Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilía VIII
Actitud diversa de la turba frente a Pedro y el Mago
El relator habla de las reacciones de la turba frente a Pedro y a su enemigo Simón el Mago. Pedro es objeto de una recepción plena de clamor, mientras que Simón emprende la huida. La palabra de Pedro satisface las ansias de su auditorio. Una de sus obsesiones es la comunicación de la verdad, que es el camino para la salvación eterna. Por eso, habló primero de la Ley de Dios, que es la expresión más correcta de la gran solución de la vida humana. La metáfora del camino traspasa todas las limitaciones de la filología para ser prácticamente la definición de la realidad.
Los dos maestros Moisés y Jesús
Pedro se detiene en la presentación de los dos maestros dados por Dios a sus fieles. Son Moisés y Jesús. Moisés queda en cierto modo oculto para los que creen en Jesús, como Jesús lo está para los que han aceptado la enseñanza de Moisés. Lo que trata de dejar claro Pedro es que la enseñanza de ambos viene a ser la misma. Por lo que se salvan cuantos creen en ellas. Sus palabras dicen literalmente: “Una sola es la enseñanza de ambos, Dios acoge al que cree en cualquiera de ellos” (Hom VIII 6,2). Pero la creencia en cualquiera de estos dos maestros consigue su plenitud cuando se practica lo que Dios ordena.
Sentimientos proselitistas a favor del judaísmo
Algunas afirmaciones de Pedro reflejan lo que muchos investigadores subrayan como uno de los sentimientos latentes en las Pseudo Clementinas, como es un cierto proselitismo a favor de la religión hebrea. Según el convencimiento de Pedro, manifiesto en la letra de los textos, los hebreos no son condenados por ignorar a Jesús si practican lo ordenado por Moisés. Como tampoco los gentiles son condenados por ignorar a Moisés, siempre que vivan practicando lo exigido por las enseñanzas de Jesús. En consecuencia, ni judíos ni gentiles obtendrán ningún provecho por llamar señores a sus maestros, si no dejan de hacer las cosas propias de los esclavos.
Importancia de las obras
Por esa razón, nuestro Jesús se dirigió a uno que lo llamaba con frecuencia “señor”, pero no hacía nada de lo que él ordenaba. Le dijo, pues: “¿Por qué me dices «señor, señor», y no haces lo que digo?” (Mt 7,21). Porque no aprovechará a nadie el decir sino el hacer. Tenemos aquí de nuevo la doctrina del Pseudo Clemente sobre la importancia de las obras por encima de las palabras y la fe. Concluye luego Pedro matizando su postura doctrinal diciendo simplemente: “Si alguien ha recibido el don de reconocer que los dos (Moisés y Jesús) han predicado una misma doctrina, ese hombre es considerado rico ante Dios” (Hom VIII 7,5). El Pseudo Clemente reconoce dos cosas de forma clara: Moisés y Jesús predicaron la misma doctrina. Judíos y gentiles conversos a la fe cristiana tienen expedito el camino para la salvación. Todo si a su fe en las doctrinas de sus maestros añaden la práctica de sus recomendaciones.
La Ley y la amistad de Dios con el hombre
Dios que ha creado todas las cosas, se las ha entregado a los hombres para su uso y disfrute. El gesto es una manera de buscar la amistad con la humanidad, lo mismo que la Ley. Una amistad que es una evidente conveniencia para los hombres. Los hombres deben amar a Dios y ser amados por él. Por ello les ha manifestado el camino que conduce a su amistad con él, enseñándoles con qué obras de los hombres el único Dios y dueño de todos se deleita. Dios que creó el mundo para el hombre, le muestra su Ley, verdadero camino para llegar a la verdad y conseguir la salvación eterna. Pero como ya sucedió en los días del paraíso, la generosidad y la bondad de Dios tuvieron como respuesta una persistente ingratitud de la humanidad.
Ingratitud de la humanidad
Así manifiesta Pedro sus quejas ante el auditorio que le escucha con avidez: “Pero ya que ellos no habían tenido antes la experiencia de los males, adoptando una actitud insensible frente al don gratuito de los bienes, por la abundancia de los alimentos y los lujos, se desviaron hacia la ingratitud, hasta el punto de creer que no existía la Providencia” (Hom VIII 11,1). Será uno de los problemas discutidos hasta la saciedad en los relatos de la obra. Si el orden del mundo es fruto de la Providencia de Dios o de la casualidad o la posición de los astros en el momento del nacimiento. Para el autor, la ausencia de sufrimiento y la abundancia de bienes fueron los elementos que desviaron al hombre hacia la ingratitud.
El autor sigue los pasos de la maldad humana a través de la Escritura hasta el punto de que el Dios Creador, generoso y poderoso, llegó a sentir arrepentimiento de haber creado al hombre (Gén 6,6). El autor de las Pseudo Clementinas sigue esos pasos concretos tal como los expresa el texto bíblico del capítulo 6 del libro del Génesis. El diluvio no deja de ser una prueba de la necesidad de enderezar el rumbo desviado de la humanidad.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Homilía VIII
Actitud diversa de la turba frente a Pedro y el Mago
El relator habla de las reacciones de la turba frente a Pedro y a su enemigo Simón el Mago. Pedro es objeto de una recepción plena de clamor, mientras que Simón emprende la huida. La palabra de Pedro satisface las ansias de su auditorio. Una de sus obsesiones es la comunicación de la verdad, que es el camino para la salvación eterna. Por eso, habló primero de la Ley de Dios, que es la expresión más correcta de la gran solución de la vida humana. La metáfora del camino traspasa todas las limitaciones de la filología para ser prácticamente la definición de la realidad.
Los dos maestros Moisés y Jesús
Pedro se detiene en la presentación de los dos maestros dados por Dios a sus fieles. Son Moisés y Jesús. Moisés queda en cierto modo oculto para los que creen en Jesús, como Jesús lo está para los que han aceptado la enseñanza de Moisés. Lo que trata de dejar claro Pedro es que la enseñanza de ambos viene a ser la misma. Por lo que se salvan cuantos creen en ellas. Sus palabras dicen literalmente: “Una sola es la enseñanza de ambos, Dios acoge al que cree en cualquiera de ellos” (Hom VIII 6,2). Pero la creencia en cualquiera de estos dos maestros consigue su plenitud cuando se practica lo que Dios ordena.
Sentimientos proselitistas a favor del judaísmo
Algunas afirmaciones de Pedro reflejan lo que muchos investigadores subrayan como uno de los sentimientos latentes en las Pseudo Clementinas, como es un cierto proselitismo a favor de la religión hebrea. Según el convencimiento de Pedro, manifiesto en la letra de los textos, los hebreos no son condenados por ignorar a Jesús si practican lo ordenado por Moisés. Como tampoco los gentiles son condenados por ignorar a Moisés, siempre que vivan practicando lo exigido por las enseñanzas de Jesús. En consecuencia, ni judíos ni gentiles obtendrán ningún provecho por llamar señores a sus maestros, si no dejan de hacer las cosas propias de los esclavos.
Importancia de las obras
Por esa razón, nuestro Jesús se dirigió a uno que lo llamaba con frecuencia “señor”, pero no hacía nada de lo que él ordenaba. Le dijo, pues: “¿Por qué me dices «señor, señor», y no haces lo que digo?” (Mt 7,21). Porque no aprovechará a nadie el decir sino el hacer. Tenemos aquí de nuevo la doctrina del Pseudo Clemente sobre la importancia de las obras por encima de las palabras y la fe. Concluye luego Pedro matizando su postura doctrinal diciendo simplemente: “Si alguien ha recibido el don de reconocer que los dos (Moisés y Jesús) han predicado una misma doctrina, ese hombre es considerado rico ante Dios” (Hom VIII 7,5). El Pseudo Clemente reconoce dos cosas de forma clara: Moisés y Jesús predicaron la misma doctrina. Judíos y gentiles conversos a la fe cristiana tienen expedito el camino para la salvación. Todo si a su fe en las doctrinas de sus maestros añaden la práctica de sus recomendaciones.
La Ley y la amistad de Dios con el hombre
Dios que ha creado todas las cosas, se las ha entregado a los hombres para su uso y disfrute. El gesto es una manera de buscar la amistad con la humanidad, lo mismo que la Ley. Una amistad que es una evidente conveniencia para los hombres. Los hombres deben amar a Dios y ser amados por él. Por ello les ha manifestado el camino que conduce a su amistad con él, enseñándoles con qué obras de los hombres el único Dios y dueño de todos se deleita. Dios que creó el mundo para el hombre, le muestra su Ley, verdadero camino para llegar a la verdad y conseguir la salvación eterna. Pero como ya sucedió en los días del paraíso, la generosidad y la bondad de Dios tuvieron como respuesta una persistente ingratitud de la humanidad.
Ingratitud de la humanidad
Así manifiesta Pedro sus quejas ante el auditorio que le escucha con avidez: “Pero ya que ellos no habían tenido antes la experiencia de los males, adoptando una actitud insensible frente al don gratuito de los bienes, por la abundancia de los alimentos y los lujos, se desviaron hacia la ingratitud, hasta el punto de creer que no existía la Providencia” (Hom VIII 11,1). Será uno de los problemas discutidos hasta la saciedad en los relatos de la obra. Si el orden del mundo es fruto de la Providencia de Dios o de la casualidad o la posición de los astros en el momento del nacimiento. Para el autor, la ausencia de sufrimiento y la abundancia de bienes fueron los elementos que desviaron al hombre hacia la ingratitud.
El autor sigue los pasos de la maldad humana a través de la Escritura hasta el punto de que el Dios Creador, generoso y poderoso, llegó a sentir arrepentimiento de haber creado al hombre (Gén 6,6). El autor de las Pseudo Clementinas sigue esos pasos concretos tal como los expresa el texto bíblico del capítulo 6 del libro del Génesis. El diluvio no deja de ser una prueba de la necesidad de enderezar el rumbo desviado de la humanidad.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro