Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
HOMILÏA XI
La mayor ingratitud
Dejábamos a Pedro la pasada semana proclamando la solidaridad de la Creación con su Creador. El mundo creado manifiesta su disgusto frente a la ingratitud de la humanidad y su correspondiente conducta. Según su criterio, la impiedad es mayor cuando la ingratitud se comete contra una persona mayor. Y no hay persona mayor que Dios, contra quien los impíos cometen sus gestos de ingratitud. Lo razona desde su particular punto de vista: “Como Dios es mayor que todos, así sufrirá mayor castigo el que es impío con él, como el que peca contra un superior. No porque Dios se defienda a sí mismo, sino porque toda la creación se irrita contra el impío y naturalmente se venga de él” (Hom XI 10,2).
Inmortalidad del alma
Toda la creación, dice Pedro, está irritada con vosotros los que deshonráis al creador del universo. Y aunque con la disolución de vuestro cuerpo escapéis del castigo, ¿cómo podréis huir, por la corrupción, de vuestra alma, que es incorruptible? Porque es inmortal incluso el alma de los impíos, para quienes sería mejor que no fuera incorruptible. Pues castigada con un interminable suplicio por el fuego inextinguible, y siendo inmortal, su desgracia no tiene fin. Estas realidades no pueden ocultarse al que busca la verdad de su vida futura de ultratumba. No sería lícito ni razonable dejar a los hombres en le ignorancia. Las cosas son como son, y no como a los hombres les gustaría que fueran. Cada acción del hombre va necesariamente ligada a su libre albedrío y a responsabilidad personal.
La serpiente malvada, oculta en vuestro corazón, siembra astutamente en vosotros ficciones hostiles a Dios, bajo el pretexto de la amistad con Dios. Reconciliaos con vosotros mismos, pues por vuestra salvación se promueve mediante las buenas obras el refugio en él. El hombre debe volver a su primitiva y original vida de inocencia, de felicidad y de amistad con Dios su Creador. Pues “la realidad actual es que vuestro deseo irracional es una cierta hostilidad con Dios, pues so pretexto de prudencia fortalecéis vuestra ignorancia”. Una vez más sale a la luz de los textos el concepto y las consecuencias de la ignorancia, fuente y raíz de todos los errores de la humanidad.
Inutilidad de los ídolos
Pedro discute opiniones peregrinas de sus oyentes. Algunos dicen: “Dios no se preocupa de nosotros. También esto es falso. Pues si realmente no se preocupara, tampoco haría salir el sol sobre buenos y malos ni enviaría su lluvia sobre justos e injustos . Y otros dicen: “Somos más piadosos puesto que veneramos tanto a Dios como a las imágenes”. No lo creo. Pues si quien esto afirma dijera a un rey: “Te doy el mismo honor que a los muertos y al estiércol arrojado”, no creo que saldría bien parado. Pero alguien dirá: “¿Es que llamas estiércol a nuestros objetos de culto?” Pues sí que lo afirmo. Porque los habéis convertido en inútiles para vosotros al ponerlos entre los objetos de culto, cuya materia posiblemente no sirve para otra cosa que para estiércol (Hom XI 12,1-3).
Pero ahora ni siquiera valen para esto, cuando los adoráis después de transformarlos. ¿Cómo decís que sois incluso más piadosos cuando sois los más impíos de todos y merecéis ante el Dios verdadero la ruina del alma por aquel mismo pecado incomparable, si en él perseveráis? Una vez más Pedro recurre a la semejanza de los hijos frente a sus obligaciones. En consecuencia proclama: “Si un hijo, que ha recibido muchos favores de su padre, da a otro que no es su padre el honor debido al padre, es seguramente desheredado. Pero si viviendo según el criterio del padre, le da las gracias por sus favores, con razón es nombrado heredero” Los idólatras pierden lógicamente su categoría de herederos del reino eterno cuando dan culto a ídolos sin vida ni poder.
Argumentos contra la idolatría
Es tan importante el tema que el Apóstol insiste con reiteración en sus razones y en las consecuencias de la idolatría. Algunos idólatras dicen: “Viviremos impíamente si abandonamos los cultos que nos transmitieron nuestros padres; pues es lo mismo que guardar un depósito”. Por este razonamiento, si uno es hijo de un padre ladrón o de mala vida, no debe ser sobrio ni elegir una vida mejor, para no ser impío ni pecar por no hacer lo mismo que sus padres. Otros idólatras son necios cuando dicen: “Adoramos estas cosas para no ser molestos a Dios”. Como si Dios se molestara con aquellas cosas con las que es alabado, y no se molestara con las ingratitudes y las blasfemias. ¿Por qué, pues, cuando se produce una escasez de lluvia, mirando continuamente hacia el cielo, ofrecéis oraciones y súplicas; y cuando llueve, os olvidáis inmediatamente?
Otrosí, cuando habéis recogido la cosecha o habéis vendimiado, al punto ofrecéis las primicias a los ídolos, que no son nada, y os olvidáis en seguida del Dios bienhechor. Y así os dirigís a los bosques y a los templos y os divertís ofreciendo sacrificios. Por eso, algunos de vosotros dicen: “Con razón se han organizado estos actos para consuelo y diversión”. Muchos idólatras buscan bienestar y diversión mejor en los ríos, en los bosques y en las selvas, donde hay banquetes, simposios y lugares umbrosos. Pero otros buscan el bienestar donde se da la locura de los demonios, amputaciones de manos, emasculaciones, furores, manías, cabellos hirsutos, jactancias, entusiasmos, gritos y todas aquellas cosas que suceden con hipocresía para pasmo de los insensatos, a fin de que presentéis a los que son más muertos que los muertos las oraciones y acciones de gracias a las que estáis obligados.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
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HOMILÏA XI
La mayor ingratitud
Dejábamos a Pedro la pasada semana proclamando la solidaridad de la Creación con su Creador. El mundo creado manifiesta su disgusto frente a la ingratitud de la humanidad y su correspondiente conducta. Según su criterio, la impiedad es mayor cuando la ingratitud se comete contra una persona mayor. Y no hay persona mayor que Dios, contra quien los impíos cometen sus gestos de ingratitud. Lo razona desde su particular punto de vista: “Como Dios es mayor que todos, así sufrirá mayor castigo el que es impío con él, como el que peca contra un superior. No porque Dios se defienda a sí mismo, sino porque toda la creación se irrita contra el impío y naturalmente se venga de él” (Hom XI 10,2).
Inmortalidad del alma
Toda la creación, dice Pedro, está irritada con vosotros los que deshonráis al creador del universo. Y aunque con la disolución de vuestro cuerpo escapéis del castigo, ¿cómo podréis huir, por la corrupción, de vuestra alma, que es incorruptible? Porque es inmortal incluso el alma de los impíos, para quienes sería mejor que no fuera incorruptible. Pues castigada con un interminable suplicio por el fuego inextinguible, y siendo inmortal, su desgracia no tiene fin. Estas realidades no pueden ocultarse al que busca la verdad de su vida futura de ultratumba. No sería lícito ni razonable dejar a los hombres en le ignorancia. Las cosas son como son, y no como a los hombres les gustaría que fueran. Cada acción del hombre va necesariamente ligada a su libre albedrío y a responsabilidad personal.
La serpiente malvada, oculta en vuestro corazón, siembra astutamente en vosotros ficciones hostiles a Dios, bajo el pretexto de la amistad con Dios. Reconciliaos con vosotros mismos, pues por vuestra salvación se promueve mediante las buenas obras el refugio en él. El hombre debe volver a su primitiva y original vida de inocencia, de felicidad y de amistad con Dios su Creador. Pues “la realidad actual es que vuestro deseo irracional es una cierta hostilidad con Dios, pues so pretexto de prudencia fortalecéis vuestra ignorancia”. Una vez más sale a la luz de los textos el concepto y las consecuencias de la ignorancia, fuente y raíz de todos los errores de la humanidad.
Inutilidad de los ídolos
Pedro discute opiniones peregrinas de sus oyentes. Algunos dicen: “Dios no se preocupa de nosotros. También esto es falso. Pues si realmente no se preocupara, tampoco haría salir el sol sobre buenos y malos ni enviaría su lluvia sobre justos e injustos . Y otros dicen: “Somos más piadosos puesto que veneramos tanto a Dios como a las imágenes”. No lo creo. Pues si quien esto afirma dijera a un rey: “Te doy el mismo honor que a los muertos y al estiércol arrojado”, no creo que saldría bien parado. Pero alguien dirá: “¿Es que llamas estiércol a nuestros objetos de culto?” Pues sí que lo afirmo. Porque los habéis convertido en inútiles para vosotros al ponerlos entre los objetos de culto, cuya materia posiblemente no sirve para otra cosa que para estiércol (Hom XI 12,1-3).
Pero ahora ni siquiera valen para esto, cuando los adoráis después de transformarlos. ¿Cómo decís que sois incluso más piadosos cuando sois los más impíos de todos y merecéis ante el Dios verdadero la ruina del alma por aquel mismo pecado incomparable, si en él perseveráis? Una vez más Pedro recurre a la semejanza de los hijos frente a sus obligaciones. En consecuencia proclama: “Si un hijo, que ha recibido muchos favores de su padre, da a otro que no es su padre el honor debido al padre, es seguramente desheredado. Pero si viviendo según el criterio del padre, le da las gracias por sus favores, con razón es nombrado heredero” Los idólatras pierden lógicamente su categoría de herederos del reino eterno cuando dan culto a ídolos sin vida ni poder.
Argumentos contra la idolatría
Es tan importante el tema que el Apóstol insiste con reiteración en sus razones y en las consecuencias de la idolatría. Algunos idólatras dicen: “Viviremos impíamente si abandonamos los cultos que nos transmitieron nuestros padres; pues es lo mismo que guardar un depósito”. Por este razonamiento, si uno es hijo de un padre ladrón o de mala vida, no debe ser sobrio ni elegir una vida mejor, para no ser impío ni pecar por no hacer lo mismo que sus padres. Otros idólatras son necios cuando dicen: “Adoramos estas cosas para no ser molestos a Dios”. Como si Dios se molestara con aquellas cosas con las que es alabado, y no se molestara con las ingratitudes y las blasfemias. ¿Por qué, pues, cuando se produce una escasez de lluvia, mirando continuamente hacia el cielo, ofrecéis oraciones y súplicas; y cuando llueve, os olvidáis inmediatamente?
Otrosí, cuando habéis recogido la cosecha o habéis vendimiado, al punto ofrecéis las primicias a los ídolos, que no son nada, y os olvidáis en seguida del Dios bienhechor. Y así os dirigís a los bosques y a los templos y os divertís ofreciendo sacrificios. Por eso, algunos de vosotros dicen: “Con razón se han organizado estos actos para consuelo y diversión”. Muchos idólatras buscan bienestar y diversión mejor en los ríos, en los bosques y en las selvas, donde hay banquetes, simposios y lugares umbrosos. Pero otros buscan el bienestar donde se da la locura de los demonios, amputaciones de manos, emasculaciones, furores, manías, cabellos hirsutos, jactancias, entusiasmos, gritos y todas aquellas cosas que suceden con hipocresía para pasmo de los insensatos, a fin de que presentéis a los que son más muertos que los muertos las oraciones y acciones de gracias a las que estáis obligados.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
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