Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilía X
Los adoradores de los ídolos se hacen sus siervos
Pedro daba fin al tercer día de su estancia en la ciudad de Trípolis rematando su severa crítica de las prácticas del politeísmo. En la consideración de la idolatría, insistía Pedro, debemos examinar los hechos palpables. Esas estatuas materiales a las que dan culto los idólatras son ante todo puramente materiales. Como ya dijimos, ni ven, ni oyen, ni sienten, ni son capaces de defenderse ni de ayudar. En consecuencia, es inútil recurrir a esos presuntos dioses en busca de ayuda o de protección. Con verdadera razón solamente podemos llamar y considerar Dios al que ordena llevar a término cosas beneficiosas para uso nuestro y manda a los elementos que sirvan al hombre.
Pero los paganos sin percibir su beneficencia, piden públicamente que dominen sobre vosotros mismos los elementos que habían sido establecidos como servidores y siervos vuestros. Por el contrario, no sólo adoráis las estatuas sin alma que habéis hecho, sino que consideráis digno someteros a ellas como siervos en todo. La realidad es que por su necedad y locura locura, se han hecho súbditos de los demonios. A pesar de todo, por el conocimiento que tienen del mismo Dios, gracias a sus buenas obras, pueden llegar a ser otra vez señores, dominar a los demonios como siervos suyos y ser establecidos herederos del reino eterno como hijos de Dios.
Un cuadro de la vida normal de Pedro
Dicho esto, ordenó que todos los poseídos por los demonios y aquejados de diversas enfermedades fueran llevados a donde él se encontraba. Consciente de que se iba ya el día, Pedro impuso las manos a cuantos le llevaron, hizo oración y los despidió curados, recordando a ellos y a los demás de la multitud que acudieran allá todos los días en que permaneciera en la ciudad para dirigirles la palabra. Cuando los demás se retiraron, Pedro se bañó con los que quisieron en la piscina que allí había, mandó que se extendieran manteles en tierra bajo un denso ramaje de los árboles para tener sombra e hizo que cada cual se reclinara en el sitio correspondiente a su dignidad. Así participaron de la comida en común.
Pronunció luego la bendición y la consiguiente acción de gracias a Dios por los bienes recibidos según la fe habitual de los hebreos. Y como todavía quedaba cierto tiempo, permitió a sus oyentes que le preguntaran sobre lo que quisieran. Así, aunque eran no menos de veinte, respondió por orden a cada uno lo que le preguntó. Y como ya estaba avanzada la tarde, entraron con él en la estancia más amplia del albergue y allí se entregaron al sueño. Terminó de este modo el tercer día de su estancia en Trípolis.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Homilía X
Los adoradores de los ídolos se hacen sus siervos
Pedro daba fin al tercer día de su estancia en la ciudad de Trípolis rematando su severa crítica de las prácticas del politeísmo. En la consideración de la idolatría, insistía Pedro, debemos examinar los hechos palpables. Esas estatuas materiales a las que dan culto los idólatras son ante todo puramente materiales. Como ya dijimos, ni ven, ni oyen, ni sienten, ni son capaces de defenderse ni de ayudar. En consecuencia, es inútil recurrir a esos presuntos dioses en busca de ayuda o de protección. Con verdadera razón solamente podemos llamar y considerar Dios al que ordena llevar a término cosas beneficiosas para uso nuestro y manda a los elementos que sirvan al hombre.
Pero los paganos sin percibir su beneficencia, piden públicamente que dominen sobre vosotros mismos los elementos que habían sido establecidos como servidores y siervos vuestros. Por el contrario, no sólo adoráis las estatuas sin alma que habéis hecho, sino que consideráis digno someteros a ellas como siervos en todo. La realidad es que por su necedad y locura locura, se han hecho súbditos de los demonios. A pesar de todo, por el conocimiento que tienen del mismo Dios, gracias a sus buenas obras, pueden llegar a ser otra vez señores, dominar a los demonios como siervos suyos y ser establecidos herederos del reino eterno como hijos de Dios.
Un cuadro de la vida normal de Pedro
Dicho esto, ordenó que todos los poseídos por los demonios y aquejados de diversas enfermedades fueran llevados a donde él se encontraba. Consciente de que se iba ya el día, Pedro impuso las manos a cuantos le llevaron, hizo oración y los despidió curados, recordando a ellos y a los demás de la multitud que acudieran allá todos los días en que permaneciera en la ciudad para dirigirles la palabra. Cuando los demás se retiraron, Pedro se bañó con los que quisieron en la piscina que allí había, mandó que se extendieran manteles en tierra bajo un denso ramaje de los árboles para tener sombra e hizo que cada cual se reclinara en el sitio correspondiente a su dignidad. Así participaron de la comida en común.
Pronunció luego la bendición y la consiguiente acción de gracias a Dios por los bienes recibidos según la fe habitual de los hebreos. Y como todavía quedaba cierto tiempo, permitió a sus oyentes que le preguntaran sobre lo que quisieran. Así, aunque eran no menos de veinte, respondió por orden a cada uno lo que le preguntó. Y como ya estaba avanzada la tarde, entraron con él en la estancia más amplia del albergue y allí se entregaron al sueño. Terminó de este modo el tercer día de su estancia en Trípolis.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro