Notas

Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.

Redactado por Antonio Piñero el Domingo, 8 de Febrero 2015 a las 21:00

Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilía XI

La ignorancia es la causa de los males

Pedro abunda en la visión cristiana de la creación insistiendo en que la caída de nuestros primeros padres hizo perder al hombre la felicidad original. Es verdad que siempre queda abierta la puerta al arrepentimiento y a la penitencia. Pero ello exige un esfuerzo en la voluntad humana. Porque la situación del hombre caído provocó el deslizamiento por las laderas de la ignorancia, que es el principio y causa de todos los males. La causa de la ignorancia creciente es la labor de la serpiente, que suscita toda clase de pensamientos para perjuicio del hombre.

Estratagemas de la serpiente

Siembra, por ejemplo, en nuestra mente todas las suposiciones falsas contra la unidad divina. Una vez más, la advertencia contra el peligro de la idolatría, el peor de todos los pecados posibles, introducido en la historia por la serpiente del Paraíso. Uno de los consejos de la serpiente es, en efecto, en palabras textuales según el relato de Pedro: “No rechacéis la ignorancia, que es la causa de los males” (Hom XI 12,1). La serpiente acecha con el pretexto de “otro” conocimiento. No debemos olvidar que la primera tentación de la serpiente del paraíso prometía un conocimiento del bien y del mal. Como aquella táctica le salió bien para sus planes, recurre de nuevo al mismo argumento. La ilusión de obtener un mayor conocimiento no dejaba de ser una tentación peligrosa para el hombre y eficaz para las pretensiones de la serpiente.

La ignorancia no puede ser excusa

En primer lugar trata de convencer al hombre original que, si no escucha la palabra de la verdadera religión, no es reo de juicio. “Por eso, engañados algunos hombres, no quieren escuchar para seguir en la ignorancia, no sabiendo que la ignorancia en sí misma es un veneno suficientemente mortal. Pues no es verdad que si alguien toma un veneno mortal ignorando que lo es, no muere” (Hom XI 12,2). Por ese razonamiento, el Apóstol Pedro subraya la idea y la realidad de que la ignorancia no exime al pecador de su error ni lo libra de la perdición. Pues no es verdad que si alguien toma un veneno mortal ignorando que lo es, no muere. El argumento del avestruz tampoco es válido en estos casos. El ocultar la visión del peligro no libra del mal inminente, como la ignorancia del efecto mortal de un veneno no libra de la muerte.

No vale, pues, la ignorancia como excusa, pues el que no quiere aprender para no ser reo de juicio, ya está juzgado como responsable. Pesa sobre él un gesto negativo como es el de negarse a escuchar la doctrina de la verdad. Porque esta estratagema nada puede como defensa frente a Dios, que sondea los corazones. La consecuencia es, por tanto, la necesidad de huir del malvado pensamiento que la serpiente transfiere a nuestra mente. Y si realmente uno termina la vida presente en la ignorancia, será acusado de que no conoció durante su vida quién fue el benefactor que le proporcionó sus alimentos. Además, como insensible, desagradecido y como siervo muy indigno, será apartado del reino de Dios.

Error del politeísmo

Sigue la argumentación de la serpiente aportando sus reflexiones falsas con apariencia de verdad. Muchos de los hombres saben y reconocen que solamente hay un solo Dios, que merece ser honrado y adorado. Pero añaden la idea de que eso no quita ni anula la existencia de otros dioses a los que el hombre puede o debe honrar. La serpiente recurre al ejemplo varias veces aludido del César. Porque de la misma manera que hay un solo César, pero tiene bajo su poder administradores -cónsules, gobernadores, tribunos, centuriones, decuriones-, de la misma manera, siendo uno solo el gran Dios, como el César, hay también dioses según la razón de sus poderes inferiores, sometidos a él, pero que nos gobiernan a nosotros. Frente a estos argumentos exige Pedro de los hombres vacilantes o que han sido infectados (por la serpiente) con esta doctrina como con un terrible veneno, -me refiero a la perversa concepción de este ejemplo-, para que conozcan qué es bueno y qué malo. Sería el “otro” conocimiento aludido como el que adquirirían Adán y Eva comiendo del árbol de la ciencia (Hom XI 14,3).

El politeísmo es un ultraje del Dios único

La consecuencia lógica de las reflexiones de Pedro lleva a la conclusión de que en realidad el politeísmo es un ultraje contra Dios. Y vuelve al ejemplo del César, que tiene funcionarios subordinados, pero que no merecen ni tienen permitido que se les dé el título y el honor del César. Si alguien de su entorno tuviera la osadía de hacerlo, recibiría el castigo correspondiente. Y ello aunque entre el César y sus subordinados existe solamente la distancia finita que puede darse entre hombres. Si el ultraje del hombre lleva consigo una pena, mucho más los que llaman dioses a otros seres estarán sometidos a un castigo eterno, por haber ultrajado a Dios.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro






Domingo, 8 de Febrero 2015
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