Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas
Homilía I
Espero haber preparado suficientemente el terreno en las notas anteriores para un estudio reposado de los textos de las dos obras fundamentales de esta literatura. Ya hemos hablado de las veinte Homilías griegas y las diez Recognitiones latinas (Reconocimientos). Son las obras básicas del mundo literario y teológico de la Literatura Pseudo Clementina. Como creo haber dejado claro en las notas anteriores, las dos formas de transmisión tienen el mismo contenido básico: La novela sobre el pseudo Clemente y su familia, así como las discusiones de Clemente con Apión y de Pedro con Simón Mago.
La doctrina suele ser coincidente, los personajes son los mismos. Lo puntos de vista de los autores de ambas obras tienen algunas divergencias de apreciación, pero no lo suficiente como para considerar las obras como diversas en temas y mentalidad. Los autores discuten sobre la prioridad de una de las obras sobre la otra. Para unos, las Recognitiones son anteriores (M. B. Riddle), quien reconoce que no se puede considerar que representen la forma primitiva de esta novela teológica. Pero asegura que las Homilías son una forma más desarrollada doctrinal e históricamente. Razón por la que prefiere colocar en primer lugar las Recognitiones.
Ciertas tendencias judaizantes con mezcla de especulaciones gnósticas y otras de origen pagano, están más marcadas en el texto de las Homilías. La postura actual de los investigadores tiende a considerar ambas obras como independientes entre sí. Aunque cada una de ellas está basada en escritos anteriores. Neader y Baur propugnan la prioridad de las Homilías; Hilgenfeld, defiende la de las Recognitiones. Nosotros, sin reconocer abiertamente la prioridad de una u otra obra, empezaremos nuestra revisión por las Homilías, que al menos conservan el griego original, muchas de cuyas concepciones han sido cuando menos, retocadas con tendencia ortodoxa en la versión de Rufino.
Sobre el tema, llamo la atención a notas anteriores así como a la introducción a esta literatura en la obra que citábamos la semana pasada, de Philip Schaff. Pero creo interesante recordar la tendencia a ignorar sistemáticamente a san Pablo, cuando no a criticar sus eventuales posturas. Igualmente es preciso comprender el título de Homilías en consideración a los abundantes fragmentos sobre discusiones doctrinales.
Autopresentación del autor
“Yo Clemente, ciudadano romano”. Con estas palabras comienza todo el relato de las Homilías, un yo frecuentemente repetido, que denota la intención del autor efectivo en aplicar la autoría de esta literatura al Clemente, autor notable de otros escritos y reconocido como uno de los sucesores de Pedro en la cátedra de Roma. Resulta un tanto sorprendente el principio de lo que será la novela clementina. Los detalles que las Recognitiones ofrecen sobre su presencia coinciden en este punto con los recogidos en el texto de las Homilías.
Clemente habla de su adolescencia, como de una edad vivida castamente, pero con una tendencia enfermiza al desaliento y a la tristeza. El tema que tanta pesadumbre le producía era el sentido de la vida y de la muerte, especialmente el aspecto esencial de la inmortalidad del alma. Sus reflexiones lo conducían a vías cambiantes sin salida, ya que un alma inmortal llevaba consigo una vida eterna que podría estar compuesta de gozo o de castigos. En el marco de estas preocupaciones, entraba la historia del mundo y su eventual creación con las consecuencias lógicas. Sentí un terror invencible a lo que podría ser un final compuesto de “silencio y olvido” (I 5).
Su situación lo llevaba a un estado de postración incoercible, que lo enfermó de forma seria. Reconoce que en su interior había puesto Dios un sentimiento de esperanza, algo así como una raíz de inmortalidad (II 2). Tomó la decisión de dirigirse a la búsqueda de las cosas. Es decir, era preciso buscar una solución a su situación desesperada. Y lo primero que hizo fue dirigirse a las escuelas de los filósofos. El resultado fue desalentador. Descubrió que la verdad no dependía de la razón sino de las opiniones preconcebidas. Ello llevaba consigo una falta de seguridad y un exceso de subjetivismo. Deseaba saber con firmeza que el alma era inmortal, pero todo dependía no de las razones, sino de la habilidad de los defensores de una teoría. Pero su decisión de buscar se convirtió en la razón de toda su vida, tanto más cuanto que en su interior sentía un extraño placer en la búsqueda.
Una obra muy interesante y rica puede ser la moderna de STANLEY JONES, F.: Pseudoclementina, Elchasaitaque inter Judaeochristiana. Collected Studies, Leuven 2012.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Literatura Pseudo Clementina. Las Homilías griegas
Homilía I
Espero haber preparado suficientemente el terreno en las notas anteriores para un estudio reposado de los textos de las dos obras fundamentales de esta literatura. Ya hemos hablado de las veinte Homilías griegas y las diez Recognitiones latinas (Reconocimientos). Son las obras básicas del mundo literario y teológico de la Literatura Pseudo Clementina. Como creo haber dejado claro en las notas anteriores, las dos formas de transmisión tienen el mismo contenido básico: La novela sobre el pseudo Clemente y su familia, así como las discusiones de Clemente con Apión y de Pedro con Simón Mago.
La doctrina suele ser coincidente, los personajes son los mismos. Lo puntos de vista de los autores de ambas obras tienen algunas divergencias de apreciación, pero no lo suficiente como para considerar las obras como diversas en temas y mentalidad. Los autores discuten sobre la prioridad de una de las obras sobre la otra. Para unos, las Recognitiones son anteriores (M. B. Riddle), quien reconoce que no se puede considerar que representen la forma primitiva de esta novela teológica. Pero asegura que las Homilías son una forma más desarrollada doctrinal e históricamente. Razón por la que prefiere colocar en primer lugar las Recognitiones.
Ciertas tendencias judaizantes con mezcla de especulaciones gnósticas y otras de origen pagano, están más marcadas en el texto de las Homilías. La postura actual de los investigadores tiende a considerar ambas obras como independientes entre sí. Aunque cada una de ellas está basada en escritos anteriores. Neader y Baur propugnan la prioridad de las Homilías; Hilgenfeld, defiende la de las Recognitiones. Nosotros, sin reconocer abiertamente la prioridad de una u otra obra, empezaremos nuestra revisión por las Homilías, que al menos conservan el griego original, muchas de cuyas concepciones han sido cuando menos, retocadas con tendencia ortodoxa en la versión de Rufino.
Sobre el tema, llamo la atención a notas anteriores así como a la introducción a esta literatura en la obra que citábamos la semana pasada, de Philip Schaff. Pero creo interesante recordar la tendencia a ignorar sistemáticamente a san Pablo, cuando no a criticar sus eventuales posturas. Igualmente es preciso comprender el título de Homilías en consideración a los abundantes fragmentos sobre discusiones doctrinales.
Autopresentación del autor
“Yo Clemente, ciudadano romano”. Con estas palabras comienza todo el relato de las Homilías, un yo frecuentemente repetido, que denota la intención del autor efectivo en aplicar la autoría de esta literatura al Clemente, autor notable de otros escritos y reconocido como uno de los sucesores de Pedro en la cátedra de Roma. Resulta un tanto sorprendente el principio de lo que será la novela clementina. Los detalles que las Recognitiones ofrecen sobre su presencia coinciden en este punto con los recogidos en el texto de las Homilías.
Clemente habla de su adolescencia, como de una edad vivida castamente, pero con una tendencia enfermiza al desaliento y a la tristeza. El tema que tanta pesadumbre le producía era el sentido de la vida y de la muerte, especialmente el aspecto esencial de la inmortalidad del alma. Sus reflexiones lo conducían a vías cambiantes sin salida, ya que un alma inmortal llevaba consigo una vida eterna que podría estar compuesta de gozo o de castigos. En el marco de estas preocupaciones, entraba la historia del mundo y su eventual creación con las consecuencias lógicas. Sentí un terror invencible a lo que podría ser un final compuesto de “silencio y olvido” (I 5).
Su situación lo llevaba a un estado de postración incoercible, que lo enfermó de forma seria. Reconoce que en su interior había puesto Dios un sentimiento de esperanza, algo así como una raíz de inmortalidad (II 2). Tomó la decisión de dirigirse a la búsqueda de las cosas. Es decir, era preciso buscar una solución a su situación desesperada. Y lo primero que hizo fue dirigirse a las escuelas de los filósofos. El resultado fue desalentador. Descubrió que la verdad no dependía de la razón sino de las opiniones preconcebidas. Ello llevaba consigo una falta de seguridad y un exceso de subjetivismo. Deseaba saber con firmeza que el alma era inmortal, pero todo dependía no de las razones, sino de la habilidad de los defensores de una teoría. Pero su decisión de buscar se convirtió en la razón de toda su vida, tanto más cuanto que en su interior sentía un extraño placer en la búsqueda.
Una obra muy interesante y rica puede ser la moderna de STANLEY JONES, F.: Pseudoclementina, Elchasaitaque inter Judaeochristiana. Collected Studies, Leuven 2012.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro