Hoy escribe Antonio Piñero
Concluimos hoy la serie de notas sobre la institución de la Eucaristía -sí o no- por parte de Jesús.
Nos hemos inclinado tras un detenido análisis de lo que podemos saber por los Evangelios y , por Pablo, por los Hechos de los Apóstoles y por otra literatura citistiana primitiva, que no parece en absoluto verosímil que Jesús instituyera la eucaristía. Por dos argumenteos:
· Tal institución no cabía dentro de su religión judía
· Sus seguidores más inmediatos, los judeocristianos no sabían absoluamente nada de esa institución.
· Hemos reforzado esta conclusiones con la probabilidad de que Pablo de Tarso fuera el creador de eta tradición gracias a una visión del Señor, tal como dice en 1 Corintios 11, 23-26.
Hoy, para concluir, nos preguntamos:
¿De dónde procede, en Pablo, esta idea germinal de interpretar la Última Cena como una última comida de Jesús con sus discípulos en la que Jesús instituyó la eucaristía?
La respuesta es:
esta idea va unida a toda la teología de Pablo y en concreto a su noción de la teología de la restauración de Israel al final de los tiempos.
· Esta teología defendía que al verdadero Israel, los convertidos a la fe en el mesías Jesús, habían de unirse en el fin de los tiempos el mayor número de paganos posible -en cumplimento de la promesa de Dios a Abrahán y de acuerdo con la teología de esa misma restauración de Israel del Tercer Isaías-
. Pablo busca entonces a sus futuros conversos a la fe en Jesús entre aquellos gentiles más dispuestos a aceptar las ideas judías, es decir, entre los paganos simpatizantes con el judaísmo.
Y cuando entre éstos, a los que los Hechos de los apóstoles llaman temerosos de Dios (Hch 10, 2.22.35), no le ofrecen el número suficiente, vuelve sus ojos hacia otros paganos muy religiosos que buscaban en las iniciaciones de las “religiones de misterios” las posibilidades de asegurarse la salvación y la inmortalidad.
Es sabido que uno de los ritos que había en estas religiones era hacer visible la comunión con el destino de la divinidad –una divinidad que de alguna manera sufre muerte o pasión, pero luego vuelve a la vida también de algún modo- por medio de la ingestión de algo que simbolizara a esa deidad. Entre los adeptos a los misterios de Dioniso la ingestión era la carne de un cabrito que simbolizaba al dios, y entre los misterios de Atis se ingería una mezcla de pan y líquido. en los misterios de Deméter y Perséfone (Eleusis) se ingerían cereales y una bebido llamada "kukeón", cuya composición excata ignoramos.
Pablo estaba seguro de que en su “evangelio”, es decir, en su mensaje sobre Jesús mesías y la salvación a él vinculada que Dios le había revelado, había también algo que ofrecía una posible semejanza con estos ritos de las religiones mistéricas…, y ello estaba en los banquetes que Jesús celebraba con sus discípulos si se entendían bien.
La revelación divina le abrió los ojos para ver que en el último banquete de Jesús -al que Pablo, también por revelación y por la recepción de la teología cristiana, consideraba ya un ser divino-, antes de sufrir la muerte, había instituido una conmemoración de su presencia, espiritual, para el caso de que durante algún tiempo él debiera estar ausente, hasta que volviera en su definitiva parusía.
La revelación divina a Pablo consistió en dos elementos:
· En que éste viera que en la ingestión del pan y del vino de la comida comunal cristiana llamada “fracción del pan” había algo más.
· La ingestión de esos alimentos era como participar simbólicamente de la pasión de Jesús.
Lo mismo que el bautismo era sumergirse en el agua (= muerte de Cristo, Rom 6, 1ss) para luego surgir a la superficie y al aire (= la nueva vida, cuya primicia era la resurrección de Cristo), del mismo modo la ingestión del pan y del vino en las comidas que se hicieran en recuerdo de la Última Cena del Señor, significaba participar simbólica y místicamente de la muerte y resurrección de Jesús.
Y así se lo transmitió a sus conversos más o menos con estas palabras:
“Cada vez que comáis este pan y este vino recordáis la muerte del Señor hasta que venga y os hacéis partícipes de su destino: confirmáis la suerte de vuestro bautismo”.
Y a los posibles candidatos a la conversión a la fe en Jesús salvador del mundo entero, a los adeptos de las religiones de misterio, les diría Pablo:
“Esta ingestión simbólica de Jesús como ser divino tiene los mismos o mejores efectos de inmortalidad que si os iniciarais en las costosas iniciaciones de vuestras religiones. Y además, es más fácil y más barato”.
De este modo, debió de crearse –o mejor Pablo la impulsó y la creó él mismo- una liturgia en las comunidades paulinas dentro de la cual se dramatizó esta idea en forma de escena tal como luego la recogieron los evangelistas a partir de Marcos.
Esta suerte de competencia con las religiones de misterio es lo que hizo que Pablo llamara a esta ceremonia la “Cena del Señor” (1 Cor 11, 20) y no un qiddush o eucharistía, que eran denominaciones judías (así, en griego entre los judíos helenistas), o cualquier otro término en uso entre las comunidades judías…, porque esa -"La cena del dios"- era la terminología propia de las religiones de misterios.
Y la asimilación, en competencia, a estas ceremonias hizo que Pablo cambiara el orden tradicional judío de una celebración festiva: “vino-pan”, en el orden típico de las religiones de misterios “pan-vino” = carne y sangre del dios.
Parece, pues, en conclusión que no es nada probable que Jesús instituyera la eucaristía tal como la entendemos comúnmente, sino que ésta procede de una tradición paulina, la cual reinterpreta lo que realmente ocurrió en esa cena última de despedida.
Pablo, que está seguro de lo que dice por haberlo recibido en una visión de Jesús, transmite a sus comunidades lo que cree que en verdad ocurrió y la dramatización de ello en forma de historia pasa a la liturgia de los grupos paulinos y en concreto a los Evangelio Sinópticos, que son de inspiración paulina.
Y con esta nota hemos concluido nuestro comentario a 1 Corintios 11, 23-26. Seguiremos comentando otros pasajes de esta interesante Epístola.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
En el otro blog de “Religión Digital” el tema es:
“¿Es tendencioso y sesgado el Evangelio de Marcos”.
De nuevo saludos
Concluimos hoy la serie de notas sobre la institución de la Eucaristía -sí o no- por parte de Jesús.
Nos hemos inclinado tras un detenido análisis de lo que podemos saber por los Evangelios y , por Pablo, por los Hechos de los Apóstoles y por otra literatura citistiana primitiva, que no parece en absoluto verosímil que Jesús instituyera la eucaristía. Por dos argumenteos:
· Tal institución no cabía dentro de su religión judía
· Sus seguidores más inmediatos, los judeocristianos no sabían absoluamente nada de esa institución.
· Hemos reforzado esta conclusiones con la probabilidad de que Pablo de Tarso fuera el creador de eta tradición gracias a una visión del Señor, tal como dice en 1 Corintios 11, 23-26.
Hoy, para concluir, nos preguntamos:
¿De dónde procede, en Pablo, esta idea germinal de interpretar la Última Cena como una última comida de Jesús con sus discípulos en la que Jesús instituyó la eucaristía?
La respuesta es:
esta idea va unida a toda la teología de Pablo y en concreto a su noción de la teología de la restauración de Israel al final de los tiempos.
· Esta teología defendía que al verdadero Israel, los convertidos a la fe en el mesías Jesús, habían de unirse en el fin de los tiempos el mayor número de paganos posible -en cumplimento de la promesa de Dios a Abrahán y de acuerdo con la teología de esa misma restauración de Israel del Tercer Isaías-
. Pablo busca entonces a sus futuros conversos a la fe en Jesús entre aquellos gentiles más dispuestos a aceptar las ideas judías, es decir, entre los paganos simpatizantes con el judaísmo.
Y cuando entre éstos, a los que los Hechos de los apóstoles llaman temerosos de Dios (Hch 10, 2.22.35), no le ofrecen el número suficiente, vuelve sus ojos hacia otros paganos muy religiosos que buscaban en las iniciaciones de las “religiones de misterios” las posibilidades de asegurarse la salvación y la inmortalidad.
Es sabido que uno de los ritos que había en estas religiones era hacer visible la comunión con el destino de la divinidad –una divinidad que de alguna manera sufre muerte o pasión, pero luego vuelve a la vida también de algún modo- por medio de la ingestión de algo que simbolizara a esa deidad. Entre los adeptos a los misterios de Dioniso la ingestión era la carne de un cabrito que simbolizaba al dios, y entre los misterios de Atis se ingería una mezcla de pan y líquido. en los misterios de Deméter y Perséfone (Eleusis) se ingerían cereales y una bebido llamada "kukeón", cuya composición excata ignoramos.
Pablo estaba seguro de que en su “evangelio”, es decir, en su mensaje sobre Jesús mesías y la salvación a él vinculada que Dios le había revelado, había también algo que ofrecía una posible semejanza con estos ritos de las religiones mistéricas…, y ello estaba en los banquetes que Jesús celebraba con sus discípulos si se entendían bien.
La revelación divina le abrió los ojos para ver que en el último banquete de Jesús -al que Pablo, también por revelación y por la recepción de la teología cristiana, consideraba ya un ser divino-, antes de sufrir la muerte, había instituido una conmemoración de su presencia, espiritual, para el caso de que durante algún tiempo él debiera estar ausente, hasta que volviera en su definitiva parusía.
La revelación divina a Pablo consistió en dos elementos:
· En que éste viera que en la ingestión del pan y del vino de la comida comunal cristiana llamada “fracción del pan” había algo más.
· La ingestión de esos alimentos era como participar simbólicamente de la pasión de Jesús.
Lo mismo que el bautismo era sumergirse en el agua (= muerte de Cristo, Rom 6, 1ss) para luego surgir a la superficie y al aire (= la nueva vida, cuya primicia era la resurrección de Cristo), del mismo modo la ingestión del pan y del vino en las comidas que se hicieran en recuerdo de la Última Cena del Señor, significaba participar simbólica y místicamente de la muerte y resurrección de Jesús.
Y así se lo transmitió a sus conversos más o menos con estas palabras:
“Cada vez que comáis este pan y este vino recordáis la muerte del Señor hasta que venga y os hacéis partícipes de su destino: confirmáis la suerte de vuestro bautismo”.
Y a los posibles candidatos a la conversión a la fe en Jesús salvador del mundo entero, a los adeptos de las religiones de misterio, les diría Pablo:
“Esta ingestión simbólica de Jesús como ser divino tiene los mismos o mejores efectos de inmortalidad que si os iniciarais en las costosas iniciaciones de vuestras religiones. Y además, es más fácil y más barato”.
De este modo, debió de crearse –o mejor Pablo la impulsó y la creó él mismo- una liturgia en las comunidades paulinas dentro de la cual se dramatizó esta idea en forma de escena tal como luego la recogieron los evangelistas a partir de Marcos.
Esta suerte de competencia con las religiones de misterio es lo que hizo que Pablo llamara a esta ceremonia la “Cena del Señor” (1 Cor 11, 20) y no un qiddush o eucharistía, que eran denominaciones judías (así, en griego entre los judíos helenistas), o cualquier otro término en uso entre las comunidades judías…, porque esa -"La cena del dios"- era la terminología propia de las religiones de misterios.
Y la asimilación, en competencia, a estas ceremonias hizo que Pablo cambiara el orden tradicional judío de una celebración festiva: “vino-pan”, en el orden típico de las religiones de misterios “pan-vino” = carne y sangre del dios.
Parece, pues, en conclusión que no es nada probable que Jesús instituyera la eucaristía tal como la entendemos comúnmente, sino que ésta procede de una tradición paulina, la cual reinterpreta lo que realmente ocurrió en esa cena última de despedida.
Pablo, que está seguro de lo que dice por haberlo recibido en una visión de Jesús, transmite a sus comunidades lo que cree que en verdad ocurrió y la dramatización de ello en forma de historia pasa a la liturgia de los grupos paulinos y en concreto a los Evangelio Sinópticos, que son de inspiración paulina.
Y con esta nota hemos concluido nuestro comentario a 1 Corintios 11, 23-26. Seguiremos comentando otros pasajes de esta interesante Epístola.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com
En el otro blog de “Religión Digital” el tema es:
“¿Es tendencioso y sesgado el Evangelio de Marcos”.
De nuevo saludos