Escribe Antonio Piñero
9. El noveno y último criterio que vamos a tratar en esta miniserie es el “de las tendencias evolutivas de la tradición sinóptica”
Sabemos –parece evidente– que detrás de los Evangelios sinópticos existía una tradición oral de hechos y dichos de Jesús y que de la fase oral se pasó a los escritos que la recogían. Y los escritos evidencian aun sin pretenderlo las tendencias teológicas de quienes los recogían, como ha puesto de manifiesto el método de la “Historia de la Redacción” en el ámbito de los evangelios. Mateo escribe su obra bebiendo de Marcos y de la Fuente Q, pero luego añade pasajes exclusivos y originales –o bien comentarios y enmarques–que delatan una tendencia, una actitud que impregna de alguna manera toda su obra. Otro tanto podemos afirmar de Lucas. Marcos por su parte toma la tradición y da su propia versión de ella enmarcándola igualmente, disponiéndola según intención personal y añadiendo breves comentarios.
A partir de estos hechos, que parecen incontrovertibles, lo que este noveno criterio propone es seguir la pista a las tendencias de los Sinópticos para poder liberar los datos originales del toque tendencioso de los redactores. Es un trabajo fascinante, aunque laborioso y a veces sujeto a interpretaciones subjetivas. El halo particular que define a los Sinópticos y los distingue de sus paralelos puede ser la piedra de toque para llevar a buen puerto esta labor. Rudolf Bultmann y otros críticos creyeron en la posibilidad de descubrir esas leyes que marcaban la evolución en las tendencias de los evangelistas sinópticos. Por ejemplo, hemos visto en alguna de las “postales” aquí publicadas cómo Bultmann fijó la ley de que la tradición escrita suele aumentar malévolamente la participación de los fariseos –a los que se dibuja con mala o pésima luz- en las discusiones sobre la Ley que Jesús mantuvo.
Pero la mayoría de los críticos suele objetar que no es fácil descubrir y seguir el rastro de esas leyes, o que tales “leyes” son al menos dudosas. A pesar de todo, dentro del espectro de ciertos detalles –ampliaciones, resúmenes, nombres e insistencia en circunstancias, marco geográfico o temporal, etc.– se puede percibir una tendencia generalizada que marca el perfil literario y teológico de los autores sinópticos. Por consiguiente, el uso de este criterio puede ser un buen método para llegar a datos verosímilmente históricos que luego serán confirmados por otras vías.
Conclusión general
El Prof. G. del Cerro concluye su tratamiento valorativo de los “criterios” de autenticidad en la obra mencionada (¿”Existió Jesús realmente? El Jesús de la historia a debate”, Madrid, Editorial Raíces, 2008) con las siguientes palabras, que parafraseo levemente:
“Después de repasar los criterios de historicidad generalmente enunciados por diversos autores y su valoración, se impone la obligación de notar algunas apreciaciones generales a manera de conclusión. Ante todo, expresar el convencimiento de que la reflexión sobre los criterios de historicidad ha iluminado de forma sensible el tema del Jesús histórico. Se ha hablado incluso de un «criterio de consenso», no sólo en el sentido de que haya aumentado el consenso acerca de la historicidad de ciertos hechos y dichos de Jesús, sino también en la profundidad de su estudio y en el avance en el conocimiento de los hechos reales que están en la base de la tradición. Es un hecho que con estos estudios se ha logrado recuperar una parte interesante del Jesús de la historia.
Por lo que a los criterios concretos se refiere, estimo que ninguno tiene un valor apodíctico por sí solo. Su fuerza se potencia y multiplica cuando se combinan varios a la vez. El de “disimilitud” o “desemejanza”, tiene un gran peso específico en tanto en cuanto es capaz de trazar la originalidad del personaje Jesús. Pero necesita el apoyo del criterio de coherencia, ya que la originalidad no puede ser tanta que lo convierta en un extraño, desgajado de su ambiente natural.
Todos los criterios colaboran, en mayor o menor medida, al conocimiento del Jesús histórico. Todos hacen positivas aportaciones a la rentabilidad del esfuerzo del investigador. Tengo la sensación de que todos los representantes de las distintas tendencias actúan con honradez, con el deseo básico de buscar una verdad que interesa a todos. Los apriorismos, de uno u otro signo, son siempre peligrosos en la investigación histórica”.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com