Hoy escribe Antonio Piñero
Como resultado de los comienzos de esta fusión de las tres clases de malos espíritus en un solo grupo, más indeterminado, de diablos o demonios, o espíritus impuros como quiera llamárseles, el nombre también cambia. Un ejemplo: afirma el Libro 1 de Henoc que mientras era un ángel al menos neutro se llamaba Satanael, pero que cuando pasó a ser específicamente un ángel del todo malvado se llama ya Satán (31,4), Diablo o Satanás.
Los nombres de los distintos jefes de las antiguas y diversas clases de espíritus malos se concentran también en este solo personaje, jefe de los satanes, el comandante supremo de toda suerte de espíritus perversos. De vez en cuando pasa a ser denominado también Belial (o más tarde Beelzebub) (manuscritos de Qumrán y Testamento de los XII Patriarcas, donde se dice que Belial tiene sus propios ángeles, "los ángeles de Satán": Testamento de Aser 6,4).
También se le llama a veces Semiazá (1 Hen 6‑16), o Mastema (ibídem), o Azazel (1 Hen 8), nombres en principio reservados para otros personajes angélicos perversos que fueron los jefes de distintas secciones de los ángeles caídos.
En esta literatura judía anterior al Nuevo Testamento, casi toda convertida luego en apócrifa, conservan a veces todavía estos personajes angélicos una personalidad relativamente definida e independiente. Pero, al fundirse, como decimos, las diversas clases de ángeles en una, llegará un momento en que todos estos nombres serán casi sinónimos. Poco a poco también irá prevaleciendo el de Satán o Diablo y olvidándose los restantes.
Veamos un caso importante de cómo antes del cristianismo esta fusión no es aún completa. En los manuscritos del Mar Muerto Belial, o Satán, tiene ciertos rasgos propios en los que falta cualquier alusión a la función de acusador; falta también la idea de que haya tenido algo que ver con la caída de Adán y la entrada del mal en este mundo; tampoco se habla de él como un ángel caído por algún acto de soberbia o lapso sexual.
Belial, por el contrario, queda especialmente caracterizado como el ángel de las tinieblas, que se opone radicalmente a la luz. Los hijos de la luz, o de Dios, están capitaneados por Miguel y existe entre los dos ámbitos una lucha sin descanso. Cada uno de esos ángeles tiene su propio reino. Aquéllos que se someten a Belial se apartan del reino de Dios y de Miguel voluntariamente. Aunque Belial, o Satán, pueda parecer como un anti‑Dios, jamás se llega a pensar que tiene un poder parecido al de la divinidad. Mas bien se trata de una permisividad por parte del Ser Supremo, que tolera ‑no se dice bien por qué- la existencia de este mal espíritu, de cuya existencia no se duda ni un momento, pero de cuyo origen tampoco se dice ni una palabra.
El ángel de las tinieblas, Belial, controla sobre todo este mundo. Los justos, por el contrario, predestinados a serlo desde el principio, se destacan positivamente de entre la masa de los seguidores de Belial y se entregan voluntariamente al cumplimiento de la voluntad divina. Belial trata de seducirlos, los oprime y los persigue (1QS 3,24 y 1QH en general). Pero no los vencerá. Es cierto que Dios ha creado y permitido la existencia de este ángel malo y de sus huestes, pero ha determinado también de antemano un fin para sus tropelías (1QS 4,18): habrá una tremenda batalla final entre los hijos de la luz y los de las tinieblas; Belial resultará derrotado. El resultado de este combate producirá como una Jauja feliz: reinará la verdad sobre la tierra, volverá el paraíso y la vida de los hombres discurrirá junto con los ángeles (1 QS 4,20‑25; 1 QH 3,21; 6,13; 7,14s, etc., todos textos de los Manuscritos del Mar Muerto; pueden leerse en la edición de Florentino García Martínez, Editorial Trotta, Madrid).
En conclusión: nos encontramos que en los momentos previos a aquéllos en los que nacerá en Israel una nueva secta judía, los nazarenos más tarde cristianos- que proclama como mesías a Jesús de Nazaret crucificado, la demonología bastante complicada de los hebreos ‑como nacida de un cúmulo de influencias externas y de influencias externas y de una evolución propia no siempre uniforme- ha tendido a simplificarse muchísimo: el conjunto numeroso de demonios, diablos, espíritus perversos etc. se simplifica en torno a una única figura principal, Satán, Satanás o el Diablo.
Este Diablo está rodeado de un coro de ayudantes que le sirven de cortejo y de instrumentos para perpetrar sus designios, cortejo que se nutre de antiguos miembros de grupos de espíritus malignos originariamente diversos. Hacia el final de este período inmediatamente anterior al nacimiento del cristianismo, en las creencias de los judíos, la imagen del Diablo iba uniéndose cada vez más a ciertas características negativas que de algún modo habían aparecido ya en el Antiguo Testamento: el Demonio queda conectado con las tinieblas, el mundo subterráneo, las regiones del aire; es el estímulo de toda molestia y tentación, especialmente la sexual; aparece como causante de enfermedades y la muerte. Se le asocia con ciertos animales repugnantes o dañinos, como el león, el escorpión, la serpiente o los dragones.
Saludos cordiales, Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Entrevista /diálogo con Irving Gatell y Adrián
https://www.youtube.com/live/ZaHNFsHAZlU?feature=share
Como resultado de los comienzos de esta fusión de las tres clases de malos espíritus en un solo grupo, más indeterminado, de diablos o demonios, o espíritus impuros como quiera llamárseles, el nombre también cambia. Un ejemplo: afirma el Libro 1 de Henoc que mientras era un ángel al menos neutro se llamaba Satanael, pero que cuando pasó a ser específicamente un ángel del todo malvado se llama ya Satán (31,4), Diablo o Satanás.
Los nombres de los distintos jefes de las antiguas y diversas clases de espíritus malos se concentran también en este solo personaje, jefe de los satanes, el comandante supremo de toda suerte de espíritus perversos. De vez en cuando pasa a ser denominado también Belial (o más tarde Beelzebub) (manuscritos de Qumrán y Testamento de los XII Patriarcas, donde se dice que Belial tiene sus propios ángeles, "los ángeles de Satán": Testamento de Aser 6,4).
También se le llama a veces Semiazá (1 Hen 6‑16), o Mastema (ibídem), o Azazel (1 Hen 8), nombres en principio reservados para otros personajes angélicos perversos que fueron los jefes de distintas secciones de los ángeles caídos.
En esta literatura judía anterior al Nuevo Testamento, casi toda convertida luego en apócrifa, conservan a veces todavía estos personajes angélicos una personalidad relativamente definida e independiente. Pero, al fundirse, como decimos, las diversas clases de ángeles en una, llegará un momento en que todos estos nombres serán casi sinónimos. Poco a poco también irá prevaleciendo el de Satán o Diablo y olvidándose los restantes.
Veamos un caso importante de cómo antes del cristianismo esta fusión no es aún completa. En los manuscritos del Mar Muerto Belial, o Satán, tiene ciertos rasgos propios en los que falta cualquier alusión a la función de acusador; falta también la idea de que haya tenido algo que ver con la caída de Adán y la entrada del mal en este mundo; tampoco se habla de él como un ángel caído por algún acto de soberbia o lapso sexual.
Belial, por el contrario, queda especialmente caracterizado como el ángel de las tinieblas, que se opone radicalmente a la luz. Los hijos de la luz, o de Dios, están capitaneados por Miguel y existe entre los dos ámbitos una lucha sin descanso. Cada uno de esos ángeles tiene su propio reino. Aquéllos que se someten a Belial se apartan del reino de Dios y de Miguel voluntariamente. Aunque Belial, o Satán, pueda parecer como un anti‑Dios, jamás se llega a pensar que tiene un poder parecido al de la divinidad. Mas bien se trata de una permisividad por parte del Ser Supremo, que tolera ‑no se dice bien por qué- la existencia de este mal espíritu, de cuya existencia no se duda ni un momento, pero de cuyo origen tampoco se dice ni una palabra.
El ángel de las tinieblas, Belial, controla sobre todo este mundo. Los justos, por el contrario, predestinados a serlo desde el principio, se destacan positivamente de entre la masa de los seguidores de Belial y se entregan voluntariamente al cumplimiento de la voluntad divina. Belial trata de seducirlos, los oprime y los persigue (1QS 3,24 y 1QH en general). Pero no los vencerá. Es cierto que Dios ha creado y permitido la existencia de este ángel malo y de sus huestes, pero ha determinado también de antemano un fin para sus tropelías (1QS 4,18): habrá una tremenda batalla final entre los hijos de la luz y los de las tinieblas; Belial resultará derrotado. El resultado de este combate producirá como una Jauja feliz: reinará la verdad sobre la tierra, volverá el paraíso y la vida de los hombres discurrirá junto con los ángeles (1 QS 4,20‑25; 1 QH 3,21; 6,13; 7,14s, etc., todos textos de los Manuscritos del Mar Muerto; pueden leerse en la edición de Florentino García Martínez, Editorial Trotta, Madrid).
En conclusión: nos encontramos que en los momentos previos a aquéllos en los que nacerá en Israel una nueva secta judía, los nazarenos más tarde cristianos- que proclama como mesías a Jesús de Nazaret crucificado, la demonología bastante complicada de los hebreos ‑como nacida de un cúmulo de influencias externas y de influencias externas y de una evolución propia no siempre uniforme- ha tendido a simplificarse muchísimo: el conjunto numeroso de demonios, diablos, espíritus perversos etc. se simplifica en torno a una única figura principal, Satán, Satanás o el Diablo.
Este Diablo está rodeado de un coro de ayudantes que le sirven de cortejo y de instrumentos para perpetrar sus designios, cortejo que se nutre de antiguos miembros de grupos de espíritus malignos originariamente diversos. Hacia el final de este período inmediatamente anterior al nacimiento del cristianismo, en las creencias de los judíos, la imagen del Diablo iba uniéndose cada vez más a ciertas características negativas que de algún modo habían aparecido ya en el Antiguo Testamento: el Demonio queda conectado con las tinieblas, el mundo subterráneo, las regiones del aire; es el estímulo de toda molestia y tentación, especialmente la sexual; aparece como causante de enfermedades y la muerte. Se le asocia con ciertos animales repugnantes o dañinos, como el león, el escorpión, la serpiente o los dragones.
Saludos cordiales, Antonio Piñero
www.antoniopinero.com
Entrevista /diálogo con Irving Gatell y Adrián
https://www.youtube.com/live/ZaHNFsHAZlU?feature=share