Hoy escribe Antonio Piñero
A propósito de la presentación, y breve valoración de la obra “La Biblia griega. Septuaginta. Pentateuco”, que hice en la postal anterior, voy a dedicar una pequeña serie a explicar el origen de esta versión, sus características y su importancia. Tomará material disperso en mi obra Literatura judía de época helenística en lengua griega, Editorial Síntesis, Madrid, 2006, y de la obra de grupo Biblia y Helenismo, El Almendro, Córdoba 2006.
Aunque el grueso de la literatura producida por el judaísmo hasta la Edad Media se concibió y escribió en hebreo, en la antigüedad del entorno anterior o simultáneo al Nuevo Testamento hay una suma considerable de producción literaria judía en lengua griega. Esta literatura pertenece abrumadoramente al ámbito religioso.
El cultivo de la lengua helénica por parte de los judíos tuvo que ver primordialmente con tres hechos.
1. La expansión de la lengua y la cultura griegas como consecuencia de las victorias militares de la expedición de Alejandro Magno(muerto en el 323 a.C.) y la continuación parcial de su política por parte de sus sucesores.
2. La dispersión de una buena parte de la población de Israel fuera de sus fronteras geográficas justamente en esa época, debida a múltiples factores, pero sobre todo a las guerras y a la pobreza del país.
3. El deseo de los judíos cultos de dar a conocer su religión y costumbres en la lengua culta del momento. Ello implicaba un afán apologético (defensa y propaganda de su religión) y un justo deseo de hacerse un hueco en la cultura griega.
Estos tres hechos, que enmarcan el encuentro de Israel con el helenismo, requieren al menos una breve explicación que nos ayude a comprender el proceso de helenización de los judíos con la consecuente generación de obras literarias en lengua griega por parte de judíos que no renegaban de su fe.
Hago en primer lugar algunas precisiones terminológicas:
¿Qué se entendía por “helenismo” o “helenizar” en ámbito judío de los siglos inmediatamente anteriores al siglo I de nuestra era?. La historia de estos vocablos muestra que tanto el verbo griego hellenízein como el sustantivo hellenismós denotaban en un principio el dominio de la lengua griega por parte de un hablante, es decir “entender o hablar griego”.
Según esta definición, los judíos “helenistas” eran, en el sentido propio de la palabra, aquellos cuya lengua materna, o adoptada, era el griego, en contraposición a los judíos palestinenses y de la diáspora de Babilonia que hablaban normalmente arameo. Así lo entendió el evangelista Lucas cuando distinguía entre hellenistaí y hebraíoi en Hechos de los apóstoles 6,1: la lengua materna de los “helenistas” era el griego y la de los “hebreos”, el arameo.
Se ha señalado que fue Filón de Alejandría (muerto hacia el 50 d.C.) el primero en usar el verbo aphellenízein en sentido transitivo con un significado completamente nuevo. Filón comienza a designar con este término el cumplimiento de un programa de acción cultural: la “helenización de los bárbaros = en este caso también los propios judíos”. En su obra Embajada a Gayo (parágrafo 147) hace la apología del emperador Augusto, quien, según él, “helenizó las regiones más importantes del mundo bárbaro”.
Ya antes y en un sentido peyorativo el autor de 2 Macabeos había empleado el término hellenismós de una manera distinta y negativa como “vivir al modo de vida helénico”, lo que suponía una amenaza grave para la supervivencia de las tradiciones y de la religión judías.
Por tanto, y en principio, la expresión "judaísmo helenístico" designaría bien a aquel que utilizó la lengua griega como vehículo de expresión. Temporalmente este fenómeno ocurrió desde los inicios del s. IV a.C. hasta los años del alto Imperio romano, siglos I y II d.C., y en diversos ámbitos geográficos. Por consiguiente, debe considerarse como "judaísmo helenístico" tanto al judaísmo israelita/palestinense (porque algunos de sus miembros también sabían griego y le utilizaban para el comercio) como al judaísmo de la diáspora de Asia Menor, Grecia, Egipto, Babilonia y otras regiones menos importantes, que tenían el griego como lengua normal (aunque para los oficios religiosos empleasen el hebreo, como ocurre todavía hoy).
Por tanto, ya ve el lector que “helenístico” puede emplearse también para aquella rama del judaísmo que adoptó al máximo las formas de vida y de pensamiento propios de la cultura griega helenística (aunque sin llegar a perder su identidad judía por ello, pero configurándola en un modo nuevo y hasta entonces inédito), y también a quienes lucharon contra esa cultura, aunque utilizaron la lengua griega para ello. El vocablo “helenístico” puede tener, pues, un sentido cultural, positivo y negativo, o meramente de ámbito cronológico.
En tiempos pasados se tendió a distinguir entre judaísmo palestinense y de la Diáspora según el grado de aceptación de la mentalidad helénica. Se solía mantener que el palestinense estaba poco o casi nada influido por ella o, al menos, que la diferencia en el influjo del helenismo era muy notable. Se suponía que en Israel era casi nula. Los estudios históricos del siglo XX han demostrado que esta tesis es exagerada o errónea.
La opinión preponderante hoy día es que también Israel/Palestina estuvo fuertemente helenizada, y que no es fácil distinguir entre diversos grados de helenización sólo por la procedencia geográfica. Por ello, debe siempre insistirse en que “helenístico” es el judaísmo que vive en esa época y que de un modo u otro se ve influido, a veces contra su voluntad, por la nueva civilización promovida por la expedición de Alejandro Magno. Esta civilización se caracterizó por la gradual difusión de la lengua griega y por unas formas de vida y de pensamiento propios de una cultura generada fundamentalmente en Grecia continental y en la parte griega de Asia Menor.
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
A propósito de la presentación, y breve valoración de la obra “La Biblia griega. Septuaginta. Pentateuco”, que hice en la postal anterior, voy a dedicar una pequeña serie a explicar el origen de esta versión, sus características y su importancia. Tomará material disperso en mi obra Literatura judía de época helenística en lengua griega, Editorial Síntesis, Madrid, 2006, y de la obra de grupo Biblia y Helenismo, El Almendro, Córdoba 2006.
Aunque el grueso de la literatura producida por el judaísmo hasta la Edad Media se concibió y escribió en hebreo, en la antigüedad del entorno anterior o simultáneo al Nuevo Testamento hay una suma considerable de producción literaria judía en lengua griega. Esta literatura pertenece abrumadoramente al ámbito religioso.
El cultivo de la lengua helénica por parte de los judíos tuvo que ver primordialmente con tres hechos.
1. La expansión de la lengua y la cultura griegas como consecuencia de las victorias militares de la expedición de Alejandro Magno(muerto en el 323 a.C.) y la continuación parcial de su política por parte de sus sucesores.
2. La dispersión de una buena parte de la población de Israel fuera de sus fronteras geográficas justamente en esa época, debida a múltiples factores, pero sobre todo a las guerras y a la pobreza del país.
3. El deseo de los judíos cultos de dar a conocer su religión y costumbres en la lengua culta del momento. Ello implicaba un afán apologético (defensa y propaganda de su religión) y un justo deseo de hacerse un hueco en la cultura griega.
Estos tres hechos, que enmarcan el encuentro de Israel con el helenismo, requieren al menos una breve explicación que nos ayude a comprender el proceso de helenización de los judíos con la consecuente generación de obras literarias en lengua griega por parte de judíos que no renegaban de su fe.
Hago en primer lugar algunas precisiones terminológicas:
¿Qué se entendía por “helenismo” o “helenizar” en ámbito judío de los siglos inmediatamente anteriores al siglo I de nuestra era?. La historia de estos vocablos muestra que tanto el verbo griego hellenízein como el sustantivo hellenismós denotaban en un principio el dominio de la lengua griega por parte de un hablante, es decir “entender o hablar griego”.
Según esta definición, los judíos “helenistas” eran, en el sentido propio de la palabra, aquellos cuya lengua materna, o adoptada, era el griego, en contraposición a los judíos palestinenses y de la diáspora de Babilonia que hablaban normalmente arameo. Así lo entendió el evangelista Lucas cuando distinguía entre hellenistaí y hebraíoi en Hechos de los apóstoles 6,1: la lengua materna de los “helenistas” era el griego y la de los “hebreos”, el arameo.
Se ha señalado que fue Filón de Alejandría (muerto hacia el 50 d.C.) el primero en usar el verbo aphellenízein en sentido transitivo con un significado completamente nuevo. Filón comienza a designar con este término el cumplimiento de un programa de acción cultural: la “helenización de los bárbaros = en este caso también los propios judíos”. En su obra Embajada a Gayo (parágrafo 147) hace la apología del emperador Augusto, quien, según él, “helenizó las regiones más importantes del mundo bárbaro”.
Ya antes y en un sentido peyorativo el autor de 2 Macabeos había empleado el término hellenismós de una manera distinta y negativa como “vivir al modo de vida helénico”, lo que suponía una amenaza grave para la supervivencia de las tradiciones y de la religión judías.
Por tanto, y en principio, la expresión "judaísmo helenístico" designaría bien a aquel que utilizó la lengua griega como vehículo de expresión. Temporalmente este fenómeno ocurrió desde los inicios del s. IV a.C. hasta los años del alto Imperio romano, siglos I y II d.C., y en diversos ámbitos geográficos. Por consiguiente, debe considerarse como "judaísmo helenístico" tanto al judaísmo israelita/palestinense (porque algunos de sus miembros también sabían griego y le utilizaban para el comercio) como al judaísmo de la diáspora de Asia Menor, Grecia, Egipto, Babilonia y otras regiones menos importantes, que tenían el griego como lengua normal (aunque para los oficios religiosos empleasen el hebreo, como ocurre todavía hoy).
Por tanto, ya ve el lector que “helenístico” puede emplearse también para aquella rama del judaísmo que adoptó al máximo las formas de vida y de pensamiento propios de la cultura griega helenística (aunque sin llegar a perder su identidad judía por ello, pero configurándola en un modo nuevo y hasta entonces inédito), y también a quienes lucharon contra esa cultura, aunque utilizaron la lengua griega para ello. El vocablo “helenístico” puede tener, pues, un sentido cultural, positivo y negativo, o meramente de ámbito cronológico.
En tiempos pasados se tendió a distinguir entre judaísmo palestinense y de la Diáspora según el grado de aceptación de la mentalidad helénica. Se solía mantener que el palestinense estaba poco o casi nada influido por ella o, al menos, que la diferencia en el influjo del helenismo era muy notable. Se suponía que en Israel era casi nula. Los estudios históricos del siglo XX han demostrado que esta tesis es exagerada o errónea.
La opinión preponderante hoy día es que también Israel/Palestina estuvo fuertemente helenizada, y que no es fácil distinguir entre diversos grados de helenización sólo por la procedencia geográfica. Por ello, debe siempre insistirse en que “helenístico” es el judaísmo que vive en esa época y que de un modo u otro se ve influido, a veces contra su voluntad, por la nueva civilización promovida por la expedición de Alejandro Magno. Esta civilización se caracterizó por la gradual difusión de la lengua griega y por unas formas de vida y de pensamiento propios de una cultura generada fundamentalmente en Grecia continental y en la parte griega de Asia Menor.
Seguiremos.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com