Hoy escribe Antonio Piñero
Sigo transcribiendo y parafraseando las palaras de José Montserrat, en su obra "El desafío cistiano" (véase nota del lunes pasado: 29-04) acerca de los peligros de deslizamiento hacia el fanatismo que pueden presentar ciewrtos tipos de monoteísmo
"Frente al ambiguo monoteísmo de los cristianos (sobre todo por su necesidad de mediadores para comunicar su pleno conocimiento y la salvación plena), el paganismo de los siglos II al V (sobre todo a medida que se iba extendiendo el misticismo neoplatónico) ofrecía la flexibilidad de un sistema religioso de estructura piramidal. En la cúspide se hallaba la divinidad única, definida filosóficamente (El Uno, El Bien, El Inefable), es decir, den términos de racionalidad universal. En sus expresiones más refinadas (como en los pitagóricos y en algunas especulaciones platónicas), la definición se producía en términos matemáticos, que constituyen la única “buena nueva” que pueden comprender todos los hombres.
"En el segundo estrato de la pirámide, se hallaban las representaciones numinosas de las fuerzas cósmicas naturales, también –como es obvio- universales (dios de la tormenta; de la lluvia; del rayo; de las estrellas; del sol…). En los estratos inferiores pululaban las divinidades míticas. Éstas eran y particulares, nacionales, imaginarias, pero coexistían armoniosamente, dando lugar al positivo fenómeno (para la convivencia social) denominado sincretismo.
"El vector tensional iba en el cristianismo naciente del universal al particular. En el paganismo, del particular al universal. Detrás de cada diosecillo se dibujaba la idea del Uno pitagórico. Detrás del Dios cristiano asomaba el semblante adusto de Yahvé Sebaot (el Dios de los ejércitos).
Evidentemente, cada individuo, interpelado, podía escoger la vertiente que más le atrajera. Los caminos de la conversión son inescrutables. Pero las ideas y las creencias acaban siendo los hechos más dinámicos del acontecer histórico. Y la concepción cristiana de la divinidad redundaba (podía acabar) en la más intransigente intolerancia, mientras que el espíritu religioso del paganismo había cristalizado en el ideal de la tolerancia, raíz de la disposición anímica fundamental del imperio romano, la concordia, la homónoia.
· "Las religiones que imponen un mediador con Dios historificado (judaísmo, cristianismo, islam) son intolerantes por necesidad lógica, aunque en la práctica pueden llegar a adoptar actitudes de tolerancia estratégica.
· "Las religiones que remiten su dogmática a predicamentos metafísicos (budismo, hinduismo upanishádico, paganismo tardío) (es decir la definición de Dios es filosófica, y en algún caso incluso matemática) son tolerantes.
"El drama de los cristianos en el Imperio Romano fue que debían mostrarse intolerantes por necesidad. Su Dios-demon (al mezclar características propias de los diversos estratos de la estructura piramidal antes indicada) era celoso y no admitía ninguna clase de concurrencia. De golpe todo el aparato político religioso del Imperio que se sostenía sobre bases religiosas, pasaba a ser enemigo irreconciliable de la religión cristiana.
"Los judíos (menos la minoría apocalíptica) por lo menos, habían tenido la sensatez (tras el fracaso que supuso el que los apocalípticos condujeran al pueblo a dos terribles enfrentamientos contra Roma a resultas de los cuales el pueblo y la nación judía habían quedado aniquilados, ya en los siglos II, III y en adelante) de posponer las consecuencias universalistas de su monoteísmo hasta el fin de los tiempos, (que quedaba ad calendas graecas).
"Pero los cristianos de los siglos II y III en adelante (a pesar de que la mayoría de sus teólogos y gran parte del pueblo habían asumido que la parusía o presencia/vuelta definitiva de Jesús para instaurar el reino de Dios también se alejaba en el tiempo) tuvieron prisa en definitiva y acabaron en la premioso predicación de su universalismo particular (que debía aceptar los requerimientos de la nueva concepción de Dios que actuaba a través de mediadores).
"La reacción del paganismo ilustrado, en ocasiones representado por los dignos emperadores del siglo II (y más tarde por los filósofos e incluso por el emperador Juliano, en la segunda mitad del siglo IV) fue la de una justa y razonable defensa de los valores fundamentales de la civilización grecorromana, y en particular de la concordia religiosa. Cierto que eligieron el peor de los procedimientos, la represión violenta.
"Visto desde el siglo XXI –lo cual obliga a saltarse el compromiso historiográfico elemental de la más aboluta imparcialidad, la de la descripción y explicación de los meros hechos sin juicio ninguno sobre ellos) no es justificable ni en los principios ni en la práctica. Pero ahora no juzgamos la vía de los hechos, sino las actitudes que inspiraron el rechazo de la nueva religión. Y vemos que estas actitudes concuerdan inequívocamente con los principios fundamentales que inspiran la convivencia humana en el occidente contemporáneo (basado en un total respeto frente al fenómeno religioso en tanto en cuanto que se reduce al ámbito de lo puramente privado, no el de lo público).
"Nosotros, hoy día, solemos sólo rechazar a los intolerantes, a los que no aceptan las reglas del juego. La actitud, en general, del paganismo tardío y de sus representantes más conspicuos obedeció al mismo sentimiento. Rechazaron al que rechazaba, no toleraron al que no toleraba. La cultura pagana era consciente de haber creado un grandioso universo de figuras, de ideas, de leyes, de creencias. Toda esa creación estaba amenazada en bloque por el oscurantismo cristiano. Ningún otro grupo religiosos ni político del mundo antiguo presentaba una propuesta tan totalmente demoledora de lo existente como el cristianismo: lo que se esperaba era un cielo nuevo y una tierra nueva (Apocalipsis 21,1).
"El paganismo se defendió y logró preservar del absoluto olvido valores que, unos mil años más tarde, renacieron (y que con el avance de unos pocos siglos) se han convertido en el fundamento de nuestra convivencia. Éstas fueron, por tanto, las razones del perseguidor pagano: nuestras propias razones” (pp. 252-255)
Y ciertamente ocurrió que se impuso la cosmovisión y la divinidad del cristianismo sobre la concepción pagana mucho más tolerante. La decadencia económica y social del Imperio, provocada por un autocolapso más las invasiones de los bárbaros, junto con el dominio omnipresente de una religión que en esos momentos exigía una anuencia total y que no permitía otro pensamiento que el suyo, provocó una época de hierro y oscuridad para la humanidad que duró siglos…, hasta que lentamente comenzó a disiparse con las luces del Renacimiento, en los países donde el brillo de las letras paganas, que parecían ya enterradas, comenzó a surgir de nuevo. Este mensaje creo que es también importante en la película de Amenábar, “Ágora”. Como toda buena obra de arte, tiene por ello varias lecturas.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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En el otro blog de “Religiondigital”, el tema es:
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Saludos de nuevo.