Hoy escribe Antonio Piñero
Concluyo hoy con la visión general del contenido del libro “Religiones del mundo antiguo”. Nos concentraremos en los dos capítulos antepenúltimos de la obra que consideramos, pues los “Cultos de misterio” (capítulo 6º: de Alberto Bernabé) será objeto de un tratamiento separado y el 7º y último “Orígenes del cristianismo, breve síntesis” (A. Piñero), volverá a ser tratado cuando abordemos la reseña crítica del volumen colectivo “Así empezó el cristianismo” (de R. Aguirre (ed.) junto con D. Álvarez Cineira, Carmen Bernabé, Elisa Estévez, Carlos Gil Albio, S. Guijarro, Esther Miquel y Fernando Rivas, que acaba ser editado por Verbo Divino, Estella 2010), y que es bastante extenso, 597 pp.
A propósito de este volumen y sin que esto signifique merma de la posterior reseña: este volumen trata sobre todo los aspectos sociológico/antropológicos del nacimiento (naturalmente lo teológico no está ausente ni mucho menos) del cristianismo, dejando bastante de lado el cristianismo como fenómeno ideológico, que es increíblemente importante para describir el nacimiento y progreso del cristianismo. Por ejemplo al tema candente “Relación de Pablo con Jesús” se dedica sólo página y media escasa, 162-163, lo que naturalmente es insignificante para lo que significa este proceso en el nacimiento de la religión cristiana. Naturalmente, los autores afirman que se abordan en profundad los aspectos ideológicos. Pero no es así del todo, como señalaremos en su momento. De cualquier modo, el volumen en sí es en extremo interesante y habrá que concederle su espacio adecuado y en su momento.
Volvemos a nuestro tema de hoy: las religiones griega y romana. Afirman los editores del volumen (p. 11), a propósito de la contribución de Emilio Suárez de la Torre, que la
“La complejidad de los cultos griegos resulta evidente. Los griegos creían en una multitud de dioses, seres divinos, héroes, démones a pesar de que parece de que existía una jerarquía en la que Zeus ocupaba el escalón más alto. El término religión debe matizarse también en esta ocasión: los griegos no tienen un conjunto de textos fijado, inamovible, ni sacerdotes o sacerdotisas exclusivamente centrados en el culto de determinados dioses de por vida. Las cosas son todavía muy diferentes de lo que son hoy en día.
Las atribuciones de los propios dioses no son unívocas, los mitos relacionados con ellos no son inmutables. No se poseen demasiados textos que regulen las ceremonias rituales, y no es fácil acercarse a la manera en la que los griegos vivían su propia religiosidad. No parece que creyeran en la existencia de una vida después de la muerte. La aportación de Suárez de la Torre es una reflexión crítica y lúcida en torno a la religiosidad de los antiguos griegos.
A propósito de la religión romana escriben los editores:
“Jörg Rüpke, catedrático de historia comparada de las religiones de la Universidad de Erfurt, nos acerca a la religión romana, en concreto a la de la Roma republicana. El autor insiste en la conveniencia de no contemplar las manifestaciones religiosas romanas desde la concepción actual de la religión.
“Defiende también que en la religión romana tales manifestaciones poseían diferentes naturalezas (existían, por ejemplo, cultos estatales y particulares), pero no necesariamente eran entendidas como opciones rivales que se hacían la competencia entre ellas, ni tenían siempre ámbitos claramente delimitados. Partiendo de la definición ciceroniana de la religión como sacra et auspicia (sacrificios y ritos sagrados más la adivinación por ómenes dispuestos por los dioses) se estudian pormenorizadamente las prácticas cultuales (públicas y privadas) y las adivinatorias, señalando las importantes conexiones de ambas con la política. Rüpke describe también el panteón romano subrayando la “fuerte presencia social de los dioses”, así como los diferentes lugares que los romanos consideraban sagrados y la naturaleza de las representaciones divinas.
La comunicación entre hombres y dioses, no limitada a la ejercida por los sacerdotes, era un importante aspecto de la religión romana. Por tanto, los trabajos de Suárez de la Torre y Rüpke proporcionan una panorámica ciertamente general, pero esencialmente centrada en los aspectos más “oficiales”, “públicos” o “sociales” de la religión grecorromana (pp. 11-12).
La panorámica más privada e individual será la de los cultos mistéricos, que trataremos en otra ocasión, como hemos dicho.
Creo que hacen falta pocas palabras para destacar la importancia de este volumen popular y muy científico a la vez que hemos comentado esta semana para conocer el entorno ante el que se presenta el cristianismo con su mensaje de salvación, y para percibir que una religión como el cristianismo –que era vivida por sus miembros con una piedad acendrada a veces hasta la muerte- podía ser en extremo atractiva para las capas más religiosas de la población grecorromana. No es extraño que, visto desde esta perspectiva, el cristianismo fuera creciendo hasta finales del siglo IV, en el que se estabilizó, ¡a un ritmo del 40% por decenio!
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Concluyo hoy con la visión general del contenido del libro “Religiones del mundo antiguo”. Nos concentraremos en los dos capítulos antepenúltimos de la obra que consideramos, pues los “Cultos de misterio” (capítulo 6º: de Alberto Bernabé) será objeto de un tratamiento separado y el 7º y último “Orígenes del cristianismo, breve síntesis” (A. Piñero), volverá a ser tratado cuando abordemos la reseña crítica del volumen colectivo “Así empezó el cristianismo” (de R. Aguirre (ed.) junto con D. Álvarez Cineira, Carmen Bernabé, Elisa Estévez, Carlos Gil Albio, S. Guijarro, Esther Miquel y Fernando Rivas, que acaba ser editado por Verbo Divino, Estella 2010), y que es bastante extenso, 597 pp.
A propósito de este volumen y sin que esto signifique merma de la posterior reseña: este volumen trata sobre todo los aspectos sociológico/antropológicos del nacimiento (naturalmente lo teológico no está ausente ni mucho menos) del cristianismo, dejando bastante de lado el cristianismo como fenómeno ideológico, que es increíblemente importante para describir el nacimiento y progreso del cristianismo. Por ejemplo al tema candente “Relación de Pablo con Jesús” se dedica sólo página y media escasa, 162-163, lo que naturalmente es insignificante para lo que significa este proceso en el nacimiento de la religión cristiana. Naturalmente, los autores afirman que se abordan en profundad los aspectos ideológicos. Pero no es así del todo, como señalaremos en su momento. De cualquier modo, el volumen en sí es en extremo interesante y habrá que concederle su espacio adecuado y en su momento.
Volvemos a nuestro tema de hoy: las religiones griega y romana. Afirman los editores del volumen (p. 11), a propósito de la contribución de Emilio Suárez de la Torre, que la
“La complejidad de los cultos griegos resulta evidente. Los griegos creían en una multitud de dioses, seres divinos, héroes, démones a pesar de que parece de que existía una jerarquía en la que Zeus ocupaba el escalón más alto. El término religión debe matizarse también en esta ocasión: los griegos no tienen un conjunto de textos fijado, inamovible, ni sacerdotes o sacerdotisas exclusivamente centrados en el culto de determinados dioses de por vida. Las cosas son todavía muy diferentes de lo que son hoy en día.
Las atribuciones de los propios dioses no son unívocas, los mitos relacionados con ellos no son inmutables. No se poseen demasiados textos que regulen las ceremonias rituales, y no es fácil acercarse a la manera en la que los griegos vivían su propia religiosidad. No parece que creyeran en la existencia de una vida después de la muerte. La aportación de Suárez de la Torre es una reflexión crítica y lúcida en torno a la religiosidad de los antiguos griegos.
A propósito de la religión romana escriben los editores:
“Jörg Rüpke, catedrático de historia comparada de las religiones de la Universidad de Erfurt, nos acerca a la religión romana, en concreto a la de la Roma republicana. El autor insiste en la conveniencia de no contemplar las manifestaciones religiosas romanas desde la concepción actual de la religión.
“Defiende también que en la religión romana tales manifestaciones poseían diferentes naturalezas (existían, por ejemplo, cultos estatales y particulares), pero no necesariamente eran entendidas como opciones rivales que se hacían la competencia entre ellas, ni tenían siempre ámbitos claramente delimitados. Partiendo de la definición ciceroniana de la religión como sacra et auspicia (sacrificios y ritos sagrados más la adivinación por ómenes dispuestos por los dioses) se estudian pormenorizadamente las prácticas cultuales (públicas y privadas) y las adivinatorias, señalando las importantes conexiones de ambas con la política. Rüpke describe también el panteón romano subrayando la “fuerte presencia social de los dioses”, así como los diferentes lugares que los romanos consideraban sagrados y la naturaleza de las representaciones divinas.
La comunicación entre hombres y dioses, no limitada a la ejercida por los sacerdotes, era un importante aspecto de la religión romana. Por tanto, los trabajos de Suárez de la Torre y Rüpke proporcionan una panorámica ciertamente general, pero esencialmente centrada en los aspectos más “oficiales”, “públicos” o “sociales” de la religión grecorromana (pp. 11-12).
La panorámica más privada e individual será la de los cultos mistéricos, que trataremos en otra ocasión, como hemos dicho.
Creo que hacen falta pocas palabras para destacar la importancia de este volumen popular y muy científico a la vez que hemos comentado esta semana para conocer el entorno ante el que se presenta el cristianismo con su mensaje de salvación, y para percibir que una religión como el cristianismo –que era vivida por sus miembros con una piedad acendrada a veces hasta la muerte- podía ser en extremo atractiva para las capas más religiosas de la población grecorromana. No es extraño que, visto desde esta perspectiva, el cristianismo fuera creciendo hasta finales del siglo IV, en el que se estabilizó, ¡a un ritmo del 40% por decenio!
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com