Hoy escribe Antonio Piñero
Continuamos con el resumen de la teología de los judeocristianos, según GPO
• En segundo lugar: a partir de los datos proporcionados por los Hechos de los Apóstoles, sobre todo en sus primeros capítulos, sabemos que los judeocristianos seguían siendo judíos piadosos, observantes irreprochables de la ley mosaica, visitantes asiduos al Templo, y que seguían predicando la necesidad de la circuncisión para salvarse.
En síntesis, eran los seguidores del Jesús asesinado en la cruz un grupo judío que sólo se distinguía de los demás por su creencia en que el mesías había llegado ya y que era el crucificado Jesús de Nazaret.
• Tercero: aparte de lo dicho, sólo era novedosa también la consecuencia obtenida de la creencia en su resurrección: este mesías volvería de nuevo a la tierra (parusía = “presencia” -- > nueva presencia de Jesús) para cumplir su misión mesiánica de instaurar el Reino de Dios, truncada por su inesperada muerte a manos de inicuos enemigos de Dios. No era extraño que un buen número de sacerdotes, del clero bajo probablemente, y de fariseos, deseosos de la venida del Reino divino, engrosaran pronto las filas de la secta.
• Cuarto: estos judeocristianos no mostraron en principio ningún interés hacer proselitismo entre los gentiles (cf. Mc 7,24-30 y Mt 15,21-28, en el sentido de exponentes también de una mentalidad judeocristiana que conservó estas perícopas).
He aquí los textos:
Mc 7,24-30: “24 Y levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. 25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, oyendo de Él, vino y se postró a sus pies. 26 Y la mujer era griega, sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio. 27 Pero Jesús le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien quitar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. 28 Y ella respondió y le dijo: Sí, Señor, pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. 29 Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. 30 Y cuando ella llegó a su casa, halló que el demonio había salido, y a su hija acostada sobre la cama.”
Paralelo de Mt 15,21-28 con algunas variantes:
“Y saliendo Jesús de allí, se fue a las costas de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí, mi hija es gravemente atormentada por un demonio. 23 Pero Él no le respondió palabra. Y sus discípulos vinieron y le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. 24 Y Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Entonces ella vino y le adoró, diciendo: ¡Señor, socórreme! 26 Mas Él respondió, y dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 27 Y ella dijo: Sí, Señor, mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. 28 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Sea hecho contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.”
Sí mostraron los judeocristianos de Jerusalén el deseo de comunicar sus creencias a otros judíos, incluidos los de la Diáspora. Por ejemplo, Roma, Alejandría y Corinto fueron ciudades en las que Pedro creó probablemente comunidades cristianas entre los judíos que allí residían.
• Quinto: los judeocristianos jerusalemitas mantuvieron al principio un conato de compromiso con el “evangelio” de Pablo, quizás porque debían sentirse agradecidos al apoyo económico que éste mostraba hacia ellos. Pero finalmente rechazaron drásticamente el “evangelio” paulino.
• Sexto: su organización interna tuvo también probablemente un carácter mesianista. Aunque al principio los dirigentes de esta comunidad primigenia (había otra en Galilea, y probablemente en Samaría, pero tenemos de ellas pocas noticias, salvo las obtenidas de modo indirecto de la “Fuente de los dichos”) constituyeran una tríada, Pedro, Juan y Santiago, pronto quedó este último -hermano natural de Jesús- como dirigente exclusivo.
Además de otras razones, este hecho lleva a pensar en el carácter mesiánico de este grupo jerusalemita, pues era típico en grupos de esta característica la sucesión familiar, como en el caso del “bandido” Ezequías o en el de Judas de Gamala; la sucesión entre la familia de Jesús continuó: tras el asesinato de Santiago en el 62, dirigió la comunidad de Jerusalén Simeón, primo carnal del Nazareno. La actitud de la comunidad primitiva hacia los romanos no podía ser, por consiguiente, muy diferente a la de los activistas celotas.
Séptimo: además resulta claro que el carácter del Reino divino que el mesías vuelto a la tierra iba a instaurar por fin definitivamente era incompatible del todo con una ocupación romana. Restos de esta actitud pueden verse en el hecho de que Jesús y el Nuevo Testamento, que recoge también en los Hechos la teología de estos judeocristianos, no condenan jamás a los celotas y su concepción del señorío absoluto de Yahvé.
Para desgracia suya y, para bien de las iglesias paulinas que quedaron dueñas de todo el terreno, la Comunidad primitiva jerusalemita debió de perecer en el asalto y destrucción de la ciudad santa en el 70 d.C. No quedaron restos de ella apenas en la historia posterior. La tradición recogida por Eusebio de Cesarea de una huida previa del grupo completo a la ciudad transjordana de Pella, gracias a la temprana recomendación de un oráculo divino, no deja de ser una clara leyenda. En el 135, tras la derrota de los judíos en la Segunda Gran Revuelta contra Roma, en la Jerusalén devastada y reconstruida como ciudad helenística con el nombre de Aelia Capitolina, había una iglesia cristiana compuesta por gentiles que nunca se proclamó heredera de la de Jerusalén.
Los siete rasgos --enumerados en las postales de hoy y el día anterior-- del judeocristianismo jerusalemita, que giran todos en torno a una acendrada piedad y mesianismo judíos, sirven, retroproyectándolos hacia atrás, para pensar la figura de Jesús en un marco judío y mesianista semejante.
Por poner un ejemplo claro y suficiente: si Jesús hubiese quebrantado el sábado, despreciado el Templo o predicado que las leyes relativas a los alimentos puros o impuros no tenían ya valor, sería absolutamente inexplicable el comportamiento de sus seguidores de Jerusalén… ¡que hacían exactamente lo contrario!
(Ideología e historia, 140ss).
Concluiremos pronto
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Continuamos con el resumen de la teología de los judeocristianos, según GPO
• En segundo lugar: a partir de los datos proporcionados por los Hechos de los Apóstoles, sobre todo en sus primeros capítulos, sabemos que los judeocristianos seguían siendo judíos piadosos, observantes irreprochables de la ley mosaica, visitantes asiduos al Templo, y que seguían predicando la necesidad de la circuncisión para salvarse.
En síntesis, eran los seguidores del Jesús asesinado en la cruz un grupo judío que sólo se distinguía de los demás por su creencia en que el mesías había llegado ya y que era el crucificado Jesús de Nazaret.
• Tercero: aparte de lo dicho, sólo era novedosa también la consecuencia obtenida de la creencia en su resurrección: este mesías volvería de nuevo a la tierra (parusía = “presencia” -- > nueva presencia de Jesús) para cumplir su misión mesiánica de instaurar el Reino de Dios, truncada por su inesperada muerte a manos de inicuos enemigos de Dios. No era extraño que un buen número de sacerdotes, del clero bajo probablemente, y de fariseos, deseosos de la venida del Reino divino, engrosaran pronto las filas de la secta.
• Cuarto: estos judeocristianos no mostraron en principio ningún interés hacer proselitismo entre los gentiles (cf. Mc 7,24-30 y Mt 15,21-28, en el sentido de exponentes también de una mentalidad judeocristiana que conservó estas perícopas).
He aquí los textos:
Mc 7,24-30: “24 Y levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. 25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, oyendo de Él, vino y se postró a sus pies. 26 Y la mujer era griega, sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio. 27 Pero Jesús le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien quitar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. 28 Y ella respondió y le dijo: Sí, Señor, pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. 29 Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. 30 Y cuando ella llegó a su casa, halló que el demonio había salido, y a su hija acostada sobre la cama.”
Paralelo de Mt 15,21-28 con algunas variantes:
“Y saliendo Jesús de allí, se fue a las costas de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí, mi hija es gravemente atormentada por un demonio. 23 Pero Él no le respondió palabra. Y sus discípulos vinieron y le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. 24 Y Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Entonces ella vino y le adoró, diciendo: ¡Señor, socórreme! 26 Mas Él respondió, y dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 27 Y ella dijo: Sí, Señor, mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. 28 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Sea hecho contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.”
Sí mostraron los judeocristianos de Jerusalén el deseo de comunicar sus creencias a otros judíos, incluidos los de la Diáspora. Por ejemplo, Roma, Alejandría y Corinto fueron ciudades en las que Pedro creó probablemente comunidades cristianas entre los judíos que allí residían.
• Quinto: los judeocristianos jerusalemitas mantuvieron al principio un conato de compromiso con el “evangelio” de Pablo, quizás porque debían sentirse agradecidos al apoyo económico que éste mostraba hacia ellos. Pero finalmente rechazaron drásticamente el “evangelio” paulino.
• Sexto: su organización interna tuvo también probablemente un carácter mesianista. Aunque al principio los dirigentes de esta comunidad primigenia (había otra en Galilea, y probablemente en Samaría, pero tenemos de ellas pocas noticias, salvo las obtenidas de modo indirecto de la “Fuente de los dichos”) constituyeran una tríada, Pedro, Juan y Santiago, pronto quedó este último -hermano natural de Jesús- como dirigente exclusivo.
Además de otras razones, este hecho lleva a pensar en el carácter mesiánico de este grupo jerusalemita, pues era típico en grupos de esta característica la sucesión familiar, como en el caso del “bandido” Ezequías o en el de Judas de Gamala; la sucesión entre la familia de Jesús continuó: tras el asesinato de Santiago en el 62, dirigió la comunidad de Jerusalén Simeón, primo carnal del Nazareno. La actitud de la comunidad primitiva hacia los romanos no podía ser, por consiguiente, muy diferente a la de los activistas celotas.
Séptimo: además resulta claro que el carácter del Reino divino que el mesías vuelto a la tierra iba a instaurar por fin definitivamente era incompatible del todo con una ocupación romana. Restos de esta actitud pueden verse en el hecho de que Jesús y el Nuevo Testamento, que recoge también en los Hechos la teología de estos judeocristianos, no condenan jamás a los celotas y su concepción del señorío absoluto de Yahvé.
Para desgracia suya y, para bien de las iglesias paulinas que quedaron dueñas de todo el terreno, la Comunidad primitiva jerusalemita debió de perecer en el asalto y destrucción de la ciudad santa en el 70 d.C. No quedaron restos de ella apenas en la historia posterior. La tradición recogida por Eusebio de Cesarea de una huida previa del grupo completo a la ciudad transjordana de Pella, gracias a la temprana recomendación de un oráculo divino, no deja de ser una clara leyenda. En el 135, tras la derrota de los judíos en la Segunda Gran Revuelta contra Roma, en la Jerusalén devastada y reconstruida como ciudad helenística con el nombre de Aelia Capitolina, había una iglesia cristiana compuesta por gentiles que nunca se proclamó heredera de la de Jerusalén.
Los siete rasgos --enumerados en las postales de hoy y el día anterior-- del judeocristianismo jerusalemita, que giran todos en torno a una acendrada piedad y mesianismo judíos, sirven, retroproyectándolos hacia atrás, para pensar la figura de Jesús en un marco judío y mesianista semejante.
Por poner un ejemplo claro y suficiente: si Jesús hubiese quebrantado el sábado, despreciado el Templo o predicado que las leyes relativas a los alimentos puros o impuros no tenían ya valor, sería absolutamente inexplicable el comportamiento de sus seguidores de Jerusalén… ¡que hacían exactamente lo contrario!
(Ideología e historia, 140ss).
Concluiremos pronto
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com