuera “hijo de David” en espíritu, que siguiera las tendencias ideales religiosas que habían hecho célebre -en la historia idealizada- la figura de David, es decir, un príncipe siempre entregado, a pesar de sus fallos, a la causa de Yahvé.
Obsérvese, si esta interpretación del pensamiento de Ezequiel es correcta, que se están poniendo los cimientos para que en época de Jesús pueda admitirse a un “mesías” sin que quede claro si es hijo físico (= descendiente auténtico por línea genealógica) o no de David. Es posible que el famoso pasaje del Evangelio de Marcos
« 35 Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: «¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? 36 David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies. 37 El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?» La muchedumbre le oía con agrado (12,35-37), »
tan difícil de interpretar -porque parece que las palabras puestas en boca de Jesús niegan que él mismo sea “hijo de David”- haya que entenderlas en este sentido: se puede ser mesías –Jesús ya ha efectuado su entrada mesiánica en Jerusalén-, e “hijo de David”, sin ser esto último por línea genealógica, sino espiritual. Lo que no queda claro es -en el pasaje de Marcos- si este pensamiento es obra del Evangelista o procede del Jesús histórico mismo. No hay manera de saberlo de un modo seguro, en mi opinión.
Volviendo al caso concreto de Zorobabel y su momento histórico. Como el pueblo no tenía por qué estar al tanto de las especulaciones teológicas de Ezequiel, en este momento no había problemas: el príncipe, Zorobabel, pertenecía a la casa de David.
El profeta Zacarías, que vivió en aquel periodo, pudo declarar ante el pueblo: “Éstos son los dos hijos del aceite, que están en presencia del Señor de toda la tierra” (4,14). Ambos caudillos han entrado claramente en la esfera sacra de la realeza: ambos son “ungidos” (recordemos que el hebreo apenas tiene adjetivos; para expresar “ungido” utiliza la expresión “hijo de…”, en este caso del aceite. Otro ejemplo: "administrador injusto", que en el Evangelio aparece literalmente como “el administrador de la injusticia” = Lc 16,8 griego oikónomos tes adikías).
Que el concepto de “rey mesiánico” (atención, en este momento estamos emplendo estos vocablos, pero volvemos a señalar que el contenido es aún confuso) estaba presente en la mente de los religiosamente cultos se deduce de cómo denomina Zacarías a Zorobabel: 3,8: “He aquí que envío a mi siervo, el Germen”, frase que sin duda alguna hace referencia al dirigente laico, el príncipe y lo interpreta como una suerte de enviado divino para establecer una realeza en el país próspera en lo material y en lo espiritual.
“Germen” es el mismo apelativo que había utilizado Jeremías para señalar al gran rey futuro, el que habría de establecer la justicia en Israel. Así en Jr 23,5 y 33,15 (en hebreo semah es “germen”). Comenta Paolo Sacchi que “Las esperanzas del profeta y de una parte del pueblo debieron haber recaído en Zorobabel justamente en esta perspectiva. Por Ageo, otro contemporáneo, tenemos noticia de que el Templo fue refundado de hecho por iniciativa de ambos, pero a Zorobabel siempre se le nombra primero”.
Sabemos por la historia, que por oscuros motivos hubo una guerra civil poco después en Judá y que Zorobabel cayó asesinado. Y sabemos que posteriormente, cuando se dedicó el templo que había sido reconstruido, el que mandaba era sólo el sacerdote Josué, como se deduce de que Flavio Josefo en sus Antigüedades de los judíos -cuando está recordando este momento-, sólo nombra a Josué (XI 79).
Se deduce, pues que “el pueblo”, o sus dirigentes sacerdotales no sólo eliminaron a la persona, sino también a la institución monárquica. Dejó de haber rey en Israel quizá porque físicamente no existía ya n ningún sucesor físico de David.
Comenta Paolo Sacchi:
“Con la supresión de la monarquía el mesianismo real perdía todo sentido. Sin embargo, el mesianismo no desapareció de la cultura judía. De la gran decepción quedó en el pensamiento de Israel algo destinado a tener gran vitalidad: el mesianismo había perdido la unicidad del personaje salvador porque los ungidos llegaron a ser dos. La espera del mesías podía convertirse entonces en la espera de más mesías. No sólo eso, sino que el concepto de “mesías” no estaba vinculado ya a la figura de un rey, pues al menos un sacerdote podía convertirse también en mesías. La función mesiánica, concebida en aras de la salvación, estaba ahora más abierta para asumir valores religiosos al hacerse autónoma respecto a la realeza” (p. 409, de su Historia del judaísmo en la época del Segundo Templo, Trotta, Madrid, 2004).
Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:
“El monoteísmo como historia-ficción. El ejemplo de lo que ha ocurrido en algunas partes del Antiguo Testamento”
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