Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilía XI
La llamada de Dios y la respuesta equívoca del hombre
La alocución de Pedro se extiende en el concepto y trascendencia de la Creación, presentada como el gran regalo de Dios a la humanidad. Proclamaba el principe de los apóstoles que Dios había hecho todo en beneficio de los hombres y cantaba el sentido que las cosas creadas tenían para la existencia cómoda de los seres inteligentes. La situación del mundo creado frente a su Hacedor había tenido el gesto generoso de la llamada de los hombres a la verdad, el bien y la felicidad. La vacilante respuesta de muchos humanos provoca el reproche de Pedro, porque sitúa a los vacilantes en caminos oscuros y peligrosos.
El muevo nacimiento por el agua bautismal
El agua –clamaba Pedro- es el gran regalo de Dios a través de la naturaleza. La visión de los ojos es la mejor demostración de esta verdad indiscutible. Las nubes que se agrupan sobre nuestras cabezas, la lluvia que destilan por nuestros campos, la escarcha, los hielos, la nieve, los arroyos, ríos, los mares y los océanos son la expresión de la generosidad divina. Porque el agua es la causa de la vida de la naturaleza, sus frutos, sus criaturas. En una palabra, el agua es la raíz de la vida de la humanidad en su origen y en sus consecuencias. Es lo que pudimos ver el día pasado en una especie de pirueta dialéctica, por la que al autor de toda la obra nos presenta el agua del bautismo como la novedad de una nueva versión de la vida humana en un sentido trascendente.
Después de cantar las excelencias del agua, lanza Pedro un grito que tiene las consecuencias de un augurio sagrado y eternamente gratificante: “Recurrid al agua” (Hom XI 26,4). Lo que Ezequiel decía del nuevo espíritu y nuevo corazón (Ez 11,29; 18,31; 36,26), el autor de las cartas a los Efesios y a los Colosenses lo aplica a la teoría del hombre nuevo, que tiene su nuevo nacimiento en el bautismo del agua con la triple invocación sagrada. Un agua que exige una vida nueva en obras de justicia.
La vida del bautizado
Así explica Pedro los detalles de la nueva vida del cristiano. “Acércate, pues, tanto si eres justo, como si eres injusto. Pues a ti que eres justo lo único que te falta para la salvación es ser bautizado; y si eres injusto, ser bautizado para remisión de los pecados que cometiste en la ignorancia. Te faltan además tus buenas obras después del bautismo en proporción a tu pasada impiedad”.
Bautismo y buenas obras
Los que aspiran a la salvación necesitan el bautismo acompañado de las buenas obras. “Por eso, tanto si eres justo como si eres injusto, apresúrate a nacer para Dios, porque la tardanza comporta un peligro por ser incierto el momento de la muerte. Demuestra con tus buenas obras tu semejanza con el Padre que te ha engendrado del agua, honrando como amante de la verdad al Dios verdadero como a tu padre. El honor para él es que tú vivas como quiere él, que es justo; la voluntad del justo es que no se cometa injusticia. Pero injusticia es matar, adulterar, odiar, ambicionar y las cosas semejantes a éstas, de las que hay muchas formas” (Hom XI 27,1-3). Notamos que con reiterada frecuencia, cuando el Pseudo Clemente enumera vicios o errores, menciona el adulterio junto al homicidio.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Homilía XI
La llamada de Dios y la respuesta equívoca del hombre
La alocución de Pedro se extiende en el concepto y trascendencia de la Creación, presentada como el gran regalo de Dios a la humanidad. Proclamaba el principe de los apóstoles que Dios había hecho todo en beneficio de los hombres y cantaba el sentido que las cosas creadas tenían para la existencia cómoda de los seres inteligentes. La situación del mundo creado frente a su Hacedor había tenido el gesto generoso de la llamada de los hombres a la verdad, el bien y la felicidad. La vacilante respuesta de muchos humanos provoca el reproche de Pedro, porque sitúa a los vacilantes en caminos oscuros y peligrosos.
El muevo nacimiento por el agua bautismal
El agua –clamaba Pedro- es el gran regalo de Dios a través de la naturaleza. La visión de los ojos es la mejor demostración de esta verdad indiscutible. Las nubes que se agrupan sobre nuestras cabezas, la lluvia que destilan por nuestros campos, la escarcha, los hielos, la nieve, los arroyos, ríos, los mares y los océanos son la expresión de la generosidad divina. Porque el agua es la causa de la vida de la naturaleza, sus frutos, sus criaturas. En una palabra, el agua es la raíz de la vida de la humanidad en su origen y en sus consecuencias. Es lo que pudimos ver el día pasado en una especie de pirueta dialéctica, por la que al autor de toda la obra nos presenta el agua del bautismo como la novedad de una nueva versión de la vida humana en un sentido trascendente.
Después de cantar las excelencias del agua, lanza Pedro un grito que tiene las consecuencias de un augurio sagrado y eternamente gratificante: “Recurrid al agua” (Hom XI 26,4). Lo que Ezequiel decía del nuevo espíritu y nuevo corazón (Ez 11,29; 18,31; 36,26), el autor de las cartas a los Efesios y a los Colosenses lo aplica a la teoría del hombre nuevo, que tiene su nuevo nacimiento en el bautismo del agua con la triple invocación sagrada. Un agua que exige una vida nueva en obras de justicia.
La vida del bautizado
Así explica Pedro los detalles de la nueva vida del cristiano. “Acércate, pues, tanto si eres justo, como si eres injusto. Pues a ti que eres justo lo único que te falta para la salvación es ser bautizado; y si eres injusto, ser bautizado para remisión de los pecados que cometiste en la ignorancia. Te faltan además tus buenas obras después del bautismo en proporción a tu pasada impiedad”.
Bautismo y buenas obras
Los que aspiran a la salvación necesitan el bautismo acompañado de las buenas obras. “Por eso, tanto si eres justo como si eres injusto, apresúrate a nacer para Dios, porque la tardanza comporta un peligro por ser incierto el momento de la muerte. Demuestra con tus buenas obras tu semejanza con el Padre que te ha engendrado del agua, honrando como amante de la verdad al Dios verdadero como a tu padre. El honor para él es que tú vivas como quiere él, que es justo; la voluntad del justo es que no se cometa injusticia. Pero injusticia es matar, adulterar, odiar, ambicionar y las cosas semejantes a éstas, de las que hay muchas formas” (Hom XI 27,1-3). Notamos que con reiterada frecuencia, cuando el Pseudo Clemente enumera vicios o errores, menciona el adulterio junto al homicidio.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro