Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Literatura Pseudo Clementina. Análisis de los textos
La Carta de Clemente a Santiago (1)
De lo que denominamos “Preliminares de las Homilías”, poseemos los tres documentos, dos de los cuales han sido referidos y comentados en los días anteriores. Son La Carta de Pedro a Santiago y el Compromiso Solemne (Diamartyría) de los que han recibido los libros de las Predicaciones de Pedro. Ambos nos ofrecen datos interesantes para el conocimiento de la mentalidad y las intenciones de toda esta literatura. Hoy comenzamos la revisión del tercero de estos documentos que es la Carta de Clemente a Santiago, larga y abundante en detalles importantes.
En el escrito de presentación de las Recognitiones, dirigido al obispo Gaudencio, habla Rufino de esta carta, cuya versión omite por dos razones: Porque la considera posterior cronológicamente a otros escritos de esta literatura y porque ya fue traducida y editada por él en otro momento. Hace también una descripción breve, pero completa de los elementos esenciales de su contenido. Clemente escribe a Santiago, el hermano del Señor, para anunciarle la triste noticia de la muerte violenta del apóstol Pedro.
Le comunica igualmente que Pedro nombró al mismo Clemente como obispo y sucesor en su sede y en su cátedra. Y resuelve a su manera la aporía que surge sobre los datos concretos de esta sucesión. Los nombres de Lino y Cleto, que figuran en las listas de los sucesores de Pedro, habrían sido una especie de obispos auxiliares, que se ocupaban de los problemas de la Iglesia de Roma durante los viajes y ausencias de Pedro. La designación de Clemente como sucesor de Pedro sería para después de la muerte del Apóstol. De todos modos, estas vacilaciones sobre una sucesión bien conocida en Roma son una demostración palmaria de que loa carta no fue escrita precisamente en la Ciudad Eterna.
Pongo el principio del escrito porque ofrece matices interesantes. Dice así el presunto autor de la carta: “Clemente a Santiago, señor y obispo de obispos, que dirige la santa iglesia de los hebreos de Jerusalén y las que en todas partes, por la providencia de Dios, están bien fundamentadas, y a los presbíteros y diáconos y todos los demás hermanos, paz por siempre”. Señalamos la importancia, ya constatada en otras comunicaciones, de Santiago, el hermano del Señor. Su cartel de “obispo de obispos” parece situarlo en la cumbre de la jerarquía universal. Así lo sugieren las referencias a su categoría de director de la iglesia de Jerusalén y de las que en todas partes están bien fundamentadas.
Está clara la autoría del documento para el responsable de esta literatura. El Clemente, sucesor de Pedro en la cátedra de Roma ofrece noticias personales de su relación con Pedro y su ministerio junto al Príncipe de los Apóstoles. Es, sin embargo, uno de los problemas que suscita esta carta, relacionado naturalmente con el problema de su autor. Para muchos investigadores, formaría ya parte del Escrito Básico de las Pseudo Clementinas (GrundSchrift).
Un detalle sorprendente es su relato de la consagración episcopal de Clemente, paralela a la de Zaqueo como obispo de Cesarea en la Homilía III 60-72. El paralelismo en la estructura del relato y hasta en el lenguaje terminológico provoca una nueva cuestión sobre al original de ambos relatos. Para C. Schmidt, sería el relato de la consagración de Clemente, imitado más tarde por el redactor de las Homilías. Lo que llama la atención es la extensión distinta de los relatos. El de las las Homilías ocupa 13 capítulos, los 60-72 de la Homilía III; el de las Recognitiones apenas viene recogido en el Libro III, cap. 66. El talante de la carta deja entrever un interés en el hecho de que Santiago conozca quién es el sucesor de Pedro, del que comunica abundantes datos identificativos de su personalidad.
Pero después del saludo inicial, el autor introduce un elogio de Pedro, al que califica de “fundamento de la Iglesia” y el “primero de los Apóstoles”. Subraya el trato especial que Cristo le dispensó. Incluso le cambió el nombre de Simón a Pedro para destacar su fortaleza como roca viva sobre la que la Iglesia desafiaría los ataques y las tempestades que encontraría en su camino. Pedro hubo de afrontar las pesadumbres de su ministerio llevando la luz a la parte más tenebrosa del mundo, que era el occidente.
Después del anuncio de la muerte violenta de Pedro, cuenta la elección de un sucesor bien dotado para heredar la misión de jefe de la Iglesia. La inicial reticencia de Clemente, casi rechazo del cargo de obispo, da paso a un elogio generoso del personaje, que bebió su formación doctrinal de labios de Pedro, así como las normas de la administración de la comunidad cristiana y la dirección de los fieles hacia la verdad y la salvación. Clemente recibió la orden de atar y desatar en la tierra con decisiones que serán ratificadas en el cielo.
Ante las humildes protestas de Clemente, que no se considera digno del encargo que se le confía, cuenta el autor la respuesta de Pedro en el sentido de que elegiría a otro en el caso difícil de que pudiera encontrar a otro mejor y más idóneo para la misión de gobernar la Iglesia. No debe Clemente negar su colaboración en unos momentos en que el Maligno ha emprendido una lucha sin cuartel contra la esposa de Cristo.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Literatura Pseudo Clementina. Análisis de los textos
La Carta de Clemente a Santiago (1)
De lo que denominamos “Preliminares de las Homilías”, poseemos los tres documentos, dos de los cuales han sido referidos y comentados en los días anteriores. Son La Carta de Pedro a Santiago y el Compromiso Solemne (Diamartyría) de los que han recibido los libros de las Predicaciones de Pedro. Ambos nos ofrecen datos interesantes para el conocimiento de la mentalidad y las intenciones de toda esta literatura. Hoy comenzamos la revisión del tercero de estos documentos que es la Carta de Clemente a Santiago, larga y abundante en detalles importantes.
En el escrito de presentación de las Recognitiones, dirigido al obispo Gaudencio, habla Rufino de esta carta, cuya versión omite por dos razones: Porque la considera posterior cronológicamente a otros escritos de esta literatura y porque ya fue traducida y editada por él en otro momento. Hace también una descripción breve, pero completa de los elementos esenciales de su contenido. Clemente escribe a Santiago, el hermano del Señor, para anunciarle la triste noticia de la muerte violenta del apóstol Pedro.
Le comunica igualmente que Pedro nombró al mismo Clemente como obispo y sucesor en su sede y en su cátedra. Y resuelve a su manera la aporía que surge sobre los datos concretos de esta sucesión. Los nombres de Lino y Cleto, que figuran en las listas de los sucesores de Pedro, habrían sido una especie de obispos auxiliares, que se ocupaban de los problemas de la Iglesia de Roma durante los viajes y ausencias de Pedro. La designación de Clemente como sucesor de Pedro sería para después de la muerte del Apóstol. De todos modos, estas vacilaciones sobre una sucesión bien conocida en Roma son una demostración palmaria de que loa carta no fue escrita precisamente en la Ciudad Eterna.
Pongo el principio del escrito porque ofrece matices interesantes. Dice así el presunto autor de la carta: “Clemente a Santiago, señor y obispo de obispos, que dirige la santa iglesia de los hebreos de Jerusalén y las que en todas partes, por la providencia de Dios, están bien fundamentadas, y a los presbíteros y diáconos y todos los demás hermanos, paz por siempre”. Señalamos la importancia, ya constatada en otras comunicaciones, de Santiago, el hermano del Señor. Su cartel de “obispo de obispos” parece situarlo en la cumbre de la jerarquía universal. Así lo sugieren las referencias a su categoría de director de la iglesia de Jerusalén y de las que en todas partes están bien fundamentadas.
Está clara la autoría del documento para el responsable de esta literatura. El Clemente, sucesor de Pedro en la cátedra de Roma ofrece noticias personales de su relación con Pedro y su ministerio junto al Príncipe de los Apóstoles. Es, sin embargo, uno de los problemas que suscita esta carta, relacionado naturalmente con el problema de su autor. Para muchos investigadores, formaría ya parte del Escrito Básico de las Pseudo Clementinas (GrundSchrift).
Un detalle sorprendente es su relato de la consagración episcopal de Clemente, paralela a la de Zaqueo como obispo de Cesarea en la Homilía III 60-72. El paralelismo en la estructura del relato y hasta en el lenguaje terminológico provoca una nueva cuestión sobre al original de ambos relatos. Para C. Schmidt, sería el relato de la consagración de Clemente, imitado más tarde por el redactor de las Homilías. Lo que llama la atención es la extensión distinta de los relatos. El de las las Homilías ocupa 13 capítulos, los 60-72 de la Homilía III; el de las Recognitiones apenas viene recogido en el Libro III, cap. 66. El talante de la carta deja entrever un interés en el hecho de que Santiago conozca quién es el sucesor de Pedro, del que comunica abundantes datos identificativos de su personalidad.
Pero después del saludo inicial, el autor introduce un elogio de Pedro, al que califica de “fundamento de la Iglesia” y el “primero de los Apóstoles”. Subraya el trato especial que Cristo le dispensó. Incluso le cambió el nombre de Simón a Pedro para destacar su fortaleza como roca viva sobre la que la Iglesia desafiaría los ataques y las tempestades que encontraría en su camino. Pedro hubo de afrontar las pesadumbres de su ministerio llevando la luz a la parte más tenebrosa del mundo, que era el occidente.
Después del anuncio de la muerte violenta de Pedro, cuenta la elección de un sucesor bien dotado para heredar la misión de jefe de la Iglesia. La inicial reticencia de Clemente, casi rechazo del cargo de obispo, da paso a un elogio generoso del personaje, que bebió su formación doctrinal de labios de Pedro, así como las normas de la administración de la comunidad cristiana y la dirección de los fieles hacia la verdad y la salvación. Clemente recibió la orden de atar y desatar en la tierra con decisiones que serán ratificadas en el cielo.
Ante las humildes protestas de Clemente, que no se considera digno del encargo que se le confía, cuenta el autor la respuesta de Pedro en el sentido de que elegiría a otro en el caso difícil de que pudiera encontrar a otro mejor y más idóneo para la misión de gobernar la Iglesia. No debe Clemente negar su colaboración en unos momentos en que el Maligno ha emprendido una lucha sin cuartel contra la esposa de Cristo.
Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro