Hoy escribe Antonio Piñero
Comentamos hoy y el próximo día la parte más interesante quizá de 1 Tesalonicenses
4,13-18:
« 4, 13 Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza.
14 Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús.
15 Os decimos eso como Palabra des Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron.
16 El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar.
17 Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor.
18 Consolaos, pues, mutuamente con estas palabras ».
· 4,13-14: Han ocurrido algunas muertes inesperadas en la pequeña comunidad cristiana de Tesalónica (quizá menos de 50 personas). ¿En qué afecta este hecho a la esperanza en una próxima y definitiva venida de Jesús como juez? Los tesalonicenses se preguntan: ¿qué pasará con estos muertos, fallecidos antes de que llegue Jesús? ¿Se olvidará éste de ellos?
El trasfondo de esta preocupación se verá claro en lo que sigue: 4,15-17, en donde Pablo explica cómo cree que será la escena de la parusía o venida de Jesús al final de los tiempos: los que están aún vivos saldrán al encuentro de Cristo en los aires… Entonces ¿qué ocurrirá con los ya fallecidos? ¿Van a ir al Sheol/Hades, es decir, al lugar de “las sombras”, donde esperan las almas de los fallecidos hasta que llegue el Juicio y Dios dictamine su lugar definitivo, de tormento o de premio y felicidad?
Pablo describe con trazos generales cómo ocurrirá esa venida, apoyándose en palabras de Jesús mismo ( Mt 24,44 = “Por eso, también vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre”).
Lo mismo que el Maestro Jesús (véase por ejemplo, Mc 9,1 “Les decía también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios.»”; Mc 13,30: “Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda”, aunque puedan ser dichos retocados por la Iglesia primitiva), se ve muy claro que Pablo está convencido de que el mundo se acaba ya.
Por eso confirma su creencia en esta idea y añade un mensaje de fondo: los que ya han muerto no tendrán desventaja ninguna respecto a los que sigan en vida cuando venga Jesús. Los familiares de esos difuntos no tienen por qué preocuparse:
• Primero resucitarán los muertos; es decir, si estaban en el “lugar de las sombras” (una especie de estado intermedio, a la espera) e irán con Jesús, pues se sobreentiende que los fallecidos eran justos, buenos cristianos
• Luego los que aún quedan con vida irán al encuentro de Jesús junto con las ya difuntos, resucitados.
Frente a las dificultades presentes Pablo les recuerda una verdad capital: el valor salvífico de la muerte y resurrección de Cristo. El final de los tiempos presentes, que hará realidad esa salvación, está cercano y acabarán esas penas. El Jesús que viene es juez, sí, pero para los impíos; para los creyentes es el salvador y el consolador. Todos los cristianos acompañados del propio Pablo, saldrán al encuentro de Cristo en los aires. Entonces comenzará una nueva vida gozosa (4,16-18).
Pablo introduce un cambio de tono y de concepción respecto a la predicación de Jesús. Como dijimos, el interés primordial de éste es la venida del reino de Dios en parte en la tierra de Israel; para Pablo el reino de Dios se traslada totalmente al otro mundo, al paraíso.
El paraíso para Pablo –suponemos, dado que los judíos eran muy parcos a la hora de describir este estado- debía de ser muy parecido al de los griegos: la Isla de los Bienaventurados o el Elíseo.
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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