Hoy escribe Antonio Piñero
Comentábamos en la nota pasada la fama de Cirilo de Alejandría como teólogo en la iglesia de la época. En confirmación de ello puedo añadir que en comentarios recientes al Evangelio de Lucas –por ejemplo el del catedrático de Harvard, François Bovon- es Cirilo de Alejandría uno de los teólogos de la Patrística oriental y occidental que aparecen continuamente citados (es decir, cuyas opiniones hay que tener siempre en cuenta) en el apartado del comentario titulado “Historia de la influencia”, a saber, la sección que reseña pasaje por pasaje del Evangelio de Lucas: cómo han sido recibido cada uno de ellos, explicados o comentados en la historia posterior de la Iglesia por diversos teólogos prominentes, desde el siglo III hasta la época de la Reforma. Cirilo ocupa siempre un puesto de honor.
Otro tema relacionado con la mala fama tanto de Teófilo de Alejandría como de su sucesor Cirilo es la existencia de “patrullas de la fe” a principios del siglo V en aquella ciudad en defensa de la religión cristiana y para hostigamiento de paganos que aún no se habían convertido. La película de Amenábar atribuye a estas patrullas en su película “Ágora” una función decisiva en el asesinato de la filósofa y científica Hipatia.
Tenemos datos históricos suficientes para confirmar que tales patrullas eran cosa corriente en Alejandría sobre todo desde el momento en el que el cristianismo fue de facto declarado religión oficial del Imperio en el 381 por Teodosio I al prohibirse los sacrificios paganos. Este decreto hizo que tales patrullas cobraran mayor fuerza que en época de sus antecesores en el trono imperial. Los miembros de tales grupos se reclutaban entre cristianos fanáticos coptos y entre los monjes, que abandonaban el eremitorio momentáneamente para patrullar. No dudaría en compararlas hoy día con las patrullas de los “guardianes de la revolución (de la fe islámica)” que circulan por Irán.
En la película se nombra a 500 monjes procedentes de la región desértica de Nitria ( hoy El Natrun) que hacían como de fuerza paramilitar religiosa en la ciudad del Delta. No es improbable que fuera una patrulla de tales personajes los que acabaron con Hipatia (en la película aparecen como monjes, todos vestidos iguales, o casi iguales).
Ahora bien, el film es delicado y en todo caso dulcifica la muerte de Hipatia: no hay más que comparar la escena previa de la lapidación con lo que cuenta Sócrates Escolástico en el texto que transcribimos en la nota anterior. Sí hay que decir que en la película parece darse a entender que Hipatia halló la muerte siendo aún una mujer joven. Parece, sin embargo, que tenía más de 60 años cuando cayó asesinada.
Como hemos apuntado, la presión de los monjes sobre los paganos era intensa en Alejandría incluso antes de ser declarado el cristianismo “religión lícita” por el emperador Constantino. La Vida de san Antonio, de Atanasio de Alejandría, ofrece un reveladora pintura de ello. Cuenta Rodney Stark en su obra La expansión del cristianismo, Trotta, Madrid, 2009, 167 una anécdota instructiva sobre la presión de los monjes egipcios contra los que no eran cristianos:
“Durante la última persecución, en el año 311, algunos cristianos fueron detenidos en Egipto y llevados a Alejandría. Tan pronto se supo, una gran cantidad de monjes ascetas, incluido Antonio, dejaron sus celdas y fueron a la ciudad para apoyar a los futuros mártires. Una vez allí, Antonio estuvo “ocupado en la sala del tribunal estimulando el entusiasmo de los cristianos contestatarios frente al poder mientras eran llamados a declarar, recibiéndolos y escoltándolos luego camino a su martirio, y permaneciendo con ellos hasta que expiraban” (Vida de san Antonio).
Finalmente el “estímulo” de los monjes resultó tan agobiante para los jueces, que “dieron órdenes de que ningún monje se presentara en la sala”. Como Antonio “deseaba ardientemente sufrir el martirio”, pero consideraba malo hacerlo de un modo voluntario, desobedeció la orden, haciéndose notar visiblemente en el tribunal al día siguiente.
Seguiremos con el último tema de esta miniserie: algunas conclusiones que pueden obtenerse sobre la Alejandría cristiana del siglo V para las gentes de hoy.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
……………….
En el otro blog de “Religiondigital”, el tema es:
“Los comienzos del método de la ‘Historia de las formas’”
Saludos de nuevo.
Comentábamos en la nota pasada la fama de Cirilo de Alejandría como teólogo en la iglesia de la época. En confirmación de ello puedo añadir que en comentarios recientes al Evangelio de Lucas –por ejemplo el del catedrático de Harvard, François Bovon- es Cirilo de Alejandría uno de los teólogos de la Patrística oriental y occidental que aparecen continuamente citados (es decir, cuyas opiniones hay que tener siempre en cuenta) en el apartado del comentario titulado “Historia de la influencia”, a saber, la sección que reseña pasaje por pasaje del Evangelio de Lucas: cómo han sido recibido cada uno de ellos, explicados o comentados en la historia posterior de la Iglesia por diversos teólogos prominentes, desde el siglo III hasta la época de la Reforma. Cirilo ocupa siempre un puesto de honor.
Otro tema relacionado con la mala fama tanto de Teófilo de Alejandría como de su sucesor Cirilo es la existencia de “patrullas de la fe” a principios del siglo V en aquella ciudad en defensa de la religión cristiana y para hostigamiento de paganos que aún no se habían convertido. La película de Amenábar atribuye a estas patrullas en su película “Ágora” una función decisiva en el asesinato de la filósofa y científica Hipatia.
Tenemos datos históricos suficientes para confirmar que tales patrullas eran cosa corriente en Alejandría sobre todo desde el momento en el que el cristianismo fue de facto declarado religión oficial del Imperio en el 381 por Teodosio I al prohibirse los sacrificios paganos. Este decreto hizo que tales patrullas cobraran mayor fuerza que en época de sus antecesores en el trono imperial. Los miembros de tales grupos se reclutaban entre cristianos fanáticos coptos y entre los monjes, que abandonaban el eremitorio momentáneamente para patrullar. No dudaría en compararlas hoy día con las patrullas de los “guardianes de la revolución (de la fe islámica)” que circulan por Irán.
En la película se nombra a 500 monjes procedentes de la región desértica de Nitria ( hoy El Natrun) que hacían como de fuerza paramilitar religiosa en la ciudad del Delta. No es improbable que fuera una patrulla de tales personajes los que acabaron con Hipatia (en la película aparecen como monjes, todos vestidos iguales, o casi iguales).
Ahora bien, el film es delicado y en todo caso dulcifica la muerte de Hipatia: no hay más que comparar la escena previa de la lapidación con lo que cuenta Sócrates Escolástico en el texto que transcribimos en la nota anterior. Sí hay que decir que en la película parece darse a entender que Hipatia halló la muerte siendo aún una mujer joven. Parece, sin embargo, que tenía más de 60 años cuando cayó asesinada.
Como hemos apuntado, la presión de los monjes sobre los paganos era intensa en Alejandría incluso antes de ser declarado el cristianismo “religión lícita” por el emperador Constantino. La Vida de san Antonio, de Atanasio de Alejandría, ofrece un reveladora pintura de ello. Cuenta Rodney Stark en su obra La expansión del cristianismo, Trotta, Madrid, 2009, 167 una anécdota instructiva sobre la presión de los monjes egipcios contra los que no eran cristianos:
“Durante la última persecución, en el año 311, algunos cristianos fueron detenidos en Egipto y llevados a Alejandría. Tan pronto se supo, una gran cantidad de monjes ascetas, incluido Antonio, dejaron sus celdas y fueron a la ciudad para apoyar a los futuros mártires. Una vez allí, Antonio estuvo “ocupado en la sala del tribunal estimulando el entusiasmo de los cristianos contestatarios frente al poder mientras eran llamados a declarar, recibiéndolos y escoltándolos luego camino a su martirio, y permaneciendo con ellos hasta que expiraban” (Vida de san Antonio).
Finalmente el “estímulo” de los monjes resultó tan agobiante para los jueces, que “dieron órdenes de que ningún monje se presentara en la sala”. Como Antonio “deseaba ardientemente sufrir el martirio”, pero consideraba malo hacerlo de un modo voluntario, desobedeció la orden, haciéndose notar visiblemente en el tribunal al día siguiente.
Seguiremos con el último tema de esta miniserie: algunas conclusiones que pueden obtenerse sobre la Alejandría cristiana del siglo V para las gentes de hoy.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
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En el otro blog de “Religiondigital”, el tema es:
“Los comienzos del método de la ‘Historia de las formas’”
Saludos de nuevo.