Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilías griegas IV-VI
Indisposición de Apión
El día anterior quedó interrumpido el debate, y con ello interrumpimos también nosotros nuestra reflexión. La Homilía V comienza con la referencia al día siguiente en el que debía continuar la conversación interrumpida. Según lo acordado, se dirigieron todos a un lugar tranquilo, pero Clemente advirtió que su amigo Apión no había acudido a la cita. Preguntó, pues, el motivo de la ausencia de uno de los contendientes, sin el que todo quedaba en el silencio y en la duda.
Alguien le respondió que Apión se encontraba indispuesto, lo que le había impedido cumplir con su promesa. Clemente era partidario de ir a visitarlo inmediatamente. Pero los demás opinaban que sería más interesante que dialogaran ellos al margen de Apión para adoptar las actitudes convenientes. Mejor dicho, que Clemente les dirigiera la palabra y les expusiera su criterio sobre los temas a debatir. Clemente se vio obligado a satisfacer la demanda de sus contertulios y comenzó a referir con detalle la situación y sus consecuencias.
Preocupación de Clemente por el debate inminente
Contaba Clemente que el día anterior quedó hondamente preocupado por el debate que tenía que mantener con su amigo Apión. Hasta el punto de no poder dormir en toda la noche. A su mente acudieron los problemas que tuvo con él en Roma. Dejo la palabra al interesado que se propone explicar su caso comenzando con el acostumbrado “yo, Clemente”: “Desde niño, yo Clemente, enamorado de la verdad y buscando lo conveniente para mi alma, gastaba el tiempo en teorías y contrateorías. Al no poder descubrir nada correcto, contraje por la tristeza una enfermedad” (Hom V 2,2). El relato de Clemente es un argumento decisivo de la pasión con la que buscaba la solución de sus problemas.
Apión alojado en casa de Clemente
Su amigo Apión, experto en cuestiones de medicina, se alojó en la casa de Clemente. Tuvo así la oportunidad de informarse adecuadamente de la situación de su amigo. Entró a la habitación donde se encontraba postrado en el lecho y preguntó al enfermo con el deseo de buscar remedio a su situación. En la conversación apareció la animadversión que Apión sentía contra los judíos y su cultura. Había escrito incluso libros contra ellos y se había hecho amigo de Simón Mago, no porque deseara conocer su doctrina, sino simplemente porque Simón era samaritano y enemigo natural de sus odiados judíos. Y si había intimado con el Mago, era por el interés de conocer algún medio para luchar con eficacia contra los enemigos de los samaritanos y los suyos personales.
Clemente finge estar enamorado
Clemente recurrió a una estratagema que lo libraba de declarar abiertamente la causa de las dolencias que lo tenían postrado en cama. De forma retorcida y críptica, vino a dejar caer la idea de que de alguna manera estaba enamorado. Sufría, pues, la enfermedad que aqueja a la juventud. En realidad, “le dolía el alma”. Apión no tuvo la menor duda de que era ésa su situación. Tanto más cuanto que Clemente añadía gestos y actitudes, miradas y silencios que hacían más cierta la sospecha de su enamoramiento.
Apión cayó en el engaño y contó una supuesta historia de su juventud, en la que se enamoró de una mujer dignísima, a la que ni siquiera podía abordar. Recurrió entonces a un conocido mago egipcio, al que expuso su caso y que resolvió su aporía ayudándole a conseguir a la mujer amada. El egipcio, experto en prácticas de magia, le facilitó la fórmula de un encantamiento, mediante la cual consiguió su objetivo. Pero una vez que logró lo que pretendía, “desistió de su amor”. Con ello trataba Apión de demostrar que no había nada en la vida que no tuviera remedio.
Apión promete ayudar a Clemente con magia
Apión intentó rematar la jugada ofreciendo a Clemente sus conocimientos y sus experiencias: “De ahí que si tú padeces humanamente algo parecido, ten confianza en mí sin más preocupación, pues dentro de siete días haré que tú la poseas” (Hom V 4,1). Pero Clemente manifestó su desconfianza en las prácticas mágicas y en la eficacia misma de la magia. Al parecer, había tenido experiencias decepcionantes que lo ponían en una actitud permanente de recelo. Ahora, la promesa de Apión le desconcertaba a la vez que sembraba en su espíritu una nueva esperanza. Sin embargo, todo quedaba al albur de su eventual demostración sobre el significado de la magia y sus resultados.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Homilías griegas IV-VI
Indisposición de Apión
El día anterior quedó interrumpido el debate, y con ello interrumpimos también nosotros nuestra reflexión. La Homilía V comienza con la referencia al día siguiente en el que debía continuar la conversación interrumpida. Según lo acordado, se dirigieron todos a un lugar tranquilo, pero Clemente advirtió que su amigo Apión no había acudido a la cita. Preguntó, pues, el motivo de la ausencia de uno de los contendientes, sin el que todo quedaba en el silencio y en la duda.
Alguien le respondió que Apión se encontraba indispuesto, lo que le había impedido cumplir con su promesa. Clemente era partidario de ir a visitarlo inmediatamente. Pero los demás opinaban que sería más interesante que dialogaran ellos al margen de Apión para adoptar las actitudes convenientes. Mejor dicho, que Clemente les dirigiera la palabra y les expusiera su criterio sobre los temas a debatir. Clemente se vio obligado a satisfacer la demanda de sus contertulios y comenzó a referir con detalle la situación y sus consecuencias.
Preocupación de Clemente por el debate inminente
Contaba Clemente que el día anterior quedó hondamente preocupado por el debate que tenía que mantener con su amigo Apión. Hasta el punto de no poder dormir en toda la noche. A su mente acudieron los problemas que tuvo con él en Roma. Dejo la palabra al interesado que se propone explicar su caso comenzando con el acostumbrado “yo, Clemente”: “Desde niño, yo Clemente, enamorado de la verdad y buscando lo conveniente para mi alma, gastaba el tiempo en teorías y contrateorías. Al no poder descubrir nada correcto, contraje por la tristeza una enfermedad” (Hom V 2,2). El relato de Clemente es un argumento decisivo de la pasión con la que buscaba la solución de sus problemas.
Apión alojado en casa de Clemente
Su amigo Apión, experto en cuestiones de medicina, se alojó en la casa de Clemente. Tuvo así la oportunidad de informarse adecuadamente de la situación de su amigo. Entró a la habitación donde se encontraba postrado en el lecho y preguntó al enfermo con el deseo de buscar remedio a su situación. En la conversación apareció la animadversión que Apión sentía contra los judíos y su cultura. Había escrito incluso libros contra ellos y se había hecho amigo de Simón Mago, no porque deseara conocer su doctrina, sino simplemente porque Simón era samaritano y enemigo natural de sus odiados judíos. Y si había intimado con el Mago, era por el interés de conocer algún medio para luchar con eficacia contra los enemigos de los samaritanos y los suyos personales.
Clemente finge estar enamorado
Clemente recurrió a una estratagema que lo libraba de declarar abiertamente la causa de las dolencias que lo tenían postrado en cama. De forma retorcida y críptica, vino a dejar caer la idea de que de alguna manera estaba enamorado. Sufría, pues, la enfermedad que aqueja a la juventud. En realidad, “le dolía el alma”. Apión no tuvo la menor duda de que era ésa su situación. Tanto más cuanto que Clemente añadía gestos y actitudes, miradas y silencios que hacían más cierta la sospecha de su enamoramiento.
Apión cayó en el engaño y contó una supuesta historia de su juventud, en la que se enamoró de una mujer dignísima, a la que ni siquiera podía abordar. Recurrió entonces a un conocido mago egipcio, al que expuso su caso y que resolvió su aporía ayudándole a conseguir a la mujer amada. El egipcio, experto en prácticas de magia, le facilitó la fórmula de un encantamiento, mediante la cual consiguió su objetivo. Pero una vez que logró lo que pretendía, “desistió de su amor”. Con ello trataba Apión de demostrar que no había nada en la vida que no tuviera remedio.
Apión promete ayudar a Clemente con magia
Apión intentó rematar la jugada ofreciendo a Clemente sus conocimientos y sus experiencias: “De ahí que si tú padeces humanamente algo parecido, ten confianza en mí sin más preocupación, pues dentro de siete días haré que tú la poseas” (Hom V 4,1). Pero Clemente manifestó su desconfianza en las prácticas mágicas y en la eficacia misma de la magia. Al parecer, había tenido experiencias decepcionantes que lo ponían en una actitud permanente de recelo. Ahora, la promesa de Apión le desconcertaba a la vez que sembraba en su espíritu una nueva esperanza. Sin embargo, todo quedaba al albur de su eventual demostración sobre el significado de la magia y sus resultados.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro