Escribe Antonio Piñero
Sigo comentando algunos aspectos del libro “Los cuatro Evangelios” de Santiago Guijarro, de Editorial Sígueme. Por cierto: sobre algunas de mis objeciones, ni sobre las alabanzas, ha tenido Guijarro la idea de comentar algo, que yo sepa.
El título de esta sección (“La tradición oral tuvo su origen en Jesús”) es acertado: no cabe duda de que la tradición sobre Jesús hubo de comenzar en vida de este. Sin duda, y creo que es un punto acertado en contra de la idea de que no hubo tradición alguna en época anterior a la muerte de Jesús (opinión propalada por la escuela “Historia de las Formas). Opino igualmente que no se explicaría bien el proceso histórico de la formación de los Evangelios, si no se admite que hubo tradición antes del tiempo de la creencia en la resurrección y exaltación de Jesús a los cielos, r en la vida terrena de Jesús. Y, por hipótesis misma, esta tradición en vida de Jesús ha de estar carente de elementos propios de la fe en torno a Jesús que se forma después de su muerte.
También creo acertada la idea de considerar que no todas las gentes que escuchaban a Jesús o asistían a sus exorcismos y sanaciones pertenecían a un bloque homogéneo. Está bien la idea de dividir la audiencia de Jesús en tres grupos:
1. Gente de contactos esporádicos con las enseñanzas y acciones de Jesús: la mayoría del pueblo que lo oía o escuchaba. Eran oyentes ocasionales.
2. Gentes que se adherían al mensaje de Jesús, pero que no lo seguían físicamente en sus andanzas, es decir, en sus viajes en cumplimento de su misión primordial y profética. Esta consistía ante todo en proclamar la venida inmediata del reino de Dios y el comportamiento previo necesario para prepararse para tal venida (¡siempre futura!). Este grupo 2. sería el de sus amigos más íntimos y otros en cuyas casas Jesús se hospedaba frecuentemente; o incluso puede considerarse como de este grupo al conjunto de las mujeres que ayudaban económicamente a Jesús y su entorno (Lucas 8,3), pero no lo seguían todo el tiempo en sus andanzas.
3. Sus discípulos directos. Estos eran los Doce y algunos más, pocos. No creo que haya argumentos serios para dudar de la existencia de los Doce en tiempos de Jesús, y para pensar que eso de “Los Doce” es un invento de la Iglesia primitiva. No lo creo. Históricamente se explica mucho mejor todo lo ocurrido con Jesús si los Doce, y su simbolismo, fue un grupo formado por Jesús mismo.
Sostiene Guijarro que el grupo 1. se refleja:
a) en los relatos evangélicos de “milagros” multitudinarios (sean históricos o expandidos luego por la leyenda magnificante en torno al personaje), como la multiplicación de los panes;
b) en las gentes que se agolpaban en torno a las casas donde Jesús se había alojado, o
c) en las multitudes (mucha gente o bien en número moderado) que dan a entender escenarios como el Sermón de la Montaña de Mateo 5-7.
La corroboración de esta idea de “mucha gente” en torno a la proclamación e Jesús es ofrecida también por el testimonio de Flavio Josefo (Antigüedades de los judíos XVIII 64…; eliminadas las interpolaciones), y en general por las narraciones evangélicas que presentan como escenario de la predicación de Jesús un grupo considerable de personas (no discutimos aquí si se magnifica el número o no). Lo cierto es que a un Jesús muy buen predicador / orador, a un Jesús buen exorcista y sanador (no hay tampoco por qué dudarlo históricamente) le seguía en ocasiones mucha gente.
Dentro del grupo 2. señala Guijarro que la mayoría de los casos en los que Jesús es acogido en casa de amigos tiene lugar en el entorno de Jerusalén: el caso de Zaqueo en Jericó; Lázaro y sus hermanas en Betania; y en la misma localidad el banquete en casa de Simón el ex leproso. Pero esto no excluye que lo mismo ocurriera en Galilea. Sin duda también que Jesús estableció con las gentes de este grupo 2. una relación más estrecha…; y no puede negarse que ya en vida de Jesús comentaran sus palabras y acciones… lo cual significa un inicio de tradición sobre Jesús.
Y respecto al grupo 3., sus discípulos íntimos, los Doce y alguno que otro más, como Matías o José, llamado el Justo tampoco hay dudas serias de que la relación con Jesús durante los meses que duró su ministerio público, incluía una Pascua (en mi opinión: ministerio que duró solo meses) fue muy intensa. Luego, por tanto hubieron de comentar, antes de su muerte, lo que decía y hacía el Maestro. Esto es también, sin duda un inicio de tradición en vida misma de Jesús.
(Un paréntesis: p. 122, línea13 desde arriba: Dice: “evoca algún rasgo importante del proyecto o misterio de Jesús”. Debe decir (en mi opinión): ““evoca algún rasgo importante del proyecto o ministerio de Jesús”
En conjunto hago algunas observaciones a esta división de gentes que oía a Jesús:
1 Es imposible prácticamente lo que afirman los Evangelistas que los Doce no entendieran a Jesús, ni que supieran nada seguro de su mesianismo, que era “sufriente”, muy diverso a la concepción del mesías del judaísmo de todos. Tal falta de comprensión sirve solo a los evangelistas para señalar el profundo sentido de la vida y misión de Jesús que solo se revelaría, y por el Espíritu Santo, tras la muerte o resurrección del Maestro. Esta opinión, que dibuja a un Jesús como pésimo maestro y a los discípulos como tontos, me parece, es pura teología. Una hipótesis poco plausible.
2. Lo que afirma Guijarro (p. 122) que “algunas de estas acciones fueran acompañadas en los evangelios por una invitación a repetir o recordar un rito” –en especial las palabras y acciones de Jesús en la Última Cena en el texto de Marcos 14,17-25– me parece absolutamente inverosímil en un Jesús que predicaba el inmediato advenimiento de un reino de Dios, cuyo contenido nunca fue explicado por Jesús. Sí aclaró éste algunas de sus características externas, como la rapidez de su venida, o los signos de los que iría acompañada, pero no su contenido. Ese “reino de Dios” de Jesús era el aclarado o mencionado, directa o indirectamente, en muchas ocasiones, por los profetas de la Biblia, y en ese Reino no se contemplaban las repeticiones de ritos instaurados por el agente mesiánico (sea como fuere como se imaginaba), un Reino que tendría lugar cuando ya hubiese ocurrido el Gran Juicio y se hubiera instaurado el gobierno de Dios en el mundo. Como ya he dicho a menudo a tradición sobre la Última Cena, interpretada como institución de la eucaristía, no es histórica y no puede proceder de un mesías estrictamente judío.
3. Toda presunta tradición formada antes de la muerte de Jesús hubo de ser estrictamente judía, si es que se está de acuerdo –como lo indica el consenso de la investigación actual, incluida la católica– en que Jesús fue estrictamente judío, no quebrantó la Ley y ni siquiera la reformó, sino que ahondó en la necesidad de su cumplimento profundo, y que él no pretendió fundar religión nueva alguna.
Por tanto, mi conclusión al comentar estos tres grupos de “acompañantes de Jesús” durante su ministerio público, antes de su muerte, es que esa tradición en vida de Jesús hubo de tener un cariz y contenido estrictamente judío, carente en absoluto de las consideraciones y magnificaciones del personaje, Jesús, que luego emprenden los evangelios unas veces a las claras, y otras muy sutilmente.
En síntesis, la tradición que pudo formarse sobre Jesús en vida de este no supone fundamente alguno, por lo puramente judía que era, para la especulación teológica sobre el sentido de la muerte y resurrección del mesías, especulación que es el meollo de la futura religión cristiana y que solo se forma después de la muerte y la creencia en la resurrección de Jesús con sus consecuencias salvadoras, unidas al perdón de los pecados de toda la humanidad hasta el momento.
Hubo, pues, “una fe discipular” (p. 123) en Jesús como el profeta, judío, del Reino que habría de venir, o en el mejor de los casos sobre Jesús como el mesías, también judío, que habría de desempeñar un papel importante en el futuro, pero inminente, reino de Dios, con base en Israel, pero con repercusiones mundiales, según habían predicho los profetas de la Biblia hebrea de Jesús…. Pero tal tradición discipular era meramente judía, no cristiana.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com.
Añado dos enlaces a dos entrevistas en diálogo conmigo y sobre los últimos libros "Viaje a Tierra Santa” y “Los libros del Nuevo Testamento”
Realizada por Miguel Becerra:
https://youtube.com/watch?v=5QY0FIVouA0&feature=share
2 Realizada por Jordi Torres Serra, México:
https://us02web.zoom.us/rec/share/cDQwz3i-2nere8uOjZfc1GsOEPNQQAfCLTcfHrk0HbWx1uPJCYPCsoLkfCXmYarp.3Z-OhDI0GvnUia4i
Código de acceso: b1AC0dP$
3 La misma entrevista, sin código de acceso, en el canal de Carla Díaz, Investigando la Historia: https://youtu.be/RJb1DWAwkFw
Sigo comentando algunos aspectos del libro “Los cuatro Evangelios” de Santiago Guijarro, de Editorial Sígueme. Por cierto: sobre algunas de mis objeciones, ni sobre las alabanzas, ha tenido Guijarro la idea de comentar algo, que yo sepa.
El título de esta sección (“La tradición oral tuvo su origen en Jesús”) es acertado: no cabe duda de que la tradición sobre Jesús hubo de comenzar en vida de este. Sin duda, y creo que es un punto acertado en contra de la idea de que no hubo tradición alguna en época anterior a la muerte de Jesús (opinión propalada por la escuela “Historia de las Formas). Opino igualmente que no se explicaría bien el proceso histórico de la formación de los Evangelios, si no se admite que hubo tradición antes del tiempo de la creencia en la resurrección y exaltación de Jesús a los cielos, r en la vida terrena de Jesús. Y, por hipótesis misma, esta tradición en vida de Jesús ha de estar carente de elementos propios de la fe en torno a Jesús que se forma después de su muerte.
También creo acertada la idea de considerar que no todas las gentes que escuchaban a Jesús o asistían a sus exorcismos y sanaciones pertenecían a un bloque homogéneo. Está bien la idea de dividir la audiencia de Jesús en tres grupos:
1. Gente de contactos esporádicos con las enseñanzas y acciones de Jesús: la mayoría del pueblo que lo oía o escuchaba. Eran oyentes ocasionales.
2. Gentes que se adherían al mensaje de Jesús, pero que no lo seguían físicamente en sus andanzas, es decir, en sus viajes en cumplimento de su misión primordial y profética. Esta consistía ante todo en proclamar la venida inmediata del reino de Dios y el comportamiento previo necesario para prepararse para tal venida (¡siempre futura!). Este grupo 2. sería el de sus amigos más íntimos y otros en cuyas casas Jesús se hospedaba frecuentemente; o incluso puede considerarse como de este grupo al conjunto de las mujeres que ayudaban económicamente a Jesús y su entorno (Lucas 8,3), pero no lo seguían todo el tiempo en sus andanzas.
3. Sus discípulos directos. Estos eran los Doce y algunos más, pocos. No creo que haya argumentos serios para dudar de la existencia de los Doce en tiempos de Jesús, y para pensar que eso de “Los Doce” es un invento de la Iglesia primitiva. No lo creo. Históricamente se explica mucho mejor todo lo ocurrido con Jesús si los Doce, y su simbolismo, fue un grupo formado por Jesús mismo.
Sostiene Guijarro que el grupo 1. se refleja:
a) en los relatos evangélicos de “milagros” multitudinarios (sean históricos o expandidos luego por la leyenda magnificante en torno al personaje), como la multiplicación de los panes;
b) en las gentes que se agolpaban en torno a las casas donde Jesús se había alojado, o
c) en las multitudes (mucha gente o bien en número moderado) que dan a entender escenarios como el Sermón de la Montaña de Mateo 5-7.
La corroboración de esta idea de “mucha gente” en torno a la proclamación e Jesús es ofrecida también por el testimonio de Flavio Josefo (Antigüedades de los judíos XVIII 64…; eliminadas las interpolaciones), y en general por las narraciones evangélicas que presentan como escenario de la predicación de Jesús un grupo considerable de personas (no discutimos aquí si se magnifica el número o no). Lo cierto es que a un Jesús muy buen predicador / orador, a un Jesús buen exorcista y sanador (no hay tampoco por qué dudarlo históricamente) le seguía en ocasiones mucha gente.
Dentro del grupo 2. señala Guijarro que la mayoría de los casos en los que Jesús es acogido en casa de amigos tiene lugar en el entorno de Jerusalén: el caso de Zaqueo en Jericó; Lázaro y sus hermanas en Betania; y en la misma localidad el banquete en casa de Simón el ex leproso. Pero esto no excluye que lo mismo ocurriera en Galilea. Sin duda también que Jesús estableció con las gentes de este grupo 2. una relación más estrecha…; y no puede negarse que ya en vida de Jesús comentaran sus palabras y acciones… lo cual significa un inicio de tradición sobre Jesús.
Y respecto al grupo 3., sus discípulos íntimos, los Doce y alguno que otro más, como Matías o José, llamado el Justo tampoco hay dudas serias de que la relación con Jesús durante los meses que duró su ministerio público, incluía una Pascua (en mi opinión: ministerio que duró solo meses) fue muy intensa. Luego, por tanto hubieron de comentar, antes de su muerte, lo que decía y hacía el Maestro. Esto es también, sin duda un inicio de tradición en vida misma de Jesús.
(Un paréntesis: p. 122, línea13 desde arriba: Dice: “evoca algún rasgo importante del proyecto o misterio de Jesús”. Debe decir (en mi opinión): ““evoca algún rasgo importante del proyecto o ministerio de Jesús”
En conjunto hago algunas observaciones a esta división de gentes que oía a Jesús:
1 Es imposible prácticamente lo que afirman los Evangelistas que los Doce no entendieran a Jesús, ni que supieran nada seguro de su mesianismo, que era “sufriente”, muy diverso a la concepción del mesías del judaísmo de todos. Tal falta de comprensión sirve solo a los evangelistas para señalar el profundo sentido de la vida y misión de Jesús que solo se revelaría, y por el Espíritu Santo, tras la muerte o resurrección del Maestro. Esta opinión, que dibuja a un Jesús como pésimo maestro y a los discípulos como tontos, me parece, es pura teología. Una hipótesis poco plausible.
2. Lo que afirma Guijarro (p. 122) que “algunas de estas acciones fueran acompañadas en los evangelios por una invitación a repetir o recordar un rito” –en especial las palabras y acciones de Jesús en la Última Cena en el texto de Marcos 14,17-25– me parece absolutamente inverosímil en un Jesús que predicaba el inmediato advenimiento de un reino de Dios, cuyo contenido nunca fue explicado por Jesús. Sí aclaró éste algunas de sus características externas, como la rapidez de su venida, o los signos de los que iría acompañada, pero no su contenido. Ese “reino de Dios” de Jesús era el aclarado o mencionado, directa o indirectamente, en muchas ocasiones, por los profetas de la Biblia, y en ese Reino no se contemplaban las repeticiones de ritos instaurados por el agente mesiánico (sea como fuere como se imaginaba), un Reino que tendría lugar cuando ya hubiese ocurrido el Gran Juicio y se hubiera instaurado el gobierno de Dios en el mundo. Como ya he dicho a menudo a tradición sobre la Última Cena, interpretada como institución de la eucaristía, no es histórica y no puede proceder de un mesías estrictamente judío.
3. Toda presunta tradición formada antes de la muerte de Jesús hubo de ser estrictamente judía, si es que se está de acuerdo –como lo indica el consenso de la investigación actual, incluida la católica– en que Jesús fue estrictamente judío, no quebrantó la Ley y ni siquiera la reformó, sino que ahondó en la necesidad de su cumplimento profundo, y que él no pretendió fundar religión nueva alguna.
Por tanto, mi conclusión al comentar estos tres grupos de “acompañantes de Jesús” durante su ministerio público, antes de su muerte, es que esa tradición en vida de Jesús hubo de tener un cariz y contenido estrictamente judío, carente en absoluto de las consideraciones y magnificaciones del personaje, Jesús, que luego emprenden los evangelios unas veces a las claras, y otras muy sutilmente.
En síntesis, la tradición que pudo formarse sobre Jesús en vida de este no supone fundamente alguno, por lo puramente judía que era, para la especulación teológica sobre el sentido de la muerte y resurrección del mesías, especulación que es el meollo de la futura religión cristiana y que solo se forma después de la muerte y la creencia en la resurrección de Jesús con sus consecuencias salvadoras, unidas al perdón de los pecados de toda la humanidad hasta el momento.
Hubo, pues, “una fe discipular” (p. 123) en Jesús como el profeta, judío, del Reino que habría de venir, o en el mejor de los casos sobre Jesús como el mesías, también judío, que habría de desempeñar un papel importante en el futuro, pero inminente, reino de Dios, con base en Israel, pero con repercusiones mundiales, según habían predicho los profetas de la Biblia hebrea de Jesús…. Pero tal tradición discipular era meramente judía, no cristiana.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
www.antoniopinero.com.
Añado dos enlaces a dos entrevistas en diálogo conmigo y sobre los últimos libros "Viaje a Tierra Santa” y “Los libros del Nuevo Testamento”
Realizada por Miguel Becerra:
https://youtube.com/watch?v=5QY0FIVouA0&feature=share
2 Realizada por Jordi Torres Serra, México:
https://us02web.zoom.us/rec/share/cDQwz3i-2nere8uOjZfc1GsOEPNQQAfCLTcfHrk0HbWx1uPJCYPCsoLkfCXmYarp.3Z-OhDI0GvnUia4i
Código de acceso: b1AC0dP$
3 La misma entrevista, sin código de acceso, en el canal de Carla Díaz, Investigando la Historia: https://youtu.be/RJb1DWAwkFw