Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilías IV-VI
La nada de los dioses griegos
El debate entre Apión y Clemente deja claras las posturas de los dos contendientes. Unas posturas que delatan creencias hondamente arraigadas en sus mentes y en sus corazones. Los dioses griegos, tan importantes en la visión de Apión y sus colegas consejeros, son poco menos que nada en la criteriología religiosa de Clemente. Su explicación alegórica lleva per breuiorem a lanada existencial. Son, en efecto, más ficción que realidad. Una ficción que existe más en la imaginación del devoto que en la realidad histórica de los hechos. Una ficción que no puede ayudar en las encrucijadas de la vida ni puede proporcionar al hombre religioso una salvación anhelada.
Los “sabios” son más bien demonios perversos
Clemente denomina “demonios perversos” a los inventores de tales fábulas envueltas en hermosa literatura. Tratan de imbuir en la humanidad actitudes más que discutibles con la idea de colmar las aspiraciones de los hombres de a pie, deseosos de imitar a los hombres nobles, en los que se reflejan las conductas de los llamados dioses. Y concreta su idea diciendo: “Me refiero a los parricidios, homicidios de hijos, relaciones íntimas impías con madres, hijas o hermanas, adulterios indecorosos, sodomías, prácticas impuras, además de otras infinitas relaciones inicuas” (Hom VI 18,1a).
Los perversos mitógrafos deberían ocultar las indecencias de los distintos dioses con relatos decorosos, que dejaran a salvo por lo menos el recuerdo de los dueños del mundo. Pero hacen precisamente lo contrario. Parece como si quisieran destacar la impiedad de sus acciones. Además, “al estar expuestas alegóricamente, apenas y con esfuerzo pueden ser entendidas”. Se esfuerzan en dar esplendor a formas reprensibles de comportamiento.
Mejor revestir la conducta de los dioses con alegorías decentes
Clemente se atreve a juzgar a los que emplean su arte en embaucar a los hombres sencillos, desprovistos de la defensa necesaria frente al arte y la dialéctica de los sabios. “Sin embargo, apruebo a los que las revisten con alegorías decentes, como a los que imaginaron el enigma de que de la cabeza de Zeus surgió la prudencia. Pero quizás es más fidedigno para mí que los hombres malvados quitan la gloria de los dioses atreviéndose a promulgar sus insolencias” (Hom VI 18,4). Pero toda la alegoría poética, que reviste la historia de los dioses, carece de la más elemental coherencia.
Los poetas atrapados por la razón
Los mismos poetas se sienten atrapados por loa razón. Al hablar del universo y su orden, afirman unas veces que ha sido obra de la naturaleza. Pero cuando contemplan su magnífico ordenamiento, se ven obligados a introducir conceptos como el de un entendimiento superior. Es decir, “como no pueden demostrarlo sencillamente a causa de lo complicado del mundo, implican también la previsión del entendimiento hasta el punto de convencer hasta a los mayores filósofos”, que acaban pensando en la necesidad de una especie de providencia inteligente y poderosa. Lo que daría la razón a las tesis defendidas por Clemente.
Se implica en su propio razonamiento concretando su criterio. “Si el mundo se hizo automáticamente por la naturaleza, ¿cómo recibió luego la proporción y el orden, siendo así que puede surgir por una sola prudencia desbordante, comprendida y llevada a la perfección por la ciencia sola?” (Hom VI 19,4). No comprende el cristiano cómo es posible que las cosas lleguen a la existencia de forma automática y surjan de la nada como una obra perfecta con un orden y unas carreras perfectamente armonizadas. Así lo entienden los hombres de todas las culturas, muchos de ellos sin comprender la razón de su ordenamiento.
Negación de la existencia de los dioses
“Los que quieren desviar mediante alegorías las cosas divinas hacia lo vergonzoso, -como que Metis fue devorada por Zeus-, han caído en un problema, al no comprender que los que explican de forma ambigua la naturaleza física de los dioses, impugnan hasta su misma existencia, pues disuelven su imagen con las alegorías entre las sustancias del mundo” (Hom VI 20,1). Es el gran argumento de Clemente frente a las tesis de los filósofos y poetas paganos. El esfuerzo en explicar la existencia y la conducta de los dioses mediante alegorías, lleva consigo el peligro de reducir a la nada su misma existencia.
Su conclusión no puede ser más explícita: “Es más convincente decir que los dioses, objeto de sus cantos, fueron unos magos perversos que, siendo hombres perversos, transformados por la magia, disolvían matrimonios, destruían vidas” (Hom VI 20,2). Eran, en consecuencia, la ruina de la humanidad los que la literatura de poetas y filósofos calificaban de “dioses inmortales” y “dioses salvadores”.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Homilías IV-VI
La nada de los dioses griegos
El debate entre Apión y Clemente deja claras las posturas de los dos contendientes. Unas posturas que delatan creencias hondamente arraigadas en sus mentes y en sus corazones. Los dioses griegos, tan importantes en la visión de Apión y sus colegas consejeros, son poco menos que nada en la criteriología religiosa de Clemente. Su explicación alegórica lleva per breuiorem a lanada existencial. Son, en efecto, más ficción que realidad. Una ficción que existe más en la imaginación del devoto que en la realidad histórica de los hechos. Una ficción que no puede ayudar en las encrucijadas de la vida ni puede proporcionar al hombre religioso una salvación anhelada.
Los “sabios” son más bien demonios perversos
Clemente denomina “demonios perversos” a los inventores de tales fábulas envueltas en hermosa literatura. Tratan de imbuir en la humanidad actitudes más que discutibles con la idea de colmar las aspiraciones de los hombres de a pie, deseosos de imitar a los hombres nobles, en los que se reflejan las conductas de los llamados dioses. Y concreta su idea diciendo: “Me refiero a los parricidios, homicidios de hijos, relaciones íntimas impías con madres, hijas o hermanas, adulterios indecorosos, sodomías, prácticas impuras, además de otras infinitas relaciones inicuas” (Hom VI 18,1a).
Los perversos mitógrafos deberían ocultar las indecencias de los distintos dioses con relatos decorosos, que dejaran a salvo por lo menos el recuerdo de los dueños del mundo. Pero hacen precisamente lo contrario. Parece como si quisieran destacar la impiedad de sus acciones. Además, “al estar expuestas alegóricamente, apenas y con esfuerzo pueden ser entendidas”. Se esfuerzan en dar esplendor a formas reprensibles de comportamiento.
Mejor revestir la conducta de los dioses con alegorías decentes
Clemente se atreve a juzgar a los que emplean su arte en embaucar a los hombres sencillos, desprovistos de la defensa necesaria frente al arte y la dialéctica de los sabios. “Sin embargo, apruebo a los que las revisten con alegorías decentes, como a los que imaginaron el enigma de que de la cabeza de Zeus surgió la prudencia. Pero quizás es más fidedigno para mí que los hombres malvados quitan la gloria de los dioses atreviéndose a promulgar sus insolencias” (Hom VI 18,4). Pero toda la alegoría poética, que reviste la historia de los dioses, carece de la más elemental coherencia.
Los poetas atrapados por la razón
Los mismos poetas se sienten atrapados por loa razón. Al hablar del universo y su orden, afirman unas veces que ha sido obra de la naturaleza. Pero cuando contemplan su magnífico ordenamiento, se ven obligados a introducir conceptos como el de un entendimiento superior. Es decir, “como no pueden demostrarlo sencillamente a causa de lo complicado del mundo, implican también la previsión del entendimiento hasta el punto de convencer hasta a los mayores filósofos”, que acaban pensando en la necesidad de una especie de providencia inteligente y poderosa. Lo que daría la razón a las tesis defendidas por Clemente.
Se implica en su propio razonamiento concretando su criterio. “Si el mundo se hizo automáticamente por la naturaleza, ¿cómo recibió luego la proporción y el orden, siendo así que puede surgir por una sola prudencia desbordante, comprendida y llevada a la perfección por la ciencia sola?” (Hom VI 19,4). No comprende el cristiano cómo es posible que las cosas lleguen a la existencia de forma automática y surjan de la nada como una obra perfecta con un orden y unas carreras perfectamente armonizadas. Así lo entienden los hombres de todas las culturas, muchos de ellos sin comprender la razón de su ordenamiento.
Negación de la existencia de los dioses
“Los que quieren desviar mediante alegorías las cosas divinas hacia lo vergonzoso, -como que Metis fue devorada por Zeus-, han caído en un problema, al no comprender que los que explican de forma ambigua la naturaleza física de los dioses, impugnan hasta su misma existencia, pues disuelven su imagen con las alegorías entre las sustancias del mundo” (Hom VI 20,1). Es el gran argumento de Clemente frente a las tesis de los filósofos y poetas paganos. El esfuerzo en explicar la existencia y la conducta de los dioses mediante alegorías, lleva consigo el peligro de reducir a la nada su misma existencia.
Su conclusión no puede ser más explícita: “Es más convincente decir que los dioses, objeto de sus cantos, fueron unos magos perversos que, siendo hombres perversos, transformados por la magia, disolvían matrimonios, destruían vidas” (Hom VI 20,2). Eran, en consecuencia, la ruina de la humanidad los que la literatura de poetas y filósofos calificaban de “dioses inmortales” y “dioses salvadores”.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro