Notas

Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.

Redactado por Antonio Piñero el Domingo, 27 de Julio 2014 a las 23:40

Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilías IV-VI

La doctrina griega impugna la existencia de los dioses

Una de las afirmaciones más serias de Clemente sobre la naturaleza de los dioses era la que recoge el convencimiento del sentido alegórico de los dioses griegos. Porque con ello los mitógrafos “impugnan hasta su misma existencia”. Los que pretenden propalar la fama y la benevolencia de los dioses acaban disolviendo su imagen entre las alegorías de las sustancias del mundo. La seguridad con la que hablaban de sus dioses es consecuencia de su ignorancia sobre la magia y sus poderes. Y lo que eran demonios y magos perversos lo convertían en divinidades.

Los sepulcros de los dioses

Pero en la dialéctica sobre la naturaleza de los dioses, el argumento definitivo es la prueba de que los considerados como dioses inmortales no eran otra cosa que simples mortales. La evidencia es la existencia de sus sepulcros a lo largo y ancho de la geografía de Grecia y del mundo entero. En las montañas del Cáucaso existía el sepulcro de un simple mortal llamado Crono, “tirano salvaje y homicida de sus hijos” (Hom VI 21,1). De su hijo, Zeus, cuenta Clemente que era peor que su padre, pero sus poderes mágicos eran tan grandes que fue considerado nada menos que “dueño del mundo”. Pero una vez que murió, recibió sepultura en Creta, que los “mendaces” cretenses muestran con orgullo y falta de lógica. Podían rotular el sepulcro del padre de los dioses escribiendo algo así como “Aquí yace el inmortal Zeus”.

Y como el argumento es contundente, prosigue Clemente enumerando más sepulcros de otros presuntos inmortales: “En Mesopotamia yacen un cierto Sol en Atros y una cierta Luna en Carras, en Egipto un cierto hombre Hermes, Ares en Tracia, Afrodita en Chipre, Asclepio en Epidauro”. Y lo mismo que de todos éstos, se conocen las sepulturas de otros dioses, reconocidos y venerados como poderosos e inmortales.

En los sepulcros de los dioses yacen hombres normales

La consecuencia evidente es que los que yacen en sus sepulcros no tenían nada de inmortales y eran simples mortales. Sus contemporáneos no les prestaron especial atención por razones obvias. Pero el tiempo todo lo transforma. Los que eran simples hombres acabaron convertidos en dioses y venerados con templos y con festividades. Era sencillo engañarse por algunas cualidades especiales de sus contemporáneos. Y lo que pasó con los que convivieron con Heracles, Dioniso y otros presuntos dioses del panteón griego, ocurrió con los troyanos que adoraron a Héctor, con los que veneraron a Aquiles en la isla de Léucade, con los que adoraron a Patroclo en Opuntio y a Alejandro en Rodas.

Absurdo de ciertas creencias

Ambos contendientes saben que incluso en este tiempo un mero hombre es adorado como dios entre los egipcios. Pero hay algo que debiera llenar a sus devotos de pudor, ya que adoran a volátiles, reptiles y toda clase de animales. Eso es prueba de la necedad de muchos hombres que practican creencias similares sin la menor sensación de vergüenza. Cuentan, por ejemplo, que el mismo Zeus, proclamado y venerado como padre de los dioses y de los hombres, transformándose en cisne, tuvo relaciones sexuales con Leda. Los cuadros que existen con la visión de esas relaciones no serían consentidas con los reyes actuales con el epígrafe de sus propios nombres en ocasiones semejantes.

Necesidad de un gran artesano, poderoso y sabio

Clemente reconoce que no sabe bien qué es Dios, pero actúa siempre con buena voluntad y está seguro de que Dios existe. Un Dios grande y poderoso, principio y fin de todas las cosas. Así como sabe también lo que no puede ser Dios. “Los cuatro primeros elementos no pueden ser Dios, pues han sido hechos por otro. No lo es la mezcla, no el compuesto, no la generación, no el globo visible que rodea todo el universo, ni el sedimento que fluye en el Hades, ni el agua que flota, ni la sustancia hirviente, ni el aire que se extiende desde ella hasta acá” (Hom VI 24,1).

Es decir, ninguno de los elementos que los mitógrafos transformaron en los dioses primigenios no tiene la posibilidad lógica de ser considerado como Dios. Para la mezcla y desarrollo de esos elementos era necesaria la existencia de un gran artesano, de poder ilimitado, unido a una ciencia sin fronteras posibles.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro





Domingo, 27 de Julio 2014
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