Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilías IV-VI
Unidad de Dios o politeísmo
Estamos analizando el debate mantenido entre los dos amigos Clemente y el pagano Apión. Veíamos que el núcleo fundamental de la disensión entre un cristiano y un pagano era la diferencia de doctrina entre la unidad de Dios y la idolatría o politeísmo. Para un cristiano, el politeísmo era una doctrina rechazable desde diversos puntos de vista. La primera razón era el convencimiento de la unidad del Dios todopoderoso, creador de cielos y tierra y de todo su contenido.
Los mandamientos o la conducta de los dioses paganos
Ese Dios había dado a la humanidad unas normas de conducta, incluidas en el Decálogo o la lista de los diez mandamientos. Si las razones teóricas o metafísicas podían escaparse de la comprensión de los hombres sencillos, la conducta práctica de los dioses, descrita con brillantes contornos en los relatos de los mitógrafos, producía en el alma cristiana un estremecimiento o rechazo visceral.
Por ejemplo, la importancia que la Literatura Pseudo Clementina atribuye a la vida de castidad chocaba frontalmente con lo que los mitógrafos consideraban como la conducta normal y habitual de sus dioses. Una conducta que el autor de esta literatura traza como un ejemplo de comportamiento, digno de imitación por sus devotos. Si los dioses la practican y los filósofos la presentan con absoluta tranquilidad, sin sombra de escándalo o reprensión, la gente sencilla puede sentirse inclinada a imitarla y hasta valorarla.
El primero de los dioses, el más escandaloso
El relator de las Homilías, el Pseudo Clemente, encuentra en los relatos de la Mitología ejemplos abundantes, convertidos muchas veces en paradigmas y modelos. Y no necesita profundizar en las lejanías de los relatos para hallar argumentos para apoyo de sus tesis. Como no necesita tampoco buscar en rincones perdidos de la amplia literatura griega. Zeus, el denominado padre de los dioses y de los hombres, le ofrece material para componer extensos tratados de conductas de escándalo, sin matiz alguno de pretendida excusa.
Dice así Clemente: “Empezaré por el mismo Zeus, el más regio de todos, cuyo padre Cronos, después de devorar a sus propios hijos, como decís, con una guadaña de acero segó los genitales de su padre Urano. Demostró así a los que imitan los misterios de los dioses un ejemplo de la piedad hacia los padres y del cariño hacia los hijos” (Hom IV 16,1). Con mal disimulada burla, inicia su alegato haciendo una presentación de la piedad de Zeus, el que segó los genitales de su padre Crono. Gran ejemplo de piedad para con los padres y de cariño hacia los hijos.
Modelo de pederastas y adúlteros
Pero el material era generoso y abundante en temas especialmente sensibles para la mentalidad cristiana. En ese sentido cuenta de Zeus cómo “En defensa de los pederastas raptó a Ganímedes. Para ayudar a los adúlteros en sus adulterios, él mismo fue descubierto muchas veces en adulterio. Invitó a corromper a las hermanas, manteniendo relaciones con sus hermanas, Hera, Deméter y la celestial Afrodita” (Hom IV 16,3). Reprende así de forma indisimulada a los pederastas y a los adúlteros. Unos adulterios especialmente reprobables, puesto que se trata de relaciones con sus propias hermanas.
Al tener relaciones con sus hijas, como en el caso de Perséfona, “se convirtió en un mal ejemplo tomado de los mitos”. Así, al menos, lo interpreta Clemente en su larga lista de casos que aduce como prueba de sus afirmaciones. El dios perpetró otros miles de actos impíos. Pero los hombres no solamente no reprendieron esa conducta, sino que elevaron al personaje a la categoría de dios, el primero del panteón de los dioses griegos.
Reflexiona Clemente sobre estos datos diciendo que puede comprenderse que hombres ignorantes y sencillos pudieran dejarse llevar de tales relatos o incluso irritarse con ellos. Pero expresa su sorpresa al constatar que muchos eruditos, “que presumen de ser gramáticos y sofistas, aseguran que estas prácticas son dignas de dioses”.
Apión se enfrenta, pues, con una argumentación vigorosa y bien construida, a la que tendrá que presentar los puntos de vista de los gramáticos y sofistas, entre los que militaba el amigo de Clemente.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Homilías IV-VI
Unidad de Dios o politeísmo
Estamos analizando el debate mantenido entre los dos amigos Clemente y el pagano Apión. Veíamos que el núcleo fundamental de la disensión entre un cristiano y un pagano era la diferencia de doctrina entre la unidad de Dios y la idolatría o politeísmo. Para un cristiano, el politeísmo era una doctrina rechazable desde diversos puntos de vista. La primera razón era el convencimiento de la unidad del Dios todopoderoso, creador de cielos y tierra y de todo su contenido.
Los mandamientos o la conducta de los dioses paganos
Ese Dios había dado a la humanidad unas normas de conducta, incluidas en el Decálogo o la lista de los diez mandamientos. Si las razones teóricas o metafísicas podían escaparse de la comprensión de los hombres sencillos, la conducta práctica de los dioses, descrita con brillantes contornos en los relatos de los mitógrafos, producía en el alma cristiana un estremecimiento o rechazo visceral.
Por ejemplo, la importancia que la Literatura Pseudo Clementina atribuye a la vida de castidad chocaba frontalmente con lo que los mitógrafos consideraban como la conducta normal y habitual de sus dioses. Una conducta que el autor de esta literatura traza como un ejemplo de comportamiento, digno de imitación por sus devotos. Si los dioses la practican y los filósofos la presentan con absoluta tranquilidad, sin sombra de escándalo o reprensión, la gente sencilla puede sentirse inclinada a imitarla y hasta valorarla.
El primero de los dioses, el más escandaloso
El relator de las Homilías, el Pseudo Clemente, encuentra en los relatos de la Mitología ejemplos abundantes, convertidos muchas veces en paradigmas y modelos. Y no necesita profundizar en las lejanías de los relatos para hallar argumentos para apoyo de sus tesis. Como no necesita tampoco buscar en rincones perdidos de la amplia literatura griega. Zeus, el denominado padre de los dioses y de los hombres, le ofrece material para componer extensos tratados de conductas de escándalo, sin matiz alguno de pretendida excusa.
Dice así Clemente: “Empezaré por el mismo Zeus, el más regio de todos, cuyo padre Cronos, después de devorar a sus propios hijos, como decís, con una guadaña de acero segó los genitales de su padre Urano. Demostró así a los que imitan los misterios de los dioses un ejemplo de la piedad hacia los padres y del cariño hacia los hijos” (Hom IV 16,1). Con mal disimulada burla, inicia su alegato haciendo una presentación de la piedad de Zeus, el que segó los genitales de su padre Crono. Gran ejemplo de piedad para con los padres y de cariño hacia los hijos.
Modelo de pederastas y adúlteros
Pero el material era generoso y abundante en temas especialmente sensibles para la mentalidad cristiana. En ese sentido cuenta de Zeus cómo “En defensa de los pederastas raptó a Ganímedes. Para ayudar a los adúlteros en sus adulterios, él mismo fue descubierto muchas veces en adulterio. Invitó a corromper a las hermanas, manteniendo relaciones con sus hermanas, Hera, Deméter y la celestial Afrodita” (Hom IV 16,3). Reprende así de forma indisimulada a los pederastas y a los adúlteros. Unos adulterios especialmente reprobables, puesto que se trata de relaciones con sus propias hermanas.
Al tener relaciones con sus hijas, como en el caso de Perséfona, “se convirtió en un mal ejemplo tomado de los mitos”. Así, al menos, lo interpreta Clemente en su larga lista de casos que aduce como prueba de sus afirmaciones. El dios perpetró otros miles de actos impíos. Pero los hombres no solamente no reprendieron esa conducta, sino que elevaron al personaje a la categoría de dios, el primero del panteón de los dioses griegos.
Reflexiona Clemente sobre estos datos diciendo que puede comprenderse que hombres ignorantes y sencillos pudieran dejarse llevar de tales relatos o incluso irritarse con ellos. Pero expresa su sorpresa al constatar que muchos eruditos, “que presumen de ser gramáticos y sofistas, aseguran que estas prácticas son dignas de dioses”.
Apión se enfrenta, pues, con una argumentación vigorosa y bien construida, a la que tendrá que presentar los puntos de vista de los gramáticos y sofistas, entre los que militaba el amigo de Clemente.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro