Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilía II
Estamos situando el ambiente de uno de los debates fundamentales de esta literatura entre el apóstol Pedro y el mago Simón, su enemigo irreconciliable y su sombra. Recordamos que Clemente, como colaborador de Pedro, buscaba testigos de la personalidad y la obra de Simón para tener una sólida base para su refutación. Había encontrado la colaboración de la piadosa Justa la cananea, que poseía dos testigos de primera mano, que habían sido compañeros y en cierto sentido discípulos del Mago.
Uno los dos hermanos, que eran en realidad los hermanos perdidos del mismo Clemente, explicaba a Clemente los datos de la personalidad siniestra del Mago. Confesaban que habían sido concretamente colaboradores de Simón hasta que descubrieron sus estrategias secretas de engaño sistemático encaminadas a apartar a los fieles de la religión predicada por los apóstoles de Jesús.
La ocasión para ese drástico cambio está descrita detalladamente por Aquila. Fue la maniobra llevada a cabo por Simón para demostrar sus poderes comparables a los de Dios. En efecto, “separó el alma de un niño de su cuerpo con juramentos nefandos” (II 26,1). Guardaba la imagen del niño en la habitación en la que dormía. Y contaba que lo había creado del aire con artes divinas, que había copiado su figura y lo había devuelto al aire, que había convertido el aire en agua y luego en carne y en sangre. Con esa operación afirmaba y demostraba que el hombre no estaba hecho de tierra, sino de aire. Se creía, pues, con capacidad para crear hombres nuevos. Muchos cayeron en su engaño, pero los dos hermanos Aquila y Nicetas, testigos de las intrigas de sus maniobras, se separaron de Simón.
Nicetas manifestó a Clemente que deseaba completar algunas omisiones del relato de su hermano Aquila. Otro testigo de vista ofrecía detalles que servían para trazar el perfil siniestro del Mago. Nicetas partía de datos concretos: “Dios es testigo de que nosotros no hemos hecho nada impío en colaboración con él, sino que nos enterábamos de lo que hacía. Y mientras se manifestaba realizando cosas innocuas, también nosotros nos alegrábamos. Pero cuando decía que realizaba por medio de la divinidad lo que hacía con sus artes mágicas para engañar a la gente religiosa, ya no lo soportamos más, aunque nos hacía muchas promesas” (II 27,2-3). Prometía a los dos hermanos hacer de ellos unos dioses venerados en templos y honrados con estatuas y sacrificios. La única condición que de ellos exigía era que guardaran absoluto secreto del origen de sus obras maravillosas. Pero en su interior, ellos sabían que era la magia el poder real de que se servía para desviar a sus oyentes del camino auténtico de la verdad.
Nicetas pasó incluso a tratar de convencer a Simón de su engaño y darle consejos encaminados a corregir su conducta. Simón tomaba a risa los intentos de sus discípulos. Pero Nicetas explicaba su postura a Clemente diciendo: “Dios es testigo de que nosotros no hemos hecho nada impío en colaboración con él, sino que nos enterábamos de lo que hacía. Y mientras se manifestaba realizando cosas innocuas, también nosotros nos alegrábamos. Pero cuando decía que realizaba por medio de la divinidad lo que hacía con sus artes mágicas para engañar a la gente religiosa, ya no lo soportamos más”. Y hablaba valientemente al mismo Simón diciendo: ““Nosotros, Simón, recordando la amistad que te profesábamos desde niños, por el cariño que te tenemos, te aconsejamos lo que te conviene. Cesa ya de tal atrevimiento; tú no puedes ser Dios; teme al Dios verdadero; reconoce que eres hombre y que es breve el tiempo de tu vida. Y aunque te hagas muy rico o llegues a ser rey, en el breve tiempo de tu vida tienes pocas oportunidades para el placer. Las cosas conseguidas de forma impía, se desvanecen rápidamente y proporcionan al atrevido un castigo eterno” (II 28,2-3).
La reacción de Simón fue la lógica de su personalidad engreída. Risa y burla son los gestos destacados por el texto. Para el engreído Simón, Los dos jóvenes eran unos ignorantes en las doctrinas fundamentales de la vida. Por ejemplo, creían en la inmortalidad del alma y en el juicio (krisis) que acabaría poniendo todas las cosas en su sitio debido, cosas ambas negadas por el Mago.
Este primer enfrentamiento acaba convirtiéndose en un debate en toda regla entre Simón y los hermanos Nicetas y Aquila. Las palabras de los dos jóvenes sacan de quicio a Simón. Era el valor de los hechos contra los que nada valen los argumentos, como dicen los filósofos.
Los numerosos problemas que suscitan las Pseudo Clementinas pueden hallar solución en el estudio del ya citado HANS WAITZ, “Die Lösung des pseudoklementinischen Problems”, en Zeitschrift für Kirchengeschichte 59 (1940) 304-341.
Homilía II
Estamos situando el ambiente de uno de los debates fundamentales de esta literatura entre el apóstol Pedro y el mago Simón, su enemigo irreconciliable y su sombra. Recordamos que Clemente, como colaborador de Pedro, buscaba testigos de la personalidad y la obra de Simón para tener una sólida base para su refutación. Había encontrado la colaboración de la piadosa Justa la cananea, que poseía dos testigos de primera mano, que habían sido compañeros y en cierto sentido discípulos del Mago.
Uno los dos hermanos, que eran en realidad los hermanos perdidos del mismo Clemente, explicaba a Clemente los datos de la personalidad siniestra del Mago. Confesaban que habían sido concretamente colaboradores de Simón hasta que descubrieron sus estrategias secretas de engaño sistemático encaminadas a apartar a los fieles de la religión predicada por los apóstoles de Jesús.
La ocasión para ese drástico cambio está descrita detalladamente por Aquila. Fue la maniobra llevada a cabo por Simón para demostrar sus poderes comparables a los de Dios. En efecto, “separó el alma de un niño de su cuerpo con juramentos nefandos” (II 26,1). Guardaba la imagen del niño en la habitación en la que dormía. Y contaba que lo había creado del aire con artes divinas, que había copiado su figura y lo había devuelto al aire, que había convertido el aire en agua y luego en carne y en sangre. Con esa operación afirmaba y demostraba que el hombre no estaba hecho de tierra, sino de aire. Se creía, pues, con capacidad para crear hombres nuevos. Muchos cayeron en su engaño, pero los dos hermanos Aquila y Nicetas, testigos de las intrigas de sus maniobras, se separaron de Simón.
Nicetas manifestó a Clemente que deseaba completar algunas omisiones del relato de su hermano Aquila. Otro testigo de vista ofrecía detalles que servían para trazar el perfil siniestro del Mago. Nicetas partía de datos concretos: “Dios es testigo de que nosotros no hemos hecho nada impío en colaboración con él, sino que nos enterábamos de lo que hacía. Y mientras se manifestaba realizando cosas innocuas, también nosotros nos alegrábamos. Pero cuando decía que realizaba por medio de la divinidad lo que hacía con sus artes mágicas para engañar a la gente religiosa, ya no lo soportamos más, aunque nos hacía muchas promesas” (II 27,2-3). Prometía a los dos hermanos hacer de ellos unos dioses venerados en templos y honrados con estatuas y sacrificios. La única condición que de ellos exigía era que guardaran absoluto secreto del origen de sus obras maravillosas. Pero en su interior, ellos sabían que era la magia el poder real de que se servía para desviar a sus oyentes del camino auténtico de la verdad.
Nicetas pasó incluso a tratar de convencer a Simón de su engaño y darle consejos encaminados a corregir su conducta. Simón tomaba a risa los intentos de sus discípulos. Pero Nicetas explicaba su postura a Clemente diciendo: “Dios es testigo de que nosotros no hemos hecho nada impío en colaboración con él, sino que nos enterábamos de lo que hacía. Y mientras se manifestaba realizando cosas innocuas, también nosotros nos alegrábamos. Pero cuando decía que realizaba por medio de la divinidad lo que hacía con sus artes mágicas para engañar a la gente religiosa, ya no lo soportamos más”. Y hablaba valientemente al mismo Simón diciendo: ““Nosotros, Simón, recordando la amistad que te profesábamos desde niños, por el cariño que te tenemos, te aconsejamos lo que te conviene. Cesa ya de tal atrevimiento; tú no puedes ser Dios; teme al Dios verdadero; reconoce que eres hombre y que es breve el tiempo de tu vida. Y aunque te hagas muy rico o llegues a ser rey, en el breve tiempo de tu vida tienes pocas oportunidades para el placer. Las cosas conseguidas de forma impía, se desvanecen rápidamente y proporcionan al atrevido un castigo eterno” (II 28,2-3).
La reacción de Simón fue la lógica de su personalidad engreída. Risa y burla son los gestos destacados por el texto. Para el engreído Simón, Los dos jóvenes eran unos ignorantes en las doctrinas fundamentales de la vida. Por ejemplo, creían en la inmortalidad del alma y en el juicio (krisis) que acabaría poniendo todas las cosas en su sitio debido, cosas ambas negadas por el Mago.
Este primer enfrentamiento acaba convirtiéndose en un debate en toda regla entre Simón y los hermanos Nicetas y Aquila. Las palabras de los dos jóvenes sacan de quicio a Simón. Era el valor de los hechos contra los que nada valen los argumentos, como dicen los filósofos.
Los numerosos problemas que suscitan las Pseudo Clementinas pueden hallar solución en el estudio del ya citado HANS WAITZ, “Die Lösung des pseudoklementinischen Problems”, en Zeitschrift für Kirchengeschichte 59 (1940) 304-341.