Notas

Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas.

Redactado por Antonio Piñero el Lunes, 14 de Octubre 2013 a las 00:11

Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Homilía II

Yo Clemente”

Presentamos el día pasado el resumen de la Homilía I concretado en la idea de que Clemente, el “yo” recurrente en la narración, el ciudadano romano de estirpe aristocrática, sediento de la verdad oculta en los misterios de la vida humana, se había convertido en estrecho colaborador de Pedro y su misión. Podíamos decir incluso que el que aparece como redactor de la Literatura Pseudo Clementina, epónimo de la novela clementina, iba a ser en adelante el notario de los hechos y dichos de Pedro, destinados a Santiago.

Sigue el relato con un detalle nimio, contado naturalmente por “yo, Clemente”. Cuando al día siguiente se levantó, advirtió que Pedro ya estaba despierto y dialogaba con sus amigos y acompañantes. El desarrollo de los sucesos parece que tuvo solamente el intervalo de una noche. Porque todo se mueve en el mismo contexto del día anterior. Pedro hablaba sobre el servicio de Dios a los que lo acompañaban cuyos nombres refiere Clemente como necesarios para que sus lectores puedan situarse en el contexto de los acontecimientos que seguirán.

Amigos y colaboradores de Pedro

El primero de la lista es Zaqueo, identificado como el publicano del Evangelio (Lc 9,1-10); los dos últimos son Nicetas y Aquila, calificados de “socios” o “colegas” (hetáiroi). Son los hermanos perdidos de Clemente con los nuevos nombres que recibieron de sus captores y que recuperarán sus nombres originales cuando se produzca el “reconocimiento” de la familia diseminada de Clemente. Zaqueo acabará siendo el obispo consagrado por Pedro en Cesarea y estrecho colaborador de Pedro en su contencioso con Simón Mago.

Circunstancias favorables al aprendizaje de la verdad

La presencia de Clemente hizo que Pedro interrumpiera el discurso que pronunciaba con una especie de disculpas que justificaban el que no hubiera despertado a Clemente por no interrumpir su descanso. Sin embargo, la situación de Clemente y su afán por aprender la doctrina de la verdad requerían un Clemente descansado y capacitado mentalmente para aprender y asimilar las enseñanzas de Pedro. Fue la excusa para unas palabras de Pedro adaptadas al contexto del momento: “Pues cuando el alma está preocupada con las necesidades del cuerpo, no se aplica adecuadamente a las enseñanzas que se le ofrecen. Por eso, no quiero dialogar ni con los que están totalmente entristecidos por alguna desgracia, ni con los que están enfurecidos de forma desmedida, ni con los que andan desviados por el frenesí del amor, ni con los que están corporalmente agotados, ni con los que viven enredados con las preocupaciones de la vida o están importunados por otros cualesquiera sufrimientos. Cuando su alma, (como ya he dicho), cae en semejantes situaciones, comparte su dolor con el cuerpo dolorido y permanece al margen de su propia prudencia” (II 2,2-3).

Que habla el que tenga algo que decir

Pedro venía a requerir lo que San Agustín pedía a sus oyentes: “Os quiero atentos” (attentos uos uolo). Pero Pedro añade la expresión de una actitud recurrente en toda la obra. Todos pueden aportar lo que consideren útil para la comunidad de los oyentes. La intención es clara. Es preciso fortalecer la mente y la voluntad para que cuando lleguen las dificultades, la mente esté bien armada con los mejores razonamientos para resistir al mal y sobreponerse a los avatares de un peligroso debate, como los que aguardan a los que Pedro tendrá que afrontar.

Pedro se dirige luego a Clemente para ponderar la instrucción que recibió de Bernabé acerca de la importancia de la profecía. Eso significaba tocar uno de los temas más sensibles de toda esta literatura, la del Profeta de la verdad o Profeta Verdadero. Lo que Clemente apetecía desde su juventud era preciosamente el conocimiento de la verdad de la vida presente y de la futura. Pero, instruido por Bernabé, contesta a Pedro diciendo que ya sabe él que sin el Profeta Verdadero, “como he sabido por Bernabé, no es posible conocer la verdad” (II 4,3).

Seguiremos otro día con uno de los más importantes discursos de Pedro, que es el que dedica a la exaltación y transcendencia del Profeta de la Verdad, como fuente y garantía de la verdad que tantos ecos tiene en todo el relato de los viajes y predicaciones del que es el más importante protagonista de toda esta historia.

Puede resultar útil ver la visión de ADOLF HILGENFELD en “Der Clemens Roman”, Zeitschrift für wissenschaftliche Theologie 49 (1906) 66-133.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro



Lunes, 14 de Octubre 2013
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